Esta intención no sólo se desenvuelve inmanentemente, sino que se refracta, es decir, la novela busca adoctrinar y cimentar las condiciones necesarias para seguir confiando en lo moderno. Así, reconstruyendo (en la novela) el período de la anarquía (1842-44), de la virulencia caudillesca, simultáneamente, se le crítica(37). De esta manera, mientras en la novela la prosperidad se instala en un futuro, el presente del autor se considera un pasado felizmente superado y que se recuerda como la peor tragedia del Perú.
En esta medida, LCA pretendería ser la modelación de una conducta a partir de la construcción y oficialización de una memoria. Otro de los medios a través de los cuales se busca la consumación de tales objetivos se produce cuando escuchar al anciano deja de ser para Arthur un mero acto receptivo y se convierte en el aprovechamiento de un testimonio, a fin de escribir una propia Historia del Perú. De esta manera, la Historia se hace apremiante para Arthur, se convierte en una medida de erigir una lección para el futuro, un legado que recuerde el sufrimiento de la barbarie y ejemplifique el denuedo de la patria al resurgir de la decadencia, una Historia donde quede plasmada la construcción de la civilización, la desaparición de la viuda, y la aparición de “(…) esa hermosa joven cuya mirada enérgica y sublime parecía anunciar a las naciones las futuras glorias del Perú! “(38) (Del Portillo, 1843: 2).
La historia permite, además, a LCA una clara función social en tanto que critica a su época y en tanto que, a través de la escritura de la historia, se busca, como determinaría Blest Gana, “un 'carácter propio' a la nacionalidad, dentro del esquema de un proyecto liberal caracterizado por la 'marcha' y el 'progreso'” (apud Unzueta, 1996: 111).
La preocupación por la Historia como presencia constante no sólo vincula a la novela con su mundo, sino que le permite replantear las pautas históricas del país, reescribirlas. En esta sentido, LCA se halla inserta en la preocupación criolla por erigir una historia de la nación. Al respecto Unzueta ha señalado:
Al mismo tiempo que novela y la literatura en general estaba siendo institucionalizada (alrededor 1840-50), un sentido histórico nuevo se introducía en las narrativas. La historia se torna el discurso hegemónico en tanto que las otras disciplinas apelan a ella para explicar sus contenidos y obtener legitimidad. Justo en el momento en que la conciencia nacional cambiaba bajo diferentes condiciones históricas y discursivas, existía un cambio correspondiente en los medios literarios del imaginario de la nación. A mediados del siglo XIX, en la América hispana, mucho más que una novela realista/satírica como El Periquillo Sarniento, son las novelas históricas los textos “fundacionales” (Sommer) implicados en la producción simbólica de las nacionalidades de la región (Araucaria).
Debemos anotar un detalle importante, sumamente particular, de esta preocupación por la historia: su inclinación no se traslada hacia el pasado fáctico, sino hacia un pasado imaginario, que resulta ser el presente del autor: desde el caudillismo hasta el resurgimiento del país, lo cual, a nuestro criterio, deja en claro la posibilidad que tiene el hombre de guiar su destino y escribir el mismo la Historia. Lo que se pretende, además, a partir de lo histórico es incluir su novela en la formación de la nación, ya que como afirma Vicente López en Memoria sobre los resultados generales con que los pueblos antiguos han contribuido a la civilización de la humanidad (1845): “cuando el estudio histórico es hecho a conciencia nos enseña a vivir con la sociable tolerancia del buen patriota, nos enseña a conocer y respetar las virtudes del ciudadano” (apud Unzueta, 1996: 102).
Así, como mencionamos anteriormente, al hacer uso de ciertos artilugios que permitan dar un carácter de concretud a la utopía, se busca sociabilizar un modelo con el objetivo de que se cumpla y rija, por lo tanto, las conductas de los ciudadanos. En esa dirección, la utopía del texto no pertenece a las propiamente evasivas, sino a “aquellas que son programas y aspiran a realizarse” (Ricoeur, 2001: 290). Destacamos para tal objetivo el uso de una teoría cíclica de la historia en el que encontramos, según ha planteado Wallerstein, un Espacio Tiempo Estructural que funciona a partir de Espacios Tiempos Cíclico-Ideológicos que, una vez agotados, dan paso a un Espacio Tiempo Transformacional (Wallerstein, 1997: 109).
