...y
la comunidad
Una
comunidad es una congregación de personas vinculadas
entre sí por una serie de intereses comunes.
Existe la comunidad judía (y en su interior
la judía alemana o peruana), las comunidades
campesinas, la comunidad médica, la comunidad
francófona, la comunidad europea, etc. Cada
una responde a distintas motivaciones y fines, que
van desde la defensa cerrada de una creencia religiosa
hasta la búsqueda del fortalecimiento de las
relaciones al interior de determinado grupo social.
Hay comunidades secretas, con reglamentos precisos
y miembros numerarios, y comunidades supranacionales
en redefinición social y jurídica permanente.
Lo que diferencia a las comunidades de otras congregaciones
es que la pertenencia a una comunidad implica siempre
una voluntad: no siempre se elige el ingreso a una
(como a la judía o a la francófona)
pero siempre se elige la permanencia. No hay comunidad
irrenunciable.
La
pertenencia a una comunidad implica, por tanto, un
compromiso con respecto a ésta: el integrante
de la comunidad europea deberá contribuir a
su fortalecimiento, el miembro de una comunidad campesina
deberá velar por los intereses de ésta,
el perteneciente a la comunidad científica
deberá buscar su desarrollo, etc.
Al
interior de la mayoría de comunidades el aporte
de cualquiera de sus miembros es entendido como producto
del trabajo de la comunidad en su conjunto en beneficio
de la propia comunidad, por lo que la situación
de privilegio al interior de una comunidad se consigue
en función al beneficio que determinado miembro
ha otorgado a su comunidad y no a su mayor antigüedad
o poder de algún tipo.
El
conjunto de intelectuales, así como el de médicos
o francófonos que practican la serie de principios
inherentes a su acción en tanto tales (esforzarse
por hacer comprensible el mundo, esforzarse por reducir
el sufrimiento físico o esforzarse por fortalecer
y expandir el uso de la lengua francesa) forma comunidad.
La formación de dichas comunidades no significa,
sin embargo, su institucionalización (el colegio
médico no equivale a la comunidad médica,
por ejemplo) sino la aceptación y puesta en
uso por parte de francófonos, médicos
e intelectuales de los principios fundamentales de
la acción que los define como tales. Hay médicos
que no se esfuerzan por reducir el sufrimiento físico
sino por poseer un estatus privilegiado, aunque consigan
reducir el sufrimiento físico dichos médicos
no constituyen parte de la comunidad médica
o son miembros de baja calidad al interior de ésta.
Un médico de este tipo en un conjunto de quinientos
médicos no pone en peligro a la comunidad,
lo contrario implicaría la inexistencia o incipiencia
de una comunidad médica. Sobre dicha base puede
decirse que, al parecer, no existe o es incipiente
una comunidad intelectual humanista en el Perú
(2).
Existen
en el Perú, sin embargo, élites intelectuales.
Élites que, además, reconocen su papel
diferenciado en la sociedad y reclaman y en
alguna medida consiguen que también ésta
se lo reconozca. Esta es una diferencia fundamental
entre élite y comunidad. Una comunidad es un
conjunto conformado por miembros comunes de una sociedad
que, sin alterar sus derechos y obligaciones respecto
de ésta, integran determinada comunidad que
puede a su vez, ser parte del tejido estructural de
dicha sociedad, como las comunidades campesinas en
la sociedad peruana, o puede trascenderlo, como la
comunidad judía o la comunidad ecologista respecto
de las sociedades nacionales. En ambos casos las comunidades
deben ajustarse a los principios y normas de las sociedades
en las que participan.
Una élite, a diferencia de las comunidades,
es un conjunto formado por miembros de algún
modo diferenciados del resto de la sociedad. La élite
empresarial mantiene determinados privilegios y obligaciones
que los demás miembros de la sociedad no, de
igual modo las élites militares, las élites
religiosas, etc. Una élite es un conjunto de
sujetos en posesión de algún elemento
diferencial, ya sea económico, político,
o de alguna facultad física o mental, etc.,
lo cual obliga a la sociedad a proveerla de los elementos
que le permitan el empleo de dicha posesión
diferencial del mejor modo posible para beneficio
de la élite y de la sociedad.
