Raúl
Mendizábal
Dedeálade
Lima: Trompa de Eustaquio / Asalto al Cielo / Hipocampo
Editores, 2004
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La
crítica literaria peruana, preocupada por las
categorías, no ha encontrado mejor manera de
clasificar a los poetas sino a través de las
décadas. Grandes discusiones se han formado en
cuanto a la verdad en torno a estos términos,
pero lo cierto es que esta costumbre nos revela un juicio
que se interesa más por la realidad histórica
de la poesía. ¿Cuál es la relación
entre los poetas y su época? Este es el trabajo
de críticos, buscando las correspondencias urgentes
y necesarias para poder incluir al poeta o al poemario
en la década respectiva.
En el caso de Raúl Mendizábal el proceso
que ha realizado el juicio crítico no ha sido
distinto. Sus poemas nos llevan a momentos exactos y
lugares reconocidos. Pero la dialéctica que hay
entre su poesía y la realidad, o, mejor dicho,
lo real, es de naturaleza distinta a la poesía
referencial o pretendidamente histórica. La poesía
de Mendizábal en su libro Dedeálade,
publicado este año, es una declaración
sobre la realidad. Nos referimos aquí a esa “declaración
de los hechos” como sucede en la poesía
surrealista, que se ocupaba de testificar lo que estaba
sucediendo alrededor suyo. Sucede lo mismo con Mendizábal,
pero alrededor de temas más cotidianos: el erotismo,
la muerte, la familia, el pueblo natal y, de manera
novedosa y potente, la crítica literaria.
En Dedeálade la poesía busca
constatar los hechos que se producen alrededor suyo,
tratando de representar la realidad con la misma certidumbre
e impacto de una bala, metáfora que aparece más
de una vez en el libro. Por eso, mientras toca temas
como los temas de la familia y la muerte, casi nunca
falta una reflexión sobre el hecho de la escritura
y la calidad literaria de la misma. En el poema “No
perifonees al gato” aparece:
juega
claro, pon
una tinta con agua, y un niño jugando dentro
con el agua, no le
agregues nada
y deja a la gente terminar de contemplar
si es que quieres que comprendan por lo menos su propia
muerte
si es que quieres comprender por lo menos la tuya
Es importante
resaltar aquí el “juego claro” junto
con el “no agregar nada”. La escritura es
un instrumento que no necesita ningún agregado
para comprender la realidad. La escritura, que discrimina
lo blanco de lo negro, que está ligada con la
muerte, con el crimen, permite explorar las cosas y,
entre ellas, al propio ser, tanto en su dimensión
material como en su dimensión espiritual. El
mal uso de este instrumento lleva a la voz poética
a acusar de torpes a los críticos de arte o a
los escritores, quienes tratan de “instituir”
su imaginación incompleta con la anécdota
o la retórica. Un estertor, un gruñido
o los sonidos ininteligibles de un niño a veces
son más verdaderos que los esfuerzos de los poetas
por impresionar a sus lectores. Mendizábal hace
referencia a la sentencia hamletiana: “hay suficiente
afuera/ como siempre más densa que cualquier
ficción”.
Tal vez por esta razón es que en el libro de
Mendizábal no hay, como suele decirse, mucha
“imaginación”. Son pocos los poemas
en los que crea historias (tales como “Prima Julianne”)
y muchos, más bien, en los que se busca describir
las sensaciones. Aquellas del cuerpo, como sucede en
los pasajes eróticos, o aquellos de la familia,
donde todo lo real es el desvelo por el niño
que llora. Lo que vale no es lo que se escriba sobre
estos hechos sino su materialidad. Y esta materialidad
no solo se encuentra en las cosas del mundo sino en
el mismo arte. El silencio de la pieza musical 4´33´´
o la piedra de un escultor son también motivos
para testificar la existencia y la pasión por
una materia todavía más compleja, la materia
en su estado puro. Sólo los poemas que aluden
al noviazgo y al matrimonio (la entrada formal a la
sociedad) podrían tomarse como poemas en los
que se pasa a un plano más narrativo e imaginativo,
pero no llegan a estar tan logrados como los anteriores.
Son poemas anecdóticos, cortados, que pertenecen
a una historia más larga pero desconocida para
el lector o con conexiones más profundas. Habría
que detenerse, por ejemplo, en la relación que
podría haber en los poemas en los que aparece
el padre, figura que sufre constantes reproches, y la
crítica literaria, que también aparece
como una entidad culpable de tantos malentendidos.
La poesía de Mendizábal busca la precisión,
pero no el refinamiento. Busca el diálogo, pero
se da de cara contra la soledad. Por eso es una poesía
grotesca, real, que está muy lejos de la armonía
y el orden formal. “Navego/como navega el ahogado”,
dice un poema, “Mar en invierno”. En el
momento de escribir se revela “una luz en una
habitación muy grande”. Imágenes
de soledad y de lucidez que muestran, por un lado, la
desproporción de las cosas (lo chico, lo grande,
lo pequeño) y por otro la incertidumbre que a
veces “secuestra” a la voz de la persona.
Dedeálade es la suma de los poemas que
ha publicado Mendizábal desde hace más
de veinte años (los poemas están fechados).
En otras palabras, un largo pliegue en el que se verifican
los movimientos, las pasiones y las pequeñas
o grandes historias de un cuerpo. Pero también
es una prueba más de que la realidad se vive
y se comparte. La edición, de atractivo formato,
incluye algunos cuadros de pintores peruanos cuyos temas
coinciden con los poemas de Mendizábal. Un nuevo
punto de vista para compartirlo con los demás.

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ver
poemas inéditos de Raúl Mendizábal
en este número.
©
Mario Granda Rangel, 2004 
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