¿Cuál
ha sido la relación entre tu experiencia como
profesor y tu dedicación a la literatura infantil?
Me acerco a la literatura infantil gracias a mi oficio
de profesor de colegio, a pesar de que no soy pedagogo
de profesión. Me interesa educar, formar. Incluso
ahora que soy profesor universitario, arrastro todas
las manías de un profesor de colegio. Hoy es
muy fácil el acceso a la información,
pero también es más difícil filtrarla
y organizarla culturalmente en tu vida, en tu comportamiento.
La formación consiste en decantar y distribuir
la información que puedas adquirir. Por eso y
aunque suene vanidoso, me considero maestro, pues me
siento una persona muy vigilante al crecimiento de mis
estudiantes.
Siendo
profesor en primero de secundaria “resbalé”
de manera insospechada –no quiero dar un sentido
peyorativo a esta expresión— a la primaria
del colegio Los Reyes Rojos, y fue para mí una
experiencia renovadora y revolucionaria, que hasta ahora
me ha marcado. Entonces enseñaba todos los cursos
y hacíamos talleres. Yo conducía un taller
de periodismo, que me permitía oscilar entre
el periodismo y la literatura. También enseñaba
cursos de lenguaje y de lectura, y todo eso me hizo
advertir la ausencia de material atractivo para niños.
Me motivó a leer un montón de libros para
chicos y comenzar a trabajar con mis alumnos, incitándolos
a que crearan sus propios textos. Hacíamos trabajos
de edición, muy rudimentarios por cierto. Sacamos
una revista que aún se mantiene, fundamos un
sello editorial, creamos muchos libritos para niños.
Iba rescatando textos de nuestra dispersa literatura
infantil o textos de la literatura universal que encontrara
apropiados. Y a diferencia de otros libros de literatura
que encontraba en el país, con criterios adultos,
estos eran textos que habían resultado atractivos
e interesantes para los chicos y que luego terminaban
formando parte de un librito.
¿Cuáles
fueron las diferencias que encontraste en esa literatura
que no te atraía y aquella que comenzaste a recopilar?
En primer lugar dejaba de lado todo lo que tuviera relación
con el criterio adulto de la literatura infantil, que
resume la literatura como una asignatura que debe enseñar.
La literatura infantil en el Perú se entiende
como una extensión de la enseñanza. La
primera pregunta que se le hace al alumno es “¿Cuál
es el mensaje?”. Lo que significa no entender
la categoría estética de la literatura.
Buscar el “mensaje” revela que el texto
literario no debe procurar placer ni debe ser distracción
gratuita, sino que debe enseñar. Se incide exclusivamente
en el contenido, que además debe ser aprobado
por el adulto, porque si fuera cuestionador, reflexivo,
interesante para el chico, probablemente sería
desaprobado por el profesor. Tiene que ser un contenido
que responda a preceptos adultos, que nada se mueva.
Luego
nos animábamos a publicar los textos que no habían
sido deliberadamente escritos para niños, donde
también hay un riesgo. El adulto que escribe
para niños es un adulto que por lo general se
predispone a ocupar un lugar didáctico. No sólo
el profesor reclama moraleja a través del texto,
sino que el mismo productor del texto se sienta a escribir
un texto preguntándose qué va a enseñarle
al lector. En tercer lugar, y que se desprende de los
anteriores, es la búsqueda de una literatura
bastante más irreverente, más actual,
que toque temas de interés para los chicos y
con un lenguaje próximo a ellos.
¿Crees
que ahora los niños leen menos que antes?
Esta me parece una de las falacias más grandes,
un lugar común equivocado. Yo más bien
sostengo que el niño lee más. La diferencia
será que no lee más literatura, pero tiene
muchas más opciones de lectura que antes. El
chico de hoy lee más en los avisos publicitarios,
en la televisión, en el fútbol. Tienen
un aparato de recepción y de crítica mucho
más entrenado. Desgraciadamente, esa capacidad
del niño es muchas veces desaprovechada por la
literatura. Un chico de hoy que ve dibujos animados
en tercera dimensión, que juega a las cartas
Yu-Gi-Oh! Y que conoce toda la saga de La Guerra
de las Galaxias tiene una capacidad extraordinaria
de percepción, tanto a nivel lingüístico
como de imagen. Maneja además muchos procedimientos
narrativos: sabe qué es un flash-back, un racconto,
mudas espaciales…
Tienen un bagaje semiótico
amplísimo.
