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Tanto la literatura de Urbina como la de Donoso cumplen la función de cuestionar el régimen dictatorial y demostrar, a través de sus relatos, la experiencia que vive el individuo en el exilio

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La memoria y la escritura en las novelas del exilio chileno: Cobro Revertido y El jardín de al lado

por Gabriela McEvoy

 

La cita pareciera representar al sujeto suspendido en el líquido amniótico y unido al cordón umbilical, inmerso en el gran acuario: en el útero materno. La interpretación de este pasaje podría sugerir un intento por regresar al “vientre chileno”. En otro orden de cosas, la reconstrucción de la niñez y juventud del sociólogo le posibilita al autor demostrar las características de la mujer chilena prejuiciosa y arribista. Tal como lo menciona O’Connell, “uno de los fantasmas más nuevos es su madre, cuyos sueños y esperanzas para el futuro de su hijo se vieron rotos por circunstancias sobre las cuales ella no ejerce ningún control, por mucho que se esforzara” (O’Conell 2001: 5). En este sentido, habría que agregar a las palabras de este autor que, en efecto, el fantasmade la madre es el principal estimulante de la memoria del personaje. Las características de María Serrano, madre del sociólogo se convierten, para Urbina, en un mecanismo de crítica a la mujer chilena tradicional, de clase media, quien apoya a la dictadura militar. El rico es un modelo que no puede alcanzar y rechaza no solo a la clase obrera sino también a la asociación de las clases bajas con el cáncer marxista. El autor revela la dicotomía entre una madre dominante, de valores tradicionales y un hijo que se rebela a las convenciones sociales al simpatizar con la ideología progresista. Esta relación queda, de cierta manera, representada con la siguiente cita:

su madre no era como Pelagia Vlassova, modelo literario de madre proletaria. Su madre era entre otras cosas una mujer chilena, que envidiaba con resentimiento a los ricos y despreciaba a los pobres y él no era Pavel, era un estudiante de leyes común y corriente, vestido a crédito, y lleno de fantasías (Urbina 1992: 177) (2).

Esto último nos induce a reflexionar sobre el papel que juega la juventud estudiantil de clase media en los movimientos sociales chilenos. ¿Acaso fue una utopía pensar en una revolución a la chilena (término del presidente asesinado Salvador Allende Gossens) desde la perspectiva del joven de “barrio santiaguino, de hijo de la clase media baja y pretenciosa” (142), desilusionado con los partidos tradicionales pero entrampado en las ideas tradicionales de una familia burguesa chilena? Por otro lado, las palabras de la madre, “tú vas a ser abogado”, “Un abogado brillante” (26) expresan la manera cómo la madre proyecta en el hijo sus frustraciones personales, vía una carrera profesional considerada como una de mayor prestigio en la sociedad tradicional. El aparente sentimiento de fracaso de la madre al no concretarse los planes del hijo puede verse como sigue:

su frustración por el abismo que se estaba produciendo entre sus sueños, sus proyectos y la realidad. Ella siempre había querido que yo me casara en grande. En la ceremonia y en la fiesta se puede predecir cómo será un matrimonio, y esto de ir al civil y después a un restaurante con algunos de los amigos y luego a tomar tragos a la casa le parecía pobre y que no le daba dignidad suficiente (149).

El deseo de la madre por emular las costumbres de las clases altas chilenas hace explícita la constante tensión entre las decisiones del hijo y la necesidad de apariencias de la madre. La madre pareciera ser, en este caso, un factor determinante en la falta de adaptación del personaje exiliado. Su incapacidad por liberarsede la represión maternal origina una pérdida espacio-temporal. Las opiniones de la gente (el qué dirán) persiguen al personaje. El recuerdo de las palabras de la madre:

había sufrido siendo el hazmerreír de sus cuñadas que chismorreaban a sus espaldas y hacían comentarios sarcásticos sobre su sobrino el abogado. Por eso a ella le hubiera encantado que yo terminara mi carrera y que bueno, si yo le decía que iba a ser sociólogo, ella se acostumbraría a la idea, pero que si en algún momento yo quería terminar leyes, ella sería la mujer más feliz del mundo (28).

