2. Literatura y diálogo humano
La literatura, dice Beauvoir textualmente, “es la única forma de comunicación capaz de entregarme lo incomunicable, capaz de proporcionarme el gusto de otra vida”. (Sartre, Jean-Paul, etc.1965: 74). En este diálogo humano se muestra, como señalamos en el ejemplo del escritor hindú, la relación conflictiva con la realidad, debido a su fragmentación. Por lo tanto, la literatura es primeramente un descubrimiento, y una investigación. Como diría Gadamer, cuando se dirige la pregunta al texto, el sujeto tiene que estar dispuesto a escuchar lo que este dice y revela(10).
El escritor, como ser existente, tiene una praxis, vive en el tiempo, necesita elaborar una relación con el universo, sentirse parte de la vida, integrarse al mundo. Lamentablemente, esto no es tan sencillo, porque para el existencialista estas raíces no existen naturalmente, no están dadas previamente, no existe un hado o Dios que las designe. Necesitan descubrirse para uno mismo, porque eso es lo innato del hombre, lo que nos corresponde como seres humanos comunitarios aislados y a la vez necesitados de entendimiento. Y ahí radica el compromiso existencialista de la literatura, en mostrarnos otra forma de comunicación, además de las ya existentes, en permitirnos una mejor expresión dentro de lo que Simone llama la incomunicación, siendo la literatura el mejor canal para que esa voz singular, conflictiva, angustiante, se imponga frente a la incomunicación del lenguaje.
3. La incomunicación dentro del lenguaje
Simone de Beauvoir reconoce que el lenguaje tiene su “talón de Aquiles”, porque si se habla desde una individualidad, con un filtro ideológico particular, a otro también con sus propias peculiaridades, hay una incomunicación irreconciliable por ambos lados (emisor y receptor), que finalmente se superaría en una suerte de resignación o consenso. Y la literatura, a diferencia de los medios de comunicación masiva, continúa la escritora, justamente descansa en que afirma esa separación, pero trata de resolverla: “La literatura comienza en ese momento, cuando escucho esa voz singular… El lenguaje es importante mientras ostente el sello de alguien… Es necesario que el autor me imponga su presencia, y cuando me la impone, de la misma manera me impone su mundo” (Sartre, Jean-Paul, etc.1965: 72).
Por eso, para la escritora, hablar de si la literatura debería acercarse a la realidad es una pérdida de tiempo, porque el escritor capta una verdad parcial (Sartre, Jean-Paul, etc.1965: 72). Y esta verdad es una mistificación cuando se la confunde con la verdad total.
4. Diálogo humano sincero
¿Se puede hablar de un diálogo humano sincero?
La literatura produce un diálogo en el sentido de que me identifico con otras experiencias ajenas a las mías, porque la literatura me traslada a otros mundos parecidos o diferentes al mío, sin salir de mi espacio físico y ahí está su verdad, en que, “me veo lanzada a un mundo que tiene sus valores propios, sus propios colores; no me lo anexo, sino que se mantiene separado del mío y sin embargo existe para mí” (Sartre, Jean-Paul, etc.1965: 74).
El lector siente una empatía profunda con lo que se está comunicando, a pesar de que lo sabe ajeno, lejano a su realidad y que además ocurre en otro plano y que no entra en conflicto con su propio mundo. Ahí está la genialidad de la literatura, ahí está su verdad.
Pero el diálogo humano del que hablamos no queda sólo allí, no es cualquier diálogo donde abunden pasiones triviales o elucubraciones improductivas. Simone habla de algo que hace muchos años dejó de escucharse, del individuo comprometido con su época; quien, dice ella, tiene con el mundo vínculos mucho más ricos y profundos que aquel retirado en una torre de marfil. Porque no queremos una literatura que nos entregue un universo mezquino, chato. Por el contrario, la literatura, refiriéndose a la comprometida, debe construir un mundo que me sorprenda, que me presente un discurso heterogéneo, porque eso me permite un verdadero diálogo humano simbólico con un “otro” complejo, rebelde, marginal, que vive en la angustia, que lucha, sufre, investiga la vida, aprende, se equivoca, se supera o también muere. Y su historia me complementa, pero sobre todo me hermana. La existencia del hombre es, por lo tanto, motivo de reflexión, investigación, es el mundo, como diría Gadamer, pero además es el “otro” que se nos presenta como interrogante y motivo de entendimiento.
Simone dice: “Cada hombre está hecho de todos los hombres, y sólo se comprende a través de ellos…Y pienso que esto es lo que puede y debe dar la literatura. Debe hacernos transparentes los unos a los otros en lo que tenemos de más opacos” (Sartre, Jean-Paul, etc.1965: 81).
Simone entiende la literatura como un puente hacia lo multisignificativo de la realidad, cargada de valores culturales y simbólicos, con una diversidad de posturas estéticas en épocas y culturas variadas. De acuerdo a Gadamer, sería ver la realidad a través de múltiples maneras. Este planteamiento hermenéutico de confiar en la literatura como medio para acercarse a la realidad conlleva a que el lenguaje nos defina arrancándonos de la universalidad y mostrándonos el rostro del “otro”.
El descubrimiento del “yo” hacia el “otro” provoca una pluralidad de imágenes del otro complejo, conflictivo, a veces compasivo o maduro. Todas estas imágenes son, finalmente, representaciones.
Simone ingresa, sabiamente, a la alteridad. Como diría Levinás, la otra persona se me presenta no como una idea, ni como un objeto del pensamiento, sino como un rostro que se expresa a sí mismo y evoca una relación de conversación, donde el lenguaje nos coloca en un terreno común (Lévinas 1977: 99). Simone de Beauvoir dice, entregar el mundo en su dimensión humana, tal como se revela a individuos a la vez vinculados entre sí y separados (Sartre, Jean-Paul, etc.1965: 82).
Así, la literatura se convierte en una conversación auténtica, porque permite la alteridad. No sólo eso, además, esta conexión con el otro me llama al compromiso y este compromiso también es con la vida, y es una acción existencialmente libre. Como diría Lévinas: “El rostro del prójimo significa para mí una responsabilidad irrecusable que antecede a todo consentimiento libre, a todo pacto, a todo contrato” (Sartre, Jean-Paul, etc.1965: 150).
Para finalizar, la literatura, para una escritora existencialista, ve al hombre como el único responsable de sus creencias, valores, propósitos, compromisos y, por último, de él mismo. Como diría Sartre, el hombre es un proyecto, quien es el único responsable de crear su relación con la vida. La literatura te ayuda a sobrellevar tamaña responsabilidad, no sólo porque la literatura te aparta momentáneamente de la soledad que el Existencialismo produciría, sino porque te permite lo más inexcusable, esto es, ayudarte a crear raíces con lo más importante para el hombre: la existencia.
© Ana Elena Costa Neyra, 2009
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10 “El lenguaje es un acontecimiento comunicativo en que los hombres concuerdan. Notoriamente, ésta es con exactitud la dimensión en que desde el inicio, marchan juntos el lenguaje y la escritura y se relacionan mutuamente”. (Gadamer, H. G. Arte y verdad de la palabra. Trad. de José Francisco Zúñiga. Barcelona: Ed. Paidós, 1998; p. 52).
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Ana Elena Costa Neyra: Bachiller en Literatura por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Se dedica actualmente a la docencia de cursos como Lengua y Redacción administrativa en el Instituto de Administración de Empresas ITAE y la Cámara de Comercio de Lince. En esta última dirige el periódico Participación y Cultura, de difusión mensual. |
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