Jorge
Ninapayta de la Rosa (Nasca, 1957) radica desde hace
pocos años en Nueva York, en donde se dedica
a la enseñanza del español. Aprovechando
su visita a Lima, El Hablador conversó
con el autor del aclamado Muñequita linda,
quien muy gentilmente contestó a nuestras inquietudes
a propósito del éxito de este libro,
de su labor como cuentista y de sus próximos
proyectos
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La pregunta va por sí sola, ¿en
qué corriente de la Literatura Peruana te sitúas?
Bueno, siempre he pensado que son los lectores y la
gente especializada quienes deben encargarse de ubicar
a un escritor o poeta dentro de un canon establecido.
Ahora, gran parte de la crítica coloca mis
cuentos en un término medio, dentro de lo realista
y fantástico, lo que no sería otra cosa
que literatura fronteriza. Mis cuentos parten básicamente
de las experiencias que he tenido, de ahí surge
mi búsqueda por plantear un efecto estético
en cada relato. No me he planteado la situación
de que tal cuento pueda ir a un determinado apartado
de la literatura. Mi preocupación mayor es
que siempre trato de sacarle partido a las estrategias
que hay en torno del acto de escribir para que un
tema sea eficaz y cause un efecto determinado en el
lector.
¿O
sea, te adhieres al texto?
Claro,
si las condiciones del relato, sea su argumento, personajes
o técnicas, requieren que sea de corte surrealista
u otro pues me atengo a él. Siempre he creído
que el tema sugiere la estrategia narrativa y la extensión
misma del cuento.
Al
parecer no tienes un parámetro establecido,
es decir un plano que rija anticipadamente tus cuentos…
Exacto.
En Muñequita linda puedes ver que
he escrito cuentos urbanos, rurales, fantásticos,
simbólicos. Además hay que asumir el
hecho mismo de la globalización que, lo quieras
o no, ha trastocado todo; entonces eso sugiere que
tu texto esté dentro de lo que pueda suceder
en cualquier lugar del mundo. Actualmente la perspectiva
del escritor va más hacia lo que lo rodea.
¿La
estrategia misma de escribir un relato te condiciona
a plantear sus categorías?
Sí. Creo que cada historia necesita que el
autor encuentre la manera adecuada de contarla. Cada
relato exige una determinada forma. Por ejemplo, la
primera versión de “Muñequita
linda” era más psicológica, incluso
más realista, y en ese estilo mandé
el cuento a un concurso donde no fue considerado para
nada. Así, la segunda versión traté
de orientarla por el lado del humor, pero un humor
siempre psicológico, y semirrealista. No cambió
sustancialmente, pero sí encontré el
tono, que era el de un humor negro, porque la historia
contada de manera realista, o directa, resultaba muy
patética. Y prácticamente hice una especie
de traducción de todo el cuento a ese tono.
¿Cómo
enlazas tus experiencias personales con el contexto
social que te rodea?
Mis relatos parten de estímulos propios, y
otros de situaciones que he visto o de las cuales
he tenido referencia; sin embargo, plasmar lo que
escribo dentro de mi entorno es algo que no suelo
hacer, no me es necesario, a pesar de que soy consciente
de que de una manera u otra lo panorámico en
torno a un escritor influye decisivamente en su obra.
Leí
en una reseña sobre Muñequita linda
que te señalan como el sucesor de Ribeyro,
¿te consideras tal?
Primera noticia (risas). Eso es una exageración.
En realidad no me he puesto a pensar detenidamente
bajo qué línea se encuentra mi narrativa:
yo solo me dedico a escribir.
Entre
los diez relatos que componen Muñequita
linda hay una buena cantidad que han ganado premios
como el Rulfo o el Borges. Frente a esto, ¿qué
tan estimulante es para ti ver reconocida tu obra
no solo por los lectores, al ya estar publicada, sino
por el hecho mismo de recibir premios?
Los concursos tienen más de una finalidad.
Primero, ver si uno puede obtener el premio, hablando
en términos de dinero, algo nada desdeñable
si eres estudiante o algo por el estilo. Segundo,
que de una manera u otra envías tu texto a
personas supuestamente calificadas para ver si lo
que estás haciendo vale la pena o no, algo
que puede ser subjetivo. Tercero, está el hecho
de que ganar un concurso, definitivamente, te da cierta
confianza. Y no siempre quienes ganan un concurso
son los mejores. Claro que todo esto no te hace ni
mejor ni peor escritor de lo que eras antes de ganar,
no garantiza nada para un futuro o carrera literaria:
es solo un grupo de personas (el jurado) que dice
si tu cuento está bien o no, y nada más.
¿Qué
tan importante ha sido para ti publicar, en vista
de que tienes un solo libro? ¿La decisión
de publicar va por el hecho de juntar cuentos exitosos,
o porque era el momento de hacerlo?
Cuando estudiaba literatura, una de las recomendaciones
recurrentes de los profesores era que todo libro debía
tener una estructura, es decir, en el caso de un libro
de cuentos había que procurar que éstos
estuvieran unidos por cierta afinidad, en cuestión
de estilo, de tema, de extensión: lo usual
para determinar la dirección y orientación
del corpus absoluto. Bueno, en mi caso no primó
eso. Lo que yo hice fue reunir todos los cuentos que
tenía listos. Por eso Muñequita
Linda aparece como una muestra de lo que hacía
hasta hace unos años, un libro en donde no
hay un común denominador. Mi idea de publicar
sale a partir de que los estaba revisando mucho –los
cuentos– y eso no me permitía avanzar
en otros proyectos. Al final uno publica para continuar
con las cosas nuevas que tiene en mente. Esa fue la
razón por la que publiqué.
De
tu experiencia personal, ¿se puede publicar,
se puede hacer literatura en el Perú?
Bueno, si uno va de rodillas a las editoriales creo
que sí (risas). En realidad es difícil.
Por ejemplo, adonde yo iba todos me pedían
que pagara mi edición. Ahora, las editoriales
grandes, las ya establecidas, me prometían
que me iban a publicar…, pero dentro de algunos
años. Felizmente apareció la oportunidad
en Campodónico. Tuve suerte, definitivamente.
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