Horno de reverbero y Ars Brevis (Christian Elguera)

La Poesía Hispanoamericana y sus metáforas (Camilo Fernández Cozman)

El corrido de Dante (Omar Guerrero Alvarado)

La iluminación de Katzuo Nakamatsu (Giancarlo Stagnaro)

La línea en medio del cielo (Jack Martínez)

El viaje a la ficción (Marlon Aquino Ramírez)

Mi cuerpo es una celda. Andrés Caicedo (Gabriela Falconí)

La horda primitiva (Augusto Carhuayo)

Pecar como Dios manda (Rafael Ojeda)

 

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sin título

por Guillermo Amorós

 

Camilo Fernández Cozman
La Poesía Hispanoamericana y sus metáforas
EDINUM, Universidad de Murcia, España, 2008

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Editado por la Universidad de Murcia, “La Poesía Hispanoamericana y sus metáforas” viene a ser un conjunto de ensayos que indaga  el tejido de la metáfora, su significado  e influencia  como insumo capital en el pensamiento contemporáneo. Son seis poetas notables, los registrados por Camilo Fernández Cozman: Pablo Neruda, César Vallejo, Jorge Luis Borges, Octavio Paz, Carlos Germán Belli y José Watanabe. Desde la asimilación creativa a la ruptura  formalista, desde el malabar lúdico a la exploración del cuerpo y de la palabra.  La poesía no solo es el elogio de la sombra sino la ovación de la soledad. Veamos.

“Poema 1”, “Ritual de mis piernas”, “No hay olvido” de Pablo Neruda. El lenguaje como vocablo de la cotidianeidad. Su mundo, su visión puebla el ámbito social. Es desde la soledad donde percibe y urbaniza una poética emparentada con la naturaleza humana, si uno está solo es laborioso obtener una comunicación con los demás. Neruda utiliza recursos que van desde “la poesía residencia” hasta la práctica vanguardista. Y en Veinte poemas de amor... la metáfora es la condición de cómo una cultura se manifiesta de acuerdo a sus parvedades y penurias, y “en ese sentido la metáfora es un texto y no una simple frase”(1).

“Idilio Muerto” de César Vallejo, idilio del lenguaje  y las figuras retóricas. Las metáforas se articulan a temas e ideologías(2).  No obstante, hay lugar para el juego y el juego engendra palabras. Vallejo hace de la figura retórica una aproximación de las formas occidentales y el universo andino, la espada del invasor y la cultura del vencido.  El poeta nos sugiere que sentir es pensar, que pensar es sentir(3); detrás del raciocinio, del razonamiento respira la lobreguez del afecto.

Las Cosas”, “El Mar” y “Ajedrez” de Jorge Luis Borges. El ser humano no puede comprenderse al margen de los recorridos figurativos (sinécdoques, metonimias, metáforas y otros recursos retóricos)(4) que son la base del pensamiento humano. Paseo por la intuición y por la fragilidad de la memoria y del conocimiento científico. De los objetos cotidianos se extrae la sabiduría y es la sabiduría la tonalidad intensa de la experiencia y la autorreflexión. Es difícil mantener la impavidez frente a la muerte; el poema permanecerá, perseverará a pesar de nuestro olvido. La sabiduría es contemplación, no reyerta.

En “El Mar” el poeta reivindica el apego por la tradición y la magia como fuente de conocimiento. Borges consideraba que un autor reescribe la misma página siempre. Y que el origen del lenguaje es un acto irracional, culto de ceremonias y del fuego. En el mar reposa el ayer y el presente. En el mar sosiega el azar, el viento y la predestinación. El examen que propone Camilo Fernández Cozman debe ser total: “La retórica no puede ser restringida sino que debe articular la dispositio y la elocutio a la inventio, e intentar un enfoque totalizador. Es un error abordar el estudio de la ideología olvidándose del análisis de los recursos estilísticos de un poema...”(5). En “Ajedrez” es el ritual del tiempo, el tiempo como un tablero donde discurren  el hombre, su pensamiento y sus acciones; su vida abstracta como la terrenal. Pero en esa comarca, de alfiles y áreas blancas y negras,  no hay lugar para el libre albedrío. Para Borges “hay alguien que está detrás de él”, hay alguien que desplaza las piezas, que dispone su camino, su suerte o su fatalidad. El tiempo hace su trabajo sin piedad alguna: la cultura humana y la escritura es fugaz, el hombre es polvo y nada.

Octavio Paz y los campos figurativos en “Dos Cuerpos”. El ser humano es un ser metafórico. Así como el hombre no puede desasirse de la metáfora, el ser humano no puede fugarse del cuerpo, de su lenguaje, de sus desencuentros. Son indisociables. Para Fernández  Cozman  el tiempo es un territorio donde se relacionan los cuerpos, donde borronean el asalto a la perpetuidad. La paz inicial, el deseo inacabable cede ante la crueldad y la violencia. La tolerancia es, posteriormente, aprehendida por la arbitrariedad. “Los cuerpos ya no conversan ni se enlazan como raíces, sino que se enfrentan en una batalla donde lo paradójico es que se busque –como valor supremo- derribar al otro”(6).

La Piedra Alada” e “Historia Natural”, de José Watanabe. La poesía y la reflexión de ciertos temas cardinales como la “fugacidad del tiempo”, el “papel de lo onírico en la vigilia” o la “civilización y la naturaleza”. Es la piedra, el testimonio vivo de una lucha constante. Está presente en el momento en que nacemos. Está presente en el instante de la muerte. Es ella la que permanece ilesa, inmune frente a la vida, a la nuestra.  Y es tan breve la vida que intenta arroparse al lado de aquel objeto aparentemente indefenso y eterno. Es el temor a la indiferencia o lo que es peor: a ser olvidado.

El ser humano es un animal de contradicciones. La historia del pensamiento es la querella  de la opinión, es la contienda de la discusión. Por ello conlleva una búsqueda, a una migración.

Carlos Germán Belli y la conquista de la palabra. Es la belleza de la ironía la que descubre una complicidad entre la palabra escrita y lo que el poeta advierte. Es la belleza de la ironía lo que le permite cuestionar y retar la “dimensión del conocimiento”. La poesía, para Belli, no es un instrumento de la certeza o de la convicción sino más bien es un utensilio de la incertidumbre, del titubeo. El ser humano es un espejo de confusiones.

“La Poesía Hispanoamericana y sus metáforas”  es, de alguna manera, un homenaje a la vida. Y es, también,  una ofrenda a la protesta, al reproche en esa carretera de voces apagadas o silentes con la que la poesía es, injustamente, reconocida y visitada. Lo que perenniza cada poema, cada párrafo, cada metáfora es esa voz disidente, que debate, que no enmudece el espíritu y revive y grita y resiste a los pliegues del tiempo. Es la voz del poeta. Es la voz del crítico. Es, ciertamente, la voz del lector. Porque detrás de la pasión y severidad del examinador figura el atisbo encubridor del lector, porque detrás de las tachaduras, enmiendas y hallazgos literarios se encuentra la devoción y fe por la más bella vocación, vocación que solo la literatura suele despertar y provocar.

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1 Pág. 27

2 Pág. 71

3 Pág. 71

4 Pág. 76

5 Pág. 88

6
Pág. 106

© Christian Elguera, 2009

 

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