Modernidad y diversificación periférica
Para los que habitamos al sur de la modernidad, nuestra realidad multicultural conflictuada evidencia los reales problemas sociales, económicos y políticos que plantean los desafíos de una diversidad etnocultural negada por el centralismo, que, generalmente, reproduce los procesos de “exotización” del “otro no occidental”. Esto viene acompañado de “estereotipos” y prejuicios que tienden a ridiculizarlos, vía preconceptos consolidados también en las metrópolis periféricas y reproducen una norma urbana, perspectivista y logocentrista a través de la cual suelen ver a sus periferias provinciales, sobre la base de patrones únicos e inamovibles de conducta con los que hasta ahora han caracterizado a los diversos grupos étnicos y culturales.
Es esa conciencia del carácter autoritario, etnocentrista y reduccionista de la modernidad que, como proyecto de la ilustración, disemina sus relaciones de poder reproduciéndolos en todos los intersticios sociales, con una idea de totalidad uniforme y controlada. Sustentada en un pretendido universalismo que desprecia las diferencias y las masifica a partir de la industria cultural, y donde la globalización, en un período capitalista tardío, debe ser visto como una modernidad exacerbada o hipermodernidad ante el encogimiento planetario y el aumento desbocado de la velocidad de los flujos e intercambios económicos que han devenido en la instantaneidad de espacio virtual.
Hipermodernidad que entra en contradicción con una conciencia posmoderna, de herencia posestructuralista, que ha abierto y está abriendo una posibilidad de protagonismos culturales horizontales y múltiples, y que vía simultaneidades discontinuas ha inaugurado un período en el que las sensibilidades ocultas, las voces silenciadas y las miradas subalternas, han empezado a asumir poder, historiándose y abriendo los caminos poscoloniales de su autorepresentación.
Esas tensiones contradictorias, entre las líneas de fuga societales, de la sociedad de la información y la mundialización, y los procesos culturales, de la posmodernidad, hacen que el temprano entusiasmo de Gianni Vattimo, que pensaba que aquella euforia comunicacional generalizada nos llevaría hacía una “sociedad transparente”(9), en la que todos los sectores culturales se visibilicen en un diálogo plural y democrático choque con la desconfianza actual de Slavoj Žižek(10). Las críticas dirigidas al contenido subliminal del mensaje del capitalismo tardío multiculturalista de este último muestran que suele promover una tolerancia frente a “otros folclorizados” en tanto ejerce severa vigilancia en los “otros reales”, acusándolos de fundamentalismo desde su posición global hegemónica y ficcionalmente vacía.
Localización y territorialización del concepto
Es frecuente que la mayoría de estudios realizados sobre América Latina partan de aparatos críticos o modelos teóricos -filosóficos, económicos, sociológicos, etcétera- desarrollados y pensados a partir y para la indagación de realidades diferentes, modelos que luego son transportados y aplicados a contextos latinoamericanos sin la aparente preocupación de buscar métodos de análisis más acordes a nuestras realidades. Quizá en ello resida la debilidad de muchos estudios que abordan al tercer mundo, considerando sencillo extender diagnósticos o transportar soluciones desde un plano nacional a otro, sin que aparentemente pierdan validez o eficacia en el proceso, debido a que, presumiblemente y gracias a la mundialización, la situación en casi todos los puntos del planeta, salvo la variable intensidad, se haya homogenizado.
Mas, pese a los remordimientos que esto podría ocasionar en nuestras conciencias poscoloniales, esto nos está mostrando que las únicas posibilidades de renovación y originalidad visibles en los estudios reside en la adaptación y aplicación de marcos teóricos importados(11) -no exclusivamente occidentales-, a las realidades diversas y marginales que caracterizan a las periféricas del mundo. Ante la evidencia de una simultaneidad premoderna, moderna y posmoderna, en un imperio de heterogeneidades policéntricas, aunque muchas veces afectadas por colonialismos conductuales y una noción colonialista del saber supérstite, la pretensión de un logocentrismo étnico-universalista está siendo superado.
