La presentación de El Hablador en la feria de Santiago estaba destinada para el último día de la feria, el domingo 5 de noviembre, a las seis y media de la tarde, en la sala Joaquín Edwars Bello

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Sanhattan y la chica más linda de Chile

 

El escritor chileno de moda se mata de la risa cuando le comento mi charla con Pato, Claudio y José en la Feria del Libro. El escritor chileno de moda sabe que todos en la Estación Mapocho lo conocen. Aún así, el escritor chileno de moda es recontra palomilla: hace unas muecas de campeonato, camina de un lado a otro todo arrebatado, moviendo los hombros hacia delante, regresa, se ríe un rato más, para luego, finalmente, guardar silencio.

Me he preguntado, desde ese día, qué ha llevado a pensar a estos estudiantes de la Universidad Católica de Chile a que en Perú hay una serie de mafias que rige la literatura. He pensado, asimismo, sobre cómo ellos pueden tener esto como certeza, sabiendo lo que implica la distancia: el no conocer lo que supuestamente sale en algunos medios de Lima, el no saber de ciertos libros, de ciertos comentarios, de todo lo que puede implicar tener una visión clara de lo que afirman.

¿Es que acaso he tenido que hacer un viaje de tres horas en avión para enterarme de todo esto?

¿Es que acaso hay una gran verdad que se ha descubierto en Chile?

Y como decía la gran Pretina en su memorable talk show:

¿Será cierto esto?

¿O no será cierto esto?

***

Con Paco Ángeles volví a la Feria del Libro la tarde de ese viernes 27. Previamente habíamos estado en el bar Unión y en un restaurante llamado Far West. Es un local medianamente espantoso, atendido por chicas que no entendían nada de nada de lo que hablábamos. Ahí comprobamos, Paco por vez primera, yo por milésima, que la comida chilena es lo bastante mala como para preferir, en un día cualquiera, emborracharse y andar comiendo doritos, o en el mejor de los casos, ir a un restaurante peruano.

***

Cada chileno que me encuentro en la feria o en alguna amena y desmedida reunión literaria, al enterarse que soy peruano me viene con ese rollo de las mafias y de lo que ocurre en mi país. Cada vez que sucede esto pregunto y pregunto de dónde carajo sacan eso. Es algo tipo a ver, muchachos, examen del canon literario peruano: ¿Quién es José de la Riva Agüero? ¿Qué cosa es indigenismo? ¿Por qué nadie edita a Manuel Scorza en Perú? ¿Quiénes conforman esos bandos que ustedes hacen mención? ¿Cuál de ellos es el mafioso? ¿Todos? ¿Defínanme el concepto de alma? ¿Cuántos pares de medias usó el Nene Cubillas en toda su carrera como futbolista? ¿Por qué al Loco Quiroga le dicen “Seis a cero”? ¿Por qué se metió a la cancha el Negro Bomba? ¿Jorge Salazar se parece o no al Monito Zolezzi?

Los chilenos responden entre asombrados y divertidos a mis preguntas. No puedo creer que seamos países tan hermanados, balbuceo. Pero claro, sonríe uno. Es algo que hasta ahora no acabo de entender, replico.

Mira, me dice uno de mis interlocutores algo cansado, la cosa es simple: en el Perú hay estos dos o tres escritores famosos enfrentados. A su vez, cada uno de estos escritores famosos tiene a unos cuatro o cinco escritores y críticos menos famosos que, como buenos fanáticos y deudores, les lamen el culo, les hacen promoción y se sueltan entre ellos insultos personales, ideológicos, raciales. Y estos tres o cuatro tienen a su vez seis u ocho escritores y críticos menores que les lamen también el culo y aparecen como chupasangres y esbirros, pero ya de categoría inferior. Y estos seis u ocho tienen entre diez y doce aprendices de escritores y críticos que, claro, también les lamen el culo, pero que por su mínima condición lamen además otras cosas, y así, entre estos se siguen diciendo hueadas, pero ya en un código menor (rojos, rosados, fachos, muertosdehambre), y así todo se va armando como una cadena, y cualquier vendedor de biblias o de pollo puede formar parte de esto gracias a un buen lametón vía internet o personal. ¿Cachai?

¿Queeeeeeeeé?

En los chilenos parece crearse una controversia: ¿Pero acaso tú no sabes nada de eso? Les digo, les repito que no. Que en mi país hay sus vainas, porque tampoco los egos son tan caletas en Perú, pero esto que me dicen es algo de verdad exagerado, señores. Con su permiso.

