Edmundo
Paz Soldán (Cochabamba, 1967) es uno de los
escritores más importantes de la narrativa
actual en Latinoamérica. Ganó el prestigioso
Premio Juan Rulfo en 1997 con el cuento "Dochera",
recopilado más tarde en Amores imperfectos.
Otros libros de relatos suyos son Las máscaras
de la nada (1990) y Desapariciones (1994),
estos últimos finalistas en el concurso Letras
de Oro,
importante evento literario en español de los
Estados Unidos.
Ha
publicado asimismo las novelas: Río fugitivo
(1998), Días de papel (1992) (premio
Erich Guttentag y finalista de Letras de Oro 1991),
Sueños digitales (2000), La materia
del deseo (2001) y El delirio de Turing (2003),
entre otras.
Es
doctor en Literatura Hispanoamericana y enseña
actualmente en la Universidad de Cornell, en Ithaca,
Nueva York, desde donde tuvo la amabilidad de responder
a nuestras preguntas.
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Este
año le fue concedido el Premio Nacional de
Novela en Bolivia por su última obra, El
delirio de Turing. En principio, pareciera ser
un complemento de su novela previa, La materia
del deseo, en el sentido de que se trata de una
suerte de ajuste de cuentas con respecto a la generación
anterior, marcada por la dictadura y la violencia
política. ¿Siente que ha llegado a una
etapa en que se le hace necesario ejercer cierta memoria
crítica con respecto al pasado?
La literatura sirve para muchas cosas; sirve para
la reflexión crítica sobre nuestro pasado.
En mi caso, me interesa el pasado más reciente
porque a veces noto que entre la generación
anterior y la nuestra parece haber una gran ruptura.
Y mi intuición me dice que eso es apariencia,
que los hilos de continuidad entre, digamos, la década
de 1970 y nuestros días, funcionan de manera
subterránea. Quería explorar esos vínculos,
es una necesidad personal pero también me parece
que se está convirtiendo en una necesidad generacional.
Se
lo decía porque entre los miembros de la generación
de los noventa en Latinoamérica (estoy pensando
en Jaime Bayly o en Alberto Fuguet), usted es sin
duda el escritor en que se ha operado una más
notoria evolución narrativa. ¿En qué
medida es posible hablar de una madurez temática,
a la par que una madurez de oficio en su obra?
No sé. Eso se lo dejo a los críticos.
Quizás tenga más experiencia a la hora
de resolver los problemas que me plantea el texto,
pero me siento igual de vulnerable que antes a la
hora de acometer un nuevo proyecto. En todo caso,
sí estoy mucho más dispuesto que antes
a arriesgarme, a probar cosas nuevas, a no ir sobre
seguro. La medida de un escritor la da, también,
su disposición al fracaso. Y a mí me
encantaría fracasar si el proyecto lo justifica.
Una
constante en su obra es el desarrollo de las relaciones
que ha establecido la modernidad entre el mundo juvenil
y la tecnología. ¿Por qué elegir
dichos temas y qué nexos encuentra entre ambos?
El impacto de las nuevas tecnologías en la
vida cotidiana es muy poco tratado en la literatura
latinoamericana. Y me parece una excelente puerta
de ingreso a varios temas fundamentales de nuestro
presente: la relación entre tradición
y modernidad, nuestros desfases históricos,
la presencia de pulsiones globalizadoras, las nuevas
tribus urbanas, la fuerza de la cultura audiovisual,
etc. La tecnología es, para mí, un gran
tema cuyas ramificaciones alcanzan todas las zonas
del presente.
¿Puede
decirse entonces que ha encontrado un tema propio?
El tema me fascina, por eso lo he explorado de una
forma u otra en mis últimas tres novelas. Es
bueno que un escritor tenga su mundo propio, sus símbolos,
sus peculiaridades. A la vez, el gran peligro es repetirse.
No hay peor influencia que la de uno mismo. De modo
que no hay que forzar las cosas.
