Los tormentos miserables del lenguaje y las seducciones del infierno en los instantes trágicos del amor de Barbus y Lozna
De Alma em chamas (poesia). Letra e Música. Fortaleza. 1998.
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¿Qué habrá sido de Lozna contra los días de su inquietud?
Lo dividido por la tempestad hace nuestra desnudez ante el sol.
Un beso es una marea de deseos, estrella arrancada al
enigma
de la intimidad con la roca de los sueños. Madre de los delirios,
una mujer es la posesión implacable del desamparo y el furor
del ser. Nadie supo descifrar a la mujer. La poesía es nuestro aliento posible.
El mundo empezó a morir cuando la sabiduría ya no tocaba más
las piernas de la mujer.
Tú llorarás a pantanos, dijo el tiempo
al hombre quedado sin su revés. El mundo sin la presencia
de la mujer es la conocida parábola de una ciudad en su plena
destrucción. Los espejos de la frivolidad son la virtud de esta ciudad.
No hay drama. Los placeres ilusorios son la corriente de llagas,
los placeres míos, tuyos. Lozna es la actriz buscada por las cenizas
de todo un imperio. ¿Y entonces, amor, qué drama? ¿Sus hermanas
veloces devoradas por fantasmas? ¿El fulgor de la sangre
en sus carnes tan jóvenes y la tempestad confluente de las calles?
Algo más que los dientes del horror. Sus cuerpos hambrientos
han comido la muerte, niñas de orgasmos sin fin, pétalas de Dios
y sus besos siempre fuera del mundo. El dolor de Lozna
es una aventura convertida en cadáver. ¿Reflejos? Ya no hay
olvido en la mordedura de su alma. Los espejos son la fortuna
de los regocijos. Los dioses encomiendan estrellas a la caída
de un cuerpo. Sin tu llama, mi amor, el mundo no tendrá su forma:
no puede la noche con tanto abismo. Todo cuanto existe he tocado,
es mi sangre su ausencia. ¿Qué habrá sido de su enigma terrestre?
No hay clausura. Nada de lágrimas. Los muertos conocen la gracia
de la pasión recíproca. La muerte permite respirar a gusto. ¿Qué más
te rompiera por dentro, poesía, roca del frescor de mi inmensidad,
piernas del vértigo? Lozna es una parte de nosotros llena de sombras
y su corriente cambiante, gema del aire, siempre desnuda.
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¡Cómo pasa el tiempo! Anduve por la noche prodigiosa de los artificios, por la otra mitad del alma, los cantos cómicos de la opresión. La poesía es una caravana cuya belleza es terrible y es la agonía una joya calcinada. Hay lugar para el desdichado de Gérard de Nerval y el martillo de Carl Sandburg. Hay unos fantasmas que llenan nuestro mundo de felicidad y otros que cierran la puerta a nuestros proyectos futuros.
Es un misterio lo que hace que ciertos poetas transvasen su visión de un tiempo a otro.
Malcolm Lowry dijo que es un desastre el éxito. A su vez, piensa Edward Dorn que sólo lo abandonado tiene vida hecha de noche eterna, insuperable. ¿Es la poesía una catástrofe compartida? Es hora de aceptarnos que podríamos ser otra cosa.
La caída irreprimible hace del hombre un aventurero de la tontería, un paria de la tierra de la alegoría.
¿Te acuerdas, poeta, como nos burlamos siempre de nuestras sombras? Una mañana en Delfos, una noche en el cuerpo invisible del prosaísmo, los peligros de la escritura, ¿la palabra es la muerte?, etcétera. ¿Nos hemos desviado? No lo creo.
La apuesta de la poesía es de algún modo la felicidad.
Una de las rubayatas pide que jamás renunciemos a las canciones de amor. Escribe Horacio en una de sus odas: acepta con paciencia lo que venga. La resignación ante la muerte es un tipo de alimento sagrado de la poesía, un tipo de glorificación del horror.
¿Acaso no hay una retórica de los sobrevivientes?
Hay un poema de Günter Kunert que advierte que el poeta muerto al fin ha alcanzado todo y que ya nada le alcanza. No puedo con el amor en su losa sepulcral. No sé que hago fuera de la dulzura del mundo. Es la vida un resplandor. ¿La poesía, el amor, la libertad? - unas variedades particulares de ese mismo resplandor. No se trata del ímpetu de las estaciones. Quisieran los poetas leer en la tumba de Lozna que gracias a la poesía ella no caerá en el olvido. ¿Qué fragmentos de nosotros son la tumba de cada quién que se va, de los queridos dejados en las cuerdas del tiempo?