Y una competencia enorme. El chico puede estar en el
mando viendo dos o tres canales de manera simultánea.
Ahora, también el niño es el blanco
de todos los medios, como ocurre con los juguetes, la
comida, el cine...
Por eso digo que el colegio debe depurar esa información,
esa carga excesiva de estímulos que acribilla
al chico. El niño que no tiene un colador en
la familia y tampoco en el colegio recibirá todo
por igual. El hogar, el colegio y los amigos deben servir
como un tamiz para valorar, calibrar, descartar.
¿Y
cuáles fueron los autores que descubriste?
A
fines de los setenta y comienzos de los ochenta: a Gianni
Rodari, Lewis Carroll, Tomi Ungerer, Ana María
Machado. Pero mi mayor deslumbramiento fue cuando leí
a Roald Dahl, autor que conocí por azar. Llegó
un cable que daba cuenta de la muerte de un escritor
galés muy famoso, y a partir de ahí comencé
a leer toda su obra traducida. A mediados de los ochenta
pasé en España una larga temporada y casi
todos los días iba a visitar librerías
en busca de literatura infantil. Todavía no la
leía como creador, pero sí estaba muy
abocado en ello por mi trabajo en Los Reyes Rojos y
mi experiencia como docente. Empiezo a descuidar mi
propia creación (yo escribía poesía)
y leo todo cuanto puedo. Fue cuando me doy cuenta de
que en la literatura infantil se debe ser humorístico,
fantasioso, desequilibrante… algo que no encontraba
en nuestra literatura.
¿Entre los escritores peruanos hubo descubrimientos?
Releí con otros ojos a Eguren, a Valdelomar,
a Ribeyro. Descubrí un autor de poesía
para niños casi desconocido: Luis del Valle Goicochea,
quien tiene una obra interesantísima y es autor
de tres o cuatro libros muy valiosos.
Es curiosa la categoría de literatura
infantil, ya que hay libros que se escriben deliberadamente
para niños, mientras que otros textos no escritos
para niños terminan siendo parte de esta literatura
infantil.
Sabes que hay muchas categorías; los géneros
son una explicación racional de la producción
literaria. Puedes encontrar literatura infantil, literatura
para jóvenes, literatura de género, como
también subcategorías dentro de ellas.
Pero el niño no hace la distinción como
la establece el adulto, no piensa en géneros
ni en tipos de poesía, como tampoco en autores.
El niño es mucho más libre, su literatura
es mucho más natural. Un profesor que no ha leído
a Cervantes no dudará en aseverar que el Quijote
es un gran libro. Un niño que no sabe quién
es Cervantes no tendrá escrúpulos en decir
que no lo conoce, y si lee el Quijote y no
le gusta dirá la verdad.
¿No
es la literatura infantil una veta más desarrollada
en el mundo anglosajón que en el mundo hispánico?
Bueno, lo que tengo es una idea... Los hermanos Grimm,
que no eran escritores —uno era antropólogo
y el otro filólogo— recogieron algunas
de las tradiciones orales de la época y las transcribieron.
Lo curioso es que ellos no pensaban hacer literatura
sino un trabajo etnográfico de recopilación,
que luego se difundió y alcanzó una gran
dimensión literaria. En Europa los relatos orales
venían desde el Clasicismo y la Edad Media, época
en la que los trovadores recitaban cantares de gesta
en las que intervenían héroes, princesas,
y habitaban mundos y palacios increíbles. Estas
historias eran contadas y recontadas, y servían
para crear una identidad, en el caso de los héroes,
o tan solo para distraer. Al recopilarse y difundirse,
forma parte de la base de la cultura europea. En la
cultura hispánica, al parecer, no sucede igual
y esto lo hemos heredado. El Romanticismo, en España,
no tiene la fuerza reivindicativa por lo nacional que
hubo en el resto de Europa.
Un
claro ejemplo de esta desidia nacional, que ya debes
conocer, es la anécdota de Ventura García
Calderón. A la pregunta de si iba a incluir la
literatura quechua en el primer tomo de su Antología
General de la Literatura Peruana, García
Calderón replicó si es que existía
algo llamado literatura quechua. Jorge Basadre, recomendado
por Porras Barrenechea, fue quien al final se encargó
de ese trabajo y constituye el primer tomo de la antología.
El interés en el Perú por la tradición
oral es tardío.
