Conversar
con el escritor José Adolph es y será
siempre un placer cercado por la complicidad. Detrás
de cada comentario subido de tono se esconde aquel
pedazo de realidad que creíamos conocer firmemente,
pero que se nos revela huidizo y sutil. Por ello,
aunque Adolph nos insiste en que lo mejor sería
que comentáramos sus libros, de cierto modo
su prosa se complementa disimulada y acertadamente
con la frescura de sus palabras
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¿A
qué cree que se deba que lo soliciten tanto
en los medios últimamente?
Porque
la gente prefiere entrevistarme a mí sobre
mí antes que sobre mis libros, lo cual me molesta
profundamente. Porque lo interesante no soy yo. En
cualquier caso, sería lo que escribo. Creo
también que la gente se divierte mucho con
mis declaraciones, generalmente provocativas, insolentes,
jodidas. Como cuando Caretas hizo una encuesta
"¿Cuál fue su reacción al
asesinato de Kennedy?", y todo el mundo, al muy
estilo peruano, con gran solemnidad contestaba: (imitando
la voz de Toledo) "Fue un golpe duro para
la democracia occidental...". Todo tipo de cosas
así, tan profundas, ¿no? Pero como decía
María Elena Walsh: "No es lo mismo ser
profundo que haberse venido abajo". Entonces
yo, que odio la solemnidad -la principal enemiga de
la seriedad-, contesté: "¡Uy, chucha,
mataron a Kennedy!". Y me dicen: ¿puedo
ponerlo así? Claro, ponlo así, ésa
fue mi reacción. Por eso soy tan popular entre
ciertos periodistas amigos. Saben que siempre voy
a decir algo inconveniente. ¿Qué cosa
inconveniente quieres que diga ahora? (risas)
¿Qué
opina de la ciencia ficción latinoamericana?
Hay
excelentes autores a nivel latinoamericano. Me acuerdo
mucho de una argentina, Nelly Kaplan, que después
se fue a París e hizo cine allá. Hay
un cuento suyo, muy divertido, de ciencia ficción,
sobre una mujer que consigue un robot sexual, masculino
y que nos deja chiquitos a todos. En Chile está
Hugo Correa. Y así hay varios por ahí.
En Cuba se ha hecho mucha ciencia ficción.
¿Y
por qué cree que en Cuba haya arraigado tanto?
Cuba
siempre ha sido un país muy diferente al resto
de América Latina, incluso antes de Fidel Castro.
Por ejemplo, el único país latinoamericano
donde se permitía la pornografía. No
sé si estaba prohibida por la ley, pero en
todo caso nadie le daba bola a ésta. Entonces
la gente hacía pornografía, por escrito,
en todas formas. Y ha seguido siendo diferente, con
más razón por el gobierno que tienen.
Ahora bien, también hay otro argumento, y es
que había muy buena ciencia ficción
soviética. Servía mucho para evadir
la censura, porque claro, oficialmente no toca temas
políticos, no jode a los censores.
Lo
cual es un error porque la ciencia ficción
es justamente política...
Desde
luego, es el más profundo análisis de
lo actual. Los hombrecitos marcianos son pendejos
terráqueos, colonizadores, en realidad. "Voy
a escribir sobre Marte, porque entonces no me meto
en problemas con el gobierno". Eso puede pasar.
¿Pero a uno no lo podían acusar
de violar las reglas del realismo socialista?
Eso
nunca fue tan fuerte en Cuba, ¿eh? Inclusive,
al comienzo las revoluciones son muy libertarias.
Recuerdo los primeros años ustedes todavía
no habían nacido en el 59, 60, 61: había
una explosión de creatividad en todas las artes
y también literatura, nadie se metía
con ellos. Me acuerdo que los afiches cubanos eran
una maravilla, tan buenos como los polacos. En fin,
eso fue cediendo cada vez más a la rigidez
estalinista, hasta el famoso caso Padilla, que provocó
la ruptura de Vargas Llosa, por ejemplo. Las revoluciones
tienen también esa tendencia a empezar muy
bien y a terminar muy mal, ¿no? Por lo menos
en esos terrenos.
¿Por
qué cree que en el Perú la ciencia ficción
no pega tanto como género?
No
tengo la menor idea. Había la interpretación
de un crítico de literatura latinoamericana
alemán, que vivió muchos años
aquí, Wolfgang Luchting. Él atribuía
eso al hecho de que no hubo mucho desarrollo científico
en el Perú. Un argumento discutible, ¿no
creen?
Pero
el Perú posee una rica tradición mitológica,
en todo caso
La
verdad, no tengo una explicación muy clara
de eso. Hay varios autores, pero no son, no somos
cantidad ni calidad, digamos. Uno de los problemas,
no sólo con la ciencia ficción, sino
con toda la literatura peruana, es que somos muy flojos
para investigar, para buscar datos. Explosionamos
en grandes especulaciones interiores o en la psicología,
o sobre la realidad social o lo que sea, pero son
puras elucubraciones internas. Cuanto más inverosímil
es un texto literario, más verosímiles
tienen que ser sus detalles y sus informaciones. Stephen
King logra hacerte tragar las cosas más intragables
del mundo, inverosímiles, simplemente con ciertos
detalles técnicos que son muy inteligentes
de su parte. Es decir, los monstruos que salen de
los desagües aparecen junto a un McDonald's y
automáticamente haces la conexión de
modo inconsciente. Sé que hay McDonald's, entonces,
¿por qué no puede haber un monstruo
que sale del desagüe a su lado? Bueno, esa es
en parte la técnica de Stephen King para hacerte
tragar lo más inverosímil.
Es
una cuestión de técnica, en efecto,
y aquí en el Perú la técnica
narrativamente se ha estancado de alguna forma. No
hemos avanzado más de lo que en las décadas
de 1950 y 1960 se avanzó
Sí,
eso es cierto. Para poder escribir el cuento "Armagedón
en la Internet" (que luego se convirtió
en una novela), me pasé las horas muertas investigando
sobre todo en Internet, que me da esa facilidad
datos verdaderos sobre sectas y religiones para poder
incluirlos y burlarme de ellas en el relato. Entonces,
hay ahí una cierta flojera de muchos de mis
colegas en cuanto a apuntalar sus delirios con realidades,
digámoslo así. Eso lo hacen muy bien
en otros países. Las novelas de espionaje,
por ejemplo, te meten unos datos de "yo sé
más de la CIA que el jefe de la CIA".
Pero eso es trabajo, pues, investigación.
Al estilo del reportero...
Exactamente.
A veces un novelista debe ser un buen reportero, así
de claro. Estoy leyendo una novela policíaca
de Ellroy, La dalia negra, no sé si
la conocen. El tipo te hace una descripción
sobre cómo funcionaba la policía en
el año 1946 en Hollywood. Él nació
dos años después y no ha podido vivirlo.
Pero tuvo que hacer una investigación: cómo
era una comisaría en Los Ángeles a fines
de la década de 1940. Y eso es como chamba
de a pie. En cambio, el típico autor peruano,
sobre todo el joven, se sienta y deja fluir sus problemas
en las páginas. Él la amaba, pero la
chica se iba con otro, y que no sé
¡qué
horrible, carajo! Y cuando me fumé mi 'porro'
¿o cómo se llama acá?,
mi 'huiro', empecé a delirar. Entonces,
nos traslada todos sus delirios a los pobres lectores.
En esas condiciones, para ser interesante debe ser
muy bueno. Pero a mí qué chucha me importa
que haya delirado el pata. No, la verdad. Y para que
me interese tiene que conectar conmigo de alguna manera,
¿no? Como lector.
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