Es, en efecto, no sólo la representación del chantaje emocional con que el sociólogo tiene que vivir, sino también la imagen fantasmal de la madre que acompaña al protagonista en todo momento. La narrativa plantea, a partir de la memoria del exiliado, la experiencia de un chileno de clase media que intenta una salida a la represión familiar, vía el activismo político.

La narrativa de Urbina presenta una perspectiva bastante negativa del personaje exiliado, por cuanto se le construye como un individuo anónimo, desempleado, que no ha concluido sus estudios universitarios, convirtiéndose irónicamente en un “ingeniero en limpieza de oficinas” (41). Igualmente, su estado físico como emocional demuestra su desilusión política. El cinismo y la falta de creencias en la actividad política traen, por consiguiente, desesperanza en el futuro. En palabras del profesor Grenier:

La extrema izquierda chilena estaba formada por un grupo que no se encontraba representado en las agrupaciones políticas tradicionales y que buscaba representar en la simbología enérgicamente guerrillera aspectos de la cultural juvenil urbana, que intentaba forjarse una identidad distinta y crear una realidad alternativa, fuera de la universidad y la familia, donde todo era plano, ramplón y conformista, haciéndose cargo al mismo tiempo de ciertos valores y aspiraciones políticas de la clase obrera que mantenía su propia estrategia de desafío al sistema (Urbina 1992: 184).

El fracaso de la Unidad Popular y la posterior represión militar iniciada por el pinochetismo acabó con aquellos jóvenes que intentaban romper con los lazos de una sociedad de dueños y siervos, y que habían encontrado en el activismo político un mecanismo de resistencia contra sus propias familias. En el caso del sociólogo, su participación en el Frente Estudiantil queda contrastada con la representación de una madre conservadora y racista. Ante la caída de la utopía revolucionaria, el exiliado pierde el sentido de dirección. Cabe mencionar la discusión que se hace en cuanto a la fragmentación que se produce dentro de la izquierda, luego del derrocamiento del gobierno democrático, y de la consiguiente muerte de Salvador Allende (1908-1973). El golpe militar disemina y rompe con la unidad de las fuerzas de la izquierda. De tal forma, “algunos preferían el Palacio de Invierno, otros la Sierra Maestra” (176). Mientras que algunos de los partidarios de la izquierda chilena se inclinan hacia el comunismo estalinista, lo cual queda representado con el Palacio de Invierno, como icono no sólo de la Revolución Rusa (1917), sino de la ideología comunista universal, otros son simpatizantes por un movimiento revolucionario latinoamericano al estilo del emprendido por Fidel Castro y el Che Guevara en 1959. Más aún, algunos se incorporan en la sociedad canadiense capitalista apartándose, de tal forma, de las doctrinas de justicia social de la izquierda chilena por las que lucharon anteriormente.

No puede hablarse de una identidad en el exilio, ya que cada individuo responde a esta experiencia de maneras diferentes. Si bien el sociólogo es el ejemplo del exiliado fracasado, la novela representa una multiplicidad de individuos que muestran los distintos roles que cumplen dentro de la sociedad que los acoge. La cita: “gordos grandotes y bigotudos, con pinta de camioneros y vistiendo elegantes chaquetas de tweed académico, el viejo señor de lo más afeitado, que parece un funcionario de correos… el tipo cadavérico, profesor de filosofía. Los exiliados, los refugiados, los desintegrados, los desbancados, los desubicados, los perdidos en el espacio, los alegres…su cuasifamilia desde siempre, desde ahora” (46), resulta ser un análisis microsocial de la familia chilena en el exilio. Urbina muestra una colectividad que, siguiendo una de las características del desplazamiento, intenta mantener la memoria colectiva. Este sentido de comunidad queda representado especialmente cuando se discuten los temas políticos de la sociedad chilena, donde surge —como una constante de la conversación— la posible restauración de la democracia chilena. La historia en común y las diversas manifestaciones culturales del país del sur sirven como lazos entre los exiliados chilenos de diversas clases socioeconómicas en el país receptor. Por otra parte, la incorporación a la comunidad de inmigrantes a individuos de diversas nacionalidades: colombianos, griegos, españoles, se representa como un mecanismo de protección ante una sociedad que no tolera la alteridad. La posición de inmigrante denota sentimientos compartidos tales como el desarraigo, la nostalgia y el deseo de retorno. Por tal motivo, y como lo señala, el inmigrante griego: “el dolor es universal” (93).

