Blanca Luz era pues, al par, un anhelo de farmacéutico y la realización de un viejo sueño poético. Era el ideal hecho carne, el verso hecho verdad, el sueño transformado en vigilia, la ilusión que, súbitamente, se presentaba a Evaristo, con unos ojos vivaces, una nariz respingada, una cabellera de achiote

 

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Valdelomar vs. Valdelomar. “Hebaristo, el sauce que murió de amor” o el retrato del artista (edición crítica)

por Johnny Zevallos

 

Los versos de Mazuelos eran, como se verá, el presentido retrato de la hija del doctor Carrizales; y empezaban de esta manera:

Como una brisa para el caminante ha de ser
la dulce dama a quien mi amor entregue;
quiera el fúnebre Destino que pronto llegue
a mis tristes brazos, que la están esperando, la dulce mujer…,

Bien cierto es que Mazuelos desvirtuaba un poco la cuestión técnica en su poesía; que hablando de sus brazos en el tercer pié del verso les llama “tristes” cosa que no es aceptable dentro de un concepto estricto de la poética; y que la frase “que la están esperando” está íntegramente demás en el último verso; pero ha de considerarse que sin este aditamento, la composición carecería de la idea fundamental que es la idea de espera, y que, el pobre Evaristo, había pasado veinte años de su vida en este ripio sentimental: esperando.

Blanca Luz era pues, al par, un anhelo de farmacéutico y la realización de un viejo sueño poético. Era el ideal hecho carne, el verso hecho verdad, el sueño transformado en vigilia, la ilusión que, súbitamente, se presentaba a Evaristo, con unos ojos vivaces, una nariz respingada, una cabellera de achiote; en suma, Blanca Luz era para el farmacéutico de “El amigo del pueblo”, el amor, vestido con una falda de muselina azul con pintitas blancas y unas pantorrillas, con medias mercerizadas, aceptables desde todo punto de vista…

 

III

 

Hebaristo, el melancólico sauce de la parcela, no fue, como son la mayoría de los sauces, hijo de una necesidad agrícola; no. El sauce solitario fue hijo del azar, del capricho, de la sinrazón. Era el fruto arbitrario del Destino. Si aquel sauce en vez de ser plantado en las afueras de P…, hubiera sido sembrado, como era lógico, en los grandes saucedales de las pequeñas pertenencias, su vida no resultara tan solitaria y trágica. Aquel sauce, como el farmacéutico de “El amigo del pueblo”, sentía, desde muchos años atrás, la necesidad de un afecto, el dulce beso de una hembra, la caricia perfumada de una unión indispensable. Cada caricia del viento, cada ave que venía a posarse en sus ramas florecidas hacían vibrar todo el espíritu y el cuerpo del sauce de la parcela. Hebaristo que tenía sus ramas en un florecimiento núbil, sabía que en las alas de la brisa o en el pico de los colibríes, o en las alas de los chucracos (16) debía venir el polen de su amor, pero los sauces que el destino le deparaba debían estar muy lejos, porque pasó la primavera y el beso del dorado polen no llegó hasta sus ramas florecidas.

Hebaristo, el sauce de la parcela, comenzó a secarse, del mismo modo que el joven y achacoso farmacéutico de “El Amigo del pueblo”. Bajo el cielo de P… donde antes latía la esperanza cernió sus alas fúnebres y estériles la desilusión (17).

 

IV

 

Envejeció Evaristo, el enamorado boticario, sin tener noticia de Blanca Luz. Envejeció Hebaristo, el sauce de la parcela viendo secarse, estériles, sus flores en cada primavera. Solía, por instinto, Mazuelos, hacer una excursión crepuscular hasta el remoto sitio donde el sauce, al borde del arroyo, enflaquecía. Sentábase bajo las ramas estériles del sauce y allí veía caer la noche. El árbol amigo que quizás comprendía la tragedia de esa vida paralela, dejaba caer sus hojas sobre el cansino y encorvado cuerpo del farmacéutico.

