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6.
La blanca suciedad
La
vaporosidad y la blancura son cualidades que aparecen
reiteradas en la escena que despierta la obsesión
de Perico por los merengues: “conservaba viva
la imagen de varios chicos que se los llevaban a la
boca como si fueran copos de nieve, ensuciándose
los corbatines”. Los merengues como los “copos
de nieve” son suaves, ligeros, aéreos,
pero sobre todo blancos. Blanco es color que señala
una superficie que no muestra mezclas ni manchas, como
ya lo dijimos, y en ese sentido se emparienta con lo
“puro”, que es lo límpido y lo exento
de mixturas. Lo límpido se relaciona con lo limpio,
que aparece manifiesto en la ropa de los niños
que se ensucian con el polvo blanco de los merengues
triturados. Y está también presente en
la claridad del escenario en el que aparecen los merengues.
La claridad de este escenario se hace manifiesta por
vía de consecuencia en contraste con los espacios
donde dicho personaje habita, en “esos callejones
de Santa Cruz”, que pueden asociarse con lo oscuro
y lo estrecho.
Los merengues, por otra parte, debido a su consistencia
se desmenuzan fácilmente y sus fragmentos se
esparcen ensuciando con blancura. La suciedad blanca
que produce el desmenuzamiento de los merengues funciona
como una ironía: lo sucio y mezclado que se acomodan
hipoiconicamente con lo negro aparecen gracias a ella
unidas a lo blanco, que se conecta con la limpieza y
lo puro. Lo blanco que es fondo se convierte en mancha
que se mezcla, mientras que lo negro que se relaciona
con la mancha, pasa a ser fondo. Por virtud de esa ironía
se plantea la posibilidad de que lo blanco manche esparciendo
y mezclando su pureza y su perfección sobre lo
negro. Revés burlón de la mancha oscura
que propaga y mezcla sus impurezas e imperfecciones
sobre lo blanco.
7.
Lo aéreo y lo terrestre
La propiedad aérea de los merengues, que hemos
dejado sin explicar, no surge sólo de la analogía
que se establece con los “copos de nieve”,
que, dicho sea de paso, es una analogía metafórica,
sino sobre todo de las analogías que ocurren
entre las propiedades que caracterizan a los propios
merengues y que Perico en tanto observador sensible
reúne en la experiencia perceptiva que tiene
con los dulces. Lo aéreo, en efecto, se acomoda
a la inconsistencia, a la suavidad, a la densidad difusa
de los merengues. Esas son cualidades o facetas que
aparecen con las partículas que resultan de su
fragmentación, que también están
caracterizadas por tener un peso de gravedad muy bajo,
propiedad esta última que permite la caída
lenta que da la impresión de suspensión
en el aire, impresión que queda subrayada si
se la opone al carácter terrestre que posee el
pan de yema, tal como sale a relucir en el siguiente
pasaje:
“un
día, la hija del pastelero le regalón
un pan de yema que estaba un poco duro.
— ¡Empara!— dijo, aventándolo
por encima del mostrador. El tuvo que hacer un gran
esfuerzo a pesar de lo cual cayó el pan al
suelo y, al recogerlo, se acordó súbitamente
de su perrito, a quien el tiraba carnes masticadas,
divirtiéndose cuando de un salto las emparaba
en sus colmillos”
pasaje
que nos permite además observar que mientras
en su caída los merengues fragmentados más
o menos se sostienen en el aire y terminan en el suelo
con lentitud, el pan de yema debido a su mayor peso
de gravedad es atraído a tierra de una manera
más rápida y contundente, haciendo de
su conexión con la tierra una faceta definida
y definitiva.
En el mismo pasaje, por otro lado, el pan de yema aparece
ligado al campo de lo animal: es alimento que se da
a los perros, al contrario de lo que sucede con los
merengues, que se ajustan a lo humano o se acomodan
exclusivamente a los seres que pertenecen a ese mundo.
Puede
plantearse otra equivalencia semi-simbólica:
“merengues”
: ligereza y aéreo
:: “pan de
yema” : pesadez
y terrestre |
“merengues”
: humano ::
“pan de yema” :
animal |
8.
De lo visual a lo táctil y gustativo
Volviendo a la analogía de los merengues con
los copos de nieve en la que se destaca la blancura
y la vaporosidad, se ve en cambio que se omite la analogía
con las cualidades frígidas de los copos de nieve.
Lo frígido es cualidad no pertinente. En la experiencia
sensible de Perico dominan las cualidades visuales de
la presencia atrayente, en desmedro de sus cualidades
táctiles y de las cualidades gustativas.
