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Reseña: Los divagantes (2023) de Guadalupe Nettel

Extrañas relaciones familiares

Por Omar Guerrero

Los divagantes (Anagrama, 2023) es el nuevo libro de cuentos de la escritora mexicana Guadalupe Nettel (Ciudad de México, 1973). Está compuesto por ocho relatos que tienen en común las relaciones familiares en situaciones extrañas o al límite como podría ser una pandemia, y las consecuencias que esta ha provocado, tal como sucede en dos cuentos de este libro. Todos sus protagonistas son padres, hermanos e hijos, pero también son esposos o parejas. Lo peculiar es que muchos de ellos se encuentran desorientados o perdidos. Además, aquí se guardan secretos, distanciamientos, silencios, amor y odio.

En el primer cuento titulado “La impronta”, la narradora es un personaje femenino joven que descubre a un tío desaparecido que se encuentra internado en una clínica. Sucede de casualidad mientras acompaña a una amiga cuya madre está delicada de salud. El apoyo emocional hacia esta amiga desaparece desde el momento que se da el descubrimiento del tío proscrito y desahuciado cuyo nombre es Frank. De inmediato se da una cercanía entre ambos, pues se reconocen como distintos al resto de sus familiares. “Era la primera vez que alguien de mi familia se tomaba en serio el hecho de que estudiara literatura sin pensar que mi elección se debía a una falta de talento para cualquier cosa, y que era una carrera destinada a las mujeres que esperan dedicarse la vida entera al matrimonio» (p.9, según versión digital: sucede lo mismo con las siguientes citas). La salud frágil de este tío y las visitas de su sobrina no van a poder mantenerse siempre en secreto. Cuando esto sucede, la narradora reconocerá un comportamiento en su madre y en su abuela al saber del paradero de este familiar que nunca ha dejado de ser hermano e hijo quien se ha mantenido alejado de su familia por muchos años.

El segundo cuento titulado “La cofradía de los huérfanos” también se reitera la distancia y la ausencia entre padres e hijos. El protagonista es un huérfano que sobrevive a su condición de no tener una familia. “A diferencia de varios de mis compañeros, que convivieron durante un tiempo con uno de sus abuelos, alguna tía o un familiar alcohólico, de cuyas manos terminaron arrancándolos, yo nunca tuve información sobre mi familia. Mis recuerdos más antiguos transcurren ya dentro del patio o del comedor del orfelinato, rodeado de una jauría de criaturas heridas e insatisfechas” (pp.18-19). Este personaje busca resarcir la misma situación en otras personas desaparecidas. Sabe que siempre hay alguien buscándolos. Es entonces que su idea termina siendo dañina al intentar acercar un hijo a su madre. Lo que muchos consideran como un “bien” puede resultar un verdadero “mal”.

El cuento “Jugar con fuego” aborda el tema del confinamiento a partir de una pandemia y las medidas que se toman como sobrevivencia. “Tampoco los niños estaban bien. Bruno había entrado a la secundaria en plena pandemia y llevaba casi un año estudiando en línea sin relacionarse con otros niños de su edad. El aislamiento y los cambios hormonales le generaban una impaciencia constante, a veces muy difícil de manejar” (p.27). Esta situación tan inusual provoca una serie de comportamientos y reacciones entre los miembros de una familia donde el amor y los sentimientos parecen haber tenido un límite: “Está creciendo. ¿No ves cómo lo tienen las hormonas? Si nosotros estamos nerviosos por la pandemia, él está sufriendo el triple. ¿Y a ti lo único que se te ocurre es humillarlo?” (p.33). La narradora es una madre que se vuelve testigo de las discusiones y agresiones entre los miembros de su familia sin medir las consecuencias hasta que el fuego surge como una manera de resarcir y limpiar cualquier hecho. Aquí la pérdida de la inocencia también es relevante.

El cuarto cuento se titula “La puerta rosada” donde lo fantástico cobra protagonismo a través de unas variaciones de tiempo para presentar las posibilidades de otras vidas. Sobresale la relación de pareja a través de los años, los recuerdos y la posibilidad de buscar placer sexual fuera de casa. “Me pregunté cuándo había sido la última vez que ella y yo habíamos tenido sexo y, por más que lo intenté, no logré recordarlo” (p.45). Aquí la mención de una hija es un referente de lo que se asume real ante lo imaginado.

En “Un bosque bajo la tierra” la idea de familia se ve reflejada, a modo de analogía, a través de una araucaria, un enorme árbol cuyas raíces y ramas frondosas de pronto se ven afectadas por una extraña enfermedad. El deterioro de este árbol representará también la decadencia de una casa y de la familia que la habita. “-Siempre sentí que era ese árbol el que sostenía a nuestra familia. Ahora que está así, tengo miedo de lo que pasará con nosotros -dijo mientras me lanzaba una mirada triste e interrogante” (p.72). El personaje narrador femenino entenderá mucho después, cuando sus hermanos mayores se hayan ido lejos, que sus raíces, al igual que el viejo árbol, serán algo que resistirán hasta el final.

En “La vida en otro lugar” un hombre casado busca un departamento en una buena zona de Barcelona, pero no lo consigue. Con su esposa tienen que acostumbrarse a lo que les ha tocado. Su vida marital transcurre dentro de lo normal hasta que él conoce a una mujer danesa muy guapa que es esposa de un actor que, por coincidencia, es conocido de este hombre, pues él también se dedica a la actuación. La vida de ambos matrimonios se relaciona de manera amical, pero la esposa del protagonista sospecha del interés de su esposo en esta pareja. Todo se complica cuando la salud del actor español, esposo de la danesa, empieza a resquebrajarse, lo que compromete su carrera y su imagen. El narrador personaje no duda en prestar su ayuda como amigo sin importar los celos de su esposa. “Poco tiempo después, Xavi ingresó en el hospital de Sant Pau. Josephina lo acompañaba la mayor parte del tiempo y, por su puesto, las tareas en casa se multiplicaron. Traté de ayudarla en todo lo posible, atendía las llamadas de teléfono y aprovechaba para borrar del contestador los mensajes chantajistas de Anna, quien para entonces ya había adquirido la costumbre de insultarme” (p.86). Aquí la distancia o el alejamiento es otra forma de buscar seguridad.

En el cuento “Los divagantes”, que da el título al libro, se establece un símil entre los albatros y las familias o personas exiliadas por culpa del peligro que corren en una dictadura. “Fue ese mismo año, en clase de literatura francesa, cuando me hicieron leer Les fleurs du mal, y fui a pedirlo a la biblioteca del liceo. Apenas me lo entregaron, abrí una página al azar y apareció ante mí el poema del albatros, «ce roi de l´azur maladroit et honteux», donde Baudelaire lo describe como el poeta maldito de la naturaleza” (p.95). Aquí el tema político está presente al mencionar a Camilo, un niño uruguayo cuya familia ha huido de la dictadura de su país. Buena parte del cuento se desarrolla en la Villa Olímpica de Ciudad de México, lugar donde llegaron muchos refugiados de las dictaduras sudamericanas. Allí se mezclaban el habla de los chilenos, argentinos y uruguayos quienes no dejaban de añorar a sus países. “Nos explicaron que se trataba de una tragedia inusual: si un albatros abandona el hogar, sólo puede ser para salvar su vida. Al escuchar esta historia pensé en mis vecinos sudamericanos, que regresaron en cuanto les fue posible al país en el cual habían estado a punto de morir” (p.97).