Un día el sauce, familiarizado ya con la muda compañía doliente de Mazuelos, esperó y esperó en vano. Mazuelos no vino. Aquella misma tarde un hombre, el carpintero de P… llegó con tremenda hacha e hizo temblar de presentimientos al sauce triste, enamorado y joven. El del hacha cortó el hermoso tronco de Hebaristo, ya seco, y despojándolo de ramas lo llevó al lomo de su burro hacia la aldea, mientras el agua del arroyo lloraba, lloraba, lloraba; y el tronco rígido, sobre el lomo del asno se perdía en los baches y lodazales de la “Calle Derecha”, para detenerse en la “Carpintería y confección de ataúdes de Rueda e hijos” (18).

 

V

 

Por la misma calle volvían, ya juntos, Mazuelos y Hebaristo. El tronco del sauce sirvió para el cajón del farmacéutico. La Voz Regionalista, cuyo editorial “¿Hasta cuándo?”, fuera la causa de esta muerte prematura, lloraba ahora la desaparición del “amigo noble y caballeroso, empleado cumplidor y ciudadano integérrimo (19) cuyo recuerdo no moriría entre los que tuvieron la fortuna de tratarlo y sobre cuya tumba, (el joven de la Haza ), ponía las siemprevivas, etc.”

El alcalde municipal, señor Unzueta, que era a un tiempo el propietario de “El amigo del pueblo”, tomó la palabra en el cementerio, y su discurso, que se publicó más tarde en La Voz Regionalista, empezaba: “Aunque no tengo las dotes oratorias que otros, agradezco el honroso encargo que la Sociedad de Socorros Mutuos ha depositado en mí, para dar el último adiós al amigo noble y caballeroso, al empleado cumplidor y al ciudadano integérrimo, que en este ataúd de duro roble”… Y concluía: “¡Mazuelos! Tú no has muerto. Tu memoria vive entre nosotros. Descansa en paz”.

 

VI

 

Al día siguiente el dueño de la “Carpintería y confección de ataúdes de Rueda e hijos”, llevaba al señor Unzueta una factura:

El señor N. Unzueta a Ruedas e hijos… Debe… Por un ataúd de roble… soles 18.70. (20)

—Pero si no era de roble —arguyó (21) Unzueta—. Era de sauce.

—Es cierto —repuso la firma comercial “Rueda e hijos”— es cierto; pero entonces ponga Ud. sauce en su discurso…, y borre el duro roble.

—Sería una lástima —dijo Unzueta pagando— sería una lástima; habría que quitar toda la frase: “al ciudadano integérrimo que en este ataúd (22) de duro roble”… Y eso ha quedado muy bien, lo digo sin modestia… ¿no es verdad Rueda?

—Cierto, señor alcalde —respondió la voz comercial “Rueda e hijos” (23).

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(16) chucraco: ave originaria de Pisco e Ica (ne).

(17) desilución (1917); desilusión (1918, 1979, 1988, 2000, 2003)

(18) “Carpintería y confección de ataúdes de Rueda e hijos”… (1917, 1918, 1979, 1988); Carpintería y confección de ataúdes de Rueda e hijos … (2000, 2003)

(19) integuérrimo (1917, 1918); integérrimo (1979, 1988, 2000, 2003)

(20) Las ediciones de 1917, 1918, 1979 y 1988 presenta entre comillas toda la frase, las mismas que se eliminarán en 2000 y 2003. Hemos preferido eliminar la cursiva y reducir la frase en un punto.

(21) argulló (1917); arguyó (1918, 1979, 1988, 2000, 2003).

(22) atahud (1917, 1918); ataúd (1979, 1988, 2000, 2003)

(23) Al final de 1917 se adjudica lo siguiente: Abraham Valdelomar, El Conde de Lemos

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Johnny Zevallos: (Huacho, Perú, 1974) Bachiller en Literatura por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Ha publicado relatos y artículos de crítica literaria en la revistas Apeiron y Ajos & Zafiros. Colaborador del suplemento cultural Identidades del diario oficial El Peruano y del diario La Primera.

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Para citar este documento: http://www.elhablador.com/est11_zevallos1.htm

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