Cada vez que leemos un texto crítico nos enfrentamos ante una paradoja. La crítica especializada parece tener más en cuenta los ohs y los ays de la oficialidad literaria imperante. Oficialidad que se quiere inscribir dentro de la tradición y desea establecer como canon a la vacuidad y deificación

 

 

 

 

Además esto apoyado por los deplorables mas medias que son una burla y en muchos casos ejercen la denigración e idiotización; antes de servir en un 99% son destructivas y no formadoras. Crean un producto por lo general morboso, cual estupefaciente, llevando la fe a una pantalla; las imágenes mientras más degenerativas mejor. ¿Será que involucionamos? Y por supuesto siempre nos vamos a dar con la palabra tercermundista. Subsidiado bajo el rollo de lo neo, lo post, lo trans volviendo al hombre un ser no-pensante-automatizado-y-estéril. Se produce una masificación y en algunos sectores la estratificación de la ignorancia, del no-saber. No se puede llamar sociedad pues la propuesta es una disgregación, y multiplicidad, que cada vez se ve más diferenciada. El desarraigo al cual estamos sometidos va a terminar haciendo que la idea del desarrollo y el progreso se queden en signos gráficos o dibujos al paso que vamos: como dice Vico pasamos a un estado ferino.

Literatura o muerte. Consecutio. El ser humano que se viene construyendo no es consecuente; como ya lo dijimos todo es desechable y reemplazable. La importancia del ser consecuente es que este tendría la capacidad de desarrollarse y crecer y no ser un animal inanimado. Es ahí donde una, repetimos, formación humana es necesaria y para nuestra sociedad urgente. Todo es una deformación o un entendimiento a medias. No existe un desarrollo de la persona; son seres no pensantes y sin capacidad de imaginación que es un principio para la inventiva y para pensar y racionar. Si ello se le complementase con una educación que no se dedique a hacer creer en la sobrevivencia y en la cantidad de dinero que se recibirá se establecería teóricamente una esperanza. Porque es en el aprendizaje donde residirá el futuro que uno tendrá. Es lamentable y lacerante vivir estas sociedades de la necesidad, donde se extirpa la Humanidad, la Imaginación y la posibilidad de Creer y Crear.

II.- De márgenes
Hacia una inutilización de la Poesía

Y el título podría extenderse para toda nuestra literatura en general. Cada vez que leemos un texto crítico nos enfrentamos ante una paradoja. La crítica especializada parece tener más en cuenta los ohs y los ays de la oficialidad literaria imperante. Oficialidad que se quiere inscribir dentro de la tradición y desea establecer como canon a la vacuidad y deificación.

La situación de la poesía es más que grave. ¿Quién lo diría? Nuestra poesía, aquella de larga data y grandes poetas, se encuentra sumida en un olvido perpetuo. ¿Alguien se ha puesto a pensar en nuestra tradición? (1) ¿Se han preguntado desde cuándo no hay una edición de Eguren o de Adán?, pues sólo en la redundante manía de la exaltación y poca sinceridad se dice "El centenario de César Moro" (2). Diáfana sería la imagen de los leones que lamen la corteza rugosa de la tortuga ecuestre; o lo que le ha sucedido a lo real es horrenda fábula; Yo me ahogo de cielo; Los ojos de la ausencia; veo a la calle que está mendiga de pasos; ¡Que la fosa la caben en el aire!; Inevitablemente eres sólo en ellos. Vivir: Invivir (3); por citar algunos nombres, sin olvidarnos de los grandes poetas aún vivos; así como una cantidad de desconocidos de gran calidad y poca cabida en el panorama actual. Lo mismo sucede con los narradores; por citar un ejemplo, ¿alguien se ha acordado de Se acabó -dijo Maruja, pero su palabra significaba comienzo, inicio? (4) La tradición vive de fantasmas de los cuales los críticos se jactan y nadie más conoce.