En
resumen: una comunidad trabaja para sí misma
y para la sociedad en la que está inserta sin
requerir para ello privilegios, una élite trabaja
para sí misma, beneficiando con ello a la sociedad
por lo que recibe de ésta los privilegios necesarios
para su desarrollo como élite.
Ya
se había dicho que, en rigor, no existe o es
incipiente en el Perú una comunidad intelectual.
Eso está claro. Se había dicho también
que existen, sin embargo, élites intelectuales.
Esto ya no parece tan claro. En principio porque una
élite intelectual tendría que beneficiar
con su trabajo a la sociedad cosa que no ocurre (al
menos en el campo de las Humanidades) y además
porque tendría que recibir de parte de la sociedad
los privilegios necesarios para su desarrollo, cosa
que tampoco ocurre. Hay entonces que matizar la afirmación:
existen en el Perú algunos grupos seudo intelectuales
(3) elitizados,
puesto que gozan de algunos privilegios por parte
de la sociedad (premios, asignaciones presupuestales
especiales, etc.) aunque precarios. Estos grupos constituyen
nuestras incipientes élites intelectuales.
Las
élites y las comunidades no se oponen necesariamente,
las primeras se definen por una posesión y
las segundas por una acción. El intelectual,
dada la implicación de la colectividad en su
labor debe buscar que llegar a la sociedad. En primer
lugar insertando su trabajo en la tradición
de su campo, es decir, fortaleciendo o constituyendo
una comunidad y, en segundo lugar buscando, a través
de una comunidad fortalecida la inserción de
su labor en la sociedad. El intelectual, en tanto
tal, pertenecerá a una élite siempre
que pueda demostrar sus facultades diferenciales,
pero sólo podrá obtener los beneficios
correspondientes de su sociedad cuando ésta
considere relevante su labor.
...:
el caso peruano
En
el Perú los llamados comúnmente intelectuales
(humanistas y/o investigadores de todas las disciplinas
que el establishment peruano no reconoce como
ciencias) han sido siempre conscientes de su relación
problemática con la sociedad. Pero, a mi juicio,
siempre se ha asumido que la labor del intelectual
es útil per se a la sociedad, que los
intelectuales deben formar élite y no
comunidad y que es la sociedad la que incumple
con la élite intelectual y no viceversa (4).
Pese
a lo anterior existen propuestas interesantes hacia
la formación de una comunidad intelectual humanística
en el Perú así como propuestas para
acercar el trabajo intelectual a la sociedad. La aparición
de un suplemento especializado en humanidades en un
diario de circulación nacional, la constitución
de revistas de cultura abiertas al público
no especializado, la ejecución de talleres
que acerquen el trabajo intelectual a la sociedad,
la constitución de grupos de filosofía
para niños, los congresos académicos
que buscan el intercambio de conocimientos entre intelectuales
de diversas procedencias y escuelas, las labores de
gestión cultural que comienzan a desarrollarse
en el país, etc., son caminos que deben afianzarse
y relacionarse cada vez más entre sí
y con la sociedad para formar y fortalecer a la comunidad,
humanista, intelectual y, finalmente, social.
En
conclusión: la labor del intelectual es amplia
y comienza o debe comenzar con la toma de conciencia
acerca de cuál es su labor. Se han intentado
aquí esbozar algunas notas al respecto con
la intención de suscitar al debate. Como escribí
al principio, no pretendo zanjar el problema de la
relación entre intelectuales y comunidad sino
ponerlo en la agenda del debate intelectual.
©
Jaime Arturo Vargasluna*, 2004 
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(2)
Existe menos aún una comunidad intelectual
que reúna a científicos de toda índole
con artistas y toda clase de estudiosos de la realidad.
La constitución de una comunidad de este tipo
es tarea que sólo podrá realizarse sobre
la base de una comunidad humanista fortalecida.
(3)
En tanto sus miembros son llamados intelectuales sin
ajustarse necesariamente a la definición aquí
presentada.
(4)
Consúltese al respecto la encuesta hecha a
artistas y humanistas peruanos: "Por qué
no vivo en el Perú". En: Revista Hueso
Húmero N° 8. Lima, Enero - Marzo 1983 y
Hueso Húmero N° 9. Lima, Abril - Junio
1983.
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