0

 

 

Vallejo va acercándose –vacilantemente o no– al desmontaje de la lógica o razón patriarcal –al desmontaje de la falocracia occidental

____________________________________________________________

César Vallejo o esa manera de caminar
por los trapecios (1)

por Laura M. Martins

 

Y hembra es el alma de la ausente.
Y hembra es el alma mía.
Trilce IX

Para escribir no hay más escuela que el sufrimiento.
Kafka

Hay nombres que pueden asociarse de un modo u otro a César Vallejo. Kafka cuyos textos siempre nos hablan de la relación entre el Estado y sus regímenes de coacción, que exhiben un Estado penal o criminal y la violencia que genera. Munch con El grito donde ese ser asexuado nos interpela con su alarido de colores extremos y líneas zigzagueantes. Artaud, un poeta proferidor de “verdades inauditas” que, como diría Rozitchner, “en el desborde de su cuerpo fragmentado buscaba una racionalidad nueva” (395), un poeta reflexivo que se enfrentó, desde sus propias oscuridades y delirios, a la razón occidental (Rozitchner 395). Kafka, Munch, Artaud incluso Buñuel se vinculan, de un modo u otro, a Vallejo: analogías o reciprocidades que los emparentan, entre otras razones, a partir del momento en que Vallejo, en Trilce , nombra occidente pero con “x” (“oxidente”) dejando caer la herrumbre, ese orín del hierro que definiría la corroída racionalidad de esa gran maquinaria de destrucción y exterminio que es, precisamente, el Occidente.

La postura vital y estética de Vallejo surge y se nutre del desdén por lo ubicuo, lo fijo y la rigidez improductiva de las clasificaciones. Ya se sabe: el carácter anti-institucional (Ballón Aguirre X) de su escritura no se aviene al sentido común de los consumidores, no busca el éxito, pero sí requiere de la facultad interpretativa de la lectura un reposicionamiento y un entrenamiento a partir de la exigencia propia de un nuevo repertorio de procedimientos que ha ampliado, en primer lugar, las posibilidades de la escritura.

Me propongo volver a Trilce (1922) , volver –en rigor de verdad– al poema IX y, en particular, al XIV, para dar cuenta de la reticencia de sus textos a dejarse atrapar en una lectura que no sea ella misma desestructuradora –una lectura que asiste a un desfile incesante de despojos y desmembramientos, de sensaciones abrumadoramente asociadas a la intemperie, de registros de una subjetividad lacerada a dimensiones no demasiado frecuentes en la poesía latinoamericana: nos hallamos sin duda frente a la exposición en carne viva de una conciencia atribulada; la angustia y la perplejidad aparecen como datos inescindibles de esa conciencia que habla y se habla alejada de toda tematización de la modernolatría. Como Artaud, como Kakfa, Vallejo enfrenta el problema central de nuestra época: el racionalismo capitalista triunfante y destructivo; esa conciencia racional occidental vaciada de relaciones sensibles.

La literatura se ubica “del lado de lo informe, o de lo inacabado” como afirmó Deleuze (13) porque escribir para el filósofo francés “es un asunto de devenir, siempre en vías de hacerse, y que desborda toda materia vivible o vivida” (13). El fin último de la literatura radicaría en liberar en el delirio una posibilidad de vida (Deleuze 18). Lo que hace la literatura surge con más evidencia en la lengua: como sostiene Deleuze mismo citando a Proust y que bien puede aplicarse con justeza a Vallejo, “[...] allí [la literatura] traza precisamente una suerte de lengua extranjera, que no es una lengua distinta, ni un dialecto regional recuperado, sino un devenir-otro de la lengua, una aminoración de esa lengua mayor, un delirio que se apodera de ella, […] que se escapa del sistema dominante” (18). En efecto, Vallejo con su creación fonética, lexical y sus desgarros sintácticos se instala lejos del equilibrio, arrastra la lengua por otros andariveles (cuestión ésta que voy a retomar luego a propósito del tercer verso del poema XIV). Pero si, por un lado, la lengua es un asunto de devenir, por el otro, la experiencia erótica –como uno de los núcleos temáticos organizadores de su escritura y que siempre contiene un centro inescapablemente conflictivo– puede incluir la erosión de la fijeza de las identidades de género. Si la literatura es un asunto de devenir, un delirio, una aminoración de la lengua mayor, el poema IX lo ejemplifica al deslizarse a un devenir-mujer. Hago uso aquí del concepto de “devenir” definido por Deleuze y Guattari y que el poeta argentino Perlongher retoma en “Los devenires minoritarios”: “Devenir no es transformarse en otro, sino entrar en alianza (aberrante), en contagio, en inmistión con el (lo) diferente. El devenir no va de un punto a otro, sino que entra en el ‘ entre' del medio, es ese ‘ entre' " (Perlongher 68). Lo diferente es la mujer. Y el devenir-mujer cuestionaría lo social moldeado y dominado por la subjetividad masculina.

Y hembra es el alma de la ausente.

