El proponer a Cusco como meridiano intelectual supone la idealización del pasado, así como fue capital del Tahuantinsuyo debe ser –impositivamente, según se desprende del texto– la capital y el tamiz por donde pase todo lo relacionado al espacio nación-peruana.

 

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La Sierra, hacia un canon del margen

por José Agustín Haya de la Torre

 

Los que dirigimos esta tribuna procedemos del Cuzco. Y Kosko será siempre, hoy y mañana, centro, fuente y eje de unidad nacional. Sin TRADICIÓN, sin SENTIDO histórico en la vida de los pueblos, en suma, sin CULTURA, no se concibe nacionalidad. Cuzco significa todo esto. […] En la actualidad representa el meridiano intelectual del Perú(61).

El proponer a Cusco como meridiano intelectual(62) supone la idealización del pasado, así como fue capital del Tahuantinsuyo debe ser –impositivamente, según se desprende del texto– la capital y el tamiz por donde pase todo lo relacionado al espacio nación-peruana, y es que “El ‘ser-uno’ con el espacio supone ‘habitar el ser’, es decir, vivir en un ‘dentro’ que es una esencia donde el hombre se reconoce y arraiga”(63). La antigua capital de los incas a diferencia de Lima no tendría ese carácter fragmentario ni marginador (aunque le atribuyen inconscientemente los mismos defectos); por el contrario, es, según afirma Guevara, lugar de concertación, de afirmación identitaria y referente de autonomía y pureza cultural. El procedimiento hace notorio el deseo de traslación del lugar de quien tiene la voz hegemónica en la enunciación pues la comunidad creada se sostiene en términos inclusivos y exclusivos, como el pronombre personal quechua nosotros: ñuqanchik (inclusivo): nosotros contigo; ñuqayku (exclusivo): nosotros sin ti.

2.2.- Indigenista, indio, indolatino… carácter estético
La necesidad de producir un discurso como el indigenista -en sus distintas tendencias- era urgente para un país como el Perú, pues el momento en el que se encontraba  le exigía una marca autonómica sobre su creación como nación, y por ello debía tener independencia en el campo cultural. Por lo tanto, la creación de sujetos, de categorías, se forjan como armas verbales: “Las regiones contaron con un avisado equipo de intelectuales que interpretó el conflicto, ya mediante teorizaciones, ya a través de construcciones estéticas”(64). Se desprende de la cita que se inaugura un proceso de invención en tres instancias: sujeto productor, discurso, producto.

El sujeto productor es en sí mismo una invención estética que se sustenta en otros discursos utilizando sus categorías para inventarse, y así dotarse de una postura que los coloque en una condición que no sea la subalterna(65); como afirma López Lenci “el sujeto […] erige las bases constructivas de la estética por venir, definiendo por negación” (66), ya que por ser un discurso, debe tener un centro que responda a su tiempo y al sector social desde donde es enunciado y es que “el indigenismo [el discurso que se crea] ha sido una reflexión basada en la creación de una realidad o en la imagen estetizada que teníamos de lo real y, es más, es una reflexión sobre otras reflexiones”(67) que produce un sujeto con características esquizofrénicas: es al mismo tiempo comunitario (ñuqanchik) prometeico, y mesiánico (ñuqayku) narcisista:

Hace un año que surgió a la vida nuestra tribuna. Su nacimiento obedecía a hondas necesidades del espíritu peruano. Faltaba en el panorama intelectual del Perú, un vocero altivo, libre de subvenciones y compromisos políticos o intelectuales, que hablara con voz tonante de las inquietudes que agitan a los hombres del Ande; que expresara con libertad de posiciones ideológicas del esclarecimiento de los problemas nacionales, y de éstos en su íntima relación con los del Continente y el universo, desde puntos de vista nuevos, generosos, sin prejuicios […](68).

¿A quién defiende esta tribuna de afán continentalista andino? Uno de los principales problemas que presenta el indigenismo es pensar que con esta corriente ideológica se estaba descubriendo al indio que, para los años 20 del siglo pasado,

aparecía por cuarta vez en la historia de la América conquistada: había sido primera la literatura misionera de la Conquista; luego la literatura de la crítica de la burguesía mercantil en el periodo precursor y revolucionario que manejó como instrumento el estilo neoclásico; por tercera vez en el período romántico como expresión de la larga lamentación con que se acompañaba su destrucción, retraduciendo para la sociedad blanca su autoctonismo; ahora, por cuarta vez, en pleno siglo XX, bajo la forma de una demanda que presentaba un nuevo sector social, procedente de los bajos estratos de la clase media, blanca o mestiza(69).

