lo
que me gusta de un relato no es directamente su contenido
ni
su estructura sino más bien las rasgaduras
que le impongo a su bella envoltura: corro y salto,
levanto la cabeza y vuelvo a sumergirme.
Roland
Barthes
Lo
que me llevó al análisis de esta novela
de Luis Loayza fue una frase asombrosa que leí
en La generación del 50: un mundo dividido
de Miguel Gutiérrez; al referirse a Una
piel de serpiente este autor declara: "una
de las novelas más aburridas de la literatura
peruana" (p. 110). La sentencia me pareció
por lo menos sorprendente debido a que, por ejemplo,
en una encuesta publicada por la revista Hueso
Húmero Nº 3, Loayza es considerado
uno de los diez prosistas preferidos de las letras
peruanas. Por otro lado, en el debate Narración
y poesía en el Perú casi de pasada se
menciona a Loayza para indicar que él: 1) es
un avaro con la literatura, sabe que tiene poder sobre
ella pero no le interesa publicar. Su relación
con el público es "muy distinta a la de
Vargas Llosa"; Loayza es "un caso aislado"
(Marco Martos); 2) prescinde de las corrientes nuevas:
cuando todos se complicaban, él se simplificaba,
cuando todos se hacían barrocos, él
se hacía clásico (A. Oquendo); 3) no
escribe sobre los grandes temas sociales, demuestra
que el éxito no es la piedra de toque de una
obra de arte (Washington Delgado). Y en su Historia
de la literatura republicana el mismo Delgado declara,
esta vez específicamente sobre Una piel
de serpiente, que dicha novela es virtuosa en
"contención, limpidez y espíritu
poético".
En
general, este tipo de valoraciones se caracteriza
por no comprometerse demasiado con el autor y su obra,
por mantenerse en una prudente distancia. El asunto
es interesante como ejemplo de un viejo problema:
la relación entre un texto y una comunidad
literaria. Hay aquí una suerte de tensa transacción
en donde ambas partes negocian a partir de propios
intereses y cuyo resultado es a veces el éxito
de la obra en cuestión. Pero a veces no, este
parece ser el caso de Una piel de serpiente.
No
obstante, la frase que me puso en el camino definitivo
de este trabajo fue otra de Gutiérrez en el
mismo ensayo, esta vez en relación con el
nouveau roman francés, declarando que su
poética produjo "libros exquisitos y atrozmente
aburridos" . . .
(p. 150). Frase que me parece nos da la síntesis
de los dos tipos de valoraciones que se ha enunciado
con respecto de la novela de Loayza y que me llevó
a relacionar, de manera que en principio me pudo parecer
disparatada, las normas estéticas del Nouveau
roman con Una piel de serpiente. Digo me
pudo parecer, porque recientemente descubrí
que mi intento ya tenía un antecesor. Me refiero
a Wolfgang Luchting, en un texto llamado "El
caso de Luis Loayza" en su libro Pasos a desnivel.
Pero el crítico no se detiene en este cotejo,
que le parece superficial; el estilo de la nueva novela
francesa sería para él una "moda"
que Loayza habría seguido. Más aún,
dicho contraste se diluye en la monografía
de Luchting puesto que en ella realiza, más
bien, un análisis psicológico de personajes,
el cual está totalmente reñido con la
propuesta poética francesa en cuestión.
Lo
que pretendo es demostrar una lectura, realmente comparativa
y no sólo intuitiva como la del crítico
citado, que permita articular ambos textos (la
novela y la poética) con la función
de darle a Una piel de serpiente una distinta
y más consistente valoración.
Para
comprender mejor esta relación debemos recordar
unas categorías, clásicas ya en la narratología,
de Gerard Genette y que son el relato opuesto al discurso
y la narración opuesta a la descripción.
Para Genette el discurso es una categoría más
general y natural como uso del lenguaje, caracterizado
por la referencia a la categoría de persona,
"yo", quien enuncia el discurso; mientras
que el relato se caracteriza por la objetividad o
la ausencia de toda referencia al narrador. En el
interior del relato tenemos la oposición narración/descripción.
La primera definible a través del cambio y
lo temporal, la segunda relacionada con la inamovilidad
y lo espacial. Lo que propongo para la novela de Loayza
es no solo la preponderancia del relato sobre el discurso,
sino también la de la descripción sobre
la narración. Esta última preeminencia
la que supone el trastrocamiento de una tradicional
jerarquización la proponemos no a partir
de una valoración cuantitativa (es decir no
es tan exacto que haya más descripciones que
narración, incluso existen más diálogos
que cualquier otra cosa, cuestión que corrobora
en general la preponderancia del relato sobre el discurso),
sino desde la importancia que las descripciones adquieren
al ser comparadas con los anodinos sucesos de la novela.
