La democratización de la lectura no implica que, al momento de la discusión, todas las voces sean igual de autorizadas, pero sí el reconocimiento de que no todos los lectores van en busca del mismo objeto al momento de abrir un libro.

 

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Crítica literaria periodística

por Francisco Ángeles

 

Introducción

El ejercicio de la crítica literaria en los diarios es una práctica que suele observarse con desconfianza. El cuestionamiento es, en parte, responsabilidad de quienes han ejercido dicha labor, pero también de una percepción equivocada acerca de sus límites y la función que debe cumplir. Por ello, es necesario distinguir entre la crítica periodística que, a través de reseñas, intenta dar cuenta de la producción literaria reciente, y los estudios académicos, dirigidos a un público restringido, cuyo objeto son por lo general textos canónicos de nuestra literatura. No es redundante referirse a esta distinción, sobre la que se ha dicho bastante, ya que es el punto de partida para entender que no se puede leer una reseña de periódico con las mismas expectativas con que se aborda un estudio académico. La confusión deriva de que ambas actividades llevan el mismo rótulo de “crítica literaria”, y bajo esas palabras quedan sepultadas sus diferencias, al punto que no es extraña la opinión de que una reseña de periódico no es más que un pequeño estudio mal hecho, sin las herramientas teóricas necesarias para considerarse seria.

Estas primeras líneas buscan mostrar que la crítica en los diarios y los estudios académicos son esencialmente distintos, y pretenden rebatir la opinión que entre ellas hay una diferencia de grado y no de clase. Ambas actividades apuntan al mismo objeto, pero cumplen funciones distintas, y no hay razón para considerar que una debe estar subordinada a la otra. A diferencia de los trabajos académicos, las reseñas en los diarios, al estar expuestas a un público masivo, asumen implícitamente la responsabilidad de servir de guía de lectura al público interesado. Su punto de mira está enfocado en libros de reciente publicación y por ello quien las firma debe asumir la responsabilidad de la elección: omitir algún texto de cierto valor, o colocar en la discusión un libro que no lo amerita (los méritos no son necesariamente literarios; puede bastar el auspicio de un premio, el éxito de ventas o la popularidad del autor en sectores no especializados).

Un estudio académico demuestra la capacidad o incapacidad de su autor para ofrecer una nueva perspectiva de una obra o un conjunto de obras determinadas, pero ello no tendrá ninguna repercusión en las ventas ni en el futuro del escritor en cuanto producto comercial. Por el contrario, la reseña periodística, por su propia naturaleza, es más susceptible de sospecha. Su objetivo es despertar el interés del lector, acercarlo a un texto determinado y persuadirlo de que compre un libro o de que no lo haga. En consecuencia, es normal que los escritores la observen con recelo. En última instancia, siempre es más fácil creer en una reseña descalificadora que en una elogiosa.

Por lo dicho hasta aquí, es evidente que las reseñas de diarios cubren un espacio que no es el mismo que el de los estudios académicos, básicamente en tres aspectos: el consejo al lector, la actualidad de los libros y el tipo de público al que está dirigida. A veces se pasa por alto que no todos los interesados en literatura tienen una formación en estudios literarios. Algunos quizá sólo buscan entretenerse, vivir una historia, identificarse con un personaje. Este tipo de lector no será el indicado para ofrecer un juicio de valor, ni el más competente a la hora de definir la importancia o la calidad de una obra, pero su presencia no sólo es real, sino mayoritaria. La reseña, más democrática que el estudio académico, también tiene como lector ideal a ese público a quien poco o nada interesa un estudio sobre la construcción de la identidad en tal o cual novela canónica. La democratización de la lectura no implica que, al momento de la discusión, todas las voces sean igual de autorizadas, pero sí el reconocimiento de que no todos los lectores van en busca del mismo objeto al momento de abrir un libro.

Por lo tanto, la reseña en los diarios es una práctica necesaria que no puede ni debe intentar ser reemplazada por la crítica académica. La cuestión es, entonces, cómo se utiliza esa herramienta de poder. En lo que sigue, se intentará hacer una aproximación a la manera en que está siendo manejado el discurso crítico en la prensa. En primer lugar, la necesaria opinión de los mismos críticos. Y por último, un cuestionamiento a la reseña y un balance del tema que nos ocupa.

 

Hablan los críticos

Sobre el estado de la crítica en los medios de prensa, conversamos con dos de los críticos que en los últimos tiempos, y en virtud de la deseada continuidad, se han ganado un lugar en la prensa nacional: Luis Aguirre y Javier Ágreda.

 

Luis Aguirre

Luis Aguirre escribe una columna semanal de crítica literaria para el diario Correo. Al estar inscritas en un medio de difusión masiva, Aguirre considera que sus reseñas no pueden ser iguales que las publicadas en revistas de corte académico: “La crítica que hago es periodística, y el periodismo funciona con la actualidad, con los libros que están saliendo. No puedo escribir sobre un libro publicado hace una década, por mucho que me haya gustado, porque es antiperiodístico”.

Además de la actualidad, la otra diferencia es el receptor. “Los estudios cumplen una función para la comunidad académica, tanto para algunos lectores como para los productores, que tienen que cumplir con su trabajo. Pero ese discurso está alejado del interés de la mayoría de lectores. La gente quiere informarse, tiene derecho a saber lo que está pasando. Por eso, el discurso de la reseña en un periódico debe ser inclusivo. Escribo para un lector no necesariamente especializado, que no maneja metalenguajes. No puedo hablarle de polifonía porque no me va a entender. Escribo para la masa, no para escritores, académicos ni editores”.

