El chico de hoy lee más en los avisos publicitarios, en la televisión, en el fútbol. Tienen un aparato de recepción y de crítica mucho más entrenado. Desgraciadamente, esa capacidad del niño es muchas veces desaprovechada por la literatura.

 

 

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Jorge Eslava

Jorge Eslava

 

¿Cuál ha sido la relación entre tu experiencia como profesor y tu dedicación a la literatura infantil?

Me acerco a la literatura infantil gracias a mi oficio de profesor de colegio, a pesar de que no soy pedagogo de profesión. Me interesa educar, formar. Incluso ahora que soy profesor universitario, arrastro todas las manías de un profesor de colegio. Hoy es muy fácil el acceso a la información, pero también es más difícil filtrarla y organizarla culturalmente en tu vida, en tu comportamiento. La formación consiste en decantar y distribuir la información que puedas adquirir. Por eso y aunque suene vanidoso, me considero maestro, pues me siento una persona muy vigilante al crecimiento de mis estudiantes.

Siendo profesor en primero de secundaria “resbalé” de manera insospechada –no quiero dar un sentido peyorativo a esta expresión— a la primaria del colegio Los Reyes Rojos, y fue para mí una experiencia renovadora y revolucionaria, que hasta ahora me ha marcado. Entonces enseñaba todos los cursos y hacíamos talleres. Yo conducía un taller de periodismo, que me permitía oscilar entre el periodismo y la literatura. También enseñaba cursos de lenguaje y de lectura, y todo eso me hizo advertir la ausencia de material atractivo para niños. Me motivó a leer un montón de libros para chicos y comenzar a trabajar con mis alumnos, incitándolos a que crearan sus propios textos. Hacíamos trabajos de edición, muy rudimentarios por cierto. Sacamos una revista que aún se mantiene, fundamos un sello editorial, creamos muchos libritos para niños. Iba rescatando textos de nuestra dispersa literatura infantil o textos de la literatura universal que encontrara apropiados. Y a diferencia de otros libros de literatura que encontraba en el país, con criterios adultos, estos eran textos que habían resultado atractivos e interesantes para los chicos y que luego terminaban formando parte de un librito.

¿Cuáles fueron las diferencias que encontraste en esa literatura que no te atraía y aquella que comenzaste a recopilar?

En primer lugar dejaba de lado todo lo que tuviera relación con el criterio adulto de la literatura infantil, que resume la literatura como una asignatura que debe enseñar. La literatura infantil en el Perú se entiende como una extensión de la enseñanza. La primera pregunta que se le hace al alumno es “¿Cuál es el mensaje?”. Lo que significa no entender la categoría estética de la literatura. Buscar el “mensaje” revela que el texto literario no debe procurar placer ni debe ser distracción gratuita, sino que debe enseñar. Se incide exclusivamente en el contenido, que además debe ser aprobado por el adulto, porque si fuera cuestionador, reflexivo, interesante para el chico, probablemente sería desaprobado por el profesor. Tiene que ser un contenido que responda a preceptos adultos, que nada se mueva.

Luego nos animábamos a publicar los textos que no habían sido deliberadamente escritos para niños, donde también hay un riesgo. El adulto que escribe para niños es un adulto que por lo general se predispone a ocupar un lugar didáctico. No sólo el profesor reclama moraleja a través del texto, sino que el mismo productor del texto se sienta a escribir un texto preguntándose qué va a enseñarle al lector. En tercer lugar, y que se desprende de los anteriores, es la búsqueda de una literatura bastante más irreverente, más actual, que toque temas de interés para los chicos y con un lenguaje próximo a ellos.

¿Crees que ahora los niños leen menos que antes?

Esta me parece una de las falacias más grandes, un lugar común equivocado. Yo más bien sostengo que el niño lee más. La diferencia será que no lee más literatura, pero tiene muchas más opciones de lectura que antes. El chico de hoy lee más en los avisos publicitarios, en la televisión, en el fútbol. Tienen un aparato de recepción y de crítica mucho más entrenado. Desgraciadamente, esa capacidad del niño es muchas veces desaprovechada por la literatura. Un chico de hoy que ve dibujos animados en tercera dimensión, que juega a las cartas Yu-Gi-Oh! Y que conoce toda la saga de La Guerra de las Galaxias tiene una capacidad extraordinaria de percepción, tanto a nivel lingüístico como de imagen. Maneja además muchos procedimientos narrativos: sabe qué es un flash-back, un racconto, mudas espaciales…

Tienen un bagaje semiótico amplísimo.

