Escríbale al autor

Sergio Camacho Linares
(Lima, 1980)

 

Es estudiante de economía en la Universidad de Lima donde fue editor de la revista de poesía Evohé; actualmente se encuentra en el comité editorial de la revista Fórnix. Diversos trabajos suyos han sido publicados en revistas nacionales y extranjeras. Tiene un poemario de reciente publicación Sótano.

 

ññ

 

Tanto doblegarse a la trascendencia, tanta gemación, en fin, tanta raíz hecha vientre.

III

La hermana insidiosa apilando los abastos del hogar entre sus piernas. En el defecto del tacto no podemos tolerar visiones vagas. ¿Cuántas veces has convertido en harapos la elegante camisa del padre y esclarecido las puertas por tu insuficiencia?

Aparece lo olvidado en las implosiones del deseo, la llanura de los pómulos que me turbaba cuando los cortes me eran inútiles. El concéntrico canto del apareamiento; aligera y compacta, ahora que me encierro entre mis convalecencias por primera vez. La enfermedad cobija los días que mantuve el gozo febril rebalsando de los ojos; como el animal enfermo en la sima del árbol expandiendo su peso entre las ramas, vomitando sus fluidos más espesos y extirpándose los órganos malsanos para evitar la caída.

Y el agua que lude los abultamientos que mi piel ha otorgado al lento saboreo de las cosas que fueron dadas.

- ¿Quién resguarda las formas?
cuando la oscilante memoria inclina todo su peso
y a lo lejos se siente el cabalgar de figuras borrosas.

Y los centros, acallados, sienten llegar el funesto sonido de la marcha.
La neblina refulgente de las mañanas estrecha los tramos de la huida. todas las veces que deslice mi lengua por los mandatos del paisaje.

Cabeza. Los recuerdos no desvanecidos reflejados la estática imagen de la niñez, en ese manojo infectado de naturaleza humana. En el reflujo de mis vísceras ya no encuentra el sabor de lo fermentado en la memoria. Todos los arreos llanos; en la puerta, el tenue reclamo de mis objetos.

- Recuerdo las cosas del lado más
adentrado en la sustancia
que concentra mi vista.

Agraciado por la solidez de mi cuerpo; y las manos en descenso hacía su innegable naturaleza; cuando el espacio se siente colmado por las fibrosas comisuras, entre el suelo y la delicada imagen de los muertos.

Para recalcar, todo llano; ¿y los deseos?: se inmiscuían al alba. En los inciertos pasadizos del hogar se trasluce la sombra del padre.

La anciana, junto a los animales disecados, susurrando la oracion de la tarde, al extremo el cáliz reseco y los huéspedes mirándose los las manos despellejadas.
Cuanto manifiesto iniciado afuera de las puertas, la calma en el traspaso de la distancia.

El monótono paso del cuerpo envuelto en el trance de todo lo que es parte.

- Quiero sorber las apariencias
y el incierto paso
de nuestra esencia.

Cuanta forma deambulando al ras de los instintos, en la aparente solidez de los actos ordinarios; ¿acaso no buscaba olvidar el inherente llamado del mal?, cuando lo natural brotaba de las entrañas con mas fuerza, y fuera del cuerpo la vaga solidez de los actos anunciaban una vez mas a la naturaleza mostrando su férreo perfil. E inevitable te deslizabas por el desfigurado trayecto que emprendemos al aceptar nuestra intrascendencia bifurcándose y aceptando en ambos caminos lo humano.

_______________

Publicado en Tetramerón: cuatro poetas del último día

 

Pág 2 de 4

[ 1 - 2 - 3 - 4 ]

 

contacto | quiénes somos | colaboraciones | legal | libro de visitas | enlaces | © el hablador, 2003-2004 | ISSN: 1729-1763
:: Hosting provisto por Hosting Peru ::
Hosting