Tocando
un punto concreto de la novela, me pareció
interesante que la lucha que se produce entre criptógrafos
y criptoanalistas, deja percibir la tensión
de una lucha generacional. Es interesante ese individuo
que, como "Turing", ha visto cómo
toda su generación ha caducado frente al vértigo
del desarrollo tecnológico.
Exacto.
A mí no me interesaba tanto el tema de la lucha
generacional, sino más bien ver cómo
gente con diversos backgrounds y de edades
diferentes se relacionaba con el tema. Claro, allí
apareció la lucha generacional, pero era como
inevitable, ¿no?
¿Cuál
es su reflexión sobre la influencia que la
tecnología ejerce sobre la literatura?
Veo
la literatura como una tecnología artesanal,
un medio de comunicación que entra en diálogo
o en conflicto con otros medios y tecnologías.
La literatura influye a otros medios y es influida
por éstos. Por ello me interesan algunos autores
que han trabajado la relación de la literatura
con los medios de comunicación masivos, la
cultura de masas: Puig, Cabrera Infante, Huidobro.
La literatura puede estar hoy a los márgenes
de la sociedad, no ocupa tanto espacio como la televisión
o el cine, y no tiene el glamour de las nuevas
tecnologías, pero a la vez es un medio fundado
en la autoreflexividad y la distancia irónica,
y quizás por ello es el más capaz de
ejercer una mirada crítica sobre su momento
histórico.
Una
de las peculiaridades en su trabajo son los símbolos.
Los crucigramas, por ejemplo, y en esta última
novela, la labor de los criptógrafos. ¿Cómo
podría interpretar estos símbolos con
que ha ido cifrando la explicación de lo que
es para usted la literatura, su labor, su poética?
Uno
de los trabajos más fascinantes del escritor
consiste en darle nuevos aires a símbolos viejos
(digamos, lo que hizo Borges con los laberintos) y
en descubrir sus propios símbolos. Una vez
leí en una entrevista que Flannery O'Connor
decía que todo es susceptible de tornarse en
un símbolo literario. Eso me liberó.
Si no sólo los laberintos y las rosas rojas
pueden ser símbolos, pensé, si todo
puede ser símbolo, ¿por qué no
los crucigramas? Por otro lado, la literatura es para
mí un gran código: el juego entre el
criptógrafo y el criptoanalista, lo has visto
bien, no es otro que el juego entre escritor y lector.
En la parte inicial de su novela, Miguel Sáenz
entra a un edificio en donde se lee la leyenda: "Razón
e intuición". Esto define, en gran medida,
el ejercicio de su oficio. En su caso, ¿cuánto
de razón y cuánto de inspiración
hay en su trabajo creativo?
No
podría responderte con exactitud. Siempre me
ha interesado hacer una literatura que sea inteligente
y que a la vez conmueva. Esa, al menos, es la intención.
Referente
a dicha labor, ¿se puede decir que hay en usted
una profesionalización de la escritura? ¿Es
posible ser un "escritor profesional" en
Latinoamérica?
Vivo de mi trabajo académico, no de mi escritura.
No es una mala situación: vivo de la literatura,
pero a la vez no dependo de las ventas de mis libros.
Hay muy pocos escritores profesionales en Latinoamérica:
nuestros mercados son muy pequeños para que
nos podamos dar ese lujo.
¿Podría
decirnos si está trabajando actualmente en
algún proyecto?
Estoy terminando un libro de cuentos, La inquietud
de las criaturas, y acabo de comenzar una nueva
novela.
Para
concluir, qué consejo le daría a los
jóvenes que esperan dedicarse, como usted,
a la literatura.
Hoy por hoy, los que quieren dedicarse a la literatura
tienen noventa y nueve razones para desanimarse y
una para apostar por ella. Yo les diría que
confíen en esa única razón, que
sean persistentes.
©
Carlos Yushimito del Valle*, 2003 
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