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Letras.s5 es una publicación chilena de literatura que ya lleva entre cinco y seis años en el ciberespacio. Es una revista que se actualiza con regular constancia y que es un gran referente, pues presenta las distintas novedades literarias que suceden en nuestro continente, sea con colaboraciones y artículos propios, como por la sensata tijeraza que permite tomar textos de otros lados. Por si fuera poco, Letras.s5 es lo bastante leída en el Perú, básicamente porque da un buen espacio a lo que se hace en nuestro país, con entrevistas a jóvenes y no tan jóvenes escritores peruanos.

Así, semanas antes de nuestra llegada a Santiago, y cuando la presencia de El Hablador en la feria era un hecho, Giancarlo Stagnaro se puso en contacto con su director, Luis Martínez, a fin de que nos acompañe en la ceremonia de presentación. Luis Martínez, haciendo gala de la amabilidad que luego conocí en él, aceptó gustoso.

La presentación de El Hablador en la feria de Santiago estaba destinada para el último día de la feria, el domingo 5 de noviembre, a las seis y media de la tarde, en la sala Joaquín Edwars Bello. Yo ya había sostenido contacto vía mail con Luis Martínez. Le dije que llegaría tal fecha a Santiago, que estaría unos días en Valparaíso y Viña, y que junto a Paco Ángeles podríamos encontrarnos antes del domingo 5 para conversar respecto al evento. Luis Martínez aceptó y todo pareció quedar en orden.

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A toda persona nacida en Chile, familiar o amiga, que conozco tanto de manera personal como impersonal, le he dicho con franqueza que la comida de su país es horrenda.

Todas estas personas se han picado feo.

En realidad hay que ser bien conchudo para ponerse en ese plan.

Pienso en lo que me dijo Milagros Blancas en Valparaíso: “El peruano tiene el paladar muy desarrollado”.

En fin, vale decir que frente a esto algunas de estas personas, hasta la fecha, han tomado medidas radicales, como no responder mis correos electrónicos o ya no hablarme en el messenger.

Pero de seguro el lector se preguntará cómo he sobrevivido dieciocho días en ese país que posee una de las peores gastronomías del planeta.

En Santiago, gracias a la buena fe de Pepe y Gabriela, sobre todo esta última, quien hizo hasta lo imposible para que tenga una feliz permanencia en su hogar, poniéndome la mayonesa y la ketchup a disposición absoluta para que acompañe con buen sabor sureño mis tallarines con hot dog. También está Pilar, amiga de años, quien me hizo una demostración temeraria de algunos restaurantes peruanos en el centro de la ciudad, llevándome el domingo 5, luego de la presentación, a comer pollo a la brasa al Ají seco. Finalmente, figura en esta breve lista el gran Armando Villano, estadista y matemático, conocedor de los mejores restaurantes de Santiago y posiblemente de los mejores vinos del país.

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En Valparaíso la cosa estuvo por demás salvada.

La familia Díaz Blancas come a todas horas comida peruana, o al menos una adaptación bastante buena de lo que conocemos como comida peruana.

Llegué a esa ciudad el sábado 28, gracias a Pilar Saldívar, quien ese día fungió como una extraordinaria guía para conmigo.

Pilar Saldívar, mujer cosmopolita, proyecto ya determinado de madre prolífica, honrada trabajadora y mejor compañía, me llevó a la casa de la familia Díaz Blancas, a la que no veía hacía más de seis años.

La familia Díaz Blancas, como era de esperarse, me recibió con los brazos abiertos como a un integrante más de su cofradía.

Valparaíso puede ser una de las ciudades más lindas de Sudamérica.

A diferencia de Viña del Mar, Valparaíso guarda los preceptos primordiales de su arquitectura, de su modo de vida, de una ciudad pequeña que en cualquier día puede recibir a unos dos o tres cruceros con más mil quinientos gringos o europeos.

Valparaíso tiene muchos bares. Asimismo, sobresale en la ciudad La Sebastiana, una de las casas en donde vivió Pablo Neruda; la Plaza Victoria, que presenta cuatro esculturas, una pileta y dos leones, todos como trofeos por la Guerra del Pacífico; sus ascensores típicos; el congreso chileno; y el monumento a Arturo Pratt, en honor al marino y a una de las pocas derrotas de la armada chilena en la guerra con nuestro país. Casi todo esto y algo más lo conocí del brazo de Sharey Díaz Blancas, joven abstemia y estudiante de Pedagogía, quien luego de sus clases iba conmigo a infinidad de lados. Menos a El Huevo.