Una vez más, ¿nos hemos desviado?
La poesía es una escritura de desventuras, un tipo de alarde que vuelve la palabra contra quien la escribe. Es un árbol que sólo regresa gracias a la caída de sus hojas preciosas. No puedo con el cadáver de mi amada en las visiones de la poesía. Cierro mis ojos y la agonía vuelve a ser libre. No hay rumores de crónicas, hablas comunes, falsos testimonios, teatro de sombras. Para regresar a las propiedades extrañas de la vida no es posible repetir el mismo juego de alucinaciones de sus días.
¿Es la poesía una forma posible de la vida o de la muerte?
Mi amor cayó en mis brazos y no me dijo adiós. ¿Es su silencio al fin un resplandor, el verdadero enigma de toda una vida? ¿Acaso su dolorosa desaparición es la fuente de algún misterio azteca al que todos regresaremos? No hay suavidad en el padecer.
¿Te acuerdas, poeta?
Volar alrededor del dolor no limpia el alma ni transforma su sequedad en nueva lámpara tormentosa. Hablemos del fuego y de la oscuridad sigilosa que habrá de ser el método reconocido por Lozna.
40
Hay un cuerpo inmejorable y vacío en mis brazos,
un largo aposento de sombras silenciosas
y los papiros hermosos de tan lejana devoción.
Bajo los arcos un caminante dibuja las visiones.
Es un deseo suyo alimentar al amor con el corazón.
En la continuidad de la palabra, sus labios
y el verbo iluminado por la oscuridad sagrada.
¿Qué otras lenguas encuentro en la vastedad
de tu ausencia: Innumerable: en los párrafos
quemantes de la nada, en su escritura errante?
Tu alma ha entrado en una nueva estación,
en una geografía de abismos invisibles
y en las páginas nubladas de otra caligrafía.
Tu alma camina sin la traducción de sus días.
No es una biografía de las pérdidas ni oculto drama
de sus fronteras barridas por la tempestad del mito.
En su mundo interior no puede el caminante
volver a sus recuerdos, no hay cómo dejar:
Innumerable: el corazón en la piel de los senderos.
¿Cómo adentrarse en el paso del vacío y respirar
el aire de su movimiento de limos y silencios?
¿Cómo vivir del aire de la oscuridad, de su enigma
tembloroso? Cómo no sufrir la caída de las cosas
ni sacar más recuerdos de cada palabra pronunciada?
Hay diversos rostros en la ausencia del amor,
una escritura minuciosa que no perdona la certidumbre.
No es la muerte una quietud de página deshecha,
sino la entrada en el cuerpo desposeído de la letra,
en una grafía de sombras y cenizas. La muerte
del amor se abre como labios de bultos indeclinables.
El lenguaje es un equilibrio de asombros. Lo que pasa
con la poesía es que debe el poeta conocer, como
recuerda José Ángel Valente, la sumaria ley del círculo.
También son demoníacos los dioses y su esfera de gozos.
¿Cómo entrar en tu nueva casa: Innumerable: y vivir
la eterna desposesión de tu alma? ¿Cómo puedo hacer
el amor siendo yo un hombre sobre la tierra y tu
una mujer desnuda en las sendas de una oración?
¿Cómo salir de ti si eres la impenetrable ausencia?
No tiene recurso el caminante sino aceptar los designios
de sus tormentos miserables. No puede volver a su dolor,
tampoco vivir sin tu amor. ¿Cómo hacer entonces
del alma un cuerpo? ¿Quiere el lenguaje sólo caer?
La vida es una celebración de enigmas, una estación
de presagios, una indiferencia gozosa que ilumina
los desiertos del aventurero. No hay meditación
sin los huesos de la caída, sin el verme de sus ruinas.
Hay un cuerpo demasiado vacío en mis brazos.
Una amenaza fatal del silencio que alcanza la altura
de mi ser. El caminante es el huésped del infortunio.
¿Dónde los emisarios? ¿Dónde los despojos de las víctimas
del lenguaje? ¿Cuáles las parcelas innominadas
del dolor majestuoso del caminante en su aventura
por el frondoso abismo de la muerte de su querida Lozna?
No he soñado con la belleza flamante, con una faz
de lamentos o la interrupción de los vértigos.
Una vez más los papiros hermosos de tu devoción.
¿Cómo hacer de ti la perfecta ausencia? No es el amor
triunfante, ni hay ofrenda posible ante su caída.
¿Cómo hacer de las nuevas formas del asombro la casa
del peregrino? ¿Cuáles las páginas verdaderas
de la invención? Todo es movedizo en el deseo.
