Mario Montalbetti (Lima, 1959) acaba de publicar Cinco segundos de horizonte, uno de los mejores poemarios de 2005. Es lingüista, enseña en la Universidad de Tucson (Arizona), pero se considera a sí mismo un poeta muy preocupado por la actividad poética en el Perú, jalonado por la historia y cultura recientes. Dialogamos con él en la librería El Virrey, su centro de operaciones, sobre el lenguaje, las reflexiones metalingüísticas en poesía y las des-articulaciones entre el discurso político y los hechos.
El poeta Pablo Guevara nos hablaba, en nuestro número anterior, de las tendencias, los vínculos y las afinidades en la poesía peruana contemporánea. Como parte de esta tradición continua, ¿dónde situarías tu poética?
Mi entronque con la poesía peruana era a partir de Rodolfo Hinostroza y Antonio Cisneros. Es decir, su obra y sus lecturas: los beats, los ingleses, etc. No la poesía española, a la que he regresado de manera muy indirecta, porque todo el que escribe en español, de alguna forma, regresa al soneto; pero mi verdadero entronque eran con ambos. Como dicen, Cisneros le regaló los abuelos del lobo a la poesía peruana (risas). Imagino que para los jóvenes de los setenta, en la Católica, eran nuestro manantial. Ahora, había otro grupo más vitalista, pero en el cual no participé: Estación Reunida. También estaba Vox horrísona de Luis Hernández. Ellos eran más españoles; lo mío, en cambio, más discursivo. Aunque Hernández tenía lo cotidiano y lo sarcástico, que también está en mi poesía, no lo he sacado de él.
En tu poesía hay mucho de ironía y humor explícito, especialmente en tu último libro…
Sí, pero también de humor retórico. En Perro negro, por ejemplo, está el humor cítrico, cáustico, destructivo, esencialmente destructivo; pero la reconstrucción del humor queda librada al azar.
¿Cómo ve la crítica norteamericana a la poesía peruana contemporánea?
Aunque Estados Unidos está constituido por muchos estados desunidos, hay canales y revistas que publican a unos y otros poetas, pero, en términos generales, la poesía peruana en ese país no existe. En la cultura oficial, o más o menos oficializada, creo que la poesía peruana no tiene ningún peso. Hay, entre poetas, conocimiento de poesía peruana, sobre todo en las costas, San Francisco y Nueva York; aun la poesía de Vallejo, con ediciones y traducciones, es ajena al espíritu de la poesía americana. La gente no tiene idea de lo que está pasando en la poesía peruana última.
Entonces, ¿cuál sería el aporte de la poesía peruana para la crítica?
El aporte se mide en décadas o en siglos; es algo continuo que va desde Vallejo hasta nosotros. Existen picos desde Vallejo hasta Blanca Varela, con todo lo intermedio, que sí merece atención. Pero un aporte de la poesía de los 80 o 90 es demasiado mínimo.
Cartografías de poesía contemporánea
Se dice que la poesía peruana contemporánea le ha dado voz a los que no la tenían. ¿Habría algún vínculo con la subalternidad?
La poesía peruana nunca le ha dado voz a alguien. Más bien, la computadora e Internet sí les han dado voz. Siempre hay gente que ha escrito poesía, pero la publicación siempre ha sido restringida. Eras amigo de un editor; entonces, publicabas. En cambio, ahora tú puedes sacar tu propia edición. Es decir, esa diferencia entre escribir y publicar poesía ya no se respeta; y las nueva tecnologías han contribuido con eso. Hoy, no hay barreras para publicar, pero tampoco hay crítica. Por el contrario, es peor que antes; todos dicen algo y nadie sabe por dónde va la cosa. El intento de Mirko Lauer y el mío, de leer lo que se publicaba recientemente, era “mapear” un poco: dónde están los poetas que te gustan.
¿Cómo ves las recientes antologías de poesía peruana?
Creo que la poesía que se hace últimamente en el Perú es de muy buen nivel. Gente muy joven, entre 22 y 30 años, escribe con un dominio excepcional de la lengua. Es realmente entusiasmante leer la producción poética última. Mi impresión es que todos leen poesía peruana. Una de las características de ésta es que todos forman parte de esa tradición. Incluso cuando apareció Hora Zero, ellos también integran esa tradición. Como ya he dicho en más de una vez: todos escriben con Vallejo soplando en la nuca. Los poetas peruanos, en general, saben mucho de poesía peruana; y eso explica que tengamos buena poesía. Más allá del compadrazgo –“este es mi amigo, entonces voy a promoverlo”–, creo que eso no se da en el Perú. Hay una especie de desencanto natural entre los poetas; por consiguiente, ellos se dedican a hacer crítica. Muchas veces la entrevista suplanta a la crítica, porque sencillamente no hay crítica. Hace poco, en una entrevista me preguntaron: ¿usas muchas metáforas cuando escribes poemas? (risas). Después publican: “Montalbetti usa metáforas para escribir poemas”.
¿Cuándo nace la tradición poética en el Perú? ¿Quizás en la Colonia?
Había una tradición poética en la Colonia; pero la verdadera tradición peruana es más bien de la República, durante el siglo XIX. Creo que esa tradición empieza cuando te liberas de lo español y te abres a lo francés.
Pero eso es pasar de una dependencia a otra…
Es posible, pero tienes la voluntad de abrirte de una; siempre terminarás en otra, pero eso ha sido muy bien trabajado en la poesía peruana. Sin embargo, el trasfondo español continúa; es decir, el poeta peruano que escribe en español sufre el peso gravitacional del soneto. Aun si no sabes la fórmula del soneto, hay algo, en el “espíritu de la lengua”, que va del endecasílabo a la estructura de la rima. Existe un trasfondo de la lengua española contra la cual escribes. Luego, hay otras influencias (la francesa, la americana, la poesía china, que fue tan popular hace unos años) que se acomodan a todo este proceso.
La casa del ser
Hablas de formas de la lengua y debemos referirnos, necesariamente, a tu formación como lingüista. Recordamos los artículos que escribiste sobre la esfinge y el “ser en la lengua”. ¿De qué manera tu formación es parte de tu poética?
En mi poesía hay mucha metalingüística, que es el lenguaje para escribir poesía; pero el signo es totalmente distinto. Cuando hago lingüística, trato de probar que el lenguaje no existe (risas). Cuando escribo poemas, trato de probar que estoy equivocado (risas); pero la materia prima es la misma y se nota, en una serie de poemas, que la reflexión sobre el lenguaje mismo está presente. Han dicho que soy un poeta del lenguaje… No debería decirlo, pero el comienzo de un poema es una experiencia lingüística. Hay ciertas construcciones que me parecen sorprendentes y las sigo; creo que el desarrollo de un poema empieza a nutrirse de la experiencia. Es decir, me asustó un perro y escribo sobre un perro; no. Me asustó una frase y escribo el poema sobre esa frase; y, después, en el momento de producir el poema, empieza a llenarse de contenidos vitales. El desarrollo de un poema se produce a partir de construcciones lingüísticas que se nutren de esos contenidos vitales.
1
-
2 |