Gracias
a la reedición de algunas de sus obras, la figura
del poeta y libelista Alberto Hidalgo (1897-1967), peruano
que residió la mayor parte de su vida en Buenos
Aires, va adquiriendo el lugar que por sus méritos
le corresponde dentro del marco de la vanguardia histórica
argentina y peruana. La mirada de hoy desea ofrecer
otra faceta.
En
1937 Hidalgo publicó un libro titulado Diario
de mi sentimiento, 1922-1936 (accedí a un
ejemplar gracias a Álvaro Sarco, y ya antes a
algunos pasajes gracias a Martín Greco). Hidalgo
se complace allí en escarnecer a algunos escritores
de renombre, como José Ortega y Gasset, Jorge
Luis Borges, Victoria Ocampo o el peruano Alberto Guillén.
Otra de sus víctimas es el polígrafo y
diplomático mexicano Alfonso Reyes (1889-1959),
de quien propone un retrato poco lisonjero.
Como
anticipo de la edición anotada que preparo de
la correspondencia entre Hidalgo y Reyes, ofrezco aquí
dos muestras, relacionadas con Diario de mi sentimiento.
Los
originales de Hidalgo se conservan en la llamada "Capilla
Alfonsina" (México, D.F.), que fuera la
biblioteca y es hoy el archivo póstumo de Reyes;
accedí a ellos por gentileza de la nieta de don
Alfonso, la Dra. Alicia Reyes.
Las
cartas conservadas abarcan el periodo 1926-1937. Conjeturo
que se han perdido algunas anteriores. No es seguro,
por lo demás, que la correspondencia concluyera
en 1937, si bien, como se verá, es posible, dado
el difamatorio tono de los comentarios de Hidalgo sobre
Reyes en el citado Diario.
La primera de las cartas elegidas ostenta todas las
trazas de haber sido una circular, que Hidalgo habrá
remitido a varias personas del campo literario argentino
y, quizás, peruano.
Buenos
Aires, Enero de 1937
Distinguido compañero:
Me he decidido a publicar un diario que escribo desde
hace más de quince años. Por supuesto,
ni siquiera lo he ofrecido a los editores. ¿A
qué editor podría interesarle algo tan
íntimo, tan personal, como un diario?
Además, se trata de una obra en que la violencia
llega a lo inaudito, una violencia de expresión
tan extrema como no se conoce en idioma castellano.
Por eso mismo, semejante libro no debe ser objeto
del comercio común de las librerías.
Debe circular sólo entre cierta gente: escritores,
artistas, amigos. Los originales alcanzan a dos mil
páginas, en las que está expresada la
reacción de un hombre sin pelos en la lengua,
frente a una multitud de problemas de la literatura,
las otras artes, la política, la conciencia
y la vida. Usted puede no pensar como yo, y aparte
la emoción que le cause mi juicio, afectuoso
o agresivo, sobre su persona, –si hay alguno–,
estoy seguro de que leerá mi libro de cabo
a rabo. Pero el costo de impresión es enorme,
a causa de la cuantiosidad de sus páginas y
el tiraje, naturalmente, reducido, como que acaso
no llegue a los trescientos ejemplares. Los escritores,
los artistas, los amigos, pueden costear la edición.
Le ofrezco, pues, un ejemplar, al precio de $ 5.-
moneda argentina. Envíeme su importe, al recibo
de la presente o después, al recibir el volumen,
como le sea cómodo. Lo necesario es que yo
conozca su decisión, para establecer el tiraje.
Cheque a mi nombre o giro postal o bancario a: Cerrito
484, Buenos Aires.
Reciba mis atentos saludos.
Alberto
Hidalgo
Reyes,
que ya había sido Embajador de México
en Argentina entre 1927 y 1930, se encontraba por esas
fechas nuevamente en Buenos Aires, adonde había
regresado el 1 de julio de 1936, tras un intervalo de
casi seis años. Reasumió allí el
cargo de Embajador Extraordinario y Plenipotenciario
de México, que invistió hasta fines de
1937.
Desconozco
el paradero de su afirmativa respuesta a Hidalgo, pero
se conserva la misiva que éste le remitió
en contestación, de marzo de 1937, a poco de
salir el libro de la imprenta (tiene colofón
del 24 de febrero de 1937):
Buenos
Aires, marzo de 1937
Distinguido compañero:
Me es grato acusarle recibo de las atentas líneas
con que se sirvió ordenarme que le reservara
un ejemplar de mi diario. Ahora se lo adjunto
y le ruego que el importe correspondiente me lo envíe
por medio de cheque a mi orden o giro postal, a Cerrito
484. (De ningún modo dinero en efectivo, pues
los carteros...)
Su decisión de contribuir a la edición
de esta obra quiero estimarla no tanto como un gesto
de atención a mi persona, cuanto como prueba
de sus sentimientos de solidaridad profesional. No
alcanzo a agradecérsela. Apenas será
intento de lograrlo esta declaración que le
hago: en adelante le enviaré gratuitamente,
desde cualquier lugar del mundo en que me encuentre,
los libros que publique.
Cardíaco apretón de manos de .........
Alberto
Hidalgo
También
esta misiva sugiere que se tratara de una circular.
Ignoro si Hidalgo cumplió su promesa.
Es
improbable que Reyes se sintiera halagado por las dos
menciones que de él se hacen en el libro, extensas
y malintencionadas. En la primera, capítulo 36,
Hidalgo atribuye el renombre de Reyes en Francia al
hecho de que daba comilonas en los salones de la legación
mexicana:
[...]
Reyes es, literariamente, por lo menos tan insignificante
como su aspecto físico. ¡Como se sabe,
mide 98 centímetros de estatura! Pero con el
cargo de embajador ha conseguido hacerse de una extensa
reputación literaria. Da despatarrantes comidas,
pródigas de buenos vinos, a los críticos
y periodistas que pueden repartir famas. Además,
la gente se siente muy satisfecha de que a menudo
la inviten a recepciones oficiales. Y todas esas finas
atenciones, a Reyes se las han pagado en todas partes
con ditirambos a su obra literaria, que es tan pequeñita
como él. [...]
La
segunda mención aparece en el capítulo
155:
[...]
El segundo orden agrupa una carta hipócrita:
naturalmente, de Alfonso Reyes, una de Juan Parra
del Riego y otra de Ramón Gómez de la
Serna. A Reyes le escribí en cierta ocasión
acusándole recibo de su libro Reloj de
Sol [1926; se conserva esa carta, que será
publicada en mi edición]. Allí le decía
que lo hallaba enteramente malo y me daba pena que
perdiera su talento en pamplinas, amén de ser
deplorable que publicara libros con los articulejos
que hacía para ganarse unos centavos en los
periódicos. Reyes me contestó con esa
carta taimada [del 22 de enero de 1927, que Hidalgo
reproduce a continuación], pero en el fondo
almacenó contra mí, desde aquel día,
un enojo singular, habiendo llegado a tener la mala
fé de no entender o de tomar en serio y al
pie de la letra, mi prólogo al Indice de
la Nueva Poesía Americana, donde trato
de las relaciones de la América Latina y los
Estados Unidos en tono humorístico y desaprensivo.
Pues el pequeño Reyes –el microbio–,
se pasa la vida llamándome aliado de los yankis.
¡Echándome encima una vergüenza
que no merezco! [...]
Hidalgo
alude a su famoso e influyente Índice de
la nueva poesía americana (Buenos Aires:
El Inca, 1926), que recogía muestras de la poesía
de avanzada de ocho países latinoamericanos.
(El libro trae sendos prólogos de Hidalgo, de
Borges y del chileno Vicente Huidobro, pero, en contra
de lo que usualmente se asevera, los dos últimos
no participaron en la recolección del material
seleccionado, tarea que fue llevada a cabo exclusivamente
por Hidalgo.) 1
En su Prólogo (reproducido en Jorge Schwartz:
Las vanguardias latinoamericanas. Madrid: Cátedra,
1991, 330-332), Hidalgo propugnaba la siguiente tesis,
que podría haber pasado por un chiste a comienzos
del siglo XX, pero ya no en 1926: una parte de América
será toda sajona; la otra, la del sur, toda latina.
En ese contexto, vocea que los Estados Unidos invadirán
México, Guatemala, Nicaragua y otras "republiquetas",
y anuncia que no opondrá ninguna resistencia
a que los Estados Unidos se apoderen de México
cuando les plazca, así como verá con agrado
que Argentina se apodere de Uruguay...
Debe
considerarse que esos comentarios fueron hechos casi
paralelamente a la intervención norteamericana
en Nicaragua, tema que fue seguido muy de cerca en la
prensa argentina del momento, y que ocupara a los círculos
intelectuales de Buenos Aires (hay constancia de conversaciones
al respecto entre, por ejemplo, Evar Méndez,
editor del periódico Martín Fierro,
y el artista Xul Solar). No sería de extrañar
que Reyes tomara a mal lo que Hidalgo dice de México.
El
temperamento polémico y el placer en la maledicencia
deben haber contribuido a que Hidalgo fuera perdiendo
simpatías en los ámbitos literarios de
Buenos Aires. Sólo conozco un afecto perdurable
suyo, una larga lealtad para con otro escritor: el argentino
Macedonio Fernández, con quien mantuvo correspondencia.
(Preparo también la edición comentada
de ese epistolario.)
A
riesgo de cometer la misma clase de indiscreción
en la que incurrió Hidalgo al reproducir la carta
de Reyes sin su permiso, señalo que sus ultrajantes
comentarios sobre Reyes deben haber sido para éste
más sorprendentes que indignantes, ya que Hidalgo
venía cortejándolo desde tiempo atrás.
Así, en una carta del 5 de enero de 1935, Hidalgo
se apresura a felicitar a Reyes cuando lee en la prensa
que el mexicano ha sido nombrado Embajador en Brasil.
Agrega: "No olvide cuando disponga de tiempo libre,
pasarse por aquí, para charlar un rato, porque
ello me proporciona siempre un gran placer." Y
como si ello no fuese suficiente, dibuja una amapola
con sombrero mexicano y anota a continuación
los siguiente versos, que son una glosa a un poema de
Reyes que a su vez lo era de una copla popular mexicana:
La
amapolita morada
Ha rato que floreció...
Y en mi corazón guardada
Su fragancia se quedó
La
correspondencia entre Hidalgo y Reyes, si bien conservada
sólo de manera fragmentaria, traza un amplio
círculo en el lapso de un decenio: comienza con
una crítica masiva, pasa por algo parecido a
la amistad – y concluye con un brulote. Hombre
contradictorio, este Hidalgo...
© Carlos García - Hamburg, enero de 2005,
_______________________
(1)
Al
respecto, véase Carlos García: Correspondencia
Macedonio-Borges, 1922-1939. Crónica de una amistad.
Buenos Aires: Corregidor, 2000, 135-136 y el allí
mencionado trabajo de Alfredo A. Roggiano: "La
vanguardia en antologías. Papel de Huidobro":
Revista Iberoamericana XLV.106-107, Pittsburgh, enero-junio
de 1979, 205-211. May Lorenzo Alcalá prepara
un volumen titulado El margen de la vanguardia, en el
cual se ocupa, entre otras temas, de las antologías
poéticas, incluida ésta.
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