El último cuento se titula “El sopor” donde se aborda otra vez el tema de la pandemia y de cómo se ve alterada la vida de una profesora de literatura y su familia a partir del confinamiento cuyo tiempo resulta ser mucho más prolongado, por lo que se puede asumir como una historia fantástica por abordar lo pospandémico. “Hace más de quince años que el mundo cambió por completo y pasamos al «modo confinado», esta existencia intramuros que llevamos desde que apareció el virus. La universidad en la que trabajo cerró las aulas desde el primer año y adoptó la enseñanza a distancia. Al inicio nadie imaginaba que esto iba a normalizarse, vigilaban la curva de los contagios y las muertes. Hacían presiones de cuando terminaría todo esto. […] Mi caso es un poco distinto: la literatura es una de las pocas carreras que no han sido castigadas por el encierro” (p.104). Por supuesto que esta situación límite altera toda forma habitual, incluido lo sexual: “No eran poca las parejas que tenían sexo frente a los demás, pero a mí el hacinamiento no sólo me impedía coger por las noches, sino que me quitaba el sueño” (p.110). Aquí la naturaleza, en especial los animales, se presentan como un paradigma que se anhela, sobre todo por la verdadera libertad que ostentan.

A través de estos cuentos Guadalupe Nettel representa la fragilidad de las personas, muy en especial de las familias, cuyas relaciones se encuentran llenas de distintos sentimientos que no siempre obedecen a lo bueno. Aquí lo malo o lo negativo también sirve para demostrar esa misma fragilidad.  

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Datos del libro reseñado:

Guadalupe Nettel

Los divagantes

Anagrama, 2023

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Reseña: Fortuna (2023) de Hernán Díaz

La mejor novela del 2023

Por Omar Guerrero

Fortuna (Anagrama, 2023) del escritor argentino Hernán Díaz (Buenos Aires, 1973) fue finalista del Booker Prize 2022 y ganadora del Premio Pulitzer a Obras Literarias de Ficción del 2023 por la edición original de esta novela titulada Trust (Riverhead, 2022); considerada, además, por importantes medios como The New York Times, Washington Post y Times como una de las mejores novelas en inglés del 2022. Cabe aclarar que Hernán Díaz, a pesar de ser argentino y hablar como cualquier porteño, pues así lo demostró en su corta visita en la Feria Internacional del Libro de Lima en el mes de julio, pasó su infancia en Suecia, su juventud en Londres y desde hace veinticinco años reside en Brooklyn, New York, donde se desempeña como profesor de la Universidad de Columbia, razones suficientes para decidir escribir primero en inglés, sobre todo al tener como principal antecedente a autores de la literatura en este idioma como Dickens, Melville, James o Scott Fitzgerald. Lo mismo pasó con su primera novela A lo lejos (Impedimenta, 2020) traducida por el escritor español Jon Bilbao y que también terminó valiéndole varias nominaciones a premios importantes como el PEN/Faulkner. Lo cierto es que esta nominación y este importante premio para su segunda novela Trust anunciaban por anticipado su éxito como una de las mejores novelas traducidas al español en el 2023. Y no sólo eso. También ya se confirmó su producción como miniserie para la cadena HBO donde se incluye la participación de Kate Winslet como actriz y productora.

La novela está dividida en cuatro partes que cuentan una misma historia a modo de rompecabezas literario con distintas versiones y narradores, por lo que se le considera una novela polifónica y, a la vez, experimental. Lo más interesante es que sus personajes varían de nombres y posturas. Aun así, no dejan de estar relacionados con el dinero y el poder en los Estados Unidos durante los años veinte del siglo pasado, incluida la crisis económica de 1929. Aunque lo que más sobresale en cada una de estas partes es la fuerte presencia femenina en un mundo que estuvo marcado por lo masculino o lo patriarcal, sobre todo por tratar temas financieros y económicos. Otro de los elementos que también sobresale es el capitalismo considerado como un sistema o un orden inagotable a pesar de sus reiteradas crisis. Un hecho adicional que se encuentra en la lectura es la detallada documentación que se usa para respaldar la ficción en cada una de estas partes.   

La primera parte lleva por título «Obligaciones. Una novela por Harold Vanner» que está compuesta por cuatro capítulos y cuyos personajes principales son el magnate Benjamin Rask y su esposa Helen Breevort. En esta parte se cuenta, en formato novela, las vidas de esta pareja de esposos que marcó el mundo financiero de los años veinte en Estados Unidos. Por ejemplo, así se describe el tesón de uno de ellos: «La disciplina, la creatividad y una regularidad digna de una máquina eran factores esenciales en el nuevo nivel de éxito de Rask» (p. 76, según versión digital). Aquí el tema de la crisis financiera de 1929 también se presenta como un hecho importante: «El miércoles 23 de octubre, una avalancha descomunal de órdenes de venta inundó el recinto de la bolsa. Nadie sabía de dónde venía aquel alud, pero al cerrar Wall Street, solo dos horas más tarde, el mercado había caído más de veinte puntos» (p. 85, según versión digital). Otro de los temas importantes en esta primera parte es la salud de Helen Breevort cuyo problema afecta, en parte, a su esposo Benjamín Rask: «Mientras Benjamín salía a toda prisa, el chofer lo puso sobre aviso de que las ampollas que su mujer tenía en la cara eran feas, muy feas» (p. 121, según versión digital). Por supuesto que esta historia, tal como la anuncia desde su título, es una ficción. Sin embargo, su fuente proviene de una supuesta historia real, según el juego ficticio propuesto por el autor. Por eso en la segunda parte de la novela se conocerá la historia de los Bevel, una pareja de esposos cuyas vidas se parecen mucho a los personajes de la novela de este autor ficticio llamado Harold Vanner.