Una vez delimitado el espacio entre las dos actividades, Aguirre apunta al objetivo central de la reseña: “Lo más importante es la valoración. La gente quiere saber si al crítico le gustó o no le gustó el libro, si vale o no vale la pena leerlo. Eso es lo principal: la recomendación”. Puesto que está ubicado en una posición de poder, el reseñista debe cumplir con ciertos requisitos, con algún perfil. ¿Cuál sería? ¿Es necesaria una formación en la carrera de literatura? “Al menos, en mi caso, los estudios literarios me han resultado necesarios al leer el texto”, contesta Aguirre, “ya que ofrecen herramientas que sirven para abstraer las estructuras con que se construye un texto. Pero al momento de escribir la reseña me tengo que olvidar de ellos”.

Aguirre habla del “chorreo intelectual” como la necesidad de llegar a un público más amplio, y el periódico permite esa apertura. En este punto, nos preguntamos por la responsabilidad del crítico, partiendo de que tiene la capacidad de guiar al público: “Mi responsabilidad es ser claro y ser honesto. No puedo ser ambiguo ni hermético. El lector debe estar en capacidad de rebatir mi texto y para ello, en primer lugar, debe entenderlo”. Vista en conjunto, la crítica debe asumir la responsabilidad de propiciar el diálogo entre los lectores: “Los libros son eventos, y como tales deben ser comentados. Me parece necesario que se discuta sobre los libros, y que no haya necesidad de ser un especialista para hacerlo. La reseña debe fomentar el diálogo entre los lectores. Es importante que los lectores tengan varias perspectivas sobre una misma obra”.

La cuestión es en qué medida se está cumpliendo ese objetivo. ¿Por qué la crítica periodística, vista en conjunto, se muestra incapaz de funcionar al punto que constantemente se señala que “no existe”? “Sobre todo porque usualmente los críticos no son buenos periodistas”, afirma Aguirre. “Por ejemplo, un libro como el de Edwin Chávez, 1922 , que dialoga con la tradición, y viene presentado en una buena edición, merecía mayores comentarios para provecho del lector. Lo mismo sucede con la novela La evasión , de Christopher van Ginhoven. Matalamanga es una editorial nueva, un proyecto serio. De alguna manera se va convirtiendo, como Estruendomudo, en un nuevo centro de poder. Por eso, dicha novela, como evento, tenía que reseñarse. Si otros no lo hacen es porque algo está fallando”.

¿Cuál es el error? ¿Qué autocrítica está dispuesta a hacerse la crítica? “Uno de los problemas es la falta de continuidad”, apunta Aguirre. “Un crítico escribe un tiempo, desaparece, reaparece porque un amigo publicó un libro y vuelve a desaparecer. Por eso es importante que un crítico tenga continuidad para que la gente lo conozca, sepa sus gustos y qué puede esperar de él”.

La oferta de libros es amplia y uno de los lugares comunes es el lamento por no recibir la atención que un escritor cree merecer. ¿Cuál es el criterio de selección? ¿Cómo se elige un libro y se deja otros de lado? “Hay libros que, en cuanto eventos, tienen mayor difusión que otros”, afirma Aguirre. “Son los libros que despiertan el interés de la gente, los que el público quiere leer, y por eso merecen ser comentados. Por ejemplo, a raíz del debate andinos/criollos, era necesario reseñar tanto el libro de Fernando Ampuero como el de Osvaldo Reynoso”.

Se podría cuestionar la afirmación “esos son los libros que la gente quiere leer”, no porque sea una idea equivocada, sino porque la clave es cómo esos libros llegan a despertar el interés de la gente. “Hay editoriales que tienen mejor trabajo de difusión que otras, que consiguen colocarse en el centro de la discusión”, sostiene Aguirre. “Ese no es un problema de la crítica, sino de las mismas editoriales, que deberían preocuparse en difundir mejor a sus escritores. Sin embargo, reseñar los libros que están en la discusión no significa, como algunos pueden suponer, que se deja de lado a autores con menor exposición. En mi caso, nunca dejo de lado a un escritor porque haya publicado en una edición de autor. Pero, al no pasar por el filtro de una editorial, es probable que no tenga la calidad que amerite una reseña”.

En cuanto a la editorial como instancia de selección, la afirmación de Aguirre es coherente. Sin embargo, sólo para seguir un lugar común: ¿no se estará desplazando a escritores no menos valiosos que no tienen cobertura? “No soy la policía literaria”, declara Aguirre con énfasis. “No tengo que hacer redadas para ir buscando autores que aparentemente no tienen interés por ser difundidos. Además, con toda honestidad, estoy convencido de que no existen genios escondidos. En esta época estamos tan conectados que si hubiera un Joyce perdido en un pueblo de provincias, hace rato que ya nos hubiésemos enterado de él y de lo que está haciendo”.

 

Javier Ágreda

Con diez años en la crítica literaria periodística, Javier Ágreda actualmente escribe una columna semanal de reseñas en el diario La República. “Hay un menosprecio por este oficio”, afirma. “Ello sucede básicamente por tres razones. En primer lugar, la comparación con los trabajos de los académicos, que son más densos y necesitan más tiempo de trabajo. Además, tienen la ventaja de que están dirigidos a un público que conoce el texto, por lo que pueden profundizar más. El formato de la reseña no permite profundizar mucho en un libro, puesto que se asume que el lector no lo ha leído y ello obliga a hacer una presentación. A la crítica de periódico le dicen peyorativamente ‘impresionista', pero en realidad es algo distinto. Incluso puede ser más valiosa que un trabajo académico”.

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