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En Chile hay una fijación especial por Brasil, por el país, su idioma, su cultura.

Esta fijación no es del todo similar a la establecida en Lima, en donde uno puede encontrar en La Media Naranja (chupódromo brasileño ubicado en la calle Schell, en Miraflores) a un grupo de cinco o seis chicas hablado de Brasil, practicando su portugués, bebiendo caipirinha, oyendo a Caetano y esperando que un brasileño de por ahí les meta floro, mientras pasan los meses y aguardan la respuesta a una beca solicitada, siendo la otra opción juntar la plata suficiente como para irse a cualquier ciudad de Brasil a bailar (que también es un buen consuelo para ellas). Tampoco se parece a lo acostumbrado por ciertos limeños que cada vez que Brasil está en el mundial se colan a La Media Naranja con su polo amarillo de la selección a gritar los goles de Ronaldo y cía, de paso que se ganan con algo, uno nunca sabe.

En Chile, la imagen de Brasil es la de la perfección. Todos se van de vacaciones a Brasil. Quieren playa, sol, carne, juerga. Aman la música brasileña, tienen un cantante hijo de brasileño que es adorado allá (Joe Vasconcellos), y todo lo que se cante en portugués o que se parezca al portugués triunfa.

Yo ya había sacado mi línea frente a esto. Pero recién lo comprobé del todo el jueves 2 de noviembre en El Huevo.

Fui a El Huevo con Paco Ángeles, quien había arribado a Valparaíso el día anterior, luego de recorrer la noche y madrugada de Santiago de arriba para abajo.

El Huevo es un lugar ubicado en plena avenida Brasil (la coincidencia es valedera), a pocas cuadras de la Universidad de Valparaíso y a unas más de la Universidad Católica de Valparaíso. El ingreso a El Huevo es libre con solo mostrar el carné universitario (razón por la que anda atestado de estudiantes), y vale dos mil pesos (algo así como cuatro dólares) para aquellos que no son universitarios. Hasta las diez de la noche solo está acondicionado el primer piso, que funciona como una especie pub: muchos televisores sobre unas cincuenta mesas y una barra amplia y bastante equipada. El local de El Huevo es enorme. En su barra se forman largas colas para comprar cerveza o piscola (bebida deleznable), o cualquier trago.

Como decía, esa noche del 2 de noviembre, ya a partir de la diez el ambiente establecido en el primer piso del local se amplió con la apertura del segundo y el tercero, en donde estaban las pistas de baile.

Había que ser bien ducho para estar ahí, o al menos avezado.

No entraré en detalles: pusieron canciones que iban desde el sátiro de El General hasta Lucybell, pasando, obviamente, por una treintena (no miento) de música brasileña irreconocible. Y habría que ver a las cuatrocientas chicas chilenas contra los trescientos chicos chilenos bailando lambada, danzas de carnaval, ritmo axé, entre otros. Sin lugar a dudas, bailaban de putamadre, como en los mejores videos que uno pueda haber visto. En ese instante me acordé de un catedrático de literatura en San Marcos conocido por mañosón y de su trabajo juvenil como profesor de lambada durante su estadía doctoral en Madrid, a fin de explotar su condición de latin lover y ganarse unos chibilines de más. Me acordé y maldecí la hora en que los de San Marcos designaron para este catedrático las clases de Literatura Hispanoamericana, negándole impartir a los alumnos de literatura un curso intensivo de carnaval, bailetón o trencito carioca, que obviamente hubiera sido más que útil, al menos para mí, que con Brasil estaba cero a cero en El Huevo.

Y ahora que escribo sobre ese momento, pienso y tengo una pregunta, que no radica en la distintiva en qué momento se jodió el Perú, sino en una más coherente, que es en qué momento me emborraché, porque para eso yo estaba en otra, al igual que Paco. Pero de alguna forma había que mantener la prestancia del país. Había que sacar pecho por lo que sabemos, así que junto a Paco esperamos una salsa: una de las mejores maneras de demostrar algo propiamente nuestro en el extranjero.

Pero la salsa no llegaba.

Y pasó una media hora, o quizá más, y Paco ya aburrido subió en busca del DJ.

Y ahí estaba él, parado junto al compadre de la música.

Póngase una salsa, pues, maestro.

El DJ lo miró con cara de no entender.