Estamos hablando de principios del siglo XX. Después
el interés ha sido muy escaso… de muy pocos
estudiosos, con Arguedas a la cabeza. También
debes sumarle el hecho alienante de que muchas generaciones,
la mía incluida, creyó que Walt Disney
era un gran contador de cuentos infantiles. Pero lo
que hacía era tomar los cuentos de la tradición
europea, succionar lo mejor de ellos y presentar una
versión reelaborada. Además que todo pasaje
cruel o sexual era edulcorado.
Si tuvieras que hacer una historia de la literatura
infantil peruana, ¿a quiénes incluirías?
A Francisco Izquierdo Ríos, Luis del Valle Goicochea,
Carlota Carvallo de Núñez, Jorge Díaz
Herrera (dramaturgo, poeta y narrador), Javier Sologuren,
quien publicó Retornelo. También
están Arturo Corcuera con Noé Delirante
y Santiago Rocangliolo. Entre los ya conocidos, mencionaría
a Ricardo Palma, Valdelomar, a César Vallejo
con Paco Yunque y un cuento no muy conocido suyo que
es la continuación, El vencedor. También
están Ribeyro y Sebastián Salazar Bondy
con El señor gallinazo viene a Lima,
texto que se ha publicado una sola vez.
Alrededor de los cincuenta surge en nuestra
literatura una gran afición por la novela de
formación, ¿no es así?
Así es. Aparece un fuerte interés por
la literatura de aprendizaje. En Los cachorros,
La ciudad y los perros y Los jefes
de Mario Vargas Llosa encontramos adolescentes, como
también en Los inocentes de Reynoso,
Una piel de serpiente de Loayza, No una
sino muchas muertes de Congrains y El viejo
saurio se retira de Gutiérrez. Todas estas
obras fueron publicadas hace más de cuarenta
años y aún tienen vigencia entre los alumnos.
La novela de formación es la exploración
del sujeto en la ciudad, su búsqueda de experiencias,
de rebeldía. Si me permites hacer una digresión,
para mi doctorado presenté una tesis sobre el
personaje adolescente en la literatura peruana y conozco
algo del tema.
El
año pasado escribí un trabajo sobre dos
novelas de Ribeyro, Crónica de San Gabriel
y Los geniecillos dominicales, en el que me
centro en el tema de la iniciación en la vida
y la iniciación en el arte, respectivamente.
Cada vez que hago un trabajo de este tipo trato de que
mis alumnos lean el mismo libro para conocer sus opiniones,
sus críticas y me ayudan a conocer cosas que
a veces no descubro. La acogida que tuvo el personaje
Lucho, el protagonista de Crónica de San
Gabriel, es impresionante. Lucho, un chico retraído,
tiene la oportunidad de viajar a Tarma y conocer parte
de su familia que vive allá. Con el tiempo descubre
que esta familia está cuesta abajo, deteriorada
por los malos hábitos, corrupta. Cualquiera pensaría
que esta es una novela aburrida para un adolescente,
sin ciudad, sin amores, pero a mí me ha dado
muy buenos resultados porque los alumnos descubren el
panorama de la sierra y también porque participan
con el protagonista de todas las aventuras que padece.
¿Todavía
se escriben novelas de formación? Parece que
ya no mucho.
Yo diría que hay una literatura deformativa.
El personaje adolescente es el mismo, pero ahora es
más impulsivo, agresivo, que puede tomarse como
resultado de la violencia de las décadas pasadas.
¿Cuáles
son los problemas que enfrenta hoy el escritor para
niños?
La literatura debería transparentar la reflexión,
lo ético. No ser un manual de urbanidad. ¿Por
qué se sigue hablando de Carreño? Hay
una glorificación del adulto profesoral, del
adulto sentencioso. Los papás, profesores y escritores
debería leer literatura infantil, ¿por
qué no? Pero hay mucho desconocimiento y prejuicio.
Lamentablemente nuestra educación deja mucho
que desear, con profesores que no están al día
y que no saben ni qué se publica... También
el sueldo y las condiciones del profesor son lamentables.
¿Hay
algún interés de las editoriales por la
literatura infantil?
Hay editoriales nacionales que han comenzado a interesarse.
A los sellos prestigiosos de Alfaguara, Norma y el Fondo
de Cultura Económica se suman las editoriales
peruanas como Bruño, San Marcos y Peisa, que
lo están haciendo bien.