Y una competencia enorme. El chico puede estar en el mando viendo dos o tres canales de manera simultánea.

Ahora, también el niño es el blanco de todos los medios, como ocurre con los juguetes, la comida, el cine...

Por eso digo que el colegio debe depurar esa información, esa carga excesiva de estímulos que acribilla al chico. El niño que no tiene un colador en la familia y tampoco en el colegio recibirá todo por igual. El hogar, el colegio y los amigos deben servir como un tamiz para valorar, calibrar, descartar.

¿Y cuáles fueron los autores que descubriste?

A fines de los setenta y comienzos de los ochenta: a Gianni Rodari, Lewis Carroll, Tomi Ungerer, Ana María Machado. Pero mi mayor deslumbramiento fue cuando leí a Roald Dahl, autor que conocí por azar. Llegó un cable que daba cuenta de la muerte de un escritor galés muy famoso, y a partir de ahí comencé a leer toda su obra traducida. A mediados de los ochenta pasé en España una larga temporada y casi todos los días iba a visitar librerías en busca de literatura infantil. Todavía no la leía como creador, pero sí estaba muy abocado en ello por mi trabajo en Los Reyes Rojos y mi experiencia como docente. Empiezo a descuidar mi propia creación (yo escribía poesía) y leo todo cuanto puedo. Fue cuando me doy cuenta de que en la literatura infantil se debe ser humorístico, fantasioso, desequilibrante… algo que no encontraba en nuestra literatura.

¿Entre los escritores peruanos hubo descubrimientos?

Releí con otros ojos a Eguren, a Valdelomar, a Ribeyro. Descubrí un autor de poesía para niños casi desconocido: Luis del Valle Goicochea, quien tiene una obra interesantísima y es autor de tres o cuatro libros muy valiosos.

Es curiosa la categoría de literatura infantil, ya que hay libros que se escriben deliberadamente para niños, mientras que otros textos no escritos para niños terminan siendo parte de esta literatura infantil.

Sabes que hay muchas categorías; los géneros son una explicación racional de la producción literaria. Puedes encontrar literatura infantil, literatura para jóvenes, literatura de género, como también subcategorías dentro de ellas. Pero el niño no hace la distinción como la establece el adulto, no piensa en géneros ni en tipos de poesía, como tampoco en autores. El niño es mucho más libre, su literatura es mucho más natural. Un profesor que no ha leído a Cervantes no dudará en aseverar que el Quijote es un gran libro. Un niño que no sabe quién es Cervantes no tendrá escrúpulos en decir que no lo conoce, y si lee el Quijote y no le gusta dirá la verdad.

¿No es la literatura infantil una veta más desarrollada en el mundo anglosajón que en el mundo hispánico?

Bueno, lo que tengo es una idea... Los hermanos Grimm, que no eran escritores —uno era antropólogo y el otro filólogo— recogieron algunas de las tradiciones orales de la época y las transcribieron. Lo curioso es que ellos no pensaban hacer literatura sino un trabajo etnográfico de recopilación, que luego se difundió y alcanzó una gran dimensión literaria. En Europa los relatos orales venían desde el Clasicismo y la Edad Media, época en la que los trovadores recitaban cantares de gesta en las que intervenían héroes, princesas, y habitaban mundos y palacios increíbles. Estas historias eran contadas y recontadas, y servían para crear una identidad, en el caso de los héroes, o tan solo para distraer. Al recopilarse y difundirse, forma parte de la base de la cultura europea. En la cultura hispánica, al parecer, no sucede igual y esto lo hemos heredado. El Romanticismo, en España, no tiene la fuerza reivindicativa por lo nacional que hubo en el resto de Europa.

Un claro ejemplo de esta desidia nacional, que ya debes conocer, es la anécdota de Ventura García Calderón. A la pregunta de si iba a incluir la literatura quechua en el primer tomo de su Antología General de la Literatura Peruana, García Calderón replicó si es que existía algo llamado literatura quechua. Jorge Basadre, recomendado por Porras Barrenechea, fue quien al final se encargó de ese trabajo y constituye el primer tomo de la antología.

