Rubem
Fonseca
El enfermo Molière
Editorial Norma 2003
|
Negra y asesina
Los
gustos y desengaños parecen bifurcarse al momento
de enlazar nuestros sentidos frente a un texto literario
cuya base remonta a un momento histórico, a parte
de una biografía, o a una simple anécdota
precedente. No valdría la pena incurrir en la polémica
muchas veces absurda, hay que admitirlo sobre
la calidad o deficiencia que puede portar una novela, cuento
o poema cuyo argumento se instaura en el realismo vivido
o transcurrido. Considero que lo más idóneo,
como sucede en este caso, es abocarnos en el efecto que
puede producirnos el contenido narrativo en sí.
Rubem
Fonseca, último ganador del Premio Juan Rulfo, ensaya
con El enfermo Molière, para asombro de sus
lectores, un relato desligado completamente de su contexto
propio como autor: Brasil. Así, la novela se desarrolla
en París del siglo XVII, y detalla la muerte del
archiconocido dramaturgo francés Jean-Baptiste Poquelin,
conocido por el sobrenombre de Molière. La narración
es asumida por un marqués anónimo, el mismo
que se presenta como amigo del comediante, y que a su vez
aparece como uno de los pocos testigos en sus instantes
finales, justo en el momento en que Molière le dice
que ha sido envenenado y que morirá pronto. Y toda
la intriga surge aquí, desatándose a instantes
en que el marqués va en busca de un sacerdote, en
lugar de un médico (¿?).
Personalmente
considero errado el hecho de situar la obra de Fonseca en
la línea de narrativa policial. Los relatos y novelas
de este autor suelen alternarse en atmósferas sórdidas,
austeras, de traiciones, de amores imposibles, pero siempre
enlazados al factor de muerte, característica esencial
de la literatura negra. Y es que hay un crimen y, por ende,
un asesino; pero no confundamos nuestros canon irresoluto
de que cualquier pesquisa puede llevarnos a encontrar al
culpable o al causante de la muerte fin primordial
de los textos policiales. En Fonseca todo parece tornarse
ajeno frente a este ámbito. Y vale recordar las dos
novelas que anteceden a El enfermo Molière (en
la edición de Norma): Agosto e Y de este
mundo prostituto y vano solo quise un cigarro entre mi mano.
En ambas, la intriga de un asesinato se ve acompañada
por los factores comunes en la narración de Fonseca:
sean amores y desamores, nexos irrealizables y emociones
mórbidas usuales en sus personajes. Y
es en ambas en donde se llega a conocer o a descubrir al
criminal, pero la carga que antecede a este hecho ha ocupado
tanto los sentidos que el descubrimiento o el comprobar
nuestra sospecha dirige literalmente al tacho la expectativa
de augurar un final policial.
En
El enfermo Molière el efecto parece ser usual.
No nos sorprende del todo descubrir al criminal, como sí
el conflicto personal del personaje-narrador, las desavenencias
y acoplamientos del marqués anónimo en un
entorno oscuro, que se enlaza insolublemente con la nobleza
francesa de la época. Y ante todo, sin apartarnos
de nuestro comentario, surge esta inquietud: ¿qué
representa la mujer en la literatura de Fonseca? Primaría
la idea de que el personaje femenino es el eje central por
el que el autor hace girar sus relatos. Pido no escatimar
esfuerzos en comprobar esta afirmación, asistiendo
sobriamente no solo a las novelas antes mencionadas, sino,
también a sus libros de cuentos. Así, esto
sucede en El collar del perro, La cofradía
de los espadas y en Historias de amor. Vale citar
los relatos "AA", "Ciudad de Dios" o
el estupendo "Carpe Diem". En ellos, se anuncia,
a modo de premisa, lo censurable, lo criminal; sin embargo,
este aspecto va acoplado a la ya antes mencionada figura
de la mujer: todo parte de una relación establecida
por el narrador entre los personajes, y es el perfil femenino
quien altera el desenlace posible e inmediato. Siempre.
De
igual manera, esto sucede en El enfermo Molière.
La angustia del marqués anónimo, por la muerte
inminente de su amigo, va acompañada de sus experiencias
prohibidas con la mujer de este, con rememoraciones de otras,
además de su extraña relación con la
asesina Marie-Madeleine. Ante esto, es válido recalcar
que el supuesto final, el que de una u otra manera auguramos,
queda descartado frente a la focalización siempre
ascendente con que se nos presenta el narrador-personaje:
de naturaleza nostálgica, un romántico que
antecede a la época, un noble renegado, extrañamente
corrompido por su medio.
Poseedor
de muchas técnicas, gran parte de ellas extraídas
de su experiencia como cineasta y como guionista, Fonseca
nos presenta con El enfermo Molière una novedosa
narración, capaz de capturar todas nuestras emociones,
de mantenernos en un vilo siempre sucedáneo, con
un argumento presto a polemizar, pero siempre estableciendo
el hilo conductor de toda su obra: siempre negra, eternamente
asesina.
©
Francisco Izquierdo 
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