No hay perfección posible en el gozo. ¿Cómo hacer a
un amor volver a su tienda en la tierra? Es una senda
de inquietudes, abiertas las puertas de toda incertidumbre.
¿Es tu cuerpo, Lozna? ¿Es tu ruina severa el romance
que busco entre las paredes intangibles de la fatalidad?
No hay prodigio en la sangre. Los vestigios del tiempo
no pueden más con la melancolía y la sepultura
del deseo. No pueden contener los poemas solamente
los indicios de las cicatrices. Ante los dibujos de la agonía
hace la tempestad sus proporciones saludables.
¿Qué es la catástrofe? ¿El peregrinaje de Barbus bajo
los arcos de la muerte de su amor? ¿Debo escribir
un libro solamente por la caída de un amor?
¿Por la sangre anónima de la escritura? Las pérdidas
y su vastedad crematoria hacen de la palabra
un demonio sustantivo. Todo es real en su delirio,
en sus formas proverbiales. Estamos en la misma
caída de adjetivos, un trámite idéntico de vocablos
corroídos. Sufren el amor y el poema de una misma
falsificación de su follaje: ¿Por dónde irá la sangre
de su confesa violencia? ¿Cuándo cerrar la cortina
azotada por las luces en su fiesta de sudores
y proezas verbales? Recuerdo unos versos escritos
junto a Lozna: mi corazón quedará en tus manos
como un poema agotado por sus imágenes.
¿Quién habrá de leerlos como una pieza de riesgos
de su tiempo? ¿Acaso no es todo una cuestión de desvíos?
Una vez más la oración ante la puerta del vacío.
Lo que pasa, mi amor, es el triunfo blanco
de lo desconocido, las sierpes del tintero,
los nombres todos del infierno y las profecías
con sus esmaltes crueles: todo es un regreso
de funerales. Las excavaciones del verbo original,
la nobleza de un cuerpo que ha dado origen
a todo y luego se ha perdido en los pliegues
de sus dones. ¿Cómo salir de los sacrificios
de la fecundidad? ¿Cómo han superado la muerte
los dioses, los espejos, el paisaje? Unos hijos
han sido enviados a los archivos del fuego,
los bastardos de la belleza, los epónimos
de la gloria. La destrucción del mito es la verdad,
el mensajero divino, ante la influencia sacerdotal
de lo encomendable del cuerpo por la letra.
No hay leyenda apacible, la eternidad es un tormento.
Es innegable cierta semejanza del peregrino
con los perfiles de las sombras y los caminos
hasta la oscura memoria de una tragedia del cuerpo.
Su dolor es la poderosa llama que mueve el mundo.
No fueron vanas las otras muertes y los versos
que han reinado en el silencio húmedo de las tumbas.
La caída del amor es el sobresalto de la materia.
18
O repartido na tempestade define nossa nudez diante do sol.
O que terá sido de Lozna contra os dias de sua inquietude?
Um beijo é uma maré de desejos, estrela arrancada ao enigma
da intimidade com a rocha dos sonhos. Mãe dos delírios,
uma mulher é a possessão implacável do desamparo e do furor
do ser. Ninguém soube decifrá-la. A poesia é nosso estro possível.
O mundo começou a morrer quando não mais tocava as pernas
da mulher a sabedoria. Chorarás a pântanos, disse o tempo
ao homem restado sem seu revés. O mundo sem a presença
da mulher é a conhecida parábola de uma cidade em sua plena
destruição. Os espelhos da frivolidade são a virtude de tal cidade.
Não há drama. Os prazeres ilusórios são a corrente de chagas,
os prazeres meus, os teus. Lozna é a atriz buscada pelas cinzas
de todo um império. E então, amor, que drama? Suas irmãs
velozes devoradas por fantasmas? O fulgor do sangue
em suas carnes tão jovens e a tempestade confluente das ruas?
Algo mais que os dentes do horror. Seus corpos famintos
comeram a morte, meninas de orgasmos sem fim, pétalas de Deus
e seus beijos sempre fora do mundo. A dor de Lozna
é uma aventura convertida em cadáver. Reflexos? Já não há
esquecimento na dentada de sua alma. Os espelhos são a fortuna
dos regozijos. Os deuses encomendam estrelas ao declínio
de um corpo. Sem tua chama, meu amor, o mundo não terá sua forma:
não pode a noite com tanto abismo. Tudo quanto existe toquei,
meu sangue é sua ausência. Que haverá sido de seu enigma terrestre?
Não há clausura. Nada de lágrimas. Os mortos conhecem a graça
da paixão recíproca. A morte permite respirar a gosto. O que mais
te rompera por dentro, poesia, rocha do frescor de minha imensidade,
pernas da vertigem? Lozna é uma parte de nós cheia de sombras
e sua corrente mutante, gema do ar, desnuda sempre, sempre.