Encontramos en la novela un vaivén constante entre caos y orden, entre tiempos de primitivismo y tiempos fundacionales. La principal problemática de este vaivén acaece cuando, a pesar de reconocer la civilización de la cultura inca, resulta ser la llegada de los españoles el punto inicial de la Historia del Perú. No obstante, inmediatamente al período de la conquista, donde se admira principalmente a Pizarro, se sucede el establecimiento de la colonia, considerado, de acuerdo con la lógica de la elite criolla, como una época oscura. A ésta le sucede la independencia del país, pero, no obstante este período salvífico, rápidamente se trocará en barbarie ante el conflicto caudillesco. Este momento de la historia (1843) será determinante en la obra, ya que ella establecerá la transición a un nuevo sistema histórico, en tanto que en esta fecha se agota todo medio de reequilibrio y se determina la ineficacia de los ciclos para un cambio consistente. Se entra así en un Espacio Tiempo Transformacional, definido por Wallerstein como un cambio fundamental, “(…) en el que un nuevo, pero impredecible orden emergerá del caos al cual ha ingresado la estructura. Porque siempre es posible recrear un sistema histórico análogo, o uno que sea moralmente peor. Pero es también posible crear algo más esperanzador, más imaginativo, más creativo” (Wallerstein, 1997: 108).
La novela se encarga de precisar que dicho cambio hacia el progreso no es una abstracción ni un mito desde tres aspectos:
a) El genio del inicio del texto en realidad les permite ver el futuro: en tal medida, se trataría de una novela de anticipación.
b) Considerar el progreso del país una verdad irresoluble a partir del diseño de una nueva geopolítica que se sostiene en una teoría ofrecida en el texto, a partir de la cual el destino de cada pueblo es asumir temporalmente el eje del poder mundial. Se dice así en la tercera entrega: “Las naciones, amigo mio, son como los hombres, tiene sus infancia débil y vacilante, su juventud llena de fuerza y lozania, su edad media adornada por el saber y la energía, esta es la época de sus glorias….despues llega la vejez débil y achacosa, a ella sigue la muerte …la nada….el olvido!!!” (Del Portillo, 1843: 1). En esta nueva geopolítica, trazada en la primera entrega, Inglaterra es una isla hundida y los nuevos paradigmas de civilización son Rusia y China, modelos a imitar que confirman los frutos armoniosos de haber confiado en la modernidad: “(…) esas masas de salvajes no hace mucho, son hoy las que asombran al mundo con su poder y sus conocimientos” (Del Portillo, 1843: 1). Cabe destacar también que en el marco de los requisitos que se estipulan para la modernidad se encuentra la abolición de la esclavitud: tanto Rusia como Francia logran convertirse en potencias mundiales por gracia de decretos que declaran la emancipación de los esclavos.
c) El detalle de los cambios políticos: la nueva estructuración, los congresos, los hallazgos, los saludos de las demás naciones ante la gloria peruana, lo cual es propio de la utopía, donde “(…) una gran cantidad de idea nuevas se expresa en cuadros de minuciosos detalles” (Ricoeur, 2001: 318).
8.1.3.1. Breves consideraciones sobre el constructo de identidad
Ya sea a partir de la sociabilidad o la lógica de las ficciones fundacionales, es incuestionable la refracción social de la novela decimonónica. Para nada ingenua esta representación, que, por el contrario, subyacía a particulares ideologías políticas, estructura una identidad, un modo de ser que acompaña al modelo de nación que proponen: a la teoría se suma un manual de ejecución. En tal medida, a la búsqueda de una nación, de una historia de la nación, encontramos también en LCAU la pesquisa de una identidad nacional que consolide aún más la concretud de la utopía. De esta manera, la utopía que LCAU nos plantea no se queda únicamente en un plano homogéneo y de modernización, sino que un contrapunto conforma su estructura, contrapunto que marca las diferencias entre Lima y Cusco. Asistimos, por otra parte, a una asimilación de las doctrinas extranjeras acorde con las necesidades particulares del país. Se va más allá de la elite criolla y el costumbrismo, mostrando más bien un desiderátum humanista, propio de la utopía, en la superación de la anarquía y caos imperantes de su época, la cual se busca sociabilizar a fin de moldear las conductas.
