La
buena vista de Borges
"Sólo
se ve bien con el corazón" dice Saint-Exupéry
a través de su tierno Principito y "ni
con los ojos bien abiertos se termina viendo mejor"
dice Takeshi Kitano en la escena final de su última
y como siempre espléndida película
(Zatoichi). Borges podría haber dicho algo
similar, citando alguna fuente celta o inventando
alguna historia maravillosa, pero es cierto que la
ceguera heredada no parece haber sido algo de lo que
le gustara mucho hablar al genio. Sin embargo, resulta
curioso imaginar que a Borges le gustara el cine.
El
libro Borges y el cinematógrafo de Edgardo
Cozarinsky, además de un ensayo preliminar
sobre la narración en el cine y la relación
de esta con la literatura y específicamente
con Borges, tiene dos partes principales: Borges
sobre cine y Cine sobre Borges. La primera
es una recopilación de los artículos
que Borges escribió para la revista Sur
entre 1931 y 1944, en los que a través de un
estilo irónico y peculiar, el maestro critica
películas muy diversas, entre las que pocas
merecen comentarios positivos, notablemente las de
Josef von Sternberg, Búster Keaton y Orson
Welles. Curiosamente, entre las críticas negativas
están las de las películas de Chaplin
y Cecil B. De Mille, considerados entre los mejores
realizadores de la época.
Esta relación de Borges con el cine es poco
conocida pero al parecer no poco influyente en el
proceso de creación que desarrolla. Admirador
de las películas de gángsters y de vaqueros,
ama también las películas de carácter
épico, aquellas que fundan mitos entre los
pistoleros, héroes entre los maleantes, traidores
entre los cowboys. De allí la admiración
por Sternberg especialmente y la fascinación
por El ciudadano Kane, un hombre mezcla de
todo eso y de más, y aún así
poco "querible" como decía Borges,
quien dice aunque quizás pueda leerse
como dicho a sí mismo:
"Me
atrevo a sospechar, sin embargo, que Citizen
Kane perdurará como "perduran"
ciertos films de Griffith o de Pudovkin; cuyo valor
histórico nadie niega, pero que nadie se
resigna a rever. Adolece de gigantismo, de pedantería,
de tedio. No es inteligente, es genial: en el sentido
más nocturno y más alemán de
esta mala palabra".
(Cozarinsky,
Edgardo. Borges y el cinematógrafo,
Emecé: p.62)
La
segunda parte del libro de Cozarinsky se dedica a
diversos filmes que se han basado en obras de Borges.
Más allá del recuento, cabe precisar
que el único film basado en un cuento suyo
que satisfizo al maestro fue Hombre de la esquina
rosada de René Mugica (Argentina, 1961),
mientras que sobresalen dos guiones que Borges escribió
junto con Bioy: Les autres e Invasion, ambas
dirigidas por Hugo Santiago en Argentina hacia 1969
y Francia en 1974 respectivamente.
Esta
poco conocida relación de Borges con el cine,
de la cual también apenas tuve conocimiento
en Ginebra, merece sin duda mayor atención,
sobre todo la lectura de los guiones de las películas
de Santiago, pues Borges, poco dado a los diálogos,
quiere hace hablar a sus personajes con la gravedad
de los héroes escandinavos de la Volsunga Saga,
épica noruega de la cual una pequeña
frase ocupa la piedra sepulcral de Jorge Luis Borges
(1899-1986) en el cementerio de Plainpalais.
Borges
en Plainpalais
Plainpalais
en la Ginebra pequeña y cosmopolita de hoy,
en la que hay menos suizos que extranjeros, es un
barrio de la orilla derecha del lago Lemán,
conocido por su mercado de pulgas sabatino, sus rampas
de skate, tener algunas de las mejores discotecas
de la villa, y albergar una gran explanada en la que
suelen colocarse los circos que llegan a esta ciudad
internacional de la Suisse Romande.
El
cementerio de Plainpalais es el único que data
de la Edad Media y es el más tradicional de
Ginebra; en nuestros días, es un pequeño
parque en el que se puede caminar tranquilamente entre
muchos suizos muertos en los últimos siglos.
Allí, entre todos ellos pues es un cementerio
tradicional en el que hay pocos extranjeros, pues
se exige título nobiliario o haber sido una
personalidad prestigiosa para la ciudad (hace poco
se ha unido al grupo Sergio Vieira de Mello, diplomático
brasileño y alto funcionario de Naciones Unidas
asesinado en Irak) está Borges, convertido
en un exiguo jardín protegido del sol por grandes
árboles y una piedra enorme en la que existen
grabados indescifrables para aquellos que no conocemos
de la épica nórdica (pero que gracias
a diversos estudios ahora se conoce e incluso se puede
encontrar en internet, por lo que recomiendo sobre
todo el texto de Juan Jacinto Muñoz Rengel).
No
hay allí, en esa tumba, nada que haga recordar
a la Argentina ni a los gauchos, ni a Martín
Fierro o a las pampas. Todo está cuidadosamente
arreglado como en un cementerio suizo los cementerios
suizos son incluso más ordenados que el resto
de las ciudades en las que están, aunque no
sé si mucho más tranquilos y viendo
a Borges allí, tan verde y tan piedra, no cabe
duda que escogió bien el lugar donde iba a
cambiar de reino para volverse inmortal.
©
Alejandro Neyra Sánchez*, 2003
|