El interés en el Perú por la tradición oral es tardío.

Estamos hablando de principios del siglo XX. Después el interés ha sido muy escaso… de muy pocos estudiosos, con Arguedas a la cabeza. También debes sumarle el hecho alienante de que muchas generaciones, la mía incluida, creyó que Walt Disney era un gran contador de cuentos infantiles. Pero lo que hacía era tomar los cuentos de la tradición europea, succionar lo mejor de ellos y presentar una versión reelaborada. Además que todo pasaje cruel o sexual era edulcorado.

Si tuvieras que hacer una historia de la literatura infantil peruana, ¿a quiénes incluirías?

A Francisco Izquierdo Ríos, Luis del Valle Goicochea, Carlota Carvallo de Núñez, Jorge Díaz Herrera (dramaturgo, poeta y narrador), Javier Sologuren, quien publicó Retornelo. También están Arturo Corcuera con Noé Delirante y Santiago Rocangliolo. Entre los ya conocidos, mencionaría a Ricardo Palma, Valdelomar, a César Vallejo con Paco Yunque y un cuento no muy conocido suyo que es la continuación, El vencedor. También están Ribeyro y Sebastián Salazar Bondy con El señor gallinazo viene a Lima, texto que se ha publicado una sola vez.

Alrededor de los cincuenta surge en nuestra literatura una gran afición por la novela de formación, ¿no es así?

Así es. Aparece un fuerte interés por la literatura de aprendizaje. En Los cachorros, La ciudad y los perros y Los jefes de Mario Vargas Llosa encontramos adolescentes, como también en Los inocentes de Reynoso, Una piel de serpiente de Loayza, No una sino muchas muertes de Congrains y El viejo saurio se retira de Gutiérrez. Todas estas obras fueron publicadas hace más de cuarenta años y aún tienen vigencia entre los alumnos. La novela de formación es la exploración del sujeto en la ciudad, su búsqueda de experiencias, de rebeldía. Si me permites hacer una digresión, para mi doctorado presenté una tesis sobre el personaje adolescente en la literatura peruana y conozco algo del tema.

El año pasado escribí un trabajo sobre dos novelas de Ribeyro, Crónica de San Gabriel y Los geniecillos dominicales, en el que me centro en el tema de la iniciación en la vida y la iniciación en el arte, respectivamente. Cada vez que hago un trabajo de este tipo trato de que mis alumnos lean el mismo libro para conocer sus opiniones, sus críticas y me ayudan a conocer cosas que a veces no descubro. La acogida que tuvo el personaje Lucho, el protagonista de Crónica de San Gabriel, es impresionante. Lucho, un chico retraído, tiene la oportunidad de viajar a Tarma y conocer parte de su familia que vive allá. Con el tiempo descubre que esta familia está cuesta abajo, deteriorada por los malos hábitos, corrupta. Cualquiera pensaría que esta es una novela aburrida para un adolescente, sin ciudad, sin amores, pero a mí me ha dado muy buenos resultados porque los alumnos descubren el panorama de la sierra y también porque participan con el protagonista de todas las aventuras que padece.

¿Todavía se escriben novelas de formación? Parece que ya no mucho.

Yo diría que hay una literatura deformativa. El personaje adolescente es el mismo, pero ahora es más impulsivo, agresivo, que puede tomarse como resultado de la violencia de las décadas pasadas.

¿Cuáles son los problemas que enfrenta hoy el escritor para niños?

La literatura debería transparentar la reflexión, lo ético. No ser un manual de urbanidad. ¿Por qué se sigue hablando de Carreño? Hay una glorificación del adulto profesoral, del adulto sentencioso. Los papás, profesores y escritores debería leer literatura infantil, ¿por qué no? Pero hay mucho desconocimiento y prejuicio. Lamentablemente nuestra educación deja mucho que desear, con profesores que no están al día y que no saben ni qué se publica... También el sueldo y las condiciones del profesor son lamentables.

¿Hay algún interés de las editoriales por la literatura infantil?

Hay editoriales nacionales que han comenzado a interesarse. A los sellos prestigiosos de Alfaguara, Norma y el Fondo de Cultura Económica se suman las editoriales peruanas como Bruño, San Marcos y Peisa, que lo están haciendo bien.

