Este
texto fue leído en Bogotá en el Tercer
Encuentro de Nuevos Narradores de América Latina
y España, organizado por el Convenio Andrés
Bello
Cuando
fui invitado a participar en este encuentro, en la
ciudad de Bogotá, no supe cómo reaccionar.
Se supone que debía alegrarme, enorgullecerme,
pero ese mismo día también me comunicaron
que no había obtenido una beca que ansiaba
para tener una larga y académica estadía
en España. Las únicas veinte becas fueron
a manos de médicos, ingenieros y abogados.
"Oficios con una aplicabilidad inmediata en el
bienestar de la sociedad", fue la explicación
que me dieron. "La literatura..., usted sabe..."
Luego fui en busca de mis amigos y parientes para
que me levantaran el ánimo al contarles que
había sido invitado a Colombia. Al primero
que se lo dije fue a mi hermano mayor. Hizo un gesto
de preocupación y me dijo: "Ten mucho
cuidado. Yo he leído Rosario Tijeras
y La virgen de los sicarios y allá se
vive de milagro." Qué bueno que creo en
Dios, pensé. Luego regresé a mi oficina
repitiéndome: "la literatura, la literatura".
Por el computador le envíe un correo electrónico
a un amigo colombiano que ya tiene viviendo ocho años
en Corea del Sur. Yo lo había conocido allá,
en la extraña ciudad de Seúl, oficiando
ambos de profesores de español. Providencialmente,
a pesar de la diferencia de horas, recibí su
respuesta a los pocos minutos. Su mensaje fue escueto
y contundente: "No te puedes ir de Colombia sin
probar el ajiaco, la maravilla de Bogotá, ni
la bandeja paisa, plato de mi región. Otro
rato te comes un miloja o un pandebono con su buena
taza de chocolate santafereno. Ah, y te me lees La
tejedora de coronas de Germán Espinosa.
Saludos a mi tierra del carajo, a la que no veo hace
ocho años." Otro amigo, algo dado al desenfreno,
me dijo: "Las discotecas, hermano. La ciudad
es de los jóvenes. Tienes que ir a las discotecas.
Adentro se encuentra de todo." Le agradecí
el consejo y me recluí en mi casa. Allí
tenía que pensar con calma. ¿A dónde
iría? ¿De qué ciudad me estaban
hablando? ¿Cuál Bogotá? ¿No
será también una invención? ¿No
será todo como los cuadros de Botero? ¿No
estaré yendo a otra Comala? ¿Y no estaré
prolongando Lima, mi propia ciudad de fantasmas, ciudad
que no me canso de inventar? No importa a dónde
vaya, es mejor que primero eche una conversación
con mis fantasmas.
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