Es
un hecho conocido que nuestro mundo literario está
mayoritariamente adscrito a la vertiente que podríamos
llamar "realista", de modo que el lector
usual podría pensar que en el Perú no
se han dado manifestaciones de los mal llamados géneros
menores, como son la ciencia ficción, el terrorífico,
el policial y el fantástico.
Nada
más lejos de la verdad. Lo que ocurre es que
nuestra industria editorial no tiene la envergadura
de sus similares de otras latitudes, donde puede hablarse
de tirajes de millones de ejemplares, mientras que
en nuestro país un escritor novel sueña
con tirajes de cientos... Mal que nos pese, es nuestra
realidad.
Por
consiguiente, si tomamos en cuenta ambos factores,
el resultado será que la producción
literaria "alternativa" pasará desapercibida
para el gran público, de modo que difícilmente
una novela de ciencia ficción o de horror "a
la peruana" podrá formar parte del canon
de "las novelas más importantes de la
década" o similares, que suelen publicarse
en revistas especializadas. De modo que una relación
de novelas o relatos de ciencia ficción nacional
simplemente no existe en el mercado, ni parece ser
objeto de inquietud académica.
Y
sin embargo, se mueve... Pese a que uno no esperaría
encontrar nada en el panorama antes descrito, pues
resulta que no está tan yermo como parecía
a simple vista. Escritores hay que, en el pasado o
en el presente, se han atrevido a ir contra la corriente
prorrealista, vanguardista, JUM, indigenista, etcétera,
y han incursionado en los géneros descritos:
Mario Vargas Llosa escribió la novela policial
Quien mató a Palomino Molero, Julio
Ramón Ribeyro tiene varios cuentos fantásticos,
al igual que Harry Beleván, compilador de la
excelente Antología de la literatura fantástica
en el Perú (1977).
En
el presente artículo, trataremos específicamente
de la ciencia ficción, aunque previamente tenemos
que hacer una precisión. A diferencia de otros
países, no existen en el nuestro editoriales
con colecciones o apartados específicos para
la ciencia ficción (o para los otros géneros).
Y eso dificulta la identificación de dichas
obras.
Generalmente,
la ciencia ficción se define como un género
que se ocupa del impacto que en el futuro tendrán
las innovaciones científicas, incluyéndose
los avances en ciencias sociales. En ese sentido,
y para bien, pierde esa aura de infantilismo y de
literatura sólo para iniciados que muchos fanáticos
desean que posea, sin caer en cuenta que así
contribuyen al desprestigio del género y a
la visión del aficionado como un excéntrico.
Simplificando
así las cosas, ¿qué tiene de
raro que un escritor, en un momento dado, comience
a especular acerca del futuro, del porvenir, extrapolando
la realidad que tiene a su alrededor? No es necesario
contar con un entorno de alta tecnología, como
pueden tenerlo los norteamericanos o los europeos,
para pergeñar o redactar un relato o novela
con estos ingredientes. No todo pueden ser luchas
campesinas o biografías lumpen.
Así
las cosas, tenemos como primer ejemplo al vilipendiado
y recientemente reivindicado Clemente Palma (1872-1946).
Curioso personaje, virtualmente expulsado del canon
literario peruano, por sus ideas racistas y su infausto
dictamen sobre la obra de Vallejo. Bueno pues, este
Clemente Palma, a inicios del siglo XX, se encargó
de jugar con los terrores de la humanidad ante el
paso del cometa Halley con su cuento "El día
trágico" (1910), especuló sobre
los intentos de conseguir oro por parte de un alquimista
del remoto año 3000 en "La última
rubia", sin contar otros cuentos fantásticos
publicados bajo el nombre de "Cuentos malévolos
(1904)".
Como
sabemos, la producción literaria nacional siguió
otros rumbos, muy ajenos a las especulaciones sobre
el futuro o la tecnología, aunque existe el
caso aislado de Héctor Velarde (1898-1989),
exquisito humorista de una Lima (no de un Perú)
que definitivamente ya fue, donde todo estaba "en
su sitio", y la vida transcurría plácida...
en medio de esta arcadia, irrumpe la modernidad que
viene de Norteamérica, con sus supermarkets
y aviones, y sobre todo, con la bomba atómica.
Velarde escribe una serie de crónicas y ensayos
humorísticos que titula "La perra en el
satélite" (1958), coincidiendo con la
carrera espacial entre EE.UU. y la URSS. En este librito,
aparece el relato "La bomba J", en el cual
la destrucción nuclear total tiene un fallo:
la casa del limeñísimo Pedro Lanatta
y Perales, diplomático, quien decide dedicar
sus últimos días a escribir un diccionario
para las futuras generaciones... Quien sabe, Velarde
tal vez quiso expresar en este relato su melancolía
por la pérdida de ese mundo limeño en
el cual había nacido. Tiene también
una pieza de teatro ambientada en el año 2427
titulada "¡Un hombre con tongo!" (1950),
en la cual las señoras van de compras al Jirón
de la Unión utilizando hélices en la
espalda para movilizarse.
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