Una salsa. Saaaal-sa. Lavoe, Rubén Blades, El Gran Combo, esa gente.

El DJ captó la cosa y asintió gustoso.

Y claro, se mandó con una salsa. Pero no puso una dura, sino una más bien sensual.

Los Titanes jugaron a favor de nosotros.

De ahí la historia cambió.

***

Recién conocí a Luis Martínez el domingo 5, a una hora de la presentación. Paco Ángeles había dejado Valparaíso el día anterior y, ya en Santiago, se reunió con él y pudo delimitar ciertos parámetros que iban a primar en la presentación de El Hablador.

Entonces ese día, a una hora del evento, conocí a Luis Martínez.

Yo había llegado a la feria con el suficiente tiempo (a dos horas de lo nuestro) como para encontrarme con Paco y Luis Martínez y definir bien cómo iba a ser la cuestión.

En el viaje de Valparaíso a Santiago, revisando el programa de la feria, me había enterado que a las siete y media, en otra sala, se presentaba el libro de cuentos del escritor Daniel Alarcón. Había calculado bien el tiempo, y supuse que justo saliendo de lo de El Hablador podía darme una vuelta y conocer en vivo y en directo a Daniel Alarcón. Tenía esta curiosidad, pues su libro me parece un buen libro, pero sobre todo porque Carlos Yushimito, meses atrás, me comentó que Alarcón no se parece, sino que es igualito a un amigo editor peruano de origen ítaloandino, cuyo nombre en este texto será, para los pocos entendidos, Harold Claroluna.

Por razones que no valen mucho la pena detallar no fui a lo de Daniel Alarcón. Pero eso es algo que vendría después de la presentación de El Hablador. Unas horas después.

Mis días en Valparaíso habían servido para relajarme y olvidarme de todas las habladurías y puñales que había oído en Santiago sobre lo que pasaba en el ámbito literario peruano. Pero ese domingo, apenas ingresé a la Feria del Libro, esos demonios volvieron.

Como tenía tiempo de sobra antes de la presentación, y como no encontraba por ningún lado a Paco ni a Luis Martínez, me metí al bar de la feria.

Seré sincero al respecto: por todo lo que me dijeron los chilenos estaba algo aterrado. Ahí, sentado con una cerveza y mis cigarrillos, no quería ni pensar que en plena presentación uno de los asistentes me dijera o pregunte algo de mafias o que enlazara mi trabajo en El Hablador a que mi familia paterna sea charapa y a que si eso tiene que ver con que el debate literario en el Perú se define en razas, dónde estudiaste, a quién te tiraste y a si estás o no con la gente brava. O sea, la gente que mueve el asunto. Y a que si esta gente no solo está unida por cierto poder, sino que en realidad exista un amor filial u homosexual entre ellos mientras están en sus casas viendo tele o comentando libros suyos y de los otros bandos.

Igual, frente a esto, escribí las respuestas. Uno nunca sabe.

1. Señores, los charapas son aquellos nacidos en la selva peruana. Se les conoce como zánganos y libidinosos. Además, como buenos trepadores de árboles y mejores conductores de moto. Es decir, tiran su caña los charapas. Con ello, mi familia paterna, desde mis tatarabuelos, se estableció en el departamento de San Martín. La generación mía, y las que siguen procreándose con sensatez, ha nacido en Lima.

2. Señores, no tengo nada contra los homosexuales. Tengo un par de buenos amigos que son homosexuales y seguidores de Boy George. Por otra parte, Jazmín, el peluquero de mi hermana, es gay, y dejando de lado hipocresías, Jazmín es un estilista de primera.

3. Señores, estudié en San Marcos, y no porque esta universidad sea del pueblo (porque tampoco yo lo soy), sino porque la otra opción que tenía para con Literatura, estudiar en la Universidad Católica (alma máter de mi madre y padre), implicaba soplarme unos veintitantos cursos de Lingüística, materia que respeto y ofrendo, pues a veces trabajo y vivo como corrector de estilo, pero que por ese entonces no me interesaba como carrera ni como plan interno de carrera.

4. Señores, para que lo sepan bien, yo practico la castidad, virtud que profesa el pastor de la Iglesia de los Trece Gallitos, sagrado templo al que asisto al igual que los ex narradores de noticias Iván Márquez, Humberto Martínez Morosini, el gran bolerista Iván Cruz, y la cantante de música criolla Bartola, conocida en mi país como “Portola”.