Sin embargo, la cualidad de lo vaporoso se presenta
también como una cualidad perteneciente a los
modos sensibles del tacto y del sabor, que en este sentido
comporta la puesta en escena de una masticación
(una confrontación) y una asimilación
(resolución) que no sufre resistencias, ni obstáculos,
y que da lugar a una fragmentación y dispersión
del objeto, de tempo lento, lo que supone una
aplicación distendida en su trituración,
implicando sensaciones corporales de agrado y de bienestar.
En oposición, el pan de yema ofrece resistencias
y presenta obstáculos en su masticación
y asimilación, y no conduce a una fragmentación
fácil y placentera. La dureza del pan obliga
al empleo de la fuerza y las sensaciones, que se desprenden
de la aplicación de energía y de movimiento
corporal, son desagradables y mortificantes.
Los merengues constituyen una materia dúctil,
inconsistente, que no ofrece resistencias, mientras
que el pan de yema es una materia dura, consistente,
que ofrece resistencias.
De estas observaciones resultan las siguientes equivalencias:
ligero
y aéreo : placentero :: pesado y terrestre
: mortificante |
y
suavidad
: placentero :: dureza : mortificante |
9. Sensaciones internas
Podemos
proceder a una operación de reducción,
que destaque las cualidades sensibles más redundantes,
generales y fundamentales que hemos ido desprendiendo:
así retenemos por el lado de los merengues percepciones
de lo límpido, mientras que por el lado del pan
de yema percepciones de lo oscuro. Estas percepciones
envuelven a su vez sensaciones internas y carnales,
referidas a lo ligero, inconsistente y suave, que suscita
placer en el caso de los merengues, y a sensaciones
de pesadez, de consistencia y de aspereza en los desplazamientos
internos (un objeto duro se desliza y descompone en
la carne con tropiezos), que suscitan mortificación
en el caso del pan de yema.
Ligero,
inconsistente y suave |
::
|
placentero
|
pesado,
consistente y áspero |
mortificante |
10. Envolturas corporales
Esas
percepciones y sensaciones permiten definir dos envolturas
corporales y dos ámbitos carnales distintos.
Unas próximas e inmediatas a la experiencia vital
de Perico y otras lejanas y mediatas a su experiencia,
y que son percibidas por proyección.
Las primeras pertenecen al campo del cuerpo propio,
mientras que las segundas pertenece al orden de cuerpos
no propios o extraños. Los campos de lo propio
y lo no propio (lo otro) se definen
a partir de un espacio interfaz (espacio de interrelaciones
y selecciones) denominado envoltura. La envoltura para
la semiótica del discurso es una frontera de
naturaleza sensible múltiple y sincrética,
que se forma gracias al tacto y a partir del modelo
que constituye la figura de la piel que cubre el cuerpo.
En la interfaz que ocurre en el contacto con otros cuerpos,
se define una capa corporal dentro de la cual el cuerpo
se ubica a sí mismo (delimita el campo
de lo propio) respecto de aquellos cuerpos (que confina
en el campo de lo no propio). A partir de ese punto
de referencia se delimita, por otra parte, un espacio
interno donde se ubica la carne, zona de los modos sensibles
sensorio motrices a la que siguiendo a Paul Ricoeur
Jacques Fontanille llama el mi mismo (13).
Esos modos sensibles son los movimientos internos, las
palpitaciones, los estremecimientos, los temblores,
los gorjeos, etc., que pertenecen de suyo a la carne.
La envoltura corporal de Perico se hace visible a partir
de la experiencia perceptiva que tiene de los merengues
“blancos, puros, vaporosos”, que lo atraen
desde que ha visto “a varios chicos que se
los llevaban a la boca, como si fueran copos de
nieve, ensuciándose los corbatines”. Se
trata de una experiencia visual, pero también
gustativa y táctil. Aunque no directamente, Perico
siente por proyección la vivencia de un sabor,
que, sin embargo, nunca ha experimentado. De todas formas,
se trata de una cualidad sensible a la que accede por
una suerte de presentimiento. Está asociada,
sin embargo, con sensaciones y percepciones antiguas
y conocidas. La blancura, la pureza y la vaporosidad
(la limpidez e incorporeidad) de los merengues (y sus
correspondientes sensaciones internas: su ligereza,
su suavidad, su labilidad relacionadas con movimientos
internos fluidos y de ritmo espaciado) se vinculan con
un estado de ánimo de bienestar, que ha experimentado
sin duda en otras ocasiones y con respecto a presencias
similares, la de alimentos dulces y suaves que se digieren
con comodidad y placer.
La blancura, la pureza y la vaporosidad, en efecto,
pueden corresponder en la dimensión del tacto
a una consistencia (modelado) incorporal y en la dimensión
visual a lo límpido o a lo transparente. Preferimos
lo límpido por su asociación con lo claro,
lo limpio e, incluso, lo brillante, que como veremos
son cualidades que se conectan con los roles sociales
que cumplen los actores. A su vez puede observarse que
lo límpido y lo incorpóreo expresan contenidos
de ligereza, suavidad y labilidad que suscitan placer.