La segunda parte se llama «Mi vida por Andrew Bevel» quien decide contar su historia a partir de su descontento con el éxito de una novela cuyos personajes se parecen mucho a las vidas que han tenido él y su esposa Mildred, quien, por coincidencia, también tiene serios problemas de salud. Esta especie de autobiografía extendida, o memorias, está compuesta por un prefacio y siete capítulos titulados de la siguiente manera: I. Antepasados. II. Educación. III. Negocios. IV. Midred. V. La prosperidad y sus enemigos. VI. Restaura nuestros valores. VII. Legado. Cada uno de ellos está compuesto por subcapítulos con distintos títulos que corresponden a sus seres queridos hasta lo que ellos han formado como empresarios y también como familia. Así lo demuestra este fragmento: «Los Bevel hemos sobrevivido a numerosas crisis, pánicos y recesiones: las de 1807, 1837, 1873, 1884, 1893, 1907, 1920 y 1929. Y no sólo las hemos sobrevivido, sino que hemos emergido de ellas más fuertes, teniendo siempre en mente el interés de nuestra nación» (p. 185, según versión digital). En esta autobiografía, el narrador también incluye ciertas deducciones en torno al dinero. Aquí un ejemplo: «La relación del dinero con el individuo es completamente accidental» (p. 231, según versión digital). También se revelan otros intereses fuera del dinero: «El resto del texto fue una combinación de mis deseos más sinceros (viajar y escribir)» (p. 236, según versión digital). Por supuesto que este narrador se otorga el permiso para criticar la novela contada en la primera parte del libro y cuyos personajes, como ya se ha dicho, se asemejan demasiado a la vida de los Bevel. Parte de esta “crítica” termina explicando su metadiégesis y su éxito editorial: «Pero pocas novelas como Obligaciones se centran en el proceso en sí de la acumulación de capital» (p. 262, según versión digital). «The New Yorker dijo que la novela era un simple succés de scandale que había obtenido notoriedad por ser una roman à clef» (p. 263, según versión digital). «Helen, la mujer de Benjamin Rask, constituía para mí el centro absoluto del libro» (p. 264, según versión digital). «¿Por qué necesitaba Vanner destruir a Helen?… Y por encima de todo, ¿por qué representarla como loca? Estaba claro que se había tomado toda clase de libertades con la historia» (p. 264, según versión digital). «Por supuesto, no hay ni un solo ejemplar de Obligaciones de Harold Vanner» (p. 267, según versión digital). «Me vinieron a la cabeza los productos relacionados con El gran Gatsby que se vendían en la tienda de regalos de abajo» (p. 268, según versión digital). «Sería un error formular cualquiera de las innumerables preguntas que tenía sobre la relación entre la novela de Vanner y la vida real de Bevel» (p. 272, según versión digital). Uno de los hechos más importantes en el final de esta segunda parte es la presencia de un personaje femenino cuya labor será trascendental, sobre todo por su protagonismo en la tercera parte de la novela. Así es cómo este personaje femenino hace su aparición: «-¿Cree que me podría hablar con algunas de sus amistades o con unos cuantos de aquellos músicos? Me ayudaría a tener una visión más amplia-. Señorita Partenza, si estoy escribiendo este libro es para detener la proliferación de versiones de mi vida» (p. 295, según versión digital).

Este personaje femenino es Ida Partenza, secretaria personal de Andrew Bevel, cuya labor en esta historia que ya ha sido contada será de gran importancia. En esta tercera parte titulada «Recuerdos de unas memorias» se compone por cuatro capítulos, cada uno con subcapítulos numerados que darán una nueva versión de lo ya contado, pero no por eso será repetitivo, además de ser un efecto tras bambalinas. Se suma los antecedentes políticos del padre de Ida Partenza como una contraparte del tan mencionado capitalismo proliferado en cada versión. Otro hecho importante es la presencia de un personaje enigmático cuya participación marcará un giro en los propósitos de los personajes anteriores: «Seré breve. Esto es lo que sé. Sé que eres la secretaria de Andrew Bevel. Sé que vas a su casa varias veces por semana, siempre por la tarde… Sé que Bevel te cuenta su vida. Y sé que tomas notas. -Hizo una pausa para ver el efecto de sus palabras en mí; lo miré con expresión neutra-. Eso es lo que sé» (p. 323, según versión digital).

Por último, en la cuarta parte del libro, se aborda el diario personal de Mildred Bevel que lleva por título «Futuros». Aquí la fragmentación prolifera a través de ideas, experiencias y pensamientos. Aquí dos ejemplos: «Leyendo «Flush». Estupenda, aunque la perspectiva del perro es inconsciente, lo cual me distrae» (p. 407, según versión digital). «Todo diarista es un monstruo: la mano que escribe y el ojo que lee proceden de cuerpos distintos» (p. 413, según versión digital).

Cada una de estas partes descritas y citadas son el corpus o la estructura de la que ya es considerada la mejor novela del 2023, no sólo por abordar el tema del dinero, tan escaso en la tradición literaria anglosajona, y más aún en la latinoamericana, sino porque utiliza la creación literaria, a modo de metadiégesis, como una herramienta que sirve para construir un verdadero artefacto literario digno de toda admiración.

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Datos del libro reseñado:

Hernán Díaz

Fortuna

Anagrama, 2023

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Reseña: La más recóndita memoria de los hombres (2022) de Mohamed Mbougar Sarr

La pasión literaria

Por Omar Guerrero

La más recóndita memoria de los hombres (Anagrama, 2022) del escritor senegalés-francés Mohamed Mbougar Sarr (Dakar, 1990) fue la novela ganadora del prestigioso Premio Gouncourt en el 2021. Su título proviene de una cita larga tomada de los Detectives salvajes y que es utilizada precisamente en el epígrafe. De la sinopsis de la contratapa se deduce de inmediato la línea que sigue el autor al presentarnos esta novela donde la literatura también es protagonista. Aquí un fragmento de la mencionada sinopsis: Novela de iniciación, thriller literario, juego de cajas chinas con un libro dentro de otro libro, exploración de las heridas del colonialismo, celebración del poder de las ficciones… Estamos ante una novela total, de estirpe bolañesca, que habla de la escritura y de la vida. Y así como el personaje de Arturo Belano y compañía se sumergen en la búsqueda de la desaparecida poeta Cesárea Tinajero, aquí surge un joven llamado Dégane Latyr Faye, escritor senegalés que vive en París, y que, además, se encuentra obsesionado por la obra de un escritor, compatriota suyo, llamado T.C Elimane, también conocido como el «Rimbaud negro» (llamado así por un crítico de L´Humanité). T.C Elimane es autor de un único libro titulado El laberinto de lo inhumano publicado en el año de 1938 y que se convertirá en el origen y eje de toda esta historia.