5. Señores, con la única gente brava que he andado, y que a veces veo en el estadio, es con la de Chicago Chico y Locura Matute, gracias a un par de amigos, otrora pasteleros, hoy hombres de su casa, que conozco de mi niñez. Chicago Chico y Locura Matute son, para su información, unos de los tantos grupos que forman la barra de Universitario, equipo de fútbol peruano.

Luis Martínez me cuenta de cómo le va a su revista. De que a pesar del duro trabajo que desempeña como tecnólogo en un hospital se da maña para actualizarla y mantener en Letras.s5 el buen trabajo todas las semanas. Me cuenta también que está muy interesado en la literatura peruana, en la movida literaria peruana. Que por eso entrevista de vez en cuando a escritores y poetas peruanos. Que conoce a muchos peruanos que tienen sus publicaciones y eso. Me nombra a algunos. Por lo que escucho, es amigo de todos.

Luis, no me digas que sabes algo de las mafias.

¿Qué mafias?

Dios santo, al fin alguien puro.

¿Qué?

Olvídalo. Mejor acordemos los puntos de la presentación.

Y entonces comenzamos a hablar sobre lo que diríamos a los asistentes. Luis Martínez me dice que ya había acordado algunas cosas con Paco el día anterior, me dice que mejor él empieza departiendo, presentando a El Hablador a la sociedad chilena, y que luego yo hablaría y como fin de fiesta Paco. Le digo me parece perfecto.

Faltaban cinco minutos para el evento y Paco Ángeles no aparecía. Lo hizo pasando dos. Paco saluda a Luis Martínez y me dice vengo de boleto, las noches en Santiago se han puesto mejores. Le digo chapa tu silla, huevón, que estamos atrasados.

Los asistentes en la presentación no pasaban de 25 personas. Sobresalían Sharey y Pilar, Pato, Claudio y José, Alonso Rabí, cinco o seis incondicionales de Letras.s5, el poeta subterráneo amigo de Gonzalo Rojas, el ex ministro fujimorista Juan Carlos Hurtado Miller, la chica más linda de Chile y la mamá de la chica más linda de Chile.

La presentación se inició con las palabras afectuosas de Luis Martínez. En realidad no habíamos caído en cuenta que nuestra presencia en Santiago también servía para presentar a Letras.s5 a la sociedad chilena, y es por ello que el clima se mostró más que propicio en la sala. Así, todo devino en una conversación de los tres con una buena parte del público sobre distintos temas: literatura, política, periodismo, entre otros tantos.

La chica más linda de Chile apareció cuando la charla estaba un poco avanzada. La chica más linda de Chile llegó junto a su mamá. La chica más linda de Chile no parecía de Chile. La chica más linda de Chile es una morena de un metro setenta y algo. La chica más linda de Chile tiene el cabello negro, los ojos negros y su piel es del color del café con leche. La chica más linda de Chile se parece mucho a la taxista que recoge a Bruce Willis luego de su pelea de box en Pulp fiction. La chica más linda, más hermosa de Chile es muy parecida a Angela Jones, la taxista que le dice a Willis que es colombiana y que se llama Esmeralda. Esmeralda Villalobos.

Para ese momento, cuando la chica más linda de Chile (que vi en todo mi viaje a Chile) ya estaba sentada junto a su mamá en la sala, yo ya estaba embobado por ella. Entonces todos los temores se me fueron. No me importó lo que me preguntara la audiencia respecto a mafias y ese rollo, no me importó hablar cualquier piedra sobre literatura, no me importó que Sharey me tomara tantas fotos. Y fue como quitarme un gran peso de encima. Y de arranque la pensé bien y dije que para que todo salga redondo (como salió) tenía que meterme a la gente al bolsillo, algo que ya había iniciado Paco hablando cancherazo de Lucho Hernández, de Fujimori, del paquetazo, de Mamalú, de los narcos, de la guerra, del último mundial. Y yo solo tuve que seguirle la cuerda porque la gente ya estaba empiladaza, porque la gente preguntaba y opinaba, y ya el pata encargado de la sala al captar que la cosa se le iba de las manos comenzó a hacerme señas para que cortara la huevada. Y yo también le hacía señas, que se establecían en algo así como aguanta un toque tu mionca, pues, choche, no me cortes el planeta con la flaca, mira que mi floro está bacán, mira que yo también quiero hacer mi mafia, aunque sea acá nomás. Y seguí hablando. Y todo lo que hablé fue para la chica más linda de Chile. Todo lo dije pensando en ella.

 

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