34
Como passa o tempo! Andei pela noite prodigiosa dos artifícios, pela outra metade da alma, os cantos cômicos da opressão. A poesia é uma caravana cuja beleza é terrível e a agonia é uma jóia calcinada. Há lugar para o desafortunado de Gerárd de Nerval e o martelo de Carl Sandburg. Há uns fantasmas que enchem nosso mundo de felicidade e outros que fecham a porta aos nossos projetos futuros.
É um mistério o que faz com que certos poetas trafeguem sua visão de um tempo a outro.
Malcolm Lowry disse que o êxito é um desastre. Por sua vez, pensa Edward Dorn que somente o abandonado possui vida feita de noite eterna, insuperável. A poesia é uma catástrofe compartilhada? É hora de aceitarmos que poderíamos ser outra coisa.
A ruína irreprimível faz do homem um aventureiro da parvoíce, um pária na terra da alegoria.
Lembras, poeta, como nos livrávamos sempre de nossas sombras? Uma manhã em Delfos, uma noite no corpo invisível do prosaísmo, os perigos da escrita, a morte não é a palavra, etc. Nos desviamos? Não creio.
De alguma maneira a aposta da poesia é a felicidade.
Uma das rubaiatas pede que jamais renunciemos às canções de amor. Escreve Horácio, em uma de suas odes: aceita com paciência o que venha. A resignação à morte é um tipo de alimento sagrado da poesia, um tipo de glorificação do horror.
Acaso não há uma retórica dos sobreviventes?
Há um poema de Günter Kunert que adverte que o poeta morto finalmente alcançou tudo e que já nada lhe alcança. Não posso com o amor em sua lousa sepulcral. Não sei o que faço fora da doçura do mundo. A vida é um resplendor. A poesia, o amor, a liberdade? - umas variedades particulares desse mesmo resplendor. Não se trata do ímpeto das estações. Quiseram os poetas ler na tumba de Lozna que graças à poesia ela não cairá em esquecimento. Que fragmentos nossos é o túmulo de cada um que se vai, dos queridos deixados nas cordas do tempo?
Uma vez mais, nos desviamos?
A poesia é uma escritura de desventuras, um tipo de alarde que volta a palavra contra quem a escreve. É uma árvore que só regressa graças à queda de suas folhas preciosas. Não posso com o cadáver de minha amada nas visões da poesia. Fecho meus olhos e a agonia volta a ser livre. Não há rumores de crônicas, falas comuns, falsos testemunhos, teatro de sombras. Para regressar às estranhas propriedades da vida não é possível repetir o mesmo jogo de alucinações de seus dias.
A poesia é uma forma possível da vida ou da morte?
Meu amor caiu em meus braços e não me disse adeus. Seu silêncio é finalmente um resplendor, o verdadeiro enigma de toda uma vida? Acaso seu doloroso desaparecimento é a fonte de algum mistério asteca a que todos regressaremos? Não há suavidade no padecer.
Lembras, poeta?
Voar ao redor da dor não limpa a alma ou transforma sua sequidão em nova lâmpada atormentada. Falemos do fogo e da escuridão sigilosa que haverá de ser o método reconhecido por Lozna.
40
Há um corpo irretocável e vazio em meus braços,
um largo aposento de sombras silenciosas
e os belos papiros de tão longínqua devoção.
Sob os arcos um caminhante desenha as visões.
É um desejo seu alimentar o amor com o coração.
Na continuidade da palavra, seus lábios
e o verbo iluminado pela sagrada escuridão.
Que outras línguas encontro na vastidão severa
de tua ausência: Inumerável: nos parágrafos
queimantes do nada, em sua errante escritura?
Tua alma entrou em uma nova estação,
em uma geografia de abismos invisíveis
e nas páginas nubladas de outra caligrafia.
Não é uma biografia das perdas nem oculto drama
de suas fronteiras varridas pela tempestade do mito.
Tua alma caminha sem a tradução de seus dias.
Em seu mundo interior não pode o caminhante
retornar às suas lembranças, não há como deixar:
Inumerável: o coração na pele dos caminhos.
Como adentrar o passo do vazio e ali respirar
o ar de seu movimento de lodos e silêncios?
Como viver do ar da obscuridade, de seu trêmulo
enigma? Como não sofrer a falta das coisas
ou arrancar mais lembranças de cada palavra talhada?
Há diversos rostos na ausência do amor,
uma escritura minuciosa que não perdoa a certeza.