Nuestra tradición poética es famélica y homicida. Como muestra tenemos que después de mucho tiempo se crea todo un boom alrededor de Moro. Nuestra crítica corroída, salvo excepciones -por reseñas, no solo de favores sino porque se pertenece a grandes editoriales-, viven de lo comercial, de la aprehensión de clichés. Se da una perpetua enajenación a la Poesía. Todo se vuelve etceterable menos la maniaca composición del ritual literario, la apoteosis, esa voz falsa, en intento benévolo, que dice: "Sí, claro, muy bueno". A eso se le suma la mano falsa de los críticos, las redundantes prerrogativas, la condena con la tradición -como carga del pasado- (hasta Vallejo y Eguren lo sufrieron) y el eterno compadrazgo, en suma: la Decadencia. A la mayoría les tiembla la mano, y por no querer equivocarse mantienen las posiciones ambiguas de hipocresía e ilusionismo. Porque cuando hay verdadera calidad ninguno se atreve a reconocerlo.

Al margen de la persona la crítica debe de entender que lo que se juzga es la producción. Nadie prohíbe la publicación, pero reclamamos que nuestra tradición y crítica sean sinceras, que esa oficialidad (flora y fauna) no deje abandonados a tantos poetas y que las editoriales se den cuenta que es importante dar cabida a lo que ellos risiblemente llaman lo no vendible; así, tal vez eviten (re)llenarse de áloe.

Nuestra poesía aún no conoce a varios poetas; seguramente no los conocerá gracias a la comercialización; a la tan especializada crítica, paroxística en su devenir; a nuestra, casi fraudulenta, editorial; a nuestra frágil memoria; a la envidia y resentimiento; a los deplorables suplementos culturales; al pésimo sistema educativo, más y más constante, donde se enseña que la poesía es un conjunto de palabras bonitas, con rima, y que la hace gente extravagante. El fin final es una insensibilidad, un largo bostezo y la creencia en conceptos de marcada in/utilización. Todo esto que hemos mencionado puede muy bien integrar el diccionario de peruanismos o pasar a formar parte de nuestros distintivos patrios.

Como dijimos el panorama tiene sus excepciones, pero la poesía en el Perú, nuestra tradición, se ve manipulada por toda la podredumbre que la maneja y oculta. Creándose alrededor de ella una sistematización de palabrerías. La crítica en este país es tan creativa como para darle solidez a la bruma y exacerbar las imposibilidades bajo rúbricas y estructuras vacías. (5)

Nadie se acuerda de Nadie, así como Nadie reconoce a Nadie. Nada es la tradición, cuando es vejada por quienes dicen preocuparse. Nada es lo que nos hacen creer. ¿Cuál es el nombre de nuestra Tradición? ¿Cuál el de la Memoria? (6)

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(1) Tómese en cuenta desde la literatura quechua y colonial. En este artículo queremos recalcar el panorama contemporáneo.

(2) Claro que hay ediciones loables y que son producto de una seria investigación.

(3) Los versos corresponden a: Juan Ojeda, Arte de Navegar; Juan Gonzalo Rose, Simple canción; Xavier Abril, Descubrimiento del alba; Carlos Oquendo de Amat, 5 metros de poemas; Alberto Hidalgo, Simplismo y Gamaliel Churata, El pez de oro.

(4) Enrique Congrains, No una sino muchas muertes.

(5) Subrayamos la existencia, por suerte, de críticos y estudiosos eximios.

(6) Muchas de las publicaciones "especializadas" quedan encerradas entre pocos, no siendo accesibles para los interesados.

© Agustín Haya de la Torre*, 2004 descargar pdf

 

(*) José Agustín Haya de la Torre (Lima, 1981)

Estudió literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Perteneció al grupo de creación y publicación literaria Sociedad Elefante. Actualmente es uno de los editores de la celebración de Poesía La Unión Libre. Ha publicado en diversas antologías; tiene un poemario en preparación.

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