La primera vez que Faye escucha sobre Elimane es a partir de un encuentro con una mítica mujer que le brinda uno de los pocos ejemplares de esta novela desconocida y casi desaparecida. A partir de este momento, y más aún después de su lectura, Faye empieza sus pesquisas detrás del autor también desaparecido. Solo lo empuja el valor que encuentra en sus palabras. Así lo testimonia:

Una sola de sus páginas bastaba para transmitirnos la certeza de que leíamos a un escritor, un hápax, uno de esos astros que no aparecen más que una vez en el cielo de una literatura. (p.10)

A partir de ese momento se despliega una búsqueda incesante para recabar toda información sobre Elimane, más aún por lo que significa y representa su novela, entendida como un objeto preciado muy al estilo de un manuscrito encontrado o un libro único y extraviado que de pronto (o por fin) es hallado. Por eso se le define de esta manera:

El laberinto de lo inhumano pertenecía a la otra historia de la literatura (que quizá sea la verdadera historia de la literatura): la de los libros perdidos en un pasadizo del tiempo, ni siquiera malditos sino simplemente olvidados, y cuyos cadáveres, osamentas y soledades se desparraman por el suelo de cárceles sin carceleros y balizan infinitas y silenciosas pistas heladas. (p.14)

Sin embargo, en las investigaciones, se descubre un posible plagio de la historia contada en la novela de Elimane correspondiente a un antiguo mito africano del que Faye, por sus orígenes, no es tan ajeno. Lo mismo sucede para los allegados a la cultura africana, sobre todo para quienes viven fuera de África, más aún en Europa. De ahí que este autor desaparecido cause tanta admiración y odio. Aunque para algunos su verdadero valor radicaba en otros elementos o hechos:

Yo a quien buscaba era al hombre y no a la continuación de El laberinto de lo inhumano, como tú. El escándalo del plagio no me interesaba mucho. Lo que me interesaba de él, lo que me atraía hacia él, era su silencio. (p.208)

Y al mencionarse ese «silencio» de Elimane como escritor es imposible no tomar en cuenta a los «bartlebys» de Enrique Vila-Matas. Sí, esos mismos escritores que de pronto deciden dejar de escribir por distintas razones. Pero ¿por qué dejó de escribir T.C Elimane? ¿Tanto le afectó la crítica y que lo hayan acusado de plagio? Esta incógnita hace que Faye continúe sus investigaciones en otras ciudades fuera de París, como Ámsterdam, Argentina y de nuevo en Senegal. Es ahí que se conoce la historia de los padres de Elimane, incluso mucho antes de que el escritor naciera. Aquí se cuenta la relación de los hermanos Assane y Ousseynou Koumakh junto a la joven Mossane. Este triángulo amoroso está lleno de decepciones y tragedias, incluidas la pobreza, el machismo, el racismo y la guerra. Solo el actuar ruin de uno de los hermanos será motivo suficiente para que Elimane deje de lado la escritura. No importa que hayan pasado los años en las vidas de estas tres personas que son el punto de origen del escritor desaparecido. Lo cometido trasciende como una herida que intenta curarse con las siguientes generaciones.  

Y mientras se avanza en estas investigaciones, Faye intenta hacerse un nombre en la literatura francesa a pesar de ser un joven migrante. Lo que encuentra es un ambiente literario cerrado muy parecido a un establishment. Esta situación no es nueva. Proviene desde mucho antes. Incluso llegó a afectar a Elimane cuando logró publicar su única novela en Francia. Es precisamente este círculo, sobre todo los críticos, quienes quedan descubiertos como los otros causantes de la desaparición de un escritor como Elimane a pesar de quedar remecidos por la calidad de su obra:

No obstante, el tono de su artículo hace pensar que se alegró de que el ambiente literario oficia (ese que, en otros términos, menosprecia la literatura policíaca por juzgarla vulgar y buena solo para divertir a la plebe inculta) se viese un poco sacudida por Elimane. (p.291).

Estos críticos son quienes recibirán una especie de castigo por su proceder que no reside solo en su subjetividad como lectores, como conocedores y/o académicos, sino también por un prejuicio al marcar diferencias y subvaloraciones hacia otras personas que no consideran iguales por distintas circunstancias. Y al decir la palabra «castigo» nos remitimos a los hechos sobrenaturales que envuelven a la cultura africana donde lo mágico y lo oscuro cobran protagonismo a través de la creencia y hasta en la religión tal como ocurre en la obra de otros escritores africanos como Ngũgi wa Thiong´o:

Sería horrible que Elimane hubiese empujado a aquellos pobres críticos franceses al suicidio por medio de sus poderes mágicos. Pero en medio de aquel horror posible, lo vería cómico. ¿Tú no? Un escritor que se considera incomprendido, mal leído, humillado, comentado desde un prisma para nada literario, reducido a una piel, un origen, una religión, una identidad, y que se pone a matar a los malos críticos de su libro por venganza: es pura comedia. (p.300)

Ante estos hechos, la novela toma un matiz policial, pues ya no solo se busca un escritor que dejó de escribir y que de pronto quedó en silencio para finalmente desaparecer, sino que dejó a su paso una serie de supuestas víctimas a las que fue necesario «castigar» por su vil manera de ser. La contraparte de estos críticos son los editores, quienes muestran un aura distinta, mucho más benevolente, todo lo contario a la vileza. Uno de estos editores quedará en la memoria de Elimane. Y en esta coyuntura, los libros siguen siendo los protagonistas y reguladores entre lo bueno y lo malo de todas las personas que se encuentran a su alrededor:

Entonces ¿cuál es esta patria? Tú la conoces: evidentemente, es la patria de los libros: los libros leídos y amados, los libros leídos y despreciados, los libros que soñamos con escribir, los libros insignificantes que hemos olvidado y que ya no sabemos siquiera si llegamos a abrir alguna vez, los libros que fingimos haber leído, los libros que no leeremos nunca pero de lo que no nos separaríamos por nada del mundo, los libros que esperan su hora en una noche paciente, antes del crepúsculo deslumbrante de las lecturas del amanecer. (p.312).

Otra parte resaltante de la novela son los viajes de Elimane a otras latitudes. Uno de sus destinos fue Argentina, donde entabló amistad con reconocidos personajes de la literatura porteña. No solo eso. También dejó huella en muchos de ellos. Claro, todo es ficticio. Pero, así como Bolaño y Vila-Matas ficcionalizaron sobre personajes reales, y más aún sobre escritores e intelectuales, Mbougar Sarr también hace lo mismo. Aquí una muestra:

Tenía pocos amigos. Admiraba la obra de Borges; pero sus amigos más íntimos eran Gombrowicz y Sabato. Creo que se acostó con todas las mujeres hermosas de la intelligentsia porteña, y con las feas también. Estoy convencida de que se acostó con Victoria Ocampo, pero también con Silvina Ocampo, quizá con las dos hermanas a la vez. Era un ermitaño muy paradójico. No andaba por los lugares donde había que estar: Pero cada vez que aparecía, ejercía como quien no quiere la cosa, sin forzarlo, dando la impresión de que le molestase o le irritase aquel efecto de su presencia del que parecía excusarse con todo su ser, con un encanto espiritual; un encanto no solamente físico, sino espiritual, incluso diría mental si eso significara algo. Sin embargo, no era muy hablador. No se volvía el centro de atención. No pretendía deslumbrar por su mente y desconfiaba de todos los artificios retóricos, de todas las maneras, de todas las seducciones de la inteligencia. (p.331).