A morte não é uma quietude de página desfeita,
mas sim a entrada no corpo despossuído da letra,
em uma grafia de sombras e cinzas. Abre-se
a morte do amor como lábios de vultos indeclináveis.
A linguagem é um equilíbrio de assombros. O que passa
com a poesia é que deve o poeta conhecer, como
recorda José Ángel Valente, a sumária lei do círculo.
Também são demoníacos os deuses e sua esfera de gozos.
Como adentrar em tua nova casa: Inumerável: e viver
a eterna renúncia de tua alma? Como fazer então
amor sendo eu um homem sobre a terra e tu
uma mulher desnuda nas trilhas de uma oração?
Como sair de ti se és a impenetrável ausência?
Não tem recurso o caminhante senão aceitar os desígnios
de seus miseráveis tormentos. Retornar à sua dor não pode,
nem mesmo viver sem teu amor. Como então fazer
da alma um corpo? Quer a linguagem somente cair?
A vida é uma celebração de enigmas, aziaga estação
de presságios, uma indiferença gozosa que ilumina
os desertos do aventureiro. Não há meditação
sem os vãos da queda, o verme de suas ruínas.
Há um corpo demasiado vazio em meus braços.
Uma ameaça fatal do silêncio que atinge a altura
de meu ser. O caminhante é o hóspede do infortúnio.
Onde os emissários? Onde os despojos das vítimas
da linguagem? Quais as parcelas inomináveis
da majestosa dor do caminhante em sua aventura
pelo frondoso abismo da morte de sua querida Lozna?
Não sonhei com a beleza flamejante, com uma face
de lamentos ou a interrupção das vertigens.
Uma vez mais os belos papiros de tua devoção.
Como fazer de ti a perfeita ausência? O amor
não é triunfante, nem há oferenda possível ante sua ruína.
Como fazer das novas formas do assombro a casa
do peregrino? Quais as verdadeiras páginas
da invenção? Tudo é movediço no desejo.
Não há perfeição possível no gozo. Como fazer
um amor retornar à sua tenda na terra? Eis uma senda
de inquietudes, abertas as portas de toda incerteza.
É teu corpo, Lozna? Tua ruína severa, o romance
que busco entre as paredes intangíveis da fatalidade?
Não há prodígio no sangue. Os vestígios do tempo
não podem mais com a melancolia e o sepultamento
do desejo. Não podem conter os poemas somente
os indícios das cicatrizes. Ante os rabiscos da agonia
torna a tempestade suas proporções saudáveis.
O que é a catástrofe? A peregrinação de Barbus
sob os arcos do sepulcro de seu amor? Devo escrever
um livro tão-somente movido pela falha plena desse amor?
Pelo sangue anônimo da escritura? Os danos
e sua vastidão crematória fazem da palavra
um demônio substantivo. Tudo é real em seu delírio,
em suas formas proverbiais. Estamos na mesma
ruína de adjetivos, um trâmite idêntico de corroídos
vocábulos. Sofrem o amor e o poema de uma mesma
falsificação de sua folhagem: por onde irá o sangue
de sua confessa violência? Ao descerrar a cortina
açoitada pelas luzes em sua festa de suores
e proezas verbais? Recordo uns versos escritos
ao lado de Lozna: meu coração ficará em tuas mãos
como um poema esgotado por suas imagens.
Quem haverá de lê-los como uma peça de riscos
de seu tempo? Acaso não é tudo uma questão de desvios?
Uma vez mais a oração diante da porta do ignoto.
O que se passa, meu amor, é o triunfo branco
do desconhecido, as serpentes do tinteiro,
os nomes do inferno e as profecias esgotadas
em seus esmaltes cruéis: tudo é um regresso
de funerais. As escavações do verbo original,
a nobreza de um corpo que deu origem
a tudo e logo perdeu-se nas sinuosidades
de seus dons. Como sair dos sacrifícios
da fecundidade? Como superaram a morte
os deuses, os espelhos, a paisagem? Uns filhos
foram enviados aos arquivos do fogo,
os bastardos da beleza, os epônimos da glória.
A destruição do mito é o tormento da verdade,
mensageiro divino, ante a influência sacerdotal
do que a letra encomendara ao corpo.
Não há lenda aprazível, a eternidade é a lei.
É inegável certa semelhança do peregrino
com os perfis das sombras a caminho
da escura memória de uma tragédia do corpo.
Sua dor é a poderosa chama que move o mundo.
Não foram em vão as outras mortes e os versos
que reinaram no silêncio úmido das tumbas.
A queda do amor é o sobressalto da matéria.
© Adlin Prieto, 2009
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