Si una publicación de este tipo tenía el reconocimiento tanto interno como externo, además de estar al tanto de las últimas publicaciones y de irradiar su propuesta al exterior, quienes producían el discurso hegemónico no podrían omitirla ni negarla.

 

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La Sierra, hacia un canon del margen

por José Agustín Haya de la Torre

 

Estas serán las secciones que llevan nombres en sí. Sin embargo, por ejes temáticos, a parte de todos los textos que hablan sobre el problema indígena, los poemas y la presencia de la plástica (dibujos, xilografías y símbolos icónicos de culturas prehispánicas peruanas), plantas y los que tratan sobre música(37) (a los que se suman los pentagramas y las letras) resultan esclarecedores sobre la forma de operar de quienes se encuentran situados al margen: al publicarlos están proponiendo una inserción cultural, un descubrir para el mundo su conocimiento y su arte. Los textos concernientes a lo musical resultan relevantes, ya que son los únicos en toda la publicación en idiomas vernáculos, como el quechua y el aymara. Recuérdese que estos idiomas no tienen escritura, son orales; la traslación a idiomas gráficos ocurre a partir de la Conquista –el cronista Felipe Guaman Poma de Ayala es ejemplo de ello(38)–, pues es la adaptación al sistema occidental. Operar bajo los sistemas que utiliza el sujeto productor del canon hegemónico permite establecer una dialéctica sobre la valoración del arte marginado, pues demuestra que se puede situar en el mismo nivel de acción, otorgándole legitimidad y equidad cultural. El tipo de música va desde los huaynos tradicionales o escritos por autores contemporáneos hasta música popular recopilada. Además, los pentagramas vienen escritos por el puño y letra del autor o recopilador, según sea el caso. Por ejemplo, en el segundo número de La Sierra tenemos la canción “Huacchac Taquin” (El canto del pobre), escrita por Juan de Dios Aguirre, acompañada de la letra de Mariano C. Rodríguez(39) escrita en quechua; “Despedida” –que lleva debajo del título la aclaración “Del folklore indígena”– recopilada, texto musical y letra, por J. Domingo Rado(40). El antecedente directo se encuentra en Colónida(41) a la que se le puede considerar como el antecedente de las revistas culturales de los años 20 en el Perú por su intención rupturista, sobre todo por ir en contra de la falsa moral de la clase alta(42). Los textos musicales se verán complementados por ensayos que avalarán la legitimidad de una cultura tradicionalmente considerada “baja”, pero que puede ser tenida como válida en una sociedad que emerge desde lo popular y que muestra lo suyo: es un modo de terminar con la dicotomía cultura alta/baja, y al mismo tiempo de afirmar su capacidad estético creativa. Uno de los textos más importantes es el escrito por el historiador cusqueño Atilio Sivirichi, “Hacia el nacionalismo musical”, conferencia dirigida al señor Presidente [Augusto. B. Leguía],  donde afirma que su intención es haber “querido hacer de esta […] conferencia cultural del ‘Centro Cuzco’ una manifestación intelectual y artística, que dé a comprender que nuestra labor no está animada de anhelos provincialistas, sino de un ferviente deseo de levantar en algo nuestro pendones nacionalistas(43)”. El texto denota claramente la intención de anular el adjetivo “provincialista” como definitorio del nacionalismo musical; por el contrario, su intención, unívoca, encuentra su base en la configuración de una identidad cultural que no se deslinda de la –innegable– herencia hispánica: 

Con la conquista, la música incaica sufre una amalgama que a pesar de mantener su pureza, forma nuevas modalidades netamente mestizas. Las antiguas sonajas o ajorcas de conchas, metales, maderas, etc., tienen su íntima conjunción con las castañuelas españolas. La mandolina se convierte en bandurria; la guitarra en el típico charango […] Con ellas el indio y el español plastizaron el advenimiento de una nueva entidad racial. El harpa [sic] y el violín se incorporaron a nuestros aires populares. Es decir, durante el coloniaje, emergen nuevos aires, nuevas producciones  musicales, en armonía con los acontecimientos sociales y desde entonces, españolismos e indianismos unidos, han formado nuestra música nacional(44).

