Con toda una acumulación de conocimientos, no logro encontrar en el Perú autores que hayan sido estudiados de la forma que yo considero que deben ser estudiados: por la comprensión de su poesía. Y eso implica una tarea ardua

 

 

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Pablo Guevara: Voluntad de comprensión

por Giancarlo Stagnaro

Pablo Guevara Miraval, poeta y apasionado del cine, nació en Lima hace 75 años. Su casa en Pachacamac (Lurín), un auténtico refugio del mundanal ruido, nos recibe con la amabilidad de su esposa, un domingo matutino. Pablo es uno de los poetas más entrañables de la literatura peruana contemporánea, así como uno de los más adelantados. Es responsable de perpetrar, como muchos lo llaman, la primera experiencia enciclopédica de la poesía peruana: La colisión (1999), donde, a partir del relato del hundimiento del Titanic, revela los conflictos entre la sociedad y la poesía. Miembro destacado de la generación poética del 50, es autor de Retorno a la criatura (1957), Crónicas contra los bribones (1967), Hotel del Cuzco y otras provincias del Perú (1971). Actualmente, se halla inmerso en retocar el Tratado figural de la poesía peruana, del cual desprende análisis e inferencias durante sus clases en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

¿Cuál es tu percepción de los procesos de la literatura peruana de los años 50 a esta parte y cómo llegamos a este momento, a esta heterogeneidad, esta diversidad?

En realidad, existe un concepto que se ha usado y se sigue usando —los conceptos, por lo general, a mi manera de ver, no los considero equivocados, sino simplemente con diferentes extensiones; hay conceptos que quizás no son suficientemente bien entendidos explicados en su intención y su aplicación—. Se habla mucho de influencia. Los críticos dicen que tiene influencia de tal y cual. Y nunca se sabe. Por lo regular, si están mostrando alguna influencia, ¿eso es bueno o malo? Parece que lo dijeran hasta en forma peyorativa o, al revés, como elogio. Cuando en realidad no es tal cosa: no es ni peyorativa ni debería ser elogiosa. Simplemente, es lo que llamo un vínculo. Según explicaba una vez un lector de poesía de Oxford, el que me parece reemplazó a T.S. Eliot, todo poeta tiene tres posibilidades: de tener una influencia. Necesariamente, si tú te acercas a una materia específica, por elemental o compleja que sea, tiene sus ejecutantes y tienes que acercarte a ellos. En las ciencias ocurre lo mismo. Por qué en poesía no vas a conocer a los diversos poetas en los diversos tiempos. Te acercas a ellos.

La idea de este lector de poesía inglesa era que los poetas asumen la autocrítica del poeta al que se acercan, muchas veces sin darse cuenta. Quisieran hacer como Guillén, Neruda, Vallejo, Eielson o como tal. Hay una idea sobreentendida de vinculación por simpatía, una especie de atracción. Eso es correcto, eso puede servir como una forma de autocrítica.

La otra es cómo se va desarrollando un ego poético. El joven tiene otra posibilidad: integrar un grupo. Muchas veces, un grupo tiene uno o dos que connotan más por determinada razón. Tienes, pues, Hora Zero, Kloaka, Estación Reunida, Epsilón... En ellos, s seres humanos están detrás de cierto manifiesto, si es que lo escriben, o, en todo caso, detrás de cierta concordancia en cuánto a qué escribir y cómo escribir poesía. ¿Está claro? Es la segunda variable, la variable grupo.

La tercera, que tú ya comienzas a escribir, estás escribiendo, y con el tiempo te haces tu propia autocrítica, que ni siquiera está prevista, me imagino. El ejercicio del oficio te lleva a una forma que has terminado por asumir como tuya. Sologuren tiene la suya, Hinostroza tiene la suya, Lauer tiene la suya, Eielson tiene la suya; y así Vallejo, Eguren, todo el resto. Es lo que terminan por ser una autoría: una noción de autor. Mejor dicho, habla con una autoridad. Está autorizado y reconocido por los demás que tiene autoridad para hablar de eso y en esa forma.

