un fardo de arena
así encontramos el Gran Templo
donde se celebraba la conjunción de las coreografías
millares de alaridos atrás
jaguar y serpiente
adelantando la lluvia sobre callosos dedos
por domar las geometrías irresueltas
del sol
mantos
báculos
rituales
vasijas
en un intento por deslenguar la polvareda
bicéfalos
no preguntando por el final
explican el alumbramiento
de nuestros vahídos
vigilados por desiertos cromáticos
en los que suspenderse
es igual al destierro
una orca indisoluble
contra el trajín de los símbolos
un pelícano escarpando la abundancia
circundando la franja ciega
donde florece el ardor
oírse en la boca del guerrero
atravesada por las espinas
más gruesas del cactus
o adivinarse
en la escena ejecutada contra el precipicio
con tocados rojos
flautas dispersando nuestras lenguas
apenas balbuceantes
hubo dioses que se alimentaban
con la misma cuchara
y serpenteaban ágiles
instruyendo vuelos
lo suficientemente largos
para no justificar nuestra torpeza
fémures astillados
por musicalizar el bullicio
de nuestras parcas conversaciones
de millares de líneas
está hecha Jumana
como el amor que se profesa
después de la muerte
rechinan
se descuelgan nuestros dientes
la araña nos acude por las encías
para sorber
tanta réplica amordazada
un ave de 305 metros
retando la intermitencia
mechones de cabellos
reclamando lo que fuimos
al mirar nuestros hombros insolados
sin parpadear
por trazar el final de su pico
en el que el solsticio sigue señalando
dónde comienza el retorno
y termina la regla
un colibrí hurgándonos las narices
imposible seguir el juego
por más que cambiemos de posición
sus alas batiéndose
a la velocidad de nuestras histerias
sigue esta línea de Reiche
en la que cada insolación
alberga
el frontispicio
un par de manos se precipitan
esconden un dedo
que apunta nuestros temblores
semejáramos la pausa de sus cuencas
despojándose de las definiciones
axiomas
de una rendida nada
hunde tus manos heridas
por el gas lacrimógeno
o la espera
ve detrás del cóndor
que no vacila en llegar
a donde jamás sabremos
no interesa
la altura persiste en su trayectoria
un mono contempla el vértigo
surcado de constelaciones
muéstrale tu incertidumbre
si aún te queda canto
tus palmas
aunque no te quede historia
habitaciones para el sigilo
montes para aullar
podría ser
que todos estuvimos aquí
danzando
en el espiral de su cola
sin alabar
las gangas del circo
la piedra
que nos blande las sienes
surcó esta arena
del color y sopor
de sus espaldas
temperaturas extremas
de la razón o el olvido
nazcas midieron búsqueda
con detenimiento
por sobre toda esta refracción inconstante
que parodia nuestras pérdidas
de millares de líneas está hecha Jumana
como el amor que se profesa
después de la muerte
incalculables
prolongaciones del gozo
vastas
porque débil es nuestra percepción
sobre la simetría
en el desierto
donde ninguna prédica
interfiere
©Denisse Vega Farfán, 2010
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