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No es imposible que Walter Benjamin tomara estos referentes para consolidar su pensamiento. Lo que realmente llama la atención es que una obra tan magnífica como la suya haya sido erigida sobre la base no del dato preciso, sino a la sombra del espíritu de una cultura que, por lo demás, no conocía a profundidad.

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Walter Benjamín: los cuarenta y nueve peldaños de una ilusión

por Andrés Piñeiro Mayorga

 

En Berlín, el 12 de julio de 1892, en el seno de una familia judía acomodada, nace Walter Bendix Schönflies Benjamin, uno de los filósofos más notables del siglo XX. El joven Benjamin inicia sus estudios de filosofía en las universidades de Berlín y Friburgo y los concluye en la Universidad de Berna, Suiza, en donde obtiene la licenciatura con su tesis El concepto de crítica de arte en el romanticismo alemán (1918).

La década del veinte verá aparecer la traducción al alemán hecha por nuestro autor de los Cuadernos parisienses de Charles Baudelare. También, Las afinidades electivas de Goethe; Sobre los orígenes del drama barroco alemán; Dirección única y El surrealismo. La última instantánea de la inteligencia europea.  En la década del treinta, su producción no será menos intensa. Aparecen su magnífico ensayo La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica y Personajes alemanes. Una secuencia de cartas. Se encuentra traduciendo En busca del tiempo perdido de Marcel Proust. Publica diversos artículos sobre Brecht, Valéry, Kafka, Gide, Krauss, entre otros.

A finales de dicha década Benjamin está escribiendo en la Biblioteca Nacional de París lo que sería su obra fundamental: El Libro de los pasajes. Gran parte de este texto, que analiza la relación entre los cambios arquitectónicos en una ciudad y sus nuevas formas de vida, fue a parar a manos del filósofo francés George Bataille, director de dicha biblioteca. La ocupación nazi en Francia lo obliga a intentar una huída a los Estados Unidos, teniendo como primer obstáculo su paso por los Pirineos. En la frontera franco-española es detenido por la policía de España y obligado a regresar al hotel donde se encontraba instalado. La noche del 26 de setiembre, ante la imposibilidad de pasar la frontera,  Benjamin se suicida ingiriendo doce pastillas de morfina.    

En la década del cincuenta aparecen, póstumamente, Infancia en Berlín, 1892-1900 e Iluminaciones. Así mismo, las cartas de Benjamin a dos de sus amigos entrañables: Theodor Adorno –uno de los fundadores de la Escuela de Francfort- y Gershom Scholem –uno de los estudiosos más importantes de la mística judía de todos los tiempos-. En lo que sigue nos gustaría detenernos en un punto capital para entender el pensamiento de Walter Benjamin: la influencia de la cultura judía en su obra.
En una carta dirigida al crítico literario Max Rychner, fechada el 7 de marzo de 1931, Walter Benjamin escribe:

Y si es que entonces lo debo pronunciar en unas palabras: yo nunca he podido investigar y pensar de otra manera que de una: en un sentido teológico, si es que así lo debo expresar; es decir, en armonía con la enseñanza talmúdica de los cuarenta y nueve niveles de sentido de cada posición de la Torá.

Sin embargo, en el Talmud no encontramos enseñanza alguna referida a los cuarenta y nueve niveles de significado de la Torá. Entonces, cabe preguntarse, ¿se propuso el autor del Libro de los pasajes caminar por los cuarenta y nueve peldaños de una ilusión? Así mismo, llama la atención que pensadores de la talla de Gershom Scholem y George Steiner no hayan reparado sobre tamaño error conceptual de Benjamin.

El Talmud –libro que recopila las leyes y tradiciones judías- y en la Torá –denominación hebrea de los primeros cinco libros del Antiguo Testamento, que contiene el cuerpo de la ley judía- podemos apreciar algunas referencias a los cuarenta y nueve niveles de una celebración. Por ejemplo, la Fiesta de Shavuot o Cuenta de Omer contempla simbólicamente los cuarenta y nueve días que van desde la entrega de la gavilla hasta la recepción de la Torá. Se trata de un camino ascendente que se inicia en el mes de Nisán y termina en el de Shavout. Así, en Levítico 23; 15-23 leemos:

Contaréis siete semanas enteras a partir del día siguiente al sábado, desde el día en que habréis llevado la gavilla de la ofrenda mecida; hasta el día siguiente al séptimo, contaréis cincuenta días y entonces ofreceréis a Yahveh una oblación nueva.

En otros pasajes de la Torá esta celebración es llamada Fiesta de las Semanas. En la tradición judeocristiana se denomina Pentecostés. También, el Talmud es un texto de carácter exegético. Sobre el particular George Steiner nos dice:

La Gemara, los comentarios sobre la Mishna, la colección y ordenación de leyes y preceptos orales que conformaron el Talmud, y el Midrash, que es el corpus de comentario interpretativo que acompaña las Escrituras, son formal y sustantivamente interminables. El método de lectura midráshico es el de la glosa y las marginalia argumentativas, calificadas y revisionistas del texto sagrado y de las lecturas previas. La investigación hermenéutica se refiere a cada nivel de significado posible: semántico, gramatical, léxico. La memorización y el virtuosismo filológico formidablemente ejercitado ejecutan una danza del espíritu ante la parcialmente cerrada pero radiante Arca de la letra.

No es imposible que Walter Benjamin tomara estos referentes para consolidar su pensamiento. Lo que realmente llama la atención es que una obra tan magnífica como la suya haya sido erigida sobre la base no del dato preciso, sino a la sombra del espíritu de una cultura que, por lo demás, no conocía a profundidad.

 

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