La envoltura se va formando en la relación corporal
que el observador establece con el mundo exterior y
se constituye a partir de experiencias sensibles en
las que no ahondaremos en esta ocasión.
En nuestro análisis hemos presentido que Perico
adivina, a partir de su propia experiencia corporal,
que los merengues son presencias que puede asimilar
de manera suave y fluida, en contraste con el pan de
yema que asimila con dificultad, sufriendo sus asperezas.
La experiencia que principalmente define el cuerpo propio
de Perico se funda en la asimilación
de presencias corpóreas y oscuras, que constituyen
la contraparte equivalente de vivencias internas de
asperezas. Mientras que el otro mundo, formado por proyección
(14)
del mundo propio, se organiza por medio de la asimilación
de presencias incorpóreas y límpidas,
que se perciben análogas a la vivencia interna
de lo suave, que no es extraña a Perico, aunque
quizás no dominante. En el mundo estrecho y oscuro
en el que vive debe frecuentar presencias alimenticias
duras y ásperas, pero debe también tener
experiencias con respecto a presencias alimenticias
suaves y blandas. Sin embargo, aunque no los tuviera
ellos pueden presentirse por una simple operación
de contraste.
Los cuerpos, por tanto, adquirirían compacidad
e identidad de acuerdo a las propiedades de las presencias
que asimilan. Tendríamos de esa manera un cuerpo
propio formado mediante el contacto con materias densas
y ásperas opuesto a otro cuerpo formado en el
contacto con materias ligeras y suaves.
Por eso los objetos que asimila Perico y que constituyen
su mundo propio, no siendo cosas placenteras ni satisfactorias,
son presencias repudiadas o rechazadas. Al contrario,
las presencias asimiladas en el otro mundo siendo cosas
que tienen una proyección placentera son presencias
atractivas. Puede precisarse de paso que al ser atractivas
por analogía deben a la vez ser sabrosas, mientras
que las cosas rechazadas deben ser desabridas.
La proyección del mundo propio en el otro mundo
empuja o determina un movimiento que va de aquel mundo
hacia este último. Un movimiento que partiendo
de un ámbito de dureza y oscuridad se dirige
hacia un ámbito de suavidad y de limpidez.
La orientación hacia el otro mundo parece por
eso estar modalizada por una suerte de obligación
o determinación. No en una selección inmediata
y voluntaria. La presencia de los merengues constituye
así una aparición que de suyo parece imponer
su fuerza atractiva.
11.
Los merengues: mejor ejemplar de pureza
Las
sensaciones que experimenta Perico en la percepción
de los merengues son excepcionales. De intensidades
placenteras muy fuertes y de extensiones muy difusas.
Se trata de una experiencia que funciona como un parangón
(15).
Por el contrario la experiencia sensible que mantiene
con el pan de yema funciona como un término de
base (16).
Las intensidades placenteras son débiles y la
extensión es concentrada. Ambas experiencias
tienen por eso un carácter representativo o simbólico,
que se condensan en las materias significantes en torno
a las cuales tienen lugar.
12. De la cosa al objeto
El otro mundo donde se ubican los merengues no es un
mundo abierto y de fácil acceso. Desde un punto
de vista sensible y perceptivo, que se traduce en movimientos
y en envolturas, ese es un universo cerrado. Aunque
a Perico percibe un espacio de cualidades blandas y
lisas, no puede acceder a él. Hay una frontera
resistente que le impide participar del disfrute de
las cosas que forman parte de ese mundo.
El lector debe tener en cuenta que el análisis
que hasta aquí llevamos a cabo intenta captar
los modos sensibles, lógicamente anteriores,
a la formación de los valores. Nos situamos en
un momento en que los presencias aun constituyen cosas
que se perciben mediante analogías y cotejos
(17)
(contrastes) basados en ajustes por similitud y en conexiones
fundadas en indicios. Los actores se mueven ante todo
operando enlaces y equivalencias de cualidades de cosas
y de cuerpos con los que entran en contacto táctil,
en primer lugar, y posteriormente en contacto olfativo,
gustativo, sensorio motor, visual y auditivo.
Por medio de esas conexiones y analogías se logran
sincretismos perceptivos gracias a los cuales se unifican
facetas o cualidades que impresionan a un observador
sensible o cuerpo propio. La unificación
consigue compactar cuerpos, a la vez que se compacta
el cuerpo propio. Por fin a partir de su identificación
como sí (envoltura continente) y como mí
mismo (contenido) puede regular las relaciones
e intercambios que establece con otros cuerpos.
