Nº 20
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reseña    

Patricio Pron

 
El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia
Barcelona, Mondadori, 2011. 199 pp.
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La transgresión de una moda literaria

¿Cómo entender al auge de un tema y de una forma de contar una historia en literatura en un tiempo y en un espacio particular? ¿Canon, tradición, moda? Quizá haya un poco de cada uno, lo cierto que las dos primeras opciones implican un acercamiento mucho más profundo, más cercano a la teoría que a la valorización. Y como esto es una reseña, me interesa valorar, no tanto teorizar. Entonces, a esta inclinación desmesurada por parte de algunos escritores de enrumbar sus creaciones en una dirección particular la vamos a llamar “moda literaria”. Esta moda literaria puede generar dos cosas: que la obra sea totalmente predecible o que transgreda los parámetros de lo establecido. Como esto no es una ciencia exacta, también habrá resultados que escapen a la regla. En ese sentido, la novela El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia (Mondadori, 2011) de Patricio Pron (Rosario, 1975) es un intento de transgredir un tema de moda a través de la combinación de diversas formas literarias. El resultado trae muchos altibajos pero demuestra que un tema, por más desarrollado que parezca estar, siempre se puede refrescar.

El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia inicia cuando el narrador protagonista vuelve a Argentina porque se entera de que su padre está enfermo. Viaja desde Alemania para encontrar a su progenitor postrado en la cama de un hospital, sin poder comunicarse con nadie, completamente inconsciente. Ya en su hogar, tratará de comprender quién es su padre, quién fue durante toda su vida. La historia se desenvolverá cuando el protagonista encuentre una misteriosa carpeta en el escritorio de su padre con “Burdisso” como título. Al abrirla hallará la extraña búsqueda que realizó su padre a Alberto Burdisso, un completo desconocido, un personaje que no hizo nada para ser célebre, pero que fue víctima de un singular asesinato en un pueblo llamado El Trébol. El motor de la búsqueda de su padre será la amistad que mantuvo con la hermana de Alberto, Alicia Burdisso, una joven que conoció en el oficio del periodismo y a la que inculcó la inclinación política peronista, la cual la llevaría a ser una de las víctimas desaparecidas por la dictadura militar en 1977.

Aquí viene el punto que señalé al inicio. La novela de Pron se enmarca en el tema de la dictadura militar latinoamericana vista desde la perspectiva de los hijos de los jóvenes protagonista de los años setenta. En este texto hay un intento de refrescar el tema a través de una estructura autoficcional y metaliteraria, es decir, el protagonista es el propio Patricio Pron y la novela es el resultado de las reflexiones del joven escritor que piensa escribir la historia de su padre. Quizá esta sea la única tarea política que le toca a su generación, piensa el protagonista en el transcurso de las páginas. Ahora, el libro está dividido en cuatro partes o capítulos, y en cada uno de ellos hay fragmentos numerados, no obstante, el desarrollo es predominantemente lineal, lo cual no justifica la decisión de la organización textual, por el contrario, la contradice. Lo importante es que Pron se introduce en un tema que muchos escritores han venido enfrentando (por ejemplo Alejandro Zambra con Formas de volver a casa en 2011) a través de la idea de novela autoficcional con claros guiños a dos textos de 2009 que tuvieron éxito con dicha fórmula: Missing (una investigación) de Alberto Fuguet y Bilbao-New York-Bilbao de Kirmen Uribe. Sin embargo, en la novela de Pron, la investigación policial en torno al asesinato de Burdisso, revelada a través de los recortes periodísticos, fotografías, testimonios y mapas que descubre el protagonista, nos hace olvidar de la compleja estructura del libro.

La parte más lograda de la novela de Patricio Pron corresponde al capítulo II y parte del III, precisamente donde conocemos la vida de Alberto Burdiso, su hermana Alicia, el lazo que existía entre ella y el padre del protagonista, es decir, donde se desarrolla lo medular de la novela llegando a sus picos más elevados. La prosa descuidada de los informes policiales, los vicios del lenguaje en las notas periodísticas, las confusas declaraciones de las fuerzas del orden y las fotos curiosas son elementos revisados por el protagonista, una forma de leer documentos que alude al nacimiento del relato policial según Ricardo Piglia. En el tercer ensayo de El último lector nos recuerda que Auguste Dupin, el detective de “Los crímenes de la rue Morgue” de Poe, resuelve un extraño caso leyendo los periódicos. La novela de Pron no incide completamente en detectives, tampoco en asesinos, un poco en las víctimas, pero el protagonista que lee imita la figura del detective que, a través de su agudo razonamiento, encuentra la solución del problema planteado. Como final de la novela, quizá unas pocas líneas que redondearan la relación del protagonista con su padre, y de este con los hermanos Burdisso habría generado un mejor resultado, ya que cuando se extiende la historia en parte del capítulo III y todo el IV las acciones se dilatan tanto que la historia pierde intensidad.

El tema principal de la novela es la herencia innata, eso que nos inclina a ver hacia atrás, a tratar de descubrir un pasado que nos pertenece porque les perteneció a nuestros padres. Nadie nos obliga a ello, parece que una parte de nosotros está allí, un puente que nos conecta con la identidad de nuestros padres y nos hacen comprender su forma de ser y la forma cómo nos criaron, es decir, completamos algo que nos permite vivir tranquilos en el futuro, que nos prepara a ser padres. Esa es la lógica de la novela, la coordenada existencial que modula la trama en una dirección, eso que estimula al protagonista a intentar conocer a su padre. No estamos ante esas historias donde el conflicto con el progenitor genera un ambiente y una trama emocionalmente recargada, estamos ante el descubrimiento personal a través de la historia de la familia. Ahora, la herencia innata se ve estimulada por otros temas como la incomunicación entre padre e hijo, que acrecienta la tensión del lector por saber quién fue el primero en el pasado, y la responsabilidad política y moral de una generación que apostó mal cuando le tocó ser protagonista en los noventas y que tiene la sombra de la familia que se la jugó por sus propios ideales en los setentas. En general, los temas que toca Pron son sensibles no solo a nivel privado sino también a nivel público. Hay un buen trabajo en este aspecto, pero su impacto se enfría ya que al final no hay una conexión imbricada entre el caso particular de Alberto Burdisso y la relación entre el protagonista y su padre, ambos casos se resuelven por senderos distintos, el impacto está separado, no se redondea todo.

La construcción de los personajes es buena, no hay estereotipos que perturben la narración. Uno de los peligros en que pudo caer el libro era que pecara de excesivamente dramático cuando el protagonista se reencontrara con sus hermanos y su madre mientras su padre permanecía grave en el hospital. Todo está bien medido. En ese sentido, cuando se produce la lectura de la carpeta con la investigación de la desaparición de Alberto Burdisso, vemos con mucha naturalidad las palabras de los hombres de prensa, de los policías que investigan el caso y de los testigos que declaran lo que saben. Cada aspecto está bien cuidado, con la dosis necesaria de exageración y realismo para redondear la idiosincrasia de las personas que aparecen. Ahora, esta no es una novela donde los personajes gocen de un protagonismo marcado, los pocos que aparecen son los familiares del protagonista. Casi todos forman parte de la investigación sobre Alberto Burdisso, por eso mismo, la forma cómo los conocemos es la que rescató la prensa de la época y el orden de aparición es el que organizó “Chacho” Pron, periodista y padre del protagonista.   
 
Líneas atrás mencionamos que, en general, la historia se desenvuelve linealmente. Desde que el protagonista deja Alemania, vuelve a Argentina y decide regresar a Europa, el tiempo transcurre de forma convencional, pero cuando aparece la investigación es evidente la alusión a un pasado inmediato y a uno más remoto: el protagonista estuvo en Göttingen, Alemania, desde el 2000 hasta el 2008, ocho años de vida fuera de Argentina; cuando vuelve, el asesinato de Alberto Burdisso había ocurrido poco antes y la desaparición de su hermana Alicia fue el 21 de junio de 1977. Ahora, lo importante es la relación de los espacios con las acciones. En la actualidad, todo ocurre entre la casa familiar del protagonista y el hospital donde está su padre, por esto, no hay mayor acontecimiento relevante, todo está supeditado a la reflexión del protagonista, es decir, a su fuero interno. La reconstrucción del asesinato de Alberto Burdisso, por lo extraño y macabro, va a aludir a la desaparición de Alicia producida en circunstancias siniestras. Pron se vale de un espacio pequeño y cerrado, como el pueblo llamado El Trébol, para desarrollar la investigación policiaca. Este recurso le brinda un manejo completo de las acciones ya que tiene todo a la mano en un solo lugar. Esto no es nuevo, ya lo hemos visto en otras novelas policiales de los últimos años, como Blanco nocturno (2010) de Ricardo Piglia. Como el autor de Respiración artificial, Pron introduce la historia del origen del pueblo para justificar e intensificar el extraño ambiente que envuelve al crimen de Burdisso.

La novela de Patricio Pron tiene de destacable la intención, mas no el resultado. Es importante demostrar que un tema nunca está gastado si lo enfrentamos a partir de una disposición novedosa, una forma que aglutine varios registros estructurales. La moda de la narrativa de los hijos de la dictadura parece que empieza a desarrollarse con más constancia. Todo esto recuerda mucho a la narrativa de los sicarios en Colombia o a la narrativa de la violencia política en Perú. En ese sentido, las modas no son negativas, pueden imponerse con fuerza en un momento particular de la historia pero también pueden regresar del pasado y consolidarse como clásicos. El caso más destacable es el policial ya que en esta novela también vemos una variante que no solo le hace un guiño a su propia tradición sino que se inmiscuye en otras. Por otro lado, seguramente habrá lectores que reciban con mucho gusto obras que repitan formatos ya conocidos, pero también estamos los que buscamos la novedad dentro de la monotonía. Creo que lo importante es no caer en el juego de la reproducción en masa de lo mismo, sino de las extrañas presencias que retan lo establecido. Al final, es una cuestión de calidad, no de cantidad.
 
 
 
© Lenin Pantoja Torres, 2012
 
 
Lenin Pantoja Torres (Lima - Perú, 1988). Estudiante de Literatura de la UNMSM. Formó parte del comité organizador del Concurso de Cuento y Poesía Manuel Scorza, de las tres jornadas iniciales de los recitales Ese puerto existe, también del Congreso sobre Literatura y Violencia Política. Homenaje a Óscar Colchado Lucio. Se desempeñó como orientador en la Casa de la Literatura Peruana. Actualmente colabora con textos sobre literatura y cine en los blogs Germinal y Textura artefacto. Asimismo, es el administrador de la bitácora de la revista virtual El Hablador.
 
 
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