En tus libros se puede notar un tenor contestatario hacia el mundo del adulto. ¿Lo consideras así?

No admiro a ningún adulto, ¿tú admiras a alguno? No hay figuras ejemplares en el mundo actual de los adultos. El mundo está sólo concebido para él y la prédica no está de acuerdo con sus actos. Una experiencia que me marcó mucho fue la escritura de Navajas en el paladar. Tuve un fuerte sacudón interno en el que para recuperar la tranquilidad y comprender mi cambio recurrí a la escritura para niños. Comencé a ver con mayor respeto al niño y comprobé que la literatura me permitía practicar el humor y la fantasía.

Estoy convencido de que toda literatura enseña. La literatura es la representación de la vida porque la literatura te pone en una “situación” (en términos existenciales) y te hace vivir de manera simbólica. Somete al lector a una aventura y no hay manera de crecer si no pones en riesgo tu vida. La literatura produce un espacio para compartir, para decidir; te obliga a “correr mundo”. Todos crecemos porque salimos al mundo. Cuando desobedecemos a nuestros padres, cuando fumamos un porro, cuando nos tiramos la pera. La literatura te da la oportunidad de vivir al borde: de suicidarte, de asesinar, de probar venenos sin que te hagan daño. En ese sentido la literatura para niños y jóvenes es la más porosa porque permite muchas miradas, muchas interpretaciones.

¿Esta posición contestataria prevalecerá?

Ojalá. En lo que creo que hasta ahora es mi proyecto más ambicioso y largo he creado una saga donde un personaje combate contra los males del mundo: la contaminación ambiental, la contaminación acústica; más adelante será la discriminación, el analfabetismo. También he escrito un cuento sobre una chica que monta bicicleta y sufre todos lo que sufre un ciclista hoy: la falta de respeto de los conductores, la condición de las pistas, el tráfico, las bocinas...

¿Cuáles eran los libros que leías de niño?

De niño yo era gordo y sedentario, y crecí en un lugar con muchos libros, lo que motivó mi inclinación a la lectura. Leía las fábulas de Samaniego e Iriarte, los piratas de Salgari sobre todo. El pirata es uno de los personajes históricos que más me atrae, el pirata es un anarquista. He leído de todo sobre los piratas del siglo XVI y XVII, tengo algunos restos e indumentarias piratas que colecciono. Escribí una novela juvenil, Descuelga un pirata, a manera de homenaje, basada en la historia de un pirata holandés que perteneció a la tripulación de Francis Drake.

El mar es un lugar de fantasía, de imaginación, de continuo movimiento...

Yo viví en el Callao por más de veinte años, tenía un bote con el que salía a remar. El mar está relacionado con la contemplación de la naturaleza, pero también con la fuerza y el músculo.

¿Y Julio Verne?

Verne era el autor favorito de mi hermano, que gustaba más de las historias de ciencia ficción. Por una rivalidad de hermanos yo siempre preferí a Salgari.

Por último, ¿qué de infantil tiene la literatura?

Todo escritor es ese niño que juega en la calle o en su habitación y que manipula un objeto, no un símbolo que es la palabra. Continuamente crea nuevos personajes, escenarios e historias, nadie toma por loco a un niño que hace hablar a sus muñecos. La literatura es una actividad tan seria como el juego de un niño. El niño no sabe cómo terminará su historia, como el escritor la va construyendo con gran imaginación y riesgo… por eso los grandes escritores desperdiciados son los niños. La diferencia está en que mientras las historias de los niños terminan cuando se guardan los juguetes, la palabra escrita permanece

© Jorge Eslava, 2005

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Jorge Eslava (Lima, Perú, 1953) Escritor, editor y docente universitario. Estudió sociología y literatura en la Universidad de San Marcos. Entre sus libros se encuentran Navajas en el paladar, Descuelga un pirata, Caballo de madera y otras canciones (1984), Templado. En 1982 recibió el Premio Copé de Poesía con el libro Ítaca y en 199 fue distinguido con el Premio Internacional IBBY (International Board on Books for Young People ) de Literatura Infantil. Hoy dirige la Editorial Colmillo Blanco.

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