Lo que decía el lector de poesía es que el gran problema no está ahí. Eso que estamos describiendo es lo usual. O lo haces por tu yo, o lo haces por el otro (es el primer caso, la alteridad: vinculación, filiación, influencia); o te manifiestas grupalmente, hasta que con el tiempo te vas independizando; o lo haces porque tú constituyes con una personalidad suficiente para ser un autor. He aquí que lo más difícil no es eso. El paso siguiente, si es que llamamos paso al cuarto, es olvidarte de ti y no repetirte. No asumir que es cuestión de repetir. Es el punto en que no tengo claro qué paso, porque algunos han hecho de la repetición su marca de autor y otros de la diversidad. Qué es Vida continua de Sologuren: la repetición. Lo mismo con Antonio Cisneros, no importa la programación en que se meta: si es comparacional, coloquial, vitalista, sentimental... Otros, en cambio, son diferentes. Ese es el punto que quería aclarar.

Hay poetas que repiten sus temas, sus tópicos, sus voces, y otros que no...

Todo esto para decirte que nada de esto califica. Son simplemente indicios, modos, de hacer poesía. Hay constantes y variables en estas cosas. Una constante fue durante cierto tiempo el simbolismo; el modernismo, salido del simbolismo; otra constante fue el vanguardismo; otra constante fue, con el vanguardismo y el simbolismo, alejarse de ambos y salió Westphalen; otra constante ha sido el surrealismo francés, sin el cual no existiría a Moro, o sería otro Moro, no aquel que todos admiramos; otra constante, serían los beatniks norteamericanos; otra constante, la Generación del 27: todo un grupo de poetas que escribía como Salinas, como Guillén, como Alberti; otra constante fueron los nerudianos; otra los vallejianos (Valcárcel) y así por el estilo.

¿Esas constantes para qué sirven? Aparentemente no servirían para calificar, sigo insistiendo; porque a la poesía, por lo regular, se le ha estado tomando, en el aspecto crítico, como si fuera una especie de concurso, un ranking secular: quiénes son los 20, quiénes del 40 o quiénes del 50, en qué destacan, a fin de establecer una especie de modus operandi para toda una interpretación. Sin embargo, lo lamentable es que si tratas el problema desde el aspecto generacional, sería ir de década en década; o si lo tratas desde el aspecto categorial —los gnósticos, los vitalistas, los existenciales, los lúdicos, los surrealistas, llámalo como quieras— que si lo abordas por el lado independentista (Watanabe, Hernández, Blanca Varela, que andan solos por ahí), tampoco calificaría.

Entonces, cuál es el problema. Con toda esa acumulación de conocimientos, no logro encontrar en el Perú autores que hayan sido estudiados de la forma que yo considero que deben ser estudiados: por la comprensión de su poesía. Y eso implica una tarea ardua.

De lo general y lo particular

El tema de la comprensión es algo que, por lo general, está alejado de las políticas educativas…

El problema de la educación y la cultura es que han estado en manos de profesiones liberales: abogados, médicos e ingenieros. Vivimos en un país donde no hay claridad entre lo general y lo específico. Se generaliza mucho, se especifica poco. Cuando se trata de especificidades, éstas fastidian. Cuando lo trasladamos al Congreso peruano, todo el tiempo hablan de generalidades. Cuando comienzan a desglosar el asunto, se dan cuenta que es de una complejidad que no pensaban. Es una especie de babel donde todos dicen cosas diferentes sobre lo mismo y nadie se pone de acuerdo. Y cuál es el problema: que el Congreso hace leyes y éstas son generalistas. Se vuelven específicas cuando se reglamentan y ahí entran los intereses: entran a tallar los lobbies, los que quieren ver a quién le favorece y no le favorece la ley. Todo se vuelve un pandemonio. No puede haber cultura de minería porque se manifiesta un interés en que no la haya. Por ejemplo, se habla de agroindustria y sin embargo se viene diciendo que la Costa peruana necesita goteo por aspersión, dentro de 20 años no habrá agua, qué se está haciendo. Se venía diciendo que el gas resolverá el problema del petróleo, pero hasta ahora. Vivimos en un mundo donde no hay cultura.

¿Crees que lo particular es conflictivo?