Habituado a una experiencia de conexión con cosas
de materia dura y oscura, que son cuerpos resistentes,
la experiencia con los merengues ubica a Perico ante
una presencia suave y límpida, que aunque parece
fácilmente asimilable no le es asequible. Conectados
a lo transparente los merengues, sin embargo, forman
parte de un mundo infranqueable o impenetrable.
13. De lo corporal a lo social y viceversa
Es
que el acceso a los merengues no tiene un carácter
corporal. No depende de energías ni de sustancias
corporales. Depende de un mundo fundado en valores sociales.
De flujos y procesos pertenecientes a ese mundo. La
relación de Perico con los merengues, en cuanto
estos aparecen como presencias atractivas es una relación
afectiva corporal. Cuando aparece como objeto de intercambio,
la relación se torna valorativa en un sentido
cuantitativo. En la dimensión afectiva los merengues
son presencias principalmente sentidas. En la dimensión
valorativa, en cambio, los merengues aparecen como presencias
sobre todo cuantificables, se convierten en objetos.
En cuanto los merengues aparecen como objetos de valor,
Perico no puede aproximarse ni disfrutar de ellos. No
puede comprarlos, porque no sabe hacerlo, aun más
porque no es socialmente reconocido como sujeto
competente en las relaciones de intercambio y porque
no muestra signos que inscriban su cuerpo en el marco
de un posible sujeto.
Ha de repararse en que los merengues son una presencia
atractiva que toman valor porque responden a una orientación
obsesiva que hace de ellos blanco de una mira intensa
(que tiene un origen entusiasta) acompañada de
una captación restringida, en contraste con el
pan de yema que es blanco de una mira de intensidad
débil acompañada de una captación
amplia (que tiene un sustento fastidioso: fruto del
hartazgo se han convertido en objeto sin valor). Pero,
en segundo lugar, los merengues y el pan de yema tienen
valor en tanto pueden ser intercambiados por la medida
de valor universal que es el dinero. En cuanto presencia
deseada los merengues tienen un valor corporal, dependiente
de las sensaciones y las percepciones del cuerpo propio.
En cuanto es valor capaz de medirse en términos
monetarios los merengues son a su vez valores mercantiles.
Pero estos valores sólo se actualizan y se realizan
en la medida en que sus tenientes son reconocidos como
tenientes de valores de intercambio. Hay una condición
social que convierte a los sujetos en aptos para el
intercambio. No es el dinero significante que determina
la posición de sujeto (capaz de tomar de decisiones
y hacer valoraciones) sino es la posición de
sujeto la que determina el valor del dinero. La visión
según la cual el dinero es el significante primordial
o primero de todo valor es una visión impresiva
e ilusoria. La visión según la cual el
dinero es un significante cuyo valor se deriva de la
posición social de sus poseedores es, en cambio,
una visión capaz de establecer relaciones de
dependencia y de correlación entre diferentes
unidades significantes y entre ellas y los objetos a
los cuales hacen referencia. Gracias a esta visión
un actante puede ser apto para realizar adecuadas ponderaciones
y correspondencias aceptables.
El dinero, por su lado, aparece en primer lugar como
un valor, pero en cuanto no puede ser empleado como
valor de equivalencia y de intercambio, se convierte
en una presencia huera e inútil. Un resto del
que hay que desprenderse y que posiblemente pasa a formar
parte de los montones de cosas sin uso que forman los
basureros y muladares.
_____________________
(13)
Cf. Ricoeur, Paul. Sí mismo como otro. Madrid,
Siglo XXI editores, 1996 (1990). Fontanille, Jacques.
“Modes du sensible et syntaxe figurative”.
En Nouveaux Actes Semiótiques 61 –
61 – 63, 1999, Université de Limoges. Pp.1
– 68. Cf. También “Figuras semióticas
del cuerpo. La envoltura y el movimiento”. En
Nuevos horizontes de la semiótica. Universidad
de Lima. Material de lectura.
(14)
Proyectar, según el Diccionario de la Lengua
Española en su cuarta acepción es “hacer
visible sobre un cuerpo o una superficie la figura o
la sombra de otro”.
(15)
El parangón es un valor que reúne
todas las cualidades que
(16)
Echamos manos de la noción de categorización
desarrollada por Jacques Fontanille en Semiótica
del discurso. Lima, Universidad de Lima, 2001.
(17)
Son las operaciones básicas de aprehensión
del mundo de acuerdo a la semántica cognoscitiva.
Cf. Lakoff, George y Jonson, Mark. Philosophy In The
Flesh. The Embodied Mind and its Challenge to Western
Thought. New York, Basic Book, 1999.
©
Santiago López Maguiña, 2004
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BIBLIOGRAFÍA |