Sivirichi no niega nunca el mestizaje ni la reformulación de los elementos culturales, puesto que su lectura sobre la realidad peruana es global, no secciona las manifestaciones culturales ni se atiene a conceptos puristas. Sin embargo, su propuesta de mestizaje encubre un mitificación de lo andino como expresión superior, pues en este caso lo hispánico queda subvertido. Pareciera que su propuesta no tiene un balance equitativo, sino que su tendencia –que además toma solo como válido lo transformando o asimilado hacia lo indígena– es suplantar el producto cultural hispánico por este nuevo “mestizo”. El valor añadido es que lo indígena mejora lo hispánico y no viceversa(45).

Los textos sobre plantas y la valoración de estas, que parecen encerrar un afán mítico y místico (y de descubrimiento hacia un otro), configuran un imaginario ignorado y omitido por el discurso hegemónico de la época que no desea reconocer lo popular. En estos textos se habla del uso de las plantas, cómo son utilizadas como alimentos o medicinas y se datan las nuevas especies descubiertas. En el segundo número se encuentra el texto “Estudio de Occa” redactado por Leonidas Hurtado Povea, donde se justifica por medio de la figura –exagerada– del Imperio incaico el uso de la planta como si todo lo hecho por la cultura inca haya sido correcto. Además, delinea las posibilidades de un nuevo Perú creado por un nuevo hombre, pero atado a un pasado incaico, como si fuera la génesis del ser peruano:

Si dirigimos nuestro pensamiento sobre esos monumentos de granito, que son los santuarios que guardan los secretos de nuestro pasado incaico, desfilarán por nuestra idea, esos hombres gigantes que conocían las plantas con sus propiedades y aplicaciones. Enriquecidos por la naturaleza pródiga, no hemos sabido aprovechar de esa cuantiosa fortuna. Felizmente viene la renovación; ya principian a despertar las voluntades dormidas, para hacer del Perú un país grande, fuerte y poderoso; donde tendrán cabida todos los hombres capaces de impulsar el progreso del país […](46).

Determina el autor del texto que la occa por su composición química “es un alimento de primera clase, que sometido a una purificación conveniente podría ser la harina de occa un alimento de primer orden para los niños y convalecientes por su fácil digestión y gran asimilación”(47).
Otro interesante es el de Fortunado L. Herrera, naturista cusqueño, “La Flora en el departamento del Cuzco. Especies Nuevas”(48), quien explica cómo llega a reconocer las nuevas especies catalogándolas:

Como se sabe, mi afición a los estudios botánicos me indujo a formar un Herbario con especímenes procedentes de las diversas  formaciones vegetales que comprende esta circunscripción territorial. Su estudio […] [ha] enriquecido el acervo de conocimientos  que se tiene sobre la flora de la región […].
Especies nuevas para la ciencia . . 24
Variedades id. id. id.  . .  . .  . .       1
Especies identificadas por primera vez para el Departamento   …… 500
Variedades id. id. id.  …………………...………………………….. 15
Especies identificadas que ya figuraban en colecciones anteriores … 104
Que hacen el total de ……………………………………………… 644
ejemplares examinados.(49)

El texto propone la revisión de la flora de los lugares que no entraban en el imaginario limeño. La revisión debía ser realizada por quienes vivían en este margen, porque de ellos dependía su entrada; además, solo conociendo bien su medio y la riqueza de este se verían en la capacidad de poder exigir que los agentes culturales los consideren valiosos.

 2.- Claves de un proceso identitario de La Sierra
Templado el cerco discursivo, los textos publicados tendrán el constante sesgo de recalcar los conceptos de raza, tradición, pueblo y Andes, por lo que la elaboración de su imaginario se sustentará en una verdad categórica: lo indígena; y si algún elemento nuevo aparece su tendencia debe ser la de indigenizarse, de lo contrario no entrará en su mundo (posible). Como afirma Aínsa: “Cada época construye su modelo de representación del mundo, modelo local, nacional o regional, verdadera tipología identitaria nutrida de símbolos y mitos, cuando no estereotipos. Esas ideas a priori se estructuran a veces en verdaderas concepciones, quedando otras a nivel de intuición o formas genéticas […]”(50), por ello se podría afirmar que la mitificación –glorificación– de una cultura, la localización geográfica, y la invención de un sujeto, el indio, son las bases de la praxis intelectual marginadora discursiva de La Sierra.