No. Sobre algo específico puedes establecer una mesa de discusión. Por ejemplo, he notado que en esta casa —estoy haciendo una comparación— todos padecen de esta problema: se nos hinchan los pies. Propongo a la mesa que me diga qué está sucediendo. Entonces, los egos retroceden y los otros, vuelto nosotros, se abocan a ver eso. No funciona la alternancia como contradicción o pelea, sino la especificidad, hasta un punto, lógicamente, el tomar conclusiones. Pienso que el problema es educativo. En una reunión analítica, donde la gente esté más o menos puesta en una situación de participación recíproca, no tendría por qué haber conflictos. Ahora, el conflicto va a faltar y es más: diría que resuelve el problema. Ese problema llega a la mesa porque seguramente afuera ya se ha producido el conflicto, si no, no estaría en la mesa. El ser humano es un ser de conflictos y el conflicto es un gran activador de la acción. Sin conflicto no habría acciones. Lo que pasa es que el conflicto siempre ha servido para efectos expansionistas: los casos de Alejandro Magno, Napoleón Bonaparte. Hasta ahora me pregunto: ¿por qué tenía que hacer invasiones Bonaparte? ¿De qué le ha servido? Todo lo que conquistó se ha reducido a Francia y París. ¿Para qué estuvo dando la vuelta por todo el mundo matando a todo el mundo? (risas). En una batalla murieron 20 mil del lado inglés y 20 mil del lado francés. Esos 40 mil muertos, ¿para qué sirven? Hasta el día de hoy para mí es un enigma. En ese sentido, sí reconozco que la humanidad es loca. Hace cada cosa...

Formas de entender

Volviendo a la literatura peruana, ¿cómo ves estos desencuentros entre poetas y escritores, a raíz de estas antologías aparecidas últimamente? ¿También funciona esta dificultad de la comprensión, como tú decías?

Creo que eso va a ser siempre.

Por qué yo no estoy, por qué si tú estás...

No es por eso. Sí, ya sé que esa es la parte visible, la punta del iceberg; pero el problema es la emoción juvenil que te pone en el partidor. Todos pertenecen a diferentes haras y todos cuentan con diferentes camisetas, y cada cual corre por un stud definido (risas) y no quiere que gane el otro stud. Total, todo lo que él otro hace está mal y todo lo que yo hago está bien; y el otro piensa lo contrario que tú: todo lo que tú haces está mal y todo lo que él hace está bien (risas). Es la edad. Más bien, buena parte de las discusiones se deben a que no hay una voluntad en las universidades de entender que la poesía, la novela, la literatura en general, es una forma de las más profundas de entender un país. Ponte a pensar un instante si no hubiera existido, como ser humano, José María Arguedas. Quién sabría que existe un alma andina. No, yo sé que la gente que vive allá sí lo sabe. Pero quién transmitiría a los demás esa alma andina de la forma en que lo transmitió Arguedas.

Vallejo, quizás...

Vallejo tampoco. Por eso digo: si no existiera Vallejo, si no existiera Arguedas. O sea, en este caso, los escritores son, como decía Baudelaire, faros. Están constantemente dando vueltas, vueltas... De día supongo que no, pero de noche sí. A veces se ve algo y a veces nada. Pero el poder de la palabra escrita debe estar siempre presente, como arte. Eso de que una fotografía vale más que mil palabras sí es cierto. En una determinada circunstancia, la fotografía funciona como testimonio de algo que no habría sido objetivado dentro de la luz de palabras, pero hay una presentación del hecho... Por eso existen el periodismo y la ciencia sociológica, que te muestran cómo se vive un lugar de acuerdo con una determinada etnia, cultura. Nada que hace el hombre está de más: el problema es para qué. Eso es lo que nos falta averiguar: la especificidad de muchas cosas que hacen los seres humanos. ¿Para qué hacen las guerras? Ya sé que los comerciantes necesitan mercado. Por eso es que ahora han logrado la mejor conquista. Después de haberse masacrado durante el siglo XX, ahora no se masacran nunca más entre ellos, sino que se han puesto de acuerdo para repartirse el mundo, como explotación. Pero ahora masacran a otros que no tienen nada que ver con el problema...