Estos viajes de Elimane causan intriga en Faye. También causan intriga en el lector. Estos viajes son como periplos que dejan rastro, que buscan una causante, pues no solo Argentina es mencionada como destino sino también otros países de Latinoamérica

Entretanto, Gombrowicz y Sabato aparecieron de vez en cuando por el salón de mis padres. Yo les preguntaba si su amigo aún me guardaba rencor. Uno de ellos siempre respondía que Elimane no estaba enfadado. Solo estaba ausente, de viaje ¿Dónde? Por Latinoamérica. Lo mismo estaba en Chile, como en Brasil, o en México, en Guatemala, Uruguay, Colombia o Perú. Ni Gombrowicz ni Sabato sabía el motivo de aquellos frecuentes viajes. Desde que lo conocemos, siempre ha viajado mucho, me dijo un día Sabato. Pero no sé qué busca, ni siquiera si busca algo. (p.352)

¿Qué es lo que buscaba Elimane en cada uno de sus viajes? ¿Esto estaba relacionado a su silencio como escritor? ¿Buscaba, acaso, a alguna persona en especial o varias personas? ¿Buscaba una venganza? Y al intentar responder estas preguntas todo se vuelve trepidante con el correr de las páginas.

Otro tópico que se encuentra en esta novela que ya tiene la estructura de unas cajas chinas es el tema del coloniaje. Entendido como parte del prejuicio hacia un escritor como Elimane donde la raza, el color de piel, la procedencia, la cultura y las creencias son juzgadas como parte ineludible de una obra y de una identidad:

En el fondo, ¿quién era Elimane? El producto más logrado y trágico de la colonización. El triunfo más esplendoroso de esta empresa, más que las carreteras asfaltadas, el hospital y la catequesis. ¡Más que nuestros antepasados los galos! ¡Menudo crimen de leso Jules Ferry! Pero Elimane simbolizaba también lo que la misma colonización había destruido con su horror natural hacia los pueblos que la sufrieron. Elimane quiso convertirse en blanco y le recordaron no solo que no lo era, sino que jamás lo sería a pesar de todo su talento. Pagó todos los peajes culturales de la blanquitud y solo consiguió que lo mandasen de vuelta a su negritud. Probablemente, dominaba Europa mejor que los europeos. ¿Y dónde acabó? En el anonimato, la desaparición, el ninguneo. Tú lo sabes: la colonización siembra entre los colonizados la desolación, la muerte, el caos. Pero también siembra en ellos -y en su triunfo más diabólico- el deseo de convertirse en quien los destruye. Fíjate en Elimane: toda la tristeza de la alienación. (pp. 416-417).

Mohamed Mbougar Sarr – Foto: El Periódico

Uno de los últimos descubrimientos sobre Elimane se sitúa en Senegal, su lugar de origen y también de su final. Todo trasciende ya en lo espiritual. Su nombre ya no es el mismo. La literatura ha sido reemplazada. Él se ha convertido en un vidente cuyas palabras siguen manteniendo belleza y relevancia. De esta manera se completan todos los testimonios recabados por Faye cuya consigna ha quedado cumplida.

De esta manera se concluye que La más recóndita memoria de los hombres es una novela que toma el legado de la obra de Bolaño cuya función metaliteraria ha continuado viajando a otros continentes y lenguas. Y no por eso deja de ser enriquecedora y a la vez muy valorativa. Y es que la pasión literaria no tiene límites.

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Datos del libro publicado:

Mohamed Mbougar Sarr

La más recóndita memoria de los hombres

Anagrama, 2022

Puntaje: 5/5

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Reseña: El nervio óptico (2014 y 2017) de María Gainza

El arte y la vida íntima

Por Omar Guerrero

El nervio óptico (Mansalva, 2014 [Argentina]; Anagrama, 2017 [España]) de la escritora argentina María Gainza (Buenos Aires, 1975) es un libro singular que no se puede clasificar precisamente como novela, pero tampoco como un libro de cuentos, a pesar de estar compuesto por once textos o capítulos que abordan la vida de distintos artistas y sus obras, en especial con determinados cuadros o pinturas que, en su mayoría, guardan relación con las vivencias de la narradora y su círculo íntimo. Aquí se intercalan los textos de manera independiente para exigir al lector una atención doble. El resultado: un conglomerado de mini biografías de artistas, anécdotas y recuerdos familiares, diario personal, guía de obras de arte y museos, además del ensayo y crítica de arte.

En el primer texto titulado “El ciervo de Dreux”, se describe el cuadro “El ciervo” del pintor francés Alfred de Dreux. En esta imagen, aparece un ciervo que es atacado por unos perros de caza. A la par, la narradora cuenta cómo es que llega empapada a una galería de arte por culpa de la lluvia que ha inundado las calles de Belgrano en Buenos Aires. Se trata de una exposición que ella debe dirigir. Su imagen es caótica y puede repercutir en su vida profesional. Este mismo cuadro lo ve cinco años después, lo que da paso a contar la historia del pintor, quien muere de un mal hepático. Esta historia se enlaza con la muerte trágica e inusual de una amiga que viaja a Francia invitada por su hermana. El espacio de su muerte es en medio de la naturaleza, tal como le sucede al ciervo del cuadro. 

En “Gracias, Charly”, la narradora se encuentra casada y embarazada. Viaja con su marido al interior donde siempre prevalece el paisaje rural. Se hace mención del cuadro “Batalla de Yataytí Corá” que se caracteriza por ser una imagen oscura que retrata el campo paraguayo arrasado por un fuego nocturno. Este cuadro pertenece al pintor argentino Cándido López, conocido también como el manco de Curupaytí, pues participó en la guerra contra Paraguay como parte de las tropas de la triple alianza: Argentina, Uruguay y Brasil. Cabe resaltar que los cuadros de este pintor terminaron en el depósito del Museo Histórico Nacional de Argentina. Aquí también se conoce la historia de un viaje hecho por su esposo, su primera mujer, Cecilia, y su cuñado Charly, quienes de muy jóvenes se fueron a vivir a Paso Curuzú, en un campo llamado La Serena. Allí tocaban guitarra y fumaban marihuana. Su vida era como la de unos hippies. También está Franio, un paraguayo que habla guaraní y que es dueño de la casa de Paso Curuzú, padre de Cecilia y de Charly, exsuegro de su esposo. Charly se queda a vivir en La Serena. En este viaje, la pareja lo visita. Con él conversan, beben y escuchan música de Serú Girán. Tiempo después, Charly es internado por una serie de problemas personales, pero vuelve a La Serena. Él siempre llama a su amigo de juventud (al esposo de la narradora). Quien atiende ahora sus llamadas es la narradora. Charly le da consejos sobre la vida a partir de las dudas que tiene ella con la maternidad.

En “El encanto de las ruinas”, se toma en cuenta una patología que corresponde a la tristeza de una niña rica. Esto corresponde a una historia personal contada en segunda persona sin dejar de tomar en cuenta la vida del mismo personaje femenino. Se incluye a la madre, quien se muestra y a la vez da a entender mucho más de lo que ocurre en su familia al aparecer en medio de la calle con ropa interior justo después de un incendio en su casa. Al mismo tiempo, se menciona un cuadro de Hubert Robert en el Museo Decorativo, al igual que su maestro René Slodtz, quien le contagió el gusto por las folies: el uso de las columnas, pagodas y obeliscos para la decoración de jardines. Se hace hincapié de que Hubert Robert tuvo una vida llena de sufrimientos.   