2.1.- Fundamentalismo nacional andino: sobre las editoriales
La Sierra se presenta afirmando que sus integrantes –y colaboradores–

dilucidarán su posición enfrente del nacionalismo y el humanismo, de donde se deduce que, sus páginas, antes que representar el sentir subjetivo de un grupo de intelectuales, serán la sintetización de un renovador anhelo nacional. Están además  abiertas a cuantos  quieran decir la verdad, execrar la injusticia o intuir una senda del porvenir.
“LA SIERRA” expresará los sentimientos y las nuevas corrientes ideológicas que conmueven al Perú del Ande […](51).

El texto encierra sus antonimias: la intención de dilucidar sobre alguna materia como bien dice el texto no debe ser la expresión sentimentalista de un grupo de intelectuales –entiéndase limeños–, mas sí es válida y legítima la expresión del sentir andino; por lo tanto, la arbitrariedad del texto no propone discusión epistemológica alguna sobre los problemas, pues la verdad será una falacia camuflada como un silogismo (invertebrado), ya que debe aceptarse la argumentación (apropiación en términos de planteamiento) de una única verdad –o matizada según la conveniencia–.

El proceso cultural en el que desea insertarse La Sierra, que articula arte y política, se convierte en una frontera ambivalente: la intención es de carácter fáctico, por lo que demostrar es sinónimo de imponer y sobre esa imposición validarse:

Poseedores de Arte propio: música, poesía, danza, arquitectura, escultura, pintura; de un espíritu, de una filosofía y de una ideología mutadoras, que en suma representan una CULTURA, tenemos el deber de imponerla […] es pues protesta y primera reivindicación del serranismo que ha sido relegado a término secundario injustamente, y que hoy se precipita rampante desde la altura, rompiendo el bastión granítico para enclavar cual nuevo Manco Ccapac, en árido litoral [Lima], la varilla simbólica de su superioridad civilizadora.
[…] Queremos demostrar que la renovación integral, la que se adentra en el alma de las razas y crea nuevas formas de vida, vendrá con los hombres del Ande, como bajan cristalinas, purificadoras, torrenteramente los deshielos de sus impolutas neveras(52).

Lo que se reclama es “la posibilidad de nombrar su propia historia y de articular sus propias categorías autorreflexivas, aunque utilicen, como Calibán, el mismo lenguaje de Próspero, es decir, el instrumento conceptual generado por occidente [en este caso por la Lima oligarca]”(53). Y es que sin el poder de generar su discurso, de realizar toda observación, crítica, sobre su medio, y de categorizar, la situación de subalternidad no tendría salida; motivo por el que, además, el accionar debía regirse por los mismos medios de producción de quienes generaban el discurso hegemónico(54). Constituye condición sine qua non para el desarrollo discursivo que el sujeto productor de la revista niegue la posibilidad de un discurso cuya capacidad dialéctica lo sitúe por debajo de algún nivel que diluya sus intenciones, aunque impositivas, de sujeto emergente.

En el séptimo número el editorial es un texto escrito por el historiador cusqueño Luis E. Valcárcel(55), “Ideario”, en el que idealiza el pasado andino como una raíz pura de donde debe surgir el proyecto de nación peruana, y acusa –indirectamente– al habitante costeño de complacido: “El indio es el único trabajador en el Perú, desde hace diez mil años. Levantó con sus manos la fortaleza de Sajsawaman, la ciudad sagrada del Sol, lo templos y los palacios inkaikos […] las urbes coloniales […] El indio lo hizo todo, mientras el mestizo y el blanco entregábase [sic] a los placeres”(56). El texto glorifica un pasado(57) mediante una invención discursiva y una obvia exageración del rol del indio. Además, su propuesta revisionista contiene –sinécdoque– un único referente: el incanato, que apenas duró poco más de cien años, como si el punto de partida de la Historia peruana estuviese ahí (¿y las otras culturas prehispánicas?). El texto propone una marginalización racial del mestizo y el blanco, pues son sinónimos de todos los vicios que impiden el progreso de la sociedad y que detuvieron y deformaron el proceso económico-social andino(58).