Mencionas los problemas en las universidades. ¿No crees que eso se deba, en el caso de lo peruano, a la falta de una institución literaria? Como institución, la literatura peruana no ha llegado a consolidarse...

Ese es un buen punto de vista. Sí, todavía la literatura no está suficientemente institucionalizada. Por qué no lo está: porque no ha ingresado a las casas. Una vez ingresó con Populibros: por ahí quedó demostrado que es posible ingresar si se abarata el libro y se vuelve una costumbre, como en Colombia. Leer no es sólo un acto esporádico, sino una institución: se lee porque es una forma de llegar a ciertas cosas. Se leen aunque sea para conocerse entre ellos. Eso todavía en el Perú no se hace. Los últimos gobiernos, incluyendo el de Belaúnde, son verdaderamente analfabetos.

¿Pero no será una política hacer analfabeta a la gente?

Sí, es también una política. Pero no los creo capaces de ser tan maquiavélicos, ¿sabes por qué? Porque Maquiavelo era muy inteligente. Él mismo aclaró que el príncipe utilizaba a veces la crueldad, la astucia o la intriga, pero no era para destruir a los seres humanos, quizás para estudiar al enemigo, pero no para acabar con la humanidad.

Lo que está pasando aquí es que no les interesa, no forma parte de sus apetitos. Es como quererle dar a un perro un plato que nosotros amamos mucho: arroz con pato (risas). Qué le importa al perro si es arroz con pato, lo que quiere es comida. No saben, no tienen capacidad para saber qué cosa es la cultura. Es un problema que se viene arrastrando durante todo el siglo XX. Ha ocurrido una total ignorancia de lo que es la cultura.

Por eso es que los escritores y poetas se van...

Pero no sé por qué, porque a donde van tampoco hay más cultura. Existe una cultura del libro y del cine, lógicamente, porque son lugares donde predomina el mercado; pero ellos van a buscar qué cosa. No los van a editar. No van a hacer películas. Se la pasan metidos en cine clubes o filmotecas. No entiendo. Sinceramente, se produce una especie de perversión, no en el sentido de maldad, de qué cosa es cultura. La cultura no se “busca” yéndote fuera; tampoco se la encuentra quedándote acá. Cultura es muchas otras cosas. Aquí el problema se hace complicado porque para mí todo ser humano es culto. Todo ser humano, sin excepciones. Hasta el borrachín de la esquina posee una cultura alcohólica que yo la ignoro y podríamos estar hablando horas de qué cosa es, por ejemplo, “espérame en el suelo”. Cómo lo hace, cuántas dosis puede aguantar... (risas).

El problema es que no se han abierto, mediante la educación, horizontes suficientemente atractivos y democráticos que deban tener pago salarial, jornal, estipendio, asignatura u óbolo —llámalo como quieras— por estudiar algo que la demás gente no le presta importancia. En Europa, por ejemplo, los centros de altos estudios superiores vienen aparentemente estudiando las diferencias entre lexema, morfema y semema. “Ah, qué estupidez, yo no como con eso...”. Por favor, eso permite justamente que se puedan establecer un montón de otras relaciones. La ignorancia de los gobiernos peruanos sobre la importancia de la cultura radica primeramente en la ignorancia del país en que viven, el desinterés total del país en el que viven, que se refleja en los jóvenes, al no tener oportunidad de trabajar en el país en que viven se van al país en que no viven, donde los van a tratar como peruanos de 20º categoría. Qué les van a dar plata para que investiguen. Te permitirá vivir bien a nivel de lavaplatos o quizás de médico, pero qué médico. No te van a dar un hospital ni te dejarán subir en el escalafón, hasta un punto. No te ponen al mando. Si es un gran capo, se quedan con él, no lo regresan al Perú. En cambio, los indios que estudiaron durante 20 años computación volvieron y están haciendo los programas en la India.

Eso nos lleva a que no hay política: no hay política cultural, no hay política de Estado, de inversión, de la minería, de riego, de aguas. No hay política de nada. Cómo se pueden llamar políticos en este país aquellas personas que son verdaderamente analfabetas.

 

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