Y hembra es el alma mía.

son los versos que cierran el poema IX. Y este último verso, “Y hembra es el alma mía”, resaltado por su misma condición de verso final, expone o, más bien, se revela impúdico en el sentido de falta-de-pudor, porque más que demostrar, muestra, se exhibe, se deja ver: un sujeto masculino cuya alma ha devenido hembra. Si por una parte esta masculinidad se vuelve vulnerable o vulnerada por la válvula que se abre en “suculenta recepción” (versos 2 y 3), por la otra, hay, como certeramente sostiene Reisz –una de las lectoras más agudas de Vallejo– “[...] otras razones que admiten al menos una fundamentación intersubjetiva [...]: 1) la conciencia de la diferencia genérica y de su carácter aleatorio, 2) la vulnerabilidad de la posición masculina y 3) la ansiedad por su posible pérdida en el gran naufragio de identidades de una experiencia erótica sin polo dominante o con polo dominante intercambiable” ( Voces 190). Vallejo va acercándose –vacilantemente o no– al desmontaje de la lógica o razón patriarcal –al desmontaje de la falocracia occidental– y, al mismo tiempo, tal permutación de identidades o formas que no tienen por qué ser fijas porque seguirían precisamente encastradas en esa misma lógica, enuncia una posición frente al hecho de que no somos unívocos; somos, en todo caso, múltiples, más o menos simultáneos, nunca definitivos. Lo que bien sabía Vallejo es que no hay garantías del yo, que estamos traspasados por fugas, por devenires.

La poética vallejiana busca violentar formas a través de la fractura, el quiebre, el desvío, el corte; busca, asimismo, estar en el “entre”, ser ese “entre”. Después de leer con detenimiento el poema XIV (2) se torna más que evidente que ciertos conectivos como la conjunción adversativa “ pero ” resaltados en los dos últimos versos (Pero he venido de Trujillo a Lima./Pero gano un sueldo de cinco soles.), supondrían –hablando en términos lógicos– la expresión de la contrariedad, la oposición parcial o total de los elementos (o juicios) coordinados. El significado restrictivo que impone la contrariedad implicada en esa conjunción (sirva como otro ejemplo: “no tenía dinero, pero supo arreglarse”, Gili Gaya, 281ss), incluso con su emplazamiento al inicio de las proposiciones para anunciar alguna restricción al sentido general de lo que se ha dicho antes, no aparece claro, no se puede dilucidar con exactitud cuál es la contrariedad que une una situación autobiográfica (la del hablante) con una secuencia enumerativa aparentemente inconexa (versos 3 a 7). Las apreciaciones hechas respecto de la conjunción anterior se pueden desplazar hacia el conectivo con valor conjuntivo “ cual ” que inicia el poema. Echar mano de “cual” para establecer una comparación ya supone un efecto de extrañamiento, un acto de alejamiento debido a su empleo muy poco corriente, a su dejo arcaico aun en las primeras décadas del siglo XX; pero, más interesante que este aserto, resulta señalar que el juego binario implícito en toda comparación se presenta aquí mutilado ya que no es posible instaurar o re-instaurar el primer término de la relación comparativa. Tampoco es posible el develamiento de lo que implica la “explicación” así como restaurar el vínculo probable que existe entre ese acto y los enunciados que le siguen. Asimismo, no puede efectuarse la reposición de la referencia ocasional –orientada siempre por circunstancias lingüísticas– de todo pronombre (en este caso los demostrativos esto , esa , esos , etc.). El hilo del discurso no permite esa reconstrucción. Sí, en cambio, autoriza a presumir que el uso de los deícticos supone un coloquio, una situación conversacional en la que uno de los miembros está callado: borroso receptor implícito que también se sumerge dentro de las coordenadas de lo inconexo.

En el verso 2 “Esto me lacera de tempranía” en cuyo final si se intercambiara el punto por los dos puntos, equivaldría a considerar que el referente (lingüístico) de esto es lo que sigue en el texto: la situación de padecimiento (“me lacera”) conectada con “Esa manera de caminar por los trapecios”, “Esos corajosos brutos como postizos”, etc. Si se admite que los versos 3 al 7 funcionan como una forma declarativa del verso 2 (al reponer los dos puntos después de tempranía), se advierte que sólo dos oraciones “Absurdo” y “Demencia” contienen una sola palabra. Se sabe: toda oración es una unidad de atención por parte del hablante; estas unidades de atención son también unidades de sentido con las cuales declaramos, deseamos, etc. La paradoja aquí radica en que las únicas oraciones que declaran el desatino, lo irracional, la locura contienen una sola palabra, esto es, que la unidad de sentido se focaliza en esa inalienable única palabra, sin posibilidad de desintegración, de separación (Higgins 217-241). Las unidades de sentido que contienen la indivisibilidad son precisamente aquellas que denotan la discordia, la desavenencia.

__________________________

(1) Presenté una primerísima versión de este trabajo, “César Vallejo: la autonomía como moral (sobre el poema XIV de Trilce)”, en el III Congreso Internacional de Poética y Poesía: Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, Puebla, México. Octubre 21-25 de 2002.
(2) Transcribo el poema XIV y numero sus versos para facilitar la lectura:
                        1  Cual mi explicación.
                        2  Esto me lacera de tempranía.

                        3  Esa manera de caminar por los trapecios.
                        4  Esos corajosos brutos como postizos.
                        5  Esa goma que pega el azogue al adentro.
                        6  Esas posaderas sentadas para arriba.
                        7  Ese no puede ser, sido.
                        8  Absurdo.
                        9  Demencia.

                        10 Pero he venido de Trujillo a Lima.
                        11 Pero gano un sueldo de cinco soles.

 

home / página 1 de 3

contacto | quiénes somos | colaboraciones | legal | libro de visitas | enlaces | © el hablador, 2003-2006 | ISSN: 1729-1763
:: Hosting provisto por Hosting Peru ::
Hosting