Para esto, a criterio nuestro, la novela configura un modelo de identidad a partir de un diálogo donde se determina una estructura de acuerdo a un persistente vaivén que puede apreciarse: a) en forma, a partir del intercambio postal, el cual señala una relación dialógica entre capital y provincia, una relación de contrapunto manifiesta en el lenguaje; y b) en contenido, a partir de la relación entre lo extranjero y lo local: desde el cosmopolitismo a las costumbres locales, de los espacios públicos a los privados. Ya que hemos detallado el punto a anteriormente, detengámonos ahora en el punto b. En éste presenciamos que la utopía no es un simple traslado de teorías extranjeras, ya que se busca construir lo que Loayza en El Sol de Lima llamaría “la imagen universal del Perú”, universalidad para la cual, como precisa Mario Granda en su tesis El Sol de Lima de Luis Loayza: la formación de una tradición literaria peruana, “debe haber una 'asimilación y creación constante' entre las culturas nacional y extranjera, no un equilibrio entre lo particular y lo universal” (Cybertesis).
Un ejemplo de dicha asimilación lo encontramos en la trasmigración de almas entre Delia y Julia en LCA. Como hemos establecido, siguiendo a Sommer, Delia es el amor cosmopolita, mientras que Julia es un amor íntimo a la patria, vinculado directamente al amor con la historia. Ahora, en el momento en que Arthur, una vez muerta Delia, ve a Julia, imagina que son la misma persona, que el alma de una ha pasado a la otra, lo que para nuestra lectura significa la incorporación y asimilación de lo extranjero en lo nacional. Esta noción puede también apreciarse, y con mayor desarrollo, en el último recuento histórico que hace el anciano para Arthur. En esta oportunidad, tras la decadencia y el auxilio del genio, el anciano narra el resurgimiento de la nación: se tomaron medidas radicales a fin de erradicar todo vestigio de corrupción (aniquilar el germen revolucionario, lanzar el anatema de desnaturalización Patria para todo perverso, extinción del ejército en cambio de un desarrollo armamentístico de los civiles), se cimientan reglamentos que permitieran el liberalismo económico y la adecuación de los modelos extranjeros a las necesidades particulares de la Patria, las cuales permitieron la bienandanza del progreso. De hecho, el anciano fija que la asimilación se establece desde una adecuación y no desde una imposición:
Para su reunión y para el desempeño de su objeto [la reconstrucción de la patria], consideraron á las antiguas naciones, á los autores dignos y sobre todo al inmortal Montesquieu… sin por ello esclavizarse enteramente á ellos … sabian demasiado que aunque la imitación de las grandes cosas y de los grandes hombres es una máxima sábia, hay sin embargo consideraciones diversasáque atender cuando ni las localidades, el clima las costumbres ni los hábitos son iguales á los que tomamos por modelo; y que en ese caso son indispensables ciertas alteraciones, sin las que la mas bella teoria se hace absurda (Del Portillo, 1843: 26).
9. El fracaso de la búsqueda y continuidad
Si consideramos como Lukács que el personaje de la novela se halla en una búsqueda prolongada, consideramos que la mayor búsqueda de Arthur es la escritura de la historia del Perú, ya que dicho acto es visto como la legitimación del proyecto moderno, es decir, es la elite la que debe escribir la historia, es la que debe cimentar las bases de la utopía a ejecutar. En especial, en esta sexta parte, dentro del despliegue de la reconstrucción, se presenta el proyecto de escribir la Historia. Así, cuando Arthur, tras sus aventuras de amor, retoma el interés por la nación, el anciano le ofrece sus notas sobre la historia del país, a fin de que saque partido de ellas. Ante esto, el protagonista de LCA solicitará traer lápiz y papel para sus entrevistas, puesto que así podrá dejar memoria, a la manera de un cronista, de lo que le es contado. Se advierte, además, una relación dinámica entre el hablante que informa y trata de ser exacto y el oyente que va aumentando lo que escucha de acuerdo con “observaciones particulares”. No obstante, y siguiendo a Lukács, acaece el fracaso del héroe, ya que su búsqueda resulta inviable en tanto que muere, con lo cual el camino y la meta se truncan, y por ende el mundo de la novela “(…) es, visto objetivamente, algo imperfecto y, subjetivamente vivido, resignación” (Lukács, 1975: 338).