Fijémonos en esta descripción después
de un diálogo intrascendente entre el protagonista
y Carmen:
Del
costado efímero y cóncavo de las olas,
de la tersa piel del agua, se producía, como
respiración, el frío vaho de la neblina
que avanzaba sobre el establecimiento de baños,
hecho de cemento, cubierto de una pátina
viscosa que no llega a ser musgo. La neblina lo
rodeaba, lo invadía, pasaba a través
de él, el viento la elevaba sin ruido, la
hacía ascender los acantilados como un fantasma,
subir la quebrada cuya sombra llenaba de una sombra
de blancura, el suave viento lleno de sal que viene
del océano llevaba hasta la ciudad la legión
transparente y silenciosa de la neblina
(1).
Tal
vez este sea el motivo por el cual Miguel Gutiérrez
haya encontrado aburridísima a la novela. Los
hechos aquí no parecen desembocar en nada,
no proporcionan ninguna intensificación hacia
el clímax o se distienden antes de siquiera
esbozarse como crisis. Por el contrario, hay una minuciosidad
intensa en las descripciones que en muchas ocasiones
por no decir en todas nada proporcionan
al enriquecimiento de la trama, no son indicios, parecen
rellenos cuya única significación es
la de no tenerla dentro de la unidad de la novela.
Lo que propongo es que tales descripciones adquieren
significación fuera de esos límites,
es decir en un texto mayor, quepretendería
incluir a Una piel..., y podemos llamar "la
poética del nouveau roman".
Pero
¿qué sentido tiene este elemento de
la descripción en dicha poética? En
primer término, "se reclama del lector
y del espectador la principal cualidad de un espíritu
atento, que es el asombro en cuanto resultado de una
separación sentida y querida como tal"
(Janvier, p.55). Por su parte Robbe-Grillet escribe
en su primer manifiesto publicado en La Nouvelle
Revue Francaise:
"En
la primitiva novela, los objetos y los gestos que
formaban la esencia del argumento desaparecieron
del todo
por ser reemplazados por su pura significación;
una silla vacía no era más que una
ausencia o una espera; una mano sobre un hombro
era solo una señal de simpatía; los
barrotes de hierro en una ventana significaban nada
más que la imposibilidad de la evasión...
Pero ahora vemos la silla, el movimiento de la mano
y la forma de los barrotes. Su significación
permanece notoria, pero en lugar de monopolizar
nuestra atención. Parece ser un agregado,
hasta una cosa superflua, porque lo que nos impresiona
persiste en el recuerdo y prueba ser esencial e
irreductible a las vagas nociones mentales; son
los gestos mismos, los objetos, los movimientos
y los perfiles hacia los cuales la realidad se ha
visto restituida en forma súbita e involuntaria
por el hecho de ser fotografiadas" [citado
por Weightman, p.272].
Tal es el marco poético y conceptual en el
que se incluye el problema de la descripción.
Según Genett ésta ha tenido tradicionalmente
dos funciones una decorativa y otra explicativa de
la psicología de los personajes. Lo que sucede
en la novela de Loayza es que las descripciones no
parecen cumplir con ninguna de las dos funciones aludidas
y, de otro lado, parten siempre de la perspectiva
del personaje principal, Juan. Es decir, son subjetivas
pero no por ello psicologizantes; su modo de existir
tiene que ver más con un intento y propuesta
del nouveau roman, "el esfuerzo radical
de constatar el mundo y dejarlo aparecer por sí
mismo". Observemos la descripción de algunos
objetos:
Juan
fue hasta el otro lado del comedor, se detuvo ante
una vitrina y miró unos objetos de porcelana,
un pequeño pueblo de seres helados y elegantes
(
) Fue hasta la ventana: un jardín
interior se revelaba en el aire más fresco,
en el movimiento de las hojas, en sombra de arbustos
que señalaban la distancia con su presencia
tenue (p. 35).
Ludovic
Janvier en Una palabra exigente nos dice: "El
'hacia afuera' no puede existir más que en
esta búsqueda que lo ocasiona y le hace eco:
el mundo es la búsqueda del propio mundo, que
se nos ofrece y se hace por medio de la escritura,
aún a pesar de que la escritura, en sí
misma, no puede remitirnos sino a la creación
de la que es responsable" (pp. 57-58). Las descripciones
en este sentido, tanto en Una piel... como
en la poética del nouveau roman, pretenden
una objetividad que supone al sujeto como insoslayable
punto de focalización, pero que rechaza lo
más posible cualquier otra intervención
suya. Es, pues, una perspectiva subjetiva, el mundo
se elabora en su observación, dicho mundo está
en el intento de asirlo.
Otro
elemento que permite conectar la nueva novela francesa
con la novela del peruano, y que está directamente
relacionado con el anterior de la descripción,
es ese intento de ir contra la "heroecentricidad"
de la novela tradicional. Janvier nos dice: "los
historiadores han conseguido hacer que los crédulos
conciban a la historia como impulsada por golpes de
genio de unos cuantos individuos ejemplares"
(p.18), como ocurre en las historias de Julián
Sorel o de Don Quijote, pero con la diferencia de
que estos sucumben bajo el peso de su mundo, aunque
contaminándolo de personaje; en otras palabras,
el mundo, en esta concepción de la historia,
no aparece sino para llevarnos hasta su centro que
es el individuo.
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(1)
Desde ahora consignaremos solo
la numeración de la edición que se incluye
en la bibliografía. En este caso: pp. 24 -
25.
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