Educación,
amor, respeto, placeres y ocio, forman parte de otra
de las listas de cosas debidas. En el quinto segmento,
el encuentro es con la televisión, con cuyas
imágenes el narrador alimenta conscientemente
su odio, cuando lo siente perder intensidad. Su confrontación
imaginaria es con el hombre guapo y bien vestido que
anuncia el whisky en la televisión, abrazado
a una mujer rubia "reluzente". La diferencia
se marca en los dientes: ella sonríe con todos
los dientes, los dientes de él son perfectos
y verdaderos. En palabras de Mark Seltzer, la violencia
sugerida por tal encuentro con la publicidad representaría
"the everyday, traumatic
'fault line', or relay, binding private desire and
mass public dream spaces. /The switch-point, or crash-point,
between inside and outside is, above all, the wound"
(264). El deseo privado
del narrador de tener dientes sanos choca con la fantasía
pública del galán en la televisión:
el resultado es querer destrozar con navaja la cara
del actor, hasta descubrirle los dientes en "sorriso
de caveira vermelha" (494).
El narrador estudia los medios de comunicación
para saber lo que los ricos "estão
comendo, bebendo e fazendo. Quero viver muito para
ter tempo de matar todos eles" (495).
El mercado promete el ideal de libertad, pero garantiza
la exclusión (Sarlo 43).
El protagonista dirige su frustración directamente
a los actores que representan el éxito en la
televisión. Al representar el papel de privilegiados,
los figurantes cargan parte de la culpa de la exclusión
del marginado.
El
protagonista se autodenomina "O Cobrador"
(499), y cobra a la sociedad
carioca en los dos sentidos de la palabra: recaudar
o recibir un pago debido; y pedir o exigir el cumplimiento
de algo (Dicionário
Aurélio Século XXI). Para
exigir lo que se le debe, el narrador reúne
un arsenal, incluyendo un machete para "cortar
a cabeça de alguém de um golpe só.
Vi no cinema, num desses países asiáticos,
ainda no tempo dos ingleses, um ritual que consistia
em cortar a cabeça de um animal, creio que
um búfalo, num golpe único"
(494). Las imágenes
de los medios proveen los elementos y estructuras
para la imaginación del espectador.
Más
adelante, la octava confrontación es con la
pareja que asiste a la fiesta elegante en Leblon con
gente que "gosta de champanha francesa, vestidos
franceses, língua francesa." Gran observador
etnográfico de las costumbres de las diferentes
capas de la sociedad, el narrador describe con desdén
el mundo vacío de los privilegiados que se
acicalan "no cabelereiro,
no costureiro, no massagista e só o espelho
lhes dá, nas festas, a atenção
que esperam" (496).
Al raptar a la pareja, la realidad se resiste a producir
el espectáculo de una decapitación limpia
y con chocante estilo cinematográfico. Fonseca
contrasta la facilidad de la violencia ejercida mediante
efectos especiales en el cine y la televisión,
con la efectiva dificultad de herir, abrir o destruir
cuerpos humanos en la "realidad". El protagonista
golpea una y otra vez el cuello del hombre para poder
degollarlo con su machete-cimitarra al estilo de la
película asiática. "Salve
o Cobrador!" proclama al viento, "Onde
eu passo o asfalto derrete" (497).
El asfalto, en oposición al barro fangoso de
los caminos de las favelas, es jerga para denotar
a la región privilegiada de la Zona Sur de
Río de Janeiro, cuyas calles de edificios altos
están asfaltadas. La división de la
ciudad en zonas asfaltadas y zonas de caminos de barro
es uno de los síntomas de lo que Zuenir Ventura
llama la ciudad "partida". De acuerdo con
Ventura, en Río de Janeiro coexisten dos mundos:
el mundo de los ricos y el mundo de los pobres (14).
No
obstante los actos violentos del protagonista, no
hay ninguna voz narrativa o discursiva que juzgue
sus acciones en el cuento. Los eventos se desarrollan
y se le presentan al lector según la lógica
del narrador que protagoniza su propia historia. Por
esta razón, es posible estudiar su visión
de la sociedad violenta que lo excluye de la bonanza
prometida constantemente por la publicidad. Esto podría
llevar al lector a reflexionar sobre cómo la
violencia de la exclusión no se cataloga de
criminal, mientras que la violencia de una víctima
de la exclusión sí se considera criminal.
La
narración del protagonista también impide
que se le condene simplistamente porque demuestra
solidaridad y sentido de ética en sus relaciones
con sujetos carentes como él. Cuida a doña
Clotilde, por ejemplo, y le pone inyecciones cuando
las necesita. También le lleva café
a la cama, de donde ella no se levanta hace tres años.
