La
libertad de acabar con la vida era la mayor de todas
las libertades
Pocos
son los escritores que en el arte de narrar inauguran
nuevos cauces por los que es posible transitar y que,
además, establecen nuevos paradigmas mediante
un estilo basado en técnicas renovadoras y
en temáticas que generan historias impactantes
y personajes con trascendencia. Uno de ellos, y al
que el reconocimiento por fin le está llegando,
es el escritor brasileño Rubem Fonseca, quien
este año 2003, ha sido merecedor de uno de
los premios más importantes en el campo de
las letras: el Premio Juan Rulfo de Literatura Latinoamericana
y del Caribe, en su versión XVIII.
Fonseca
nos presenta en su producción narrativa la
excepcionalidad de unos personajes familiarizados
con el ritual de la muerte. Se realice efectivamente
esta o no, los personajes saben que están condicionados
a un ser-para-morir, lo que degenera en una visión
particular del hombre moderno y en una bienintencionada
cruel ironía del mundo contemporáneo.
Sus personajes parecen ser los fantasmas que pueblan
las crónicas policiales de los diarios latinoamericanos
o los anónimos héroes que contribuyen
a disminuir la explosión demográfica
existente.
Cine
y literatura: historias para contar
El
narrador brasileño es un claro exponente de
la novedosa relación que se puede establecer
entre cine y literatura. Esta relación viene
ligada a los inicios del relato de la novela negra
con autores fundacionales como Raymond Chandler y
Dashiell Hammett, cuyas obras fueron solicitadas para
la pantalla grande por los estudios de Hollywood,
teniendo como continuadores en la actualidad a autores
como Leonard Elmore entre otros. Fonseca, además
de ser un claro deudor de la novela negra y policial,
es un devoto del cine, (se desempeña como guionista
y crítico). (1)
Estas conjunciones le han valido en un primer momento
reconocer estas dos claras influencias en su narrativa.
A
semejanza de un guión cinematográfico
(debemos tener en cuenta que las técnicas de
realización utilizadas en este influyen soberanamente
en la formalización de la narración,
determinando muchas veces la posibilidad del cuento
a la cual dota de una atmósfera característica
y particular. Las escenas son como montajes de una
película, manteniendo el desarrollo de un thriller
cinematográfico) la descripción avanza
mediante un delineado que ahorra en elementos innecesarios
y en la que es posible distinguir cómo la efectividad
del relato se va edificando a través de los
diálogos y de las imágenes. No es necesario
establecer marcas en la escritura, al contrario, se
eliminan para permitir el fluido y el ritmo de la
acción. Esta combinación de elementos
técnicos son relevantes para permitir que la
historia tenga la complementariedad que necesita;
en Fonseca se cumple la indisoluble contingencia de
historia y discurso, en donde el arte es revelado
de igual manera por la forma y el contenido.
Hacia
una poética narrativa personal
Podemos
remitirnos a la década del 60, época
en la que Fonseca publica su primer libro de cuentos
Os Prisioneiros (1963). Por entonces la consagración
de la literatura latinoamericana pasaba por la renovación
formal a través de la experimentación
y se podía perfilar algunas poéticas
sólidas en lo que respecta al cuento latinoamericano.
Autores como Jorge Luis Borges, Julio Cortázar,
Juan José Arreola y Juan Rulfo permiten, mediante
sus obras, hablar de una institucionalidad en el arte
de contar, motivado, como hemos dicho, por el campo
experimental y por una temática que fluctúa
entre el realismo mágico y el ser propiamente
latinoamericano. En lo que respecta a la lengua portuguesa,
no podemos dejar de mencionar autores de la talla
de Mario de Andrade, Clarice Lispector, Guimaraes
Rosa, Jorge Amado, Ribeiro Couto y Dalton Trevisan
(para muchos uno de los mayores exponentes del cuento
en su lengua) (2);
autores que permiten vislumbrar nuevas formas de expresión
literaria, guardando relación, en cuanto a
técnica y temática, con modelos literarios
como el modernista, regionalista y los aspectos sociales
propios del entorno y del ser brasileño. Es
bajo estos antecedentes que la producción de
Fonseca empieza a tomar forma e importancia en la
narrativa actual. Las influencias permiten desarrollar
una nueva ruta de experimentación que gira
entorno a encontrar los propios mecanismos de formalización,
en el caso de Fonseca vinculado netamente al lenguaje
cinematográfico y a una realidad temática
netamente urbana de mucha actualidad pues muestra
la deshumanización progresiva del hombre moderno
retratado en su más irónica verdad.
En este caso el papel del tema de la muerte es fundamental
por el tratamiento sistemático en toda su obra.
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(1)
Respecto a esto hemos elaborado una bibliografía
importante al final del artículo, donde se
encuentran los libros publicados por el autor en su
lengua, como las traducciones y las compilaciones
hechas al castellano, así como los guiones
producidos.
(2)
Recomendamos revisar la interesante antología
hecha por Eduardo Congrais Martín sobre narrativa
brasileña: Narrativa Brasileña Contemporánea.
Lima: Editorial Ecoma, septiembre de 1974.
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