En “El buen retiro”, la atención gira en torno al autorretrato del pintor Tsuguharu Fujita y a su vida, quien originalmente era Foujita, pero que al llegar a París quita la “o” de su apellido y todo cambió. A su vez, la narradora cuenta sus experiencias con su amiga Alexia, quien le hizo ver por primera vez La Naranja mecánica, leer los 9 cuentos de Salinger y escuchar en casete la música de Sumo. Este aprendizaje va a la par con la obra del artista japonés. Mención especial al cuadro “Última batalla en Attu” de 1943 y a una afección ocular que sufre la narradora llamada clínicamente como diplopía.

En “Refucilos sobre el agua”, se da un viaje a Mar del Plata. En el camino se escucha The Doors y se fuman porros finos como agujas, además de leer mucho, por lo que surgen citas de escritoras sobre el mar. Se suma el cuadro “Mar borrascoso” que se encuentra en el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires. Mención al “Mer Orange” de Courbet, un cuadro poseedor de luminosidad y fosforescencia, propio de lo que se denomina fiebre pictórica en cuanto a realismo. Después surge la historia de una prima que huyó de Buenos Aires para refugiarse en este balneario. Ella ha formado un collage en su cuarto donde predomina la imagen del mar. La protagonista visita a esta prima y la casa de la familia. Aquí ocurre una doble pérdida.  

“En las gateras” es, sin duda, uno de los mejores textos. Aquí el artista en referencia es Tolouse Lautrec, aristócrata pequeño y deforme que prefiere establecer su vida en París, precisamente en Montmarte, donde desarrolla su arte sin dejar de visitar los burdeles. Aquí una muestra (p. 77):

El joven Henri se siente morir en su asfixiante ambiente aristocrático. El único con quien se entiende es René Princetau, un pintor sordomudo que le enseña los rudimentos técnicos y lo insta a irse a París. Como a todo escapado de su clase, Montmartre lo recibe como a un hijo. Para el príncipe del bosque de Albi, las mujeres sustituyen a los caballos, en gracia, en brío. Es tan pequeño que las prostitutas se marean al mirarlo, pero, cuando las toca, el hombrecito encuentra lugares secretos en sus cuerpos, lugares tan suaves como los labios. Tolouse se mira al espejo, ve su nariz protuberante sobre la que cabalga un binóculo de hierro, sus labios hinchados, sus piernas zambas. Su desarrollo sexual es alarmante: en el burdel lo llaman «tres patas» o «cafetera». Usa un bastón para caminar que también le sirve para merodear entre las piernas de las chicas, le gusta que las polleras se alboroten.   

A su vez, surgen recuerdos diversos: una amiga llamada Amalia, a quien husmea su biblioteca, una bola de bronce, una traductora japonesa de nombre Miuki que camina de manera renga, los años 80s, un viaje a NY de niña, las visitas con su madre al Metropolitan Museum y las pinturas de Monet.  

“Una vida entre pinturas” es otro de los textos que también sobresalen. Aquí es el turno de Rothko. Para la narradora el acto de pararse frente a una tela de Rothko “es como estar frente a un amanecer” (p. 85). Ella sufre de un latido constante en el ojo. También tiene a su esposo enfermo internado en el hospital. En su habitación coloca un afiche de Rothko. Surge la imagen de una prostituta con vestido rojo. Inevitable no relacionar este color sobre el color negro, tal como ocurre en uno de los cuadros del pintor.

En “Las artes de la respiración”, cuenta sobre un tío de nombre Marión y una herencia. Mención aparte a una tumba en el cementerio de La Recoleta y a los cuadros del pintor catalán Josep María Sert que en París lo llamaban Tiépolo de Ritz por sus murales.

En “El cerro desde mi ventana”, se tiene programado un viaje a Ginebra como parte de una curadoría de una beca de arte, a pesar del miedo a volar en avión. Se establece un paralelo con la obra de Henri Rousseau.

En “Ser rapper”, el personaje femenino conversa con su amigo Fabiolo. Se menciona el cuadro “La niña sentada” de Augusto Schiavoni. Se piensa que el personaje del cuadro es igual a la narradora en la niñez. Entonces surge la posibilidad de cierta genética o de una transmigración de almas. A la par, se cuenta la historia de Naná: la médium más famosa de Florencia. Ella tenía una cicatriz en el pecho producto de un hachazo recibido. Usaba un deshabillé de plumas con el que mostraba una cicatriz queloide de quince centímetros de largo. Los pintores argentinos Schiavoni y Musto conocieron a Naná en Florencia en una sesión espiritista donde se toma el recuerdo del hermano de Musto muerto de pulmonía a los doce años. Su vida es otra historia triste dentro de la pintura argentina. El cuadro en mención se encuentra en Bellas Artes. Ella no puede evitar reconocer que “era una adolescente cínica a la que le gustaba decir que la vida no era más que una buena excusa para escribir cuentos” (p.127). La idea de los rappers, según los ingleses, es que son espíritus que asustan a los inquilinos en los departamentos viejos. A la protagonista le gustaría ser un rapper y hostigar a su amigo Fabiolo. Por otro lado, dejar de pensar tanto, para ella, sería la gloria.  

En “Los pitucones”, se aborda la vida de El Greco. Aquí sobresale, a parte de su obra, la anécdota de su nombre original: Domenikos Theotokópoulos, y que, además, se asumía como rival de Miguel Angel. En paralelo, se cuenta un viaje a San Francisco hecho por la narradora. En esta ciudad vive su hermano mayor cuya diferencia de edad es de trece años. Surge la denominación del término “pitucón”: joven elegante, delicado, o promisorio. Su otra denominación es el parche de gamuza que se cose a la altura del codo. Al hermano de la protagonista no le gusta El Greco porque siempre aparece la religión en sus pinturas. Después de esta visita, sucede otra vez la distancia y luego la muerte del hermano. Mientras se asume este luto, se recuerda una serie de hechos a modo de intertextualidad entre los textos previos, como la pérdida de unos certificados de sucesión de una casa de Mar del Plata, en relación “Refucilos sobre el agua”, una enfermedad de cáncer, “Una vida entre pinturas” y una cicatriz en el tórax, “Ser rapper”.

Foto: Rosana Schoijett

A partir de lo expuesto, no hay duda de que El nervio óptico establece un perfecto equilibrio entre lo no ficticio, relacionado siempre al arte, junto con la subjetividad femenina más la experiencia personal. Motivo para que este libro, aún inclasificable, pero tan elogiado, ya tenga varias traducciones y muchos lectores en su haber, sobre todo, por mezclar los hechos más sobresalientes en la historia del arte, especialmente con determinados artistas, y las vivencias cotidianas de una mujer que nunca deja de lado su fascinación por la vida y por el arte mismo.   