"Eu faço as compras,
arrumo a casa. Doña Clotilde não tem
parentes" (502).
La anciana trata al joven con amor y confianza: "Você
caiu do céu, meu filho, foi Deus que te mandou"
(500). En este episodio
vemos el lado compasivo, solidario y humano del protagonista.
Este lado positivo también surge en el trato
con un hombre en el campo de fútbol que se
niega groseramente a compartir su periódico.
El narrador no se molesta, pues el hombre es negro
y "tem poucos dentes, dois
ou três, tortos e escuros" (502).
En vez de reaccionar con la violencia y poder que
le permiten sus armas, el protagonista reacciona con
paciencia y generosidad: compra comida para compartirla
con él a cambio de la lectura de su periódico.
Al
enamorarse de Ana, el narrador revela aún más
su lado humano, de muchacho tímido, maltratado
por la vida, admirador apasionado de la belleza de
la joven; un muchacho sensible que llora, tiembla
y se ilumina al hacer el amor, y que se torna aprendiz
vivaz de Ana y sus teorías sobre cómo
cambiar el mundo. Ana pertenece al mundo de los que
poseen: vive en un edificio en Ipanema, tiene dientes
blancos, tiene un carro convertible, pero la relación
con ella parte de un encuentro en la playa, el supuesto
lugar más democratizador de Rio de Janeiro:
"Na praia somos todos iguais,
nós os fodidos e eles. Até que somos
melhores pois não temos aquela barriga grande
e a bunda mole dos parasitas" (499).
Despojados de las posesiones que los diferencian,
provistos solamente del propio cuerpo, las posesiones
valen menos, y el cuerpo vale más. Ana y el
narrador parten de este terreno igualitario y embarcan
en una misión de justicia.
Atrás quedan los asesinatos individuales que
ahora se rechazan como gestos románticos, inconsecuentes
y llenos de "mística" (504).
Inclusive el odio del protagonista "agora é
diferente" (503).
Se disponen a usar bombas de alto poder explosivo,
para atacar lugares como un supermercado fastuoso
de la Zona Sur y ocasionar muertes en masa. De esta
manera, pretenden tornarse ejemplo a seguir de muchos
otros marginados, y ser reconocidos mundialmente.
"Explodirei pessoas, adquirirei prestígio,
não serei apenas o louco da Magnum"
(504). De acuerdo con
estudios sociológicos sobre asesinos, aspirar
a la celebridad equivale a escapar de la masa anónima
de la sociedad, "to be somebody", "to
be desired or 'most wanted'" (Seltzer
135). El anhelo de fama es parte de un deseo
de recuperar la existencia social, la visibilidad,
en una sociedad que condena al marginal con la invisibilidad.
La muerte violenta equivaldría a la producción
de la no-distinción en personas hechas masas
sangrientas (Setlzer 168).
La venganza del "Cobrador" consiste en otorgar
la invisibilidad de la muerte a los que pertenecen
a la sociedad que lo excluye.
En
OC, Rubem Fonseca presenta al cuerpo vivo como única
posesión insustituible del ser humano. El cuerpo
se presenta como lugar de contacto violento entre
individuos pertenecientes a extremos opuestos de la
escala socioeconómica de una ciudad contemporánea,
consumista y capitalista. Lo único que el marginado
desposeído puede realmente quitarle al privilegiado
es su más valiosa e insustituible posesión:
el cuerpo. A pesar de su poder, el poseedor es vulnerable
porque puede perder todos sus privilegios y bienes
materiales en un instante, con la pérdida de
su cuerpo vivo. Como el cuerpo estropeado del marginado
carece de poder político y social, su alternativa
en OC es ganar el poder mediante la fuerza. La fuerza
deseada se alcanza sólo con el uso de armas
mortales que son temidas por los poderosos. El cuento
resulta violento para el lector porque obliga a reflexionar
sobre una violencia usualmente entendida como violadora
de las normas de la civilización, junto con
otra violencia aceptada como parte del status quo.
La violencia fulminante del marginal hacia el privilegiado
es visible, ilegal y criminal. La violencia lenta
de la sociedad hacia el marginado, cuyo cuerpo se
deteriora por la miseria a lo largo de los años,
es invisible, legal y natural. Además, la violencia
"criminal" del cuento OC se funda en esta
violencia "natural". El texto violenta al
lector porque lo coloca en la posición culpable
y vulnerable de quien pertenece al mundo civilizado
que naturaliza y permite la violencia invisible al
marginado.
©
Iliana Pagán Teitelbaum*, 2004 
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