La narrativa de Urbina critica explícitamente el régimen dictatorial, demostrando, a través de sus personajes, la traumática experiencia de vivir en el exilio. Este texto puede leerse en dos niveles: en un plano de la propia experiencia del autor en su calidad de exiliado en Canadá y luego en los Estados Unidos en tanto parte de sus vivencias pueden estar plasmadas en la representación de algunos de sus personajes, y a nivel temático, la narrativa de Urbina presenta características bastantes definidas de este género literario. La introspección personal del protagonista como práctica discursiva demuestra, por un lado, la sensación de vacío interno del exiliado y, por otro lado, se destaca la dificultad por reconstruir los rasgos identitarios del exiliado en la distancia. El sociólogo no logra conciliar los valores de la tierra natal con los del país receptor. Sólo a través de la memoria se indaga el pasado como un mecanismo de retorno al país de origen. Citando las palabras de Frías, uno de los personajes de Urbina: “el exilio es una enfermedad”…“La tensión entre lo que éramos y lo que somos no se resuelve nunca” (75). La memoria, en este caso, es una catarsis a partir de la muerte de la madre; por ello, el acto de recordar constituye un proceso emocional y físicamente doloroso.

 

2. Escritura y exilio en El jardín de al lado, de José Donoso

En la novela donosiana, la escritura constituye el mecanismo central de la obra. Los recuerdos del jardín de la casa materna, como objeto biográfico, sirven para estimular la imaginación del personaje durante su estadía en Madrid, desde donde observa el jardín de al lado. La trama de esta novela se basa en la vida de Julio Méndez, un exiliado chileno, quien, luego de escribir una novela basada en una experiencia de seis días de calabozo después del Once (3), es rechazado por su agente literaria, Nuria Monclús. La caracterización de las relaciones conyugales conflictivas y la crisis personal de cada personaje exponen la síntesis de los estragos de la vida en el exilio. Julio Méndez se reconcilia consigo mismo cuando abandona su proyecto: sale de su “cárcel” y se dedica a la docencia universitaria. La esposa del exiliado, Gloria, una mujer destruida por la depresión, las píldoras somníferas y el alcohol, “es la mariposa atrapada en una red” (Donoso 1981: 180); sin embargo, triunfa finalmente al ser la autora real de El jardín de al lado.

Según señala Abril Trigo, el exiliado, muchas veces, “repudia el aquí-ahora, convirtiéndose en prisionero de sus propias fantasías” (2003: 43). En el caso del personaje de Donoso, aferrarse a sus recuerdos de la experiencia de la dictadura de Pinochet le impide conseguir la tan ansiada vida sosegada. Se evidencia que, conforme transcurre la novela, aumenta la obsesión del novelista por escribir su miedo al fracaso, lo cual conlleva a un proceso de decadencia donde se convierte en prisionero de su escritura como del propio exilio. Su falta de éxito como escritor latinoamericano simboliza la principal obsesión del autor. En ese sentido, podría encarnar la preocupación que en algún momento tuvo Donoso. Con relación a la cercanía autobiográfica de la novela El jardín de al lado y la vida del autor, el propio Donoso confiesa que “el personaje es un escritor fracasado, que fui y ya no soy; y un resentido, que fui pero he dejado de serlo” (Edwards 1997: 226). En efecto, la crítica a “los falsos dioses como García Márquez, Marcelo Chiriboga y Carlos Fuentes” (Donoso 1981: 15) y al boom “corroído por la historia del gusto literario y por las exigencias estéticas de los jóvenes y las nuevas posturas políticas” (38) demuestra, por cierto, su malestar y resentimiento por su aparente exclusión dentro la comunidad de los grandes novelistas latinoamericanos.

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2 El autor se refiere a los personajes de la obra La Madre del escritor ruso Máximo Gorki en la que se narra la evolución del pensamiento político de la madre de un obrero socialista. Para mayor detalle, véase: Gorki 1974.

3 Se refiere al 11 de setiembre de 1973, fecha en que se produce el bombardeo del Palacio de la Moneda en Santiago, el golpe militar de Augusto Pinochet y la muerte del entonces presidente Salvador Allende (1908-1973).

 

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