La
barbarie, en Facundo, es un concepto, una abstracción
de la realidad. Asociada al campo, en las primeras
páginas de este texto, Domingo Faustino Sarmiento
nos la muestra estática, espacial, geográfica,
natural. Pero pronto deviene inmaterial, determina
el espíritu de sus habitantes, los gauchos;
se nos presenta como una mentalidad. Facundo Quiroga
será el paradigma más acabado de este
modo de ser. Dice Sarmiento:
"Facundo
no es cruel, no es sanguinario; es el bárbaro,
no más, que no sabe contener sus pasiones,
y que, una vez irritadas, no conocen freno ni medida;
es el terrorista que a la entrada de una ciudad
fusila a uno y azota a otro, pero con economía,
muchas veces con discernimiento" (169).
La
cita anterior, al final del capítulo XI de
Facundo, parecería una ironía.
Después de haber derrochado tinta en registrar
la ferocidad, la crueldad de muchos de sus actos,
Sarmiento redime a Facundo; nos presenta una imagen
"humana" del antes vil.
La
barbarie que encarna Facundo se nos presenta, entonces,
mitigada, sin crueldad, inocente. Nada más
podría surgir de ella, pues ante todo es natural.
Es un depósito que se podría domesticar,
como de hecho sucedió en 1810, en las batallas
que libró Argentina por su independencia del
sistema colonial.
En
este punto, lo que era condición de la campaña,
es ya intruso en las ciudades. La barbarie circunscrita
espacialmente al campo, con la guerra civil entre
federales y unitarios azota a las ciudades, aún
refugios de civilización. Parecería
tratarse de una peste abominable, que casi lo ha contagiado
todo.
Pero
esta barbarie inocente, no es todo. Y el terror que
propagaba, que era efecto y no causa, de una pasionalidad
desbordada, de un aprendizaje largísimo de
incivilidad, cede pronto su lugar a una barbarie que
se hace método, sistema. Se trata de una barbarie
civilizada, es decir, pensada, organizada como medio
de control, como política. Su campo de batalla
y su pronto refugió será la ciudad;
Juan Manuel Rosas su mayor ejecutor.
La oposición entre civilización y barbarie,
propuesta desde los títulos de las diversas
ediciones del Facundo, deja de sostenerse y se hace
un lugar de frecuentes intercambios semánticos.
En general vemos cómo el elemento "americano",
denominado bárbaro por Sarmiento, lo humedece
todo al punto que se vuelve sistema opresivo, tiránico
en Rosas.
Visto
desde esta perspectiva tiene razón Sarmiento
cuando enfatiza la muerte de Facundo Quiroga como
un desenlace político. Con su muerte la barbarie
deja de ser sólo cultural y ahora se torna
política. Los valores negativos agrupados en
lo bárbaro, dejan de signar culturalmente la
identidad personal de la gente proveniente del campo,
pues al ser sistematizados por Rosas le permiten el
poder total de la naciente República Argentina.
Su estrategia basada en la violencia, se resume en
su lema: "El que no está conmigo es mi
enemigo". Al final, nadie quiere ser su enemigo
y su ascenso al poder es pacífico, aunque no
el modo como llega a él.
No
obstante, como todo concepto, el término bárbaro,
se nos presenta vacío y sólo obtiene
plena significación en función de un
contexto narrativo. De manera que a falta de un mejor
término Sarmiento nos presenta, al comienzo
de su narración, una descripción más
bien idiosincrásica de la sociedad de entonces,
denominándola bárbara. Allí,
nos muestra cómo el producto social de La Colonia,
diferenciado y jerarquizado espacialmente, correspondiendo
lo bárbaro al campo y lo civilizado a la ciudad,
es el problema de fondo.
Al
no poder articular en un proyecto común los
diversos grupos que pueblan la Argentina, al no reconocer
su heterogeneidad social, la administración
colonial ha perdido hasta su función de ser.
Pero al presentarnos una sociedad convulsionada que
se resiste a abandonar ciertos modelos coloniales,
Sarmiento entiende que se trata de una oportunidad
única. La
barbarie es en el fondo la factura que le pasa el
antiguo sistema a la naciente república. Y
si bien, en las páginas de Facundo se
nos presenta como un problema serio, un canto de esperanza
surge de la interpretación histórica
que hace al final de ellas Sarmiento.
En
efecto, con la muerte de Facundo Quiroga, el triunfo
de la otra barbarie propiciada por Rosas se vuelve
infame. Lleva a la ene potencia lo que en Quiroga
era vicio cultural. Hace que su barbarie sea aborrecible
hasta por los, digamos, bárbaros auténticos,
esto es, los
gauchos; enseña que lo bárbaro, sistematizado,
se vuelve maligno. Por lo tanto, su modelo se desprestigia,
exige un reemplazo.
|