Conciencias nacionales en conflicto
La historia cultural del país, leída como apropiación de elementos hispánicos, para ubicarlos dentro del espacio simbólico indígena, que ha originado el sincretismo cultural dinámico, lineal y de oposiciones binarias -entre lo hegemónico y sulbalterno, entre lo malo y lo bueno- que ha llegado hacia nosotros, suena muy parcial e inocente como para ser creíble, pues sacrifica un universo de representaciones posibles. La crisis del “logocentrismo”, expuesta por Derrida, nos ha enseñado a ver que no hay una sola historia con una continuidad lineal sino múltiples tradiciones y visiones del mundo que pueden ser fuente de inagotables lecturas. La idea de una racionalidad central estalla ante la diferencia, ante la conciencia de una multiplicidad de racionalidades locales, minorías étnicas, sexuales, religiosas, culturales o estéticas que empiezan a tomar la palabra.
Si dentro de los límites nacionales tradicionales la situación identitaria y cultural ha sido problemática, esto se agudiza más aún con la globalización, que, vía los medios de comunicación masiva, promueve la cultura occidental como un modelo hegemónico a seguir por el resto de culturas del mundo. Si seguimos imbuidos en la fascinación del mito del desarrollo, donde el exotismo es un factor discriminante, y de no integrarse a la tendencia mundial, las culturas serán recluidas en los espacios reservados a lo marginal, la exclusión y el olvido que implica la muerte.
En la amazonía peruana, sin detenernos en la degradación medio ambiental, ya no existen más grupos étnicos no contactados. Allí, la actividad extractiva de las multinacionales viene mediatizando los procesos “civilizatorios” que implican transculturación o “extirpación cultural”, habiendo una especie de apostolado colonialista en la salud, en la enseñanza y la religión, cuando no en los rezagos traumáticos dejados por la guerra interna y lucha contra subversiva. Siendo estos procesos de descubrimiento “mutuo” asimétricos, en el caso de nosotros esto no implica una apertura ante una cosmovisión alternativa del mundo sino que nos muestra los alcances coercitivos de la modernidad, con sus ideales de progreso embotados de una violencia simbólica que, impulsadas desde un centro oficial, tiende a favorecer la conciencia hegemónica de una cultura dominante.
En el espacio andino la situación cultural no es tan diferente, pues el aparato estatal tiende a beneficiar lo urbano en desmedro de lo rural. Dado que la cultura es caracterizada por su folklorismo y cualidad arqueológica, sin desprenderse de la estampa turística a la que ha sido condenada, y pese a dominar el espectro representacional nacional en las iconografías presentadas por el mercado(12), las minorías etnoculturales siguen estando confinadas en una posición subalterna. Ante dicho problema, Michael Walzer ha planteado la neutralidad del Estado. Es decir, el Estado debería tener ante la cultura la misma neutralidad que tiene ante la religión. Aunque este símil casi nunca funciona, pues el Estado, tal vez sin quererlo, promueve una cultura oficial. Es necesario, por ejemplo, aprender la lengua española para tener acceso a una educación digna y a todas las actividades institucionales insertadas en el campo del derecho.
Masa y masificación.
Hay un poema de Charles Baudelaire, incluido en su libro de pequeños poemas en prosa, El Spleen de París, que ha sido leído en clave sociológica, referida a la masificación como tendencia de los tiempos modernos y la idealización del anonimato, lo que implica la “Perdida de Aureola”. Poema que probablemente fue el referente que Walter Benjamin tuvo al definir la obra de arte tradicional por el “aura”, es decir, por la presencia de un no-presente que le da esa cualidad de objeto artístico excepcional y la ”atrofia del aura” del arte contemporáneo. Benjamín accede a esa relación masa-ciudad vía la poesía de Baudelaire, en quien la ciudad se presenta difícil, hormigueante, contradictoria y llena de sueños humanos, entre la taberna, como rendez-vous democrático, y las barricadas de la revuelta social.
“es un arte gozar de la muchedumbre. Sólo a quien el hada ha insuflado el gusto por el disfraz y por la máscara, el odio del domicilio y la pasión del viaje, desde la cuna, puede darse a expensas del género humano, ese banquete de vitalidad. // Multitud soledad: términos iguales y convertibles para el poeta (…) Quien no sabe poblar su soledad, tampoco sabe estar solo entre la muchedumbre atareada. ”(13).
Sloterdijk, refiriéndose a un libro de Elias Canetti titulado Masa y poder, ha escrito que allí se ha puesto en manifiesto más que en ningún otro texto, el tema psicológico fundamental del siglo veinte: el poder que posee la maldad y la falsedad a la hora de arrastrar, desvelando la esencia de la masa como magnetismo puro:
“De repente, todo se llena de hombres. Para todo aquel que se considere apegado al tema de la emancipación, el ascenso de las masas a la categoría del sujeto ha de resultar una ofensa de desagradables repercusiones. (…) La intuición canettiana subraya con maliciosa claridad la circunstancia de que en la constitución originaria del sujeto masificado predominan las motivaciones opacas”(14).
Pero el desprecio de Canetti -en apariencia cercana a la del hombre-masa revisada por Ortega y Gasset, que ve en las masas un hecho social de aglomeraciones que solo posee vulgaridad, conformismo y, a pesar de sus pretensiones, incapacidad para la cultura- puede ser comprensible si lo situamos en un contexto que ha afectado a muchos intelectuales de su época. Resulta sintomático que los regímenes totalitarios de derecha e izquierda hayan sustentado su poder subjetivando a las masas, ya sea como pueblo heroico en Hitler o como proletariado revolucionario en Stalin.
Al referirse a esa opacidad de las motivaciones del sujeto masificado, no creo que Canetti haya desconocido la noción de iluminismo que sostenía la Escuela de Frankfurt, tomada de la Aufklarung kantiana, que desde su teoría crítica entendían la realidad como un campo de posibilidades de la existencia que motiva malestar, indignación e inconformidad, y que debería llevarnos a reaccionar, como salida marxista, en pos de una transformación social. Sus experiencias directas con el totalitarismo Nazi, tanto a Adorno como a Horkheimer, les había hecho ver sospechosa esa idealización de la masificación que bajo su careta “democratizante” y niveladora resultaba un peligro para la libertad y la autonomía, viendo un símil entre nazismo masivo alemán y la emergente democracia de masas norteamericana.
En todo caso, resulta sintomático que el arte promovido en la Alemania nazi, que defendía un realismo épico de referentes clásicos, ensalzando el heroísmo nacionalista del pueblo, llevara a buscar la regeneración del arte contemporáneo, extirpando todo lo que tenía de elitista, individualista e innovador, pues su conservadurismo les hacía ver a toda vanguardia como Entartete Kunst(15), y que el arte del proletariado, oficializado durante el stalinismo soviético -pese a que las vanguardias de la época era cercanas al socialismo-, esté caracterizado por un realismo socialista, impulsado desde el Prolekult, tengan convergencias prácticas, aunque sin idealizar a las muchedumbres como en los casos anteriores, con la emergente cultura de masas de los medios masivos estadounidenses, donde la industria cultural se caracterizaba por reducir a los hombres al estado de masa que después despreciaban.
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(9) Vattimo, Gianni, La sociedad transparente, Barcelona, Paidos, 1990.
(10) “Multiculturalismo o la lógica cultural del capitalismo multinacional”.En Jameson, Fredric y Žižek, Slavoj, Estudios culturales. Reflexiones sobre el multiculturalismo, Buenos Aires, Paidos, 2001.
(11) Los Subaltern Studies, gestado por un grupo de intelectuales de la India, entre los que se ubican a Gyan Prakash, Ranagit Guha, Partha Chatterjee y otros, han tenido relevancia especial en los estudios latinoamericanos con la formación del Latin American Subaltern Studies Group.
(12) Ante esa postulada “superioridad iconográfica andina”, queda preguntarse si hay diferencias simbólicas en el hecho de que el logotipo de un mundial peruano haya presentado la imagen de un indígena, en tanto que el de un evento australiano traiga la de un canguro como distintivo.
(13) Del poema XII, “Las muchedumbres”. Charles Bauderlaire. Petits poèmes en prose. Le spleen de Paris. Traducción libre del autor de este estudio.
(14) Sloterdijk, Peter. El desprecio de las masas. Valencia, Pre-Textos, 2002. p.13.
(15) Arte degenerado.
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