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Datos del libro reseñado:

María Gainza

El nervio óptico

Mansalva, 2014 (Argentina); Anagrama, 2017 (España)

Puntaje: 5/5

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Reseña: Silencio administrativo. La pobreza en el laberinto burocrático (2019) de Sara Mesa

Una historia de horror

Por Sebastián Uribe

Toda historia de pobreza es una historia de horror. Una caracterizada por la incertidumbre persistente de si se logrará llegar al final del día con al menos un plato de comida, un sorbo de agua limpia o un lugar para el aseo. En la olla del pobre todo es condimento, como dijo João Guimarães Rosa. Un infierno sin escape que se habita a diario y por la cual, quien lo padece se convierte en objeto de juicio. Conlleva la condena social, el rechazo y la fobia. Una conjunción de miedos (¿a ser uno de ellos?) en su contra que se aúnan en actitudes agresivas (insultos, pedidos de expulsión, violencia física), o pasivas y silenciosas, igual o más peligrosas al tomar como único rumbo la indiferencia, disfrazada bajo caridad. Las personas pobres reciben una negación de la justicia por ser consideradas responsables de su propia situación. La deshumanización se convierte en la única vía para evitar la incomodidad que supone tomar conciencia de que, en efecto, la pobreza existe.

Sara Mesa (Madrid, 1976) escribe la historia de Carmen y su relación con Beatriz, con quien, tras cruzarse varias veces, realiza un acto extraordinario para la sociedad en la que vive: se fija en ella. Ya no es solo un escollo a evitar en la calle, o la causa para acelerar el paso tras darle unas monedas. Es una persona: con historias, con emociones, con necesidades. Tiene un nombre. Es alguien que requiere ayuda y espera. Espera y espera. ¿Qué espera? ¿En qué nivel y condiciones? Beatriz empieza a actuar. Se involucra en la desesperante situación de Carmen, la escucha y la acompaña. No como una salvadora ni para aliviar su propia culpa, sino para intentar que Carmen salga del pozo al que la han empujado una serie de trabas y la desidia social. Un pozo cuya profundidad aumenta con la infinita burocracia de los programas sociales destinados a ayudarla. Un pozo del que la misma Beatriz no está libre.

Si hay un elemento que vertebra el laberinto burocrático al cual se refiere la autora en el subtítulo es la desconfianza. La presunción inicial es de culpabilidad y la solución institucionalizada para ello es la demostración constante de lo contrario. Validar que alguien es confiable mediante papeleo: documentos, constancias, autorizaciones, recibos, avales. Una constante búsqueda de que la palabra de uno sea considerada cierta por los demás. Pero, ¿cuáles son los límites de esta exigencia? ¿Qué efectos puede causar?

“(…) ¿cómo es posible exigir a quien vive en la calle, sin recursos de comunicación -teléfono, internet- ni de transporte, que haga su peregrinaje a través de oficinas, ventanillas y colas como si nada”. (p. 50)

Como bien se señala, un problema neurálgico es la indefensión de las personas empobrecidas ante la exigencia de precisión documentaria sin un acceso adecuado a la información. A estas personas –sumidas en su propios laberintos­– se les exige recorrer otro más, para chocar con la indiferencia de funcionarios con una agotada capacidad para la empatía. Además, son personas que, en la mayoría de casos, están formadas en un sistema diseñado para rechazar al solicitante, proteger el estatus quo y evitar que quienes conforman el sector más precario de la sociedad adquieran un rostro o una voz propia.  

La autora, asimismo, le da énfasis a cómo el género resulta ser un factor determinante para la experiencia de la pobreza. La misma estructura socioeconómica es la que que lleva a muchas mujeres a ocuparse en exclusiva de la familia y el hogar o a trabajar en puestos escasamente remunerados y/o sin contratos. Esto deviene en su incapacidad para generar ingresos considerables por cuenta propia y en la dependencia económica plena de su cónyuge.

Una ruptura sentimental o la muerte de los padres, por ejemplo, puede conducir a una mujer joven directamente a la pobreza más absoluta. Muchas se agarran a la supuesta protección que le ofrecen otros hombres, se prostituyen o son extorsionadas. (p. 46)

A ello se suman las situaciones de acoso –como las que sufre Carmen– que se presentan a diario en las residencias de personas indigentes. Mesa trasciende la frialdad de las cifras y recoge los testimonios que reflejan esta vulnerabilidad y su influencia en la historia de vida de cada persona. Con cada testimonio, Mesa elude el paternalismo habitual en este tipo de textos, así como su condescendencia deshumanizante. Ella emprende, ante todo, una batalla por la dignidad, reflejada en el acto de escritura. Y es que la elección del lenguaje es otro elemento clave en esta historia. Con este texto, Mesa denuncia la impenetrabilidad de la documentación de asistencia social, escrita en forma críptica e inaccesible. A ello, Mesa contrapone la estructura y el tono del libro, con el fin de demoler la concepción de la pobreza como una serie de números que suben y bajan. A través de una mirada profundamente humanizante, el texto nos muestra un retrato de Carmen que dista del melodrama periodístico:

“Carmen muestra una gran dignidad cuando relata su vida, no cae jamás en el victimismo, es capaz incluso de reírse, con un oscuro y franco sentido del humor. Es agradecida, pero nunca carga las tintas. Frases como “qué buena eres” o “¿qué haría yo si ti?”  jamás salen de su boca. Da las gracias porque es educada, pero lo hace siempre con discreción, en términos de igualdad”. (p.  41)

¿Qué queda cuando se ha perdido, aparentemente, todo? ¿Acaso no es la historia propia aquello que no nos puede ser arrebatado? Sara Mesa denuncia la aporofobia de las instituciones llamadas a resolver la pobreza. En la recuperación de la historia de Carmen, Mesa escribe lo ilegible para las estadísticas oficiales. Recoge lo que conforma a una persona cuando todo lo demás se ha socavado, que no es –ni jamás podría remitirse a– una cifra. Allí están los gestos, sus aficiones y vicios, tan reales como los de las personas que conforman ese elefantiásico laberinto que Carmen y otros tantos tienen que recorrer a diario.

Ese laberinto que, como Mesa advierte, no es anónimo. Tiene nombres y apellidos al frente: autoridades y funcionarios que alimentan el infierno de la pobreza con lo que hacen o dejan de hacer cuando se olvidan de su vocación de servicio.  Que mueven los engranajes de una maquinaria orientada a señalar el error, maximizar la falla y encontrar aquel detalle que le dé la razón de desconfiar de las personas que requieren la ayuda. De lograr que la desesperanza prevalezca entre estas como sentido común. Si bien la historia de Carmen se sitúa en Andalucía, España, es posible extrapolar y maximizar lo que el libro denuncia, pues aplica a cualquier región latinoamericana, con instituciones más endebles y Estados con menor presencia. Con oligopolios obsesionados con precarizar más a sus trabajadores, una distribución económica cada vez más desigual y demandas de justicia social que no hacen más que crecer año tras año, por más que el culto a las cifras deseen minimizarlas. En este contexto de precarización normalizada, cualquier escenario alternativo se vuelve utópico, y cualquier intento de solución cae en una postergación indefinida:  ¿Renta básica universal? ¿Impuestos a quienes más ganan? “No, para después” se suele decir. Que va a tomar años. Muchos años con muchos días en los que mucha gente como Carmen se despertarán con un mismo fin: sobrevivir.

