El presentismo teleológico y ultramoderno, que prescinde del pasado como componente del presente, vive, de verdad, en un futurismo inmediatista, en que su acción se construye y remodela a partir del olvido.

 

 

[ Recomendamos leer ]
  Escritura del deseo: el caso de César Moro (por Claudia Salazar Jiménez. El Hablador Nº2. Diciembre 2003)

 

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Las palabras y las cosas en los estudios culturales: Descripciones metafóricas y conceptos metonímicos (*)

por María Maroca

 

El punto de partida de esta reflexión era, la mayoría de las veces, un sentimiento de impaciencia frente a lo “natural” con que la prensa, el arte, o el sentido común enmascaran continuamente una realidad que, por el hecho de ser aquella en que vivimos, no deja de ser por eso perfectamente histórica; resumiendo, sufría por ver en todo momento confundidas, en los relatos de nuestra actualidad, Naturaleza e Historia, y quería recuperar en la exposición decorativa de-lo-que-es-obvio, el abuso ideológico que, en mi opinión, en él se disimula.

Roland Barthes, Mitologías

Introducción

Los Estudios Culturales, actualísimo modus operandi (1) de los Estudios Literarios, vienen a proponerse/volverse, por autoproclamación y relativo consenso, como la nueva y única propuesta posible de producción de conocimiento sobre lo humano en la actualidad y esto sucede basándose en dos justificaciones fundacionales y esenciales dentro de su constitución misma: la primera de ellas reside en la crisis de los paradigmas por los que pasan las disciplinas históricas de las humanidades, que, según los teóricos del culturalismo, serían ineficaces por su anacronismo. La segunda, derivada necesariamente de la primera, propone a los Estudios Culturales como respuesta eficaz a la comprensión de aquello que ellos mismos pretenden ver como el novísimo orden de la realidad y del conocimiento, y que, por su estatuto absolutamente contemporáneo, exigiría también una ultra-contemporaneidad científica que demostraría ser inalcanzable a partir de las disciplinas históricas.

Haciendo un análisis de tal perspectiva, se puede percibir, claramente, una inversion importante, en desuso hasta entonces, en la constitución de los saberes positivos: el saber que surge unido al objeto de estudio, como una inversion exacta de aquella que sería la práctica común de la ciencia positiva. Un “saber” surge al atraer la materialidad de su objeto de estudio; y, paralelamente, a través de la negación perentoria de toda la validez posible de los saberes anteriores, pretendiendo una praxis hegemónica y aglutinante de todo el conocimiento y de toda teoría de las humanidades.

Junto a la desinstitucionalización de otros saberes, se percibe que la constitución de los Estudios Culturales ignora no solo las fronteras de las otras discplinas sino también las suyas propias. La incertidumbre de descripciones abiertas de par en par sobre su propia constitución, ya metafóricas, ya reticentes, llevan a una justificación hiperbólica de su positividad y de sus propuestas, que no se justifican por el carácter metonímico de su conceptualización y constitución; una vez que se restringen a un presentismo, nos parece demasiado restrictivo para un saber humano. En un análisis comparativo de sus variadas propuestas, nos parece entender, sin duda, que el discurso de los Estudios Culturales parte de su propia constitución para justificar su existencia.

Ahora, si nos remitimos a Foucault, autor considerado fundador para los mismos Estudios Culturales, tendremos un nombre para tal práctica (Foucault: 1971, 16):

Certes, si on se place au niveau d’une proposition, à l’interieur d’un discours, le partage entre le vrai et le faux n’est ni arbitraire, ni modifiable, ni instutionnel, ni violent. Mais si on se place à une autre échelle, si on pose la question de savoir quelle a été, quelle est constamment, à travers nos discours, cette volonté de verité qui a traversé tant de siècles de notre histoire, ou quel est, dans as forme très générale, le type de partage qui régit notre volonté de savoir, alors c’est peut-être quelque chose comme un système d’exclusion (système historique, modifiable, institutionellment contraignant) qu’on voit dessiner.