En el editorial “Un año de acción”, firmado por J. Guillermo Guevara, se insiste en el aliento fundacional de nacionalidad andina como factor determinante (y casi determinista en tanto doctrina dogmática) para definir el campo intelectual peruano y justificar su paternalismo frente a lo considerado occidental (costeño, limeño, poderoso): “Faltaba en el panorama intelectual del Perú, un vocero altivo, libre de subvenciones y compromisos políticos o intelectuales, que hablara con voz tonante de las inquietudes que agitan a los hombres del Ande; que expresara con libertad de posiciones ideológicas del esclarecimiento de los problemas nacionales”(59). Se puede entender como fenomenología del espíritu renovadorla no mención de Lima y la expansión de la sensibilidad andina como la verdadera, pues así totaliza su espíritu, manteniendo al margen al otro(60). La ubicación geográfica les otorga, según el texto, la opción de erigirse y arrogarse la capacidad de delimitación del campo intelectual (como símil bíblico):


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37 Solo en los dos primeros números aparece un pequeño rótulo, “página musical”, que indica el nombre de una posible sección, pero desaparecerá a partir del tercero. Esta desaparición posiblemente se deba a que luego se incluirán ensayos sobre música o ensayos sobre ese tema.

38 Cf. Felipe Guaman Poma de Ayala: Nueva corónica y buen gobierno [Prólogo de Franklin Pease], Caracas, Editorial Ayacucho (Tomos I y II) en http://www.bibliotecayacucho.gob.ve/fba/index.php?id=103&backPID=97&begin_at=48 [15/05/09]. En este texto, escrito como una carta para los reyes de España, Guaman Poma efectúa una traslación de los idiomas que se daban en territorio peruano al sistema gráfico, morfológico y sintáctico. 

39 Juan de Dios Aguirre: “Huacchac Taquin (Canto del pobre)” en La Sierra (1927), I, 3, p. 51. Mariano C. Rodríguez: “Huacchac Taquin” [Letra] en La Sierra (1927), I, 3, p. 52.

40 J. Domingo Rado [recopilador]: “Despedida” en La Sierra (1929), III, 29, p. 36.

41 En el cuarto número de Colónida aparecen tres textos (pentagramas), el primero, “Disonancia” escrito por Pablo Abril de Vivero  y los otros dos, “Dios te salve, María” y “Santa María, Madre de Dios”, por Federico Gerdes. Cf. Colónida, [edición facsimilar con “Prólogo” de Luis Alberto Sánchez y una carta de Alfredo González Prada acerca de Abraham Valdelomar y el movimiento Colónida; Lima, Ediciones Copé, 1981]  (1916),  I, 4, pp. 8-10.

42 En el texto “Falsa carátula” del cuarto número defienden abiertamente el uso de las drogas. El texto concluye “Aunque a vuelta de moralidades, existen, sagrados, el derecho al placer y la libertad de matarse. Cf. Colónida, op. cit. (1916), I, 4, pp. 3-4.

43 Atilio Sivirichi: “Hacia el nacionalismo musical” en La Sierra (1928), II, 16-17, pp. 19.

44 Atilio Sivirichi: “Hacia el nacionalismo…” loc. cit. p.

45 En el número 27 se anuncia el “Concurso de Música Autóctona organizado por la Revista La Sierra”, cuyo propósito es “estimular a los artistas que dedican sus actividades intelectuales a la superación constante de la música autóctona y de contribuir a la creación del arte musical específicamente americano”. Cf. La Sierra (1929), III, 27, p. 22.

46 Leonidas Hurtado Povea: “Estudio de la occa” en La Sierra (1927), I, 2, p. 35.

47 Íbid. p. 37.

48 Fortunado L. Herrera: “La flora en el departamento del Cuzco” en La Sierra (1928), II, 25-26. El texto cataloga las platas por especies como criptógamas, fanerógamas, helechos, etc. y proporciona detalles de los lugares donde se les encuentra y su época de florecimiento.

49 Fortunado L. Herrera: “La flora en el departamento del Cuzco” loc. cit. p. 37.

50 Fernando Aínsa: Del canon a la periferia… op. cit. p. 20.

51 J. Guillermo Guevara: “Presentación” en La Sierra (1927), I, 1, p. 1.

52 J. Guillermo Guevara: “Presentación”, loc. cit., p. 2.

53 Santiago Castro-Gómez y Eduardo Mendita: “Introducción: La translocalización discursiva de “Latinoamérica” en tiempos de Globalización” en Santiago Castro Gómez y Eduardo Mendita (editores): Teorías sin disciplina (latinoamericanismo, poscolonialidad y globalización), México, Miguel Ángel Porruá, 1998, http://www.ensayistas.org/critica/teoria/castro/ [20/02/09].

54 “Observarse como sujetos excluidos conllevaba la posibilidad de desdoblarse, observar las propias  prácticas  y compararlas [así como] […] establecer diferencias con otros sujetos locales y producir determinadas estrategias […]”. Cf. Santiago Castro-Gómez: “Latinoamericanismo, modernidad y globalización. Prolegómenos a una crítica poscolonial de la razón” (http://www.ensayistas.org/critica/teoria/castro/castroG.htm) en Santiago Castro-Gómez  y Eduardo Mendieta: Teorías sin disciplina, op. cit.

55 Luis E. Valcárcel,  autor del libro Tempestad en los Andes criticado por José Carlos Mariátegui y por Luis Alberto Sánchez debido a sus tesis anticosteñas y antilimeñas (y cierto aliento racista), es uno de los principales ideólogos indigenistas.

56 Luis E. Valcárcel: “Ideario” en La Sierra (1927) I, 7, p.1.

57 “La identidad y las verdaderas raíces se preservan en el interior secreto de América y en el pasado arcaico recordado con nostalgia, tal como sucede con las civilizaciones indígenas prehispánicas a las que se les idealiza retroactivamente” Cf. Fernando Aínsa: Del canon… op. cit. p. 22.

58 “De hecho, el logro de la modernidad se constituyó en el horizonte crítico-normativo de todos los discursos anticolonialistas”. Cf. Santiago Castro-Gómez: “Latinoamericanismo, modernidad y globalización. Prolegómenos a una crítica poscolonial de la razón” (http://www.ensayistas.org/critica/teoria/castro/castroG.htm) en Santiago Castro-Gómez  y Eduardo Mendieta: Teorías sin disciplina op. cit.

59 J. Guillermo Guevara: “Un año de acción” en La Sierra (1928), II, 13-14, p. 1.  Aínsa refiere que “la identidad americana es el resultado de un juego inevitable de reflejos entre el Viejo Mundo (o si se prefiere la llamada ‘cultura occidental’) y el Nuevo, espejos que se reenvían signos, imágenes, símbolos y mitos de todo tipo, como centro de aluviones inmigratorios, de un variado y profundo mestizaje y de una transculturación abierta a influencias y culturas provenientes de todos los horizontes”. Cf. Fernando Aínsa: Del canon a la… op. cit. p. 23. La legitimización identitaria se sostiene sobre la base de la mitificación de una cultura andina como resultante de un proceso de construcción ante un opuesto que lo valida por marginarlo.

60 “Asistimos a un continuo movimiento pendular entre la desjerarquización del proyecto hegemónico y la instauración de la voz del nuevo sujeto colectivo, autorrevestida de fuerza exclusiva y legítima autoridad que le permite engendrarse y subsistir como discurso”. Cf. Yazmín López Lenci: El laboratorio  de la… op. cit. p 115.

 

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