Foto: Sonia Fraga

La lectura de este libro confirma el logro de su propósito: estamos frente a una crónica cuya perspectiva, no exenta de subjetividad, aborda una realidad social que casi nunca es el centro del debate político. Una crónica que fastidia e interpela, sobre todo si uno se dedica a la gestión pública –como quien escribe–, y se encuentra, en teoría, llamado a contrarrestar esta realidad. Una realidad insoslayable que no se resolverá invisibilizándola mediante juicios preconcebidos o la sola atención a sus síntomas a distancia, en silencio cómplice. En un perverso y diabólico silencio administrativo que, con su libro, Mesa quiebra. Y, como lectores, nos encontramos llamados a oír.

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Datos del libro reseñado:

Sara Mesa

Silencio administrativo. La pobreza en el laberinto burocrático

Anagrama, 2019, 122 pp.

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Reseñas de libros

Honestidad brutal

Por Diana Hidalgo Delgado

Degenerado (Anagrama, 2019) no da tregua alguna al lector. Es una sucesión imparable de prosa e imágenes abyectas que hipnotizan hasta el final. No hay subidas ni bajadas ni paradas. Todo está en el más alto de los tonos. Si fuera música, sería death metal. Son las palabras y las ideas vomitadas que la mayoría no se atreve a decir escritas de una manera descarnada y sincera. Por ratos uno cierra el libro para respirar, pero realmente es imposible dejarlo por mucho tiempo. La honestidad puede ser adictiva.

La novela de la argentina Ariana Harwicz (Buenos Aires, 1977), que gira en torno a un proceso judicial, no tiene de por sí una gran trama que avance de una manera convencional. Lo que lleva al lector a algún lugar o a varios es la mente siniestra del hombre que comete el delito y está siendo juzgado. Al exponer sus alegatos de defensa dentro del juicio, de él salen las ideas más crudas y repulsivas sobre la sociedad contemporánea, la humanidad, la paternidad, la maternidad, el consumismo, el antisemitismo, la pedofilia, el amor, el capitalismo, la ley, la religión. Este hombre parece sentir desprecio por todo y por todos. Un desprecio, argumenta, producto de la discriminación que ha vivido de parte de la sociedad por ser judío, pero también abusos e incomprensión de parte de sus propios padres. 

A él, la humanidad entera y la sociedad en la que vive le parece hipócrita y asquerosa. Y ese mundo de hipocresía se vuelve un animal que actúa y habla por instinto. Basándose en ello, puede cometer las más terribles atrocidades, como violar y matar a una niña y enterrarla en un bosque o justificar la pedofilia o la zoofilia, a las que equipara con el amor. El acusado es un violador y un pedófilo.

Así, conforme avanza el libro, la autora presenta imágenes perturbadoras, a través de la mirada del enjuiciado, de una sociedad ilustrada a la que le cae un balde con excreción, burgueses agonizantes, cuerpos que llueven en forma de diablos, murciélagos que se muerden las pestañas, una cena familiar en la que el padre le pregunta a la madre delante de los hijos dónde está el clítoris y la hace buscarlo, o un vecino teniendo sexo anal en una granja con su cerda y a la vez con su esposa, el mundo como una sucesión de roedores con cola retorciéndose, chicos que nacen sin querer vivir, un ano manchado y con puntos de sutura por tanta violación. «Los que están fuera del mundo son personas afortunadas», dice el violador en la página 40 del libro.

Uno de los tópicos a los que vuelve constantemente el violador durante el relato es al de una infancia atormentada por sus progenitores. Pero también a un concepto escabroso sobre lo que significa nacer, procrear, ser hijo o ser padre. Lo dice claramente en varios pasajes del libro:

«Nadie merece ser abandonado, yo no siento nada por mi familia, mis padres la destruyeron cambiando de identidad. Yo también tengo lesiones en distintas zonas del cuerpo y también tengo constantes pesadillas y secreciones que no son normales en mis órganos genitales» (p. 114).

O:

«Amar se aman todos, cualquiera puede amar a un padre, yo diría que todos aman al padre, todos de una manera u otra se aman, el hombre es un chiquero de amor un pelotero sucio de amor. No voy a cambiar mi declaración, no hice duelo de infancia, sigo gateando, sigo babeando, sigo en la silla con babero» (p. 104).

Y también:

«La pederastia, el asesinato, es otra versión del amor o es lo mismo que el amor que me proponen. (…). Haber sido hijo de los que me llevaban para cometer atrocidades me volvió este que ven, haber salido de los que no tuvieron empatía» (p. 122).

Fuente: WMagazin

Después está la crítica que hace a la sociedad y a la política desde el punto de vista de un hombre que no tiene nada que ganar o perder; un hombre que se siente al margen de toda ley y toda humanidad y que no está de acuerdo con la moral impuesta por esa misma sociedad. De hecho, la considera como un fenómeno de los otros, que son quienes tienen que hacerse cargo. Ni qué decir del consumismo y de las leyes del mercado: «Ustedes son los pacientes oncológicos no los tratan así, más bien les decoran la pieza y les ponen música, vienen los actores célebres de Hollywood disfrazados de piratas, el cáncer es la sociedad elegida por el mercado» (p. 25).

Y, sobre el amor, el procesado da cátedra de su concepto, que involucra pensamientos tenebrosos y que va más allá de enamorarse y tener sexo con una niña, como en Lolita de Nabokov, sino que se concibe junto a la tortura, la violación, el asesinato al objeto del deseo. Además, el enjuiciado defiende la pederastia como un amor legítimo. «Todo amor es un crimen pero cómo podría vivir sin eso», dice el violador. Y sobre su experiencia con el amor, agrega:

«Amé tanto que me quedé sin horizonte, amé tanto que ahora ya no hay nada más que abrir el ano y recibir los desechos fecales, amé tanto una vez que incluso a los que dije querer, incluso cuando sonreí, cuando besé, después, cuando junté las manos en oración, todo ese invento del placer humano al lado del fuego, todo fue infamia» (p. 112).

Entre el bien y el mal, el violador también se siente al margen. Siente que los que los juzgan pueden estar igual de mal o igual de bien que él. Pero qué le importa. Está fuera y espera con tranquilidad su sentencia de muerte, sin ningún atisbo de arrepentimiento. Sin embargo, sostiene: «El bien puede ser terrorífico, y el mar, redentor. El bien puede ser nocivo, culpable, y el mal ayudarnos a sobrevivir» (p. 84).  Y en ese mal, se regodea, se baña y se empacha.