Consideramos que dicho final ceñido por la imperfección y resignación responde a que Arthur ha entrado en un desequilibrio: el temple romántico sentimental se impone sobre lo romántico nacional. Así, el interés por la patria se ve mermando ante el dolor por la muerte de su amada, es decir, la pasión se impone ante su deber. El deseo, como si se tratara de un personaje byroniano, lo conduce al abismo. Resulta significativo que este fracaso de deba a la pasión, que es la que pierde y obstaculiza el proyecto de un memoria, ya que ello indica que una verdadera reconstrucción amerita hombres de temple racional. No obstante, en este punto vuelve a enfatizarse la noción de diálogo, pues el héroe de LCA insta al de CCA a continuar la misión que la muerte le impide concluir, es decir, que continúe con la escritura de la historia y con la utopía.
10. Conclusiones
a) LCAU es un macrotexto que se constituye partir de la intertextualidad. Se trata de una diálogo donde se contraponen e intersectan las perspectivas de LCA y CCA, y en tal sentido se nos muestra una idea de nación heterogénea. Si bien se funda una historia donde la modernidad se ha ejecutado a la perfección, acorde con la ideología de la elite criolla, paradójicamente, esto no anula las diferencias y contrastes entre Lima y Cusco.
b) Dicha heterogeneidad se presenta, además, a partir del diálogo de las principales corrientes literarias (costumbrismo, romanticismo), los cronotopos decimonónicos de viaje, romance e historia y los problemas sociales de la época, tales como las guerras civiles, la corrupción y los conflictos capital/provincia, tradición/modernidad, nacional/extranjero.
c) La utopía se vincula con el contexto, motivo por el cual busca elementos que especifiquen su concretad, como establecer un sistema histórico particular, constituido por ciclos que van del caos al orden, y que, una vez agotados, permiten la transformación hacia un nuevo sistema; o un nuevo diseño geopolítico que busca legitimar y consolidar la fe en la promesa republicana de progreso. Asimismo, la configuración utópica responde a los anhelos del contexto: mantiene lazos con la elite criolla en tanto que ejecución de la modernización ambicionada, con la ciencia ficción en tanto que crítica al presente del autor desde el futuro, y con la masonería en tanto advenimiento de un orden justo y la reactualización de un tiempo perfecto.
d) CCA, además de ser una parodia a LCA, puede leerse también como una inclusión de la provincia en la carrera del progreso. De esa manera significa una ruptura con las concepciones de inferioridad de las razas no blancas. Igualmente, en tono contrario a lo incaico-arcaico, CCA reactualiza el Tahuantinsuyo y lo vuelve parte constitutiva del orden futuro.
e) LCAse halla inserta en la lógica de las ficciones fundacionales propuesta por Doris Sommer, a partir de las alegorías de nación-amor, establecida en las relaciones de Arthur con Delia y Julia, respectivamente, las cuales marcan un proceso que parte de lo cosmopolita y extranjerizante hacia lo nacional e histórico.
f) La preocupación de la historia presentada en LCAU responde a la necesidad de construcción y legitimación del proyecto de modernización nacional, para lo cual se representan escenas de lecturas de historia y conversaciones sobre la misma en LCA.
g) El fracaso de la construcción histórica se debe no sólo a la muerte de los amantes, sino a que Arthur ha puesto la pasión (el amor a Julia y la melancolía por su muerte) por encima del deber. Es decir, el temple racional, requisito necesario para la reconstrucción del país, ha sido relegado. No obstante, este fracaso se concibe como momentáneo, pues se solicita que CCA continué la misión incumplida, con lo cual se reconoce el carácter complementario de los textos que integran LCAU.
© Christian Elguera, 2009
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37 Otro ejemplo es cuando en el discurso del futuro, recordando el inicio de la prosperidad, se alaba a los diplomáticos que la hicieron posible, añadiendo una nota que dice que a los diplomáticos del siglo XIX no es a quien el autor dirige estas líneas.
38 La utopía en Del Portillo sólo fue un ideal textual de 1843, pues la decadencia que intentó erradicar continuó. Encontramos así otras imagen negativas de la patria —además de la de viuda— en el poema “El esqueleto” de Ricardo Palma: “República!!! Palabra con que / trafica osado / El ruin, el ambicioso, el / déspota, el traidor! / Burdel do su pureza vendiera / la doncella, / A infames libertinos sin honra / ni pudor” (2000: 41). En otro momento, Palma mostrará un tono desilusionado ante las vejámenes a los que el país se ve sometido por intereses frívolos y particulares: “No es soberano el pueblo que / la cerviz humilla / Ante ese vil puñado de / pérfidos. No lo es / El pueblo desdichado que dobla / la rodilla / Ante la tiranía vil, hija de / Luzbel / (…) Mentira es la República, la / libertad un sueño” (2000: 42).
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