La Mala Suerte
No sé qué hay trazado en el mapa de mi destino
uncido a la palma de mi mano
que de ella resbalan las botellas de generoso licor,
las manos de la pareja para el baile,
las mazorcas doradas de sol,
el manojo de las espigas esponjosas y dulces.
No sé por qué en el hueco de mis dos manos juntas
queriendo sostener el regalo esplendoroso del día
mueren de hambre y frío las golondrinas.
¿De dónde proviene esa repentina nube de mosquitos?
¿Qué es ese remolino que se forma a espaldas de mi casa
presto a arrebatar mis rudimentarias posesiones?
A doquier que voy va la escasez.
A doquier que vuelvo la mirada un águila rapaz,
un chacal, una rata medrosa, una serpiente
desenvainan entre relámpagos los colmillos y las garras.
El ámbito donde mi mano alza el vuelo
para señalar algo que erróneamente creyera mío
se torna súbitamente penumbra intraspasable.
Las puertas se me tapian de gruesas maderas
¡Y la leche se me vuelve fango en el vaso a medio llenar!
¿Soy el contenedor donde vierte el mundo su malevolencia?
Momento. ¿Qué hago aquí recontando mis pérdidas
si en el espejo puedo leer -sin que nadie más pueda verlo-
un rótulo a ceniza que dice: “Señor de la Desgracia,
representante de infelices, austeros y los cojos de alma”?
¿Qué hago lamentándome como ayer, como anteayer, si bien sé
que el hombre es incapaz de desviar el rayo del destino?
¿Qué hago aquí? ¿Qué hago aquí?
¿Qué hago aquí?
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Del Deseo
Alguna vez dices “Quiero”
y tu pecho se hincha de vehemencias
y tu corazón redobla con más fuerza en las tinieblas
y tus músculos se ensanchan apenas perceptiblemente
y un benigno rubor se instala en tus mejillas.
Tus pupilas aprenden las dimensiones de su plenitud.
Alguna vez, alguna vez…
(Y es como cuando se enciende un cerillo
para intentar iluminar la tempestad y su estrago)
Nadie es tan fuerte para tolerar la fortuna.
A nadie perdona la ley brutal del orden natural.
Inútil exaltarse, convocar la magia;
hacer las danzas, los gestos, los ritos para atraer la prosperidad.
¿Qué vas a desear?
¿Un antídoto para la congoja que te consume?
¿Un manual para sobrellevar más dignamente la existencia?
¿Una vida más corta? ¿Un miedo más soluble?
Mira tus manos rezando hace ya tantas noches,
tus rodillas hincadas sobre incómodos guijarros
y ese rostro fatigado que envejece
y envejece.
© Aleqs Garrigóz, 2009 |