Andersen era un escritor meticuloso, que reescribía muchas veces cada pieza, pues pensaba que tenían que ser leídas en voz alta, como si fueran dichas por un cuentacuentos.

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Hans Christian Andersen

por Aída E. Marcuse

 

Hans Christian Andersen nació en Odense, un pueblo de Dinamarca, en abril de 1805 y murió en 1875. De familia pobre, vivía en un cuarto pequeño, que también servía de taller a su padre, quien era zapatero. Al padre le gustaba leer, y le leía los pocos libros que poseía, entre ellos, Las mil y una noches.

Hans Christian era un niño soñador, solitario y retraído. Rara vez jugaba con otros niños, y prefería quedarse encerrado, jugando con el teatro de títeres que su padre le había construido, haciendo vestidos para sus muñecas, y contándose historias que él mismo inventaba o adaptaba de las que escuchaba a su alrededor. A veces se paseaba por el cuarto con los ojos cerrados, y trataba de imaginar que era ciego. Tenía una voz muy hermosa, y le gustaba cantar. Una maestra vieja le enseñó a leer y escribir. Cuando lo enviaron a la escuela, los demás niños se mofaron de él, y Hans Christian les pidió a sus padres que lo cambiaran de colegio. Como era hijo único y lo mimaban lo más que podían, sus padres concedieron este pedido y lo enviaron a otra escuela. Su abuela cuidaba el jardín del manicomio de Odense, y a veces lo llevaba con ella. Al niño le gustaba acompañarla porque esos días recibía más y mejor comida que en su casa. En el manicomio, además, había una sala donde las mujeres hilaban, y en ella Hans Christian pasaba las horas escuchando los cuentos que contaban las hilanderas. Esos cuentos lo asustaban tanto, que después no se atrevía a salir a la calle de noche. Otras las aprendió de las campesinas que cosechaban lúpulo en los campos cercanos.

Cuando todavía era niño, su padre murió y él y su madre quedaron solos y desvalidos. Su madre se hizo lavandera para mantenerlos a ambos.
Con el tiempo, la madre volvió a casarse, esta vez, con un artesano. La familia del esposo consideraba que había hecho un mal matrimonio, y no quiso recibirla, y tampoco a su hijo. El nuevo marido, además, no quería encargarse de la educación del niño. Pero en Odense vivía la viuda de un pastor protestante que había sido un poeta conocido, y ella lo acogió en su casa y le brindó su cariño. En la biblioteca del pastor leyó los libros de Shakespeare, y después, entusiasmado, Hans Christian actuaba los personajes de las obras. Cuantas más personas morían en una obra, más interesante le parecía, y pronto empezó a escribir él también. Su primera obra fue una tragedia a la manera de Shakespeare, Abor y Elvira. Su madre alguna vez pensó que ya que a su hijo le gustaba tanto coser, sería un buen sastre. Pero esta perspectiva no lo atraía para nada. Por suerte para él, su excelente voz hizo que lo invitaran a cantar y recitar poesías algunas familias distinguidas del lugar. Cuando cumplió catorce años, su madre consintió en dejarlo ir a Copenhague, después de consultar a una adivina que le dijo que allí Hans Christian se convertiría en un hombre famoso, que daría renombre a la ciudad de Odense. Hans, además de una hermosa voz y saberse de memoria las poesías y piezas de teatro que había leído, tenía también una fe enorme en su propio talento, y hasta pensaba que él era una persona de genio.

Al poco tiempo empezó a escribir los cuentos que había escuchado en Odense cuando era niño. Eran historias sencillas, y los personajes eran esquemáticos, como en todos los cuentos de hadas, y representaban una cualidad, un defecto, lo bueno o lo malo, sin profundidad psicológico. Lo importante en estos cuentos eran la acción y la historia en sí. Andersen era un escritor meticuloso, que reescribía muchas veces cada pieza, pues pensaba que tenían que ser leídas en voz alta, como si fueran dichas por un cuentacuentos.

Andersen fue el último de los grandes contadores de cuentos de hadas. Éstos y los cuentos folclóricos ocurren en el mundo real, por más exótico que parezca el entorno en que suceden. Aunque los personajes sean brujas, sirenas, gnomos o magos, ellos no son productos de la imaginación, son tan reales como las princesas y los campesinos. Incluso puede decirse que su propia vida fue un cuento de hadas. Nacido en la pobreza más extrema, logró ir a Copenhague y, a base de fe en sí mismo y talento, conquistar para sí un lugar importante y definitivo en el mundo. No era un coleccionista de cuentos folclóricos o de hadas, como los hermanos Grimm, a quienes admiraba. Era un creador, e inventó muchas de sus más famosas historias, como La sirenita , El soldadito de plomo y El patito feo. El traje nuevo del emperador lo adaptó de un cuento español de Don Juan Manuel (1277-1347). Curiosamente, este cuento también fue adaptado por Cervantes en sus Entremeses.

El éxito enorme que tuvieron sus cuentos de hadas opacó la importancia de sus otras obras. Andersen experimentó con distintos estilos literarios, pues pensaba que cada obra debía tener su propia expresión. La sombra está escrita en un estilo precursor al de Kafka, y su último cuento, El dolor de muelas de mi tía, también es extrañamente moderno, una fantasía psicológica muy distinta a la literatura de la época en que fue escrita. La prosa de Andersen es entrecortada y abrupta, y eso es parte de su encanto.
Desde muy joven, Andersen estuvo obsesionado con contar su vida, en parte porque ésta había pasado en el anonimato hasta que sus cuentos lo hicieron famoso y lo llevaron de la extrema pobreza en que había nacido a la fortuna que siempre ambicionó. Empezó la tarea en 1830, a los 25 años, antes de emprender viaje a Francia e Italia. En aquellos tiempos en que cada viaje era una aventura, temiendo que podía no regresar vivo, dejó instrucciones para que la publicaran en caso en que él hubiera muerto. En 1855, cuando sus cuentos de hadas lo habían hecho famoso, escribió otra autobiografía en Dinamarca, y en 1868, otra más, para la edición americana de sus obras completas. De sí mismo, Andersen nos dice: "Mi vida es una historia encantadora, feliz y llena de incidentes".

Todos sabemos que no lo fue, y que solamente su esfuerzo, su constancia, su capacidad de trabajo y su decisión de salir adelante, alimentados por su fe en sí mismo, fueron quienes lo convirtieron, del hijo de un pobre zapatero remendón, en el escritor de cuentos de hadas más famoso del mundo. Y el más querido por los niños, que se reconocen en él, en su patito feo, y en cada uno de los cuentos que les legó.

© Aída E. Marcuse, 2005

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Aída E. Marcuse: (Montevideo-Uruguay) . Estudió en el Instituto Normal de Montevideo, el Instituto Artigas de Montevideo (Historia y Literatura), Bachillerato de Derecho en la Universidad Nacional. Es escritora y traductora literaria. Muchas de sus traducciones, como las de los libros del Dr. Seuss, Green Eggs and Ham, The Lorax y Oh, the Places you´ll Go!, han recibido 5 Estrellas por parte de Amazon.com y Borders. Tiene publicados 24 libros, la mayoría para niños.

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Para citar este documento: http://www.elhablador.com/marcuse1.htm


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