Así, contradictoriamente, ya que a sí mismos se llaman foucaulteanos, los Estudios Culturales parecen ciegos frente a una de las categorías fundamentales para aquel autor, que es: la institucionalización del discurso como poder. Y tal institucionalización, que parece ambigua, debido a que los Estudios Culturales persisten en demostrar que son minoritarios con una perspectiva interesantemente valorativa e hegemónica para un discurso que se quiere llamar subalterno, demuestra que, en la práctica, aquello que se niega es su diálogo obligatorio con la institución que le delega el poder, como nos aclara Foucault (1971, 09):

Et l’institution répond: “Tu n’a pas à craindre de commencer; nous sommes tous lá pour te montrer que le discours est dans l’ordre des lois; qu’on veille depuis longtemps sur son apparition; qu’une place lui a été faite, qui l’honore mais le désarme; et que, s’il lui arrive d’avoir quelque pouvoir, c’est bien de nous, et de nous seulement, qu’il le tient.”

Por lo tanto, basándonos en las afirmaciones foucaltianas, como también en Roland Barthes pretendemos, en este artículo, reflexionar sobre el carácter mítico (en la perspectiva barthesiana) de la construcción de un saber tan peligrosamente ingenuo al respecto de su estatuto discursivo, analizando sus propuestas y conceptos.

1. Los estudios culturales: La conceptualización metafórica de un deseo

Si consideramos el texto de Simon During, Introduction (1999), de lejos el más objetivo de todos los culturalistas (en relación a lo que sea esta práctica discursiva) tendremos la curiosa sorpresa de encontrar una variedad enorme de definiciones sobre los Estudios Culturales en apenas 28 páginas (!). Nos parece muy extraño que el carácter continuo de construcción de los Estudios Culturales llegue a tal nivel de perfección, pero es eso lo que se encuentra en el referido texto.

Por tanto, en este texto pretendemos analizar en este tópico tres proposiciones que hemos escogido por ser bastante representativas y la posible significación de la variación mutatis mutandis de la conciencia itinerante de una teoria metamórfica:

Definición 1: (During: 1999, 01)

Cultural studies ... possesses neither a well defined-defined methodology nor clearly demarcated fields of investigation. Cultural studies is, of course, the study of culture, or more particularly, the study of contemporary culture... Even assuming that we know precisely what “contemporary culture” is, it can be analyzed in many ways... The question remains: does cultural studies bring its own orientation to these established forms of analysis? (la cursiva es del autor)

Desde un inicio estamos frente a la indefinición: During nos remite a la fluidez intrínseca de la constitución de los Estudios Culturales, cuando nos declara la inexistencia de un campo indefinido o de una metodología. Por tanto, no tenemos un discurso y así aun a partir de Foucault, ningún poder. Curiosamente, los rastros del discurso se borran después de tales afirmaciones. Pero luego nos señalan dos características, y la sutileza no nos debe engañar. En el texto de During surge un inicio de delimitación que más tarde se mostrará restrictivo y cohibidor y, por tanto, señalizador de una perspectiva autocentrada, como también definidora del entredicho (nuevamente Foucault): el lugar del poder. Por ahora, dediquémonos a entenderlas.

En primer lugar, hay que destacar la contemporaneidad como característica de formación de los Estudios Culturales, coetánea de su objeto. Presuponiendo que los eventos que serán abordados tengan su aparición en el momento coetáneo de su eclosión, los Estudios Culturales se encontrarían, lógicamente, en un lugar privilegiado de observación y análisis. De ahí, nada más natural que la conclusión respecto al anacronismo de otras aproximaciones –a partir de tal perspectiva privilegiada, lo serían todas las otras- y, por tanto, de su ineficacia.

A partir de ese momento, que nunca queda claro en During o en cualquier otro de los culturalistas, se tiene la necesaria justificación y demostración de un discurso/poder como lo destaca Foucault (1971, 10-12):

...dans toute société la production du discours est à la fois contrôlée, sélectionée, organisée et redistribuée par un certain nombre de procédures qui ont pour rôle d’en conjurer les pouvoirs et les dangers, d’en maîtriser l’événement aléatoire, d’en esquiver la lourde, la redoutable matérialité.

... on connaît, bien sûr, les procédures d’exclusion. La plus évidente, la plus familière aussi, c’est l’interdit... les régions où la grille est la plus resserrée, oú les cases noires se multiplient, ce sont les régions de la sexualité et celles de la politique;... puisque le discours-, ce n’est simplement ce qui manifeste (ou cache) le désir; c’est aussi ce qui est l’objet du désir; ... le discours n’est pas simplement ce qui traduit les luttes ou les systèmes de domination, mais ce par quoi on lutte, le pouvoir dont on cherche à s’emparer.

Foucault, en ese trecho, nos alerta frente a una característica intrínseