Los poemas varían entre el tono narrativo y el lírico; lo cual le da al libro, como conjunto, una frescura muy particular que atrapa al lector, tanto común como especializado. La distribución de los segmentos da cierto movimiento a la obra. De esta forma el libro no se presenta tedioso, sino que dicha variedad tonal en cada uno de los poetas le otorga aquella posibilidad de un contacto libre con el lector

 

 

 

Bruno Pólack, Sergio Camacho,
Diego Molina y Luis Cruz

Tetramerón: Cuatro poetas del último día
Fondo de la Universidad de Lima


La poesía en los últimos días

En los últimos cinco años, la aparición de nuevas voces en el ámbito de la literatura ha sido significativa. La formación de grupos literarios, el lanzamiento de nuevas revistas, la organización de recitales y concursos; en fin, la apertura de nuevos campos en donde los escritores jóvenes puedan expresarse ha sido positivamente propicia. Al parecer, hacia inicios del año 2000, la actividad poética no había tenido una resonancia tan grande, en cuanto a las nuevas voces, como lo tiene ahora. Esto no quiere decir que poetas ya consagrados no hayan seguido produciendo (y no sin éxito), pero ahora los jóvenes escritores se hacen presentes, tal vez no para marcar una ruptura radical con su tradición, pero sí para demostrar que están allí y que vienen con algo que vale la pena tomar en cuenta.

Bajo dicho contexto, favorable para la producción literaria, llegó a mis manos el libro Tetramerón: Cuatro poetas del último día, editado por el Fondo de Desarrollo Editorial de la Universidad de Lima, y que reúne los trabajos de cuatro poetas como son Sergio Camacho, Bruno Pólack, Diego Molina y Luis Cruz, cada uno con una voz particular pero todos con una conciencia clara del hacer poético. Además, el libro está prologado por Renato Sandoval (poeta y traductor) quien nos da un primer acercamiento a la posible intención del libro.

Los poemas varían entre el tono narrativo y el lírico; lo cual le da al libro, como conjunto, una frescura muy particular que atrapa al lector, tanto común como especializado. La distribución de los segmentos da cierto movimiento a la obra. De esta forma el libro no se presenta tedioso, sino que dicha variedad tonal en cada uno de los poetas le otorga aquella posibilidad de un contacto libre con el lector (además de un autoreconocimiento por parte de éste último).

Así tenemos a Bruno Pólack quien nos sorprende con sus versos cortos y concisos, pero dotados de una sensibilidad y una imaginería espontáneas. Dichas imágenes nos muestran un mundo en el que la vida ha sufrido una suerte de enajenación, por lo que se hacen constantes referencias a dos caminos por seguir: uno, el regreso a un inicio, a aquel núcleo perdido, a ese "antes" donde la vida era más vida que ahora; otro, el esperar la llegada de la muerte (aquella "alada sombra") sin esperanza, más que el alejamiento definitivo de este mundo que asfixia y deshumaniza. Dicho mundo se verá plasmado en imágenes cotidianas que, a la vez, nos dan una idea de la modorra propia de dicha cotidianeidad. Aquel día a día rutinario se presentará como una tortura para el poeta, la forma de soportarlo será precisamente el hacer poético (que en el caso de Pólack es lúdico, lleno de humor y carisma) La conciencia de la práctica poética (y del poder inherente de la poesía) se presentará no sólo en Pólack; sino también en los otros tres poetas que aparecen en el presente libro.

Luego tenemos a Sergio Camacho que, al contrario de Pólack, gusta del versículo, que nos recuerda a esa valiosa tradición iniciada por Pound y Eliot (y seguida en el Perú por poetas como Cisneros e Hinostroza) Los versos se suceden con fluidez gracias al encabalgamiento, lo que da a cada poema ese tono narrativo que permite abordarlo con facilidad. Además, puede notarse un claro tono bíblico envolviendo su poesía; pero sin caer en la pura declamación retórica, sino más bien dotando a cada verso de una resonancia que por momentos cautiva.

Pero si bien Camacho opta por el verso largo y generoso, también inserta versos pequeños que contrastan tanto por su concisión como por su fuerza. De esta forma, su poesía no se limita a trabajar el llamado versículo con mucho cuidado de las figuras que usa; sino que, no contento con eso, le da un colorido muy particular a su poesía y le proporciona un buen equilibrio tocando puntos que hacen referencia a la realidad que nos rodea. Tal vez sea este el rasgo en común con respecto a Pólack. Desde el título que se da al conjunto de poemas, "Sótano", podemos ver lo que en ellos se desarrollará: aquel ambiente de claustrofobia que produce por momentos el mundo (acrecentado por los hechos que hoy por hoy aquejan al mundo en general) y el deseo de liberarse de ello por medio de la poesía.

Luego de las propuestas de Pólack y Camacho, nos encontramos con Diego Molina, a quien no le bastan las palabras para expresar dicha disconformidad con el caos de nuestro entorno; sino que experimenta con el espacio en blanco materializando dicho caos en un visualismo, si bien con grandes ecos de la vanguardia, con una voz muy particular. Molina podría decirse que se despoja de toda atadura impuesta (especialmente en cuanto a la forma) para aprovechar las posibilidades del espacio en blanco y cargar el poema de elementos y figuras esenciales. Pero, además, da a sus poemas un tono de confidencialidad, de confesión. Nos declara lo que, desde el punto en el que se sitúa, puede ver.
Si bien Molina podría no resultar original, el recurso que toma es más que válido, considerando que forma parte de la búsqueda de una voz propia que satisfaga las necesidades de expresividad del propio poeta. Por lo pronto, nos entrega una poesía sugestiva, capaz de hacernos pensar en el estado fragmentado en el que se encuentra el mundo, hablándonos incluso de "la espada que dividió de un solo tajo las densidades del planeta".

Finalmente tenemos a Luis Cruz, quien nos presenta una particular visión de la historia en sus poemas. Y, en realidad, no se aleja mucho de lo que proponen los otros poetas que aparecen en este libro. Hay que ver el mundo y tomar conciencia de nuestra historia, de nuestra realidad; eso parece decirnos Cruz en aquellos poemas de verso largo y sencillo. No cae, al igual que Camacho, en una simple retórica declamativa; sino que resalta notablemente el peso propio que adoptan las palabras cuando se les rodea de figuras con alto contenido lírico y que poseen una fuerte carga reflexiva sobre la historia; pero no sólo de la historia pasada, sino también de la actual e incluso proyectándose a la futura. El poeta no se contenta con mirar hacia atrás, lo hace sabiendo que aquella experiencia de contacto con lo pasado le hará tomar una mayor conciencia de su entorno y vislumbrar con ello el posible camino que seguirá el tiempo histórico. Así, no será sólo el poeta el que siga ese camino; sino que el lector, en contacto con los textos y gracias a ellos, abra los ojos ante el mundo que lo rodea.

Es así que cada uno de estos cuatro jóvenes poetas nos brinda una particular y atractiva visión del mundo. Además, el carácter universal y, a la vez, íntimo de los temas que abordan facilitan aquella identificación del lector que, al parecer, es uno de sus fines. La aparición de este poemario es esencialmente necesaria, así como su atenta lectura; ya que muestran un claro conocimiento de su entorno y de la crisis que en él se está dando, confirmando de esta forma que las voces nuevas en la literatura se están formando (si bien no están ya formadas). Esperemos, en todo caso, que para estos cuatro buenos poetas no sea su "último día" y nos sigan entregando poesía de la buena (e incluso mejor) como la que nos presentan hoy. Poesía tan necesaria en la actualidad.

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Vea poemas de Sergio Camacho y Bruno Pólack, publicados en el presente número.

© Daniel Amayo descargar pdf

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