En tus libros se puede notar un tenor contestatario
hacia el mundo del adulto. ¿Lo consideras así?
No admiro a ningún adulto, ¿tú
admiras a alguno? No hay figuras ejemplares en el mundo
actual de los adultos. El mundo está sólo
concebido para él y la prédica no está
de acuerdo con sus actos. Una experiencia que me marcó
mucho fue la escritura de Navajas en el paladar.
Tuve un fuerte sacudón interno en el que para
recuperar la tranquilidad y comprender mi cambio recurrí
a la escritura para niños. Comencé a ver
con mayor respeto al niño y comprobé que
la literatura me permitía practicar el humor
y la fantasía.
Estoy
convencido de que toda literatura enseña. La
literatura es la representación de la vida porque
la literatura te pone en una “situación”
(en términos existenciales) y te hace vivir de
manera simbólica. Somete al lector a una aventura
y no hay manera de crecer si no pones en riesgo tu vida.
La literatura produce un espacio para compartir, para
decidir; te obliga a “correr mundo”. Todos
crecemos porque salimos al mundo. Cuando desobedecemos
a nuestros padres, cuando fumamos un porro, cuando nos
tiramos la pera. La literatura te da la oportunidad
de vivir al borde: de suicidarte, de asesinar, de probar
venenos sin que te hagan daño. En ese sentido
la literatura para niños y jóvenes es
la más porosa porque permite muchas miradas,
muchas interpretaciones.
¿Esta
posición contestataria prevalecerá?
Ojalá.
En lo que creo que hasta ahora es mi proyecto más
ambicioso y largo he creado una saga donde un personaje
combate contra los males del mundo: la contaminación
ambiental, la contaminación acústica;
más adelante será la discriminación,
el analfabetismo. También he escrito un cuento
sobre una chica que monta bicicleta y sufre todos lo
que sufre un ciclista hoy: la falta de respeto de los
conductores, la condición de las pistas, el tráfico,
las bocinas...
¿Cuáles
eran los libros que leías de niño?
De
niño yo era gordo y sedentario, y crecí
en un lugar con muchos libros, lo que motivó
mi inclinación a la lectura. Leía las
fábulas de Samaniego e Iriarte, los piratas de
Salgari sobre todo. El pirata es uno de los personajes
históricos que más me atrae, el pirata
es un anarquista. He leído de todo sobre los
piratas del siglo XVI y XVII, tengo algunos restos e
indumentarias piratas que colecciono. Escribí
una novela juvenil, Descuelga un pirata, a
manera de homenaje, basada en la historia de un pirata
holandés que perteneció a la tripulación
de Francis Drake.
El
mar es un lugar de fantasía, de imaginación,
de continuo movimiento...
Yo
viví en el Callao por más de veinte años,
tenía un bote con el que salía a remar.
El mar está relacionado con la contemplación
de la naturaleza, pero también con la fuerza
y el músculo.
¿Y
Julio Verne?
Verne era el autor favorito de mi hermano, que gustaba
más de las historias de ciencia ficción.
Por una rivalidad de hermanos yo siempre preferí
a Salgari.
Por último, ¿qué de infantil
tiene la literatura?
Todo escritor es ese niño que juega en la calle
o en su habitación y que manipula un objeto,
no un símbolo que es la palabra. Continuamente
crea nuevos personajes, escenarios e historias, nadie
toma por loco a un niño que hace hablar a sus
muñecos. La literatura es una actividad tan seria
como el juego de un niño. El niño no sabe
cómo terminará su historia, como el escritor
la va construyendo con gran imaginación y riesgo…
por eso los grandes escritores desperdiciados son los
niños. La diferencia está en que mientras
las historias de los niños terminan cuando se
guardan los juguetes, la palabra escrita permanece
©
Jorge Eslava, 2005
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Jorge
Eslava
(Lima,
Perú, 1953)
Escritor, editor y docente universitario. Estudió
sociología y literatura en la Universidad
de San Marcos. Entre sus libros se encuentran
Navajas en el paladar, Descuelga un pirata,
Caballo de madera y otras canciones (1984),
Templado. En 1982 recibió el Premio
Copé de Poesía con el libro Ítaca
y en 199 fue distinguido con el Premio Internacional
IBBY (International Board on Books for Young People
) de Literatura Infantil. Hoy dirige la Editorial
Colmillo Blanco. |
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