Además, es un sujeto llamado indio que no entra a participar del debate; por el contrario, su proyección es la de una idealización, hasta las características de victimización, pues sólo por medio de una representación discursiva estética como esta podrían justificar el proyecto indigenista, que para el caso de La Sierra es marginador de lo que no se adapta a su propuesta. Cuando se debaten en la revista distintas propuestas (problema de la tierra, del indio, etc.) el sujeto del que se habla y por el que se habla es diferente, como si la realidad de pobreza y el proceso de marginación le fueran exclusivos. A esto último, habría que prestar atención, pues su propuesta continentalista tiene como modelo único lo andino, apartando la posibilidad de un modelo que resulte equitativo comparativamente a las distintas realidades del continente, en muchos casos similares. La excepción que se le puede otorgar a la propuesta indigenista es que su discurso era necesario y vital para la construcción de un estado-nación que era un país con muchos actores silenciados:

Calar en lo hondo de los problemas humanos irresolutos, es esa nuestra tarea, y a ella nos entregamos por entero.
Con el mismo amor que defendemos la causa del indio, que es la nuestra propia, avisoramos [sic] el porvenir con el propósito de hallar la incógnita que dé la clave a la solución de los problemas humanos(70).

El sujeto productor de La Sierra define su proyecto sobre la base del concepto continentalista, etéreo, “indolatino”, que nunca logra definirlo sólidamente a pesar de sus reiterados intentos en la existencia de la revista. El término es comparable a “indoamericano”, y tiene en sí mismo una contradicción, y es la exposición de dos herencias culturales. Al descomponer la palabra, tenemos “indo” que alude al carácter indio que sería la raíz (cultural, identitaria) del continente; por otro lado está “latino” que reivindica la herencia hispánica. El término puede parecer correcto y positivo hasta cierto punto, si no fuera porque la revista propone la reivindicación del indio como un sujeto maltratado por los poderosos, cuya semilla de actitudes discriminatorias y marginantes proviene de la herencia hispánica, a la que legitima en tanto lo valida en la sociedad como un nuevo sujeto productor de ambas tradiciones (aunque la india prefigura la estilización, de modo tal que la latina se convierta en la subalterna):

INDOLATINISMO:
Hispanoamericanismo, Indoamericanismo, Latinoamericanismo, Indolatinismo, son las palabras usuales con que se rotulan los hechos, las cosas, los productos de nuestro continente. Los que orientamos “LA SIERRA”, preferimos circunscribir en la raíz INDOLANTINA, nuestra realidad. Nosotros inventamos esa palabra, que hoy se repite por los cuatro costados de lo que se ha dado en llamar Hispano, Indo, Latinoamericanismo. Nosotros creemos más acorde a nuestra ideología, llamar: INDOLATINA, INDOLATINISMO(71).

El sempiterno contrasentido de los habitantes del continente llamado América, lo que corresponde desde México hasta la Patagonia y la Tierra del Fuego es, fue y será, plantearse y replantearse la identidad, como si definirse por una categoría lo validara. Resulta aún más curioso que los discursos hegemónicos propongan no una instancia subalterna del otro, sino su marginación, de tal manera que su espíritu comunitario le pertenezca únicamente a un determinado grupo que produce un discurso, el canon:

¿hasta dónde la marginación es una vocación deliberadamente asumida o es el resultado de un sistema que expulsa hacia sus bordes, que excluye a quienes no aceptan las reglas y convenciones de la corriente mayoritaria[?] […] No parece exagerado decir que a la tradicional división de la sociedad en clases, asistimos ahora a una insistencia en la áspera separación entre incluidos y excluidos(72).

3.- Hacia un canon  del margen, a modo de conclusión
La Sierra elabora un discurso, si bien ambivalente, propiode la condición sobre la que se sustenta el grupo de intelectuales que la produce, ejecutando sus operaciones discursivas por negación al sujeto productor del discurso hegemónico, de tal manera que lo niega, pero, que a su vez, necesita, ya que un centro sin margen no es posible porque de lo contrario todo sería homogéneo. La realidad peruana de la época en la que se produce esta revista demuestra la heterogeneidad sobre la que se desenvuelve la intelectualidad. La interpretación de la realidad que debían hacer depende desde dónde se le focalice, por ello todo es real como posibilidad. Es en esa posibilidad donde circunscriben su discurso: marginar a quien los margina, construyendo un discurso intelectual cuya ideología recoja los elementos marginados y negados para equipararse intelectualmente. De esta manera, dado que el lugar geopolítico desde el que se produce la revista es la capital, implosionarla para (re)crear un campo intelectual/cultural propio era necesario. Lo hegemónico no puede permitir la entrada de cuerpos extraños.

La frontera que se delinea intenta ser un cerco impenetrable por el que no puede permear elemento alguno si no se culturiza para unos y acultura para los otros. Por ello, situar al otro al margen es base de uno u otro discurso. El imaginario construido escinde según su conveniencia, y cada uno se asume como verdad categórica canónica. Pero es un imaginario verbal, pues la realidad, praxis, demuestra que la subsistencia de cada grupo es dependiente. El modo en el que asumen el curso de la evolución histórica demuestra dos formas distintas de pensar: el hegemónico cree en un país cosmopolita sin haber nunca logrado autonomía; el otro se construye sobre acusaciones, diferencias, intentando no traslucir su deseo de ser el hegemónico. El discurso propuesto por La Sierra desea ser el verdadero, el legítimo y el único, el canónico que margina, reivindicador, redentor.

© José Agustín Haya de la Torre, 2009

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José Agustín Haya de la Torre: (Lima-Perú) Estudió Literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Fue miembro del comité editorial de Distancia Crítica: aportes hacia una nueva conciencia social, así como del grupo de creación y publicación literaria Sociedad Elefante. Ha participado en diferentes coloquios y recitales. Además, ha publicado los poemarios Canto de la herrumbre (Lustra Editores 2006) y Nocturno del alba (Lustra Editores/AECID 2008). Actualmente estudia un doctorado de Literatura en la Universidad de Salamanca.

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61 J. Guillermo Guevara: “Un año de acción” loc. cit. p. 2.

62 Durante los años 20 del siglo pasado a raíz de un texto publicado en La gaceta literaria (“Madrid meridiano intelectual de Hispanoamérica” en: La gaceta literaria (1927), I, 8; se supone escrita por Guillermo de Torre) se desarrolló la polémica sobre si Madrid era el meridiano intelectual para Hispanoamérica. El único peruano vanguardista que respondió a ello sin mucho interés fue José Carlos Mariátegui. El tema sobre un régimen hispánico a nivel intelectual no fue discutido en el Perú. Habría que anotar, sí, que el procedimiento de la propuesta de La Sierra puede considerársele similar en tanto forma, mas no en contenido ni dirección final.

63 Fernando Aínsa: Del topos al logos. Propuestas de geopoética, Madrid/Frankfurt am Main, Iberoamericana/Veuvert, 2006, p. 21.

64 Ángel Rama: Transculturación narrativa… op. cit. p. 70

65 La necesidad de inventarse no parte de ellos mismo, pues la idea es subvertir la raíz inventora: “las “Indias Occidentales”, el  “Nuevo Mundo”, y, finalmente, “América”, son las sucesivas palabras claves de macrorelatos del Occidentalismo para expandirse”. Cf. Walter D. Mignolo: “Postoccientalismo: el argumento desde América latina” (http://www.ensayistas.org/critica/teoria/castro/mignolo.htm) en Santiago Castro-Gómez  y Eduardo Mendieta (editores): Teorías sin disciplina… op. cit.

66 Yazmín López Lenci: El laboratorio de la… op. cit. p. 84.

67 Dorian Espezúa: Entre lo real y lo imaginario… op. cit. p. 48.

68 J. Guillermo Guevara: “Un año de acción” en loc. cit. p. 1.

69 Ángel Rama: Transculturación narrativa… op. cit. p. 139.

70 Amadeo de la Torre y J. Guillermo Guevara “Entrando al cuarto año” en La Sierra (1930), IV, 32-33, p. 1

71 J. Guillermo Guevara “Dos años de acción” en La Sierra (1929), III, 25-26, p. 3.

72 Fernando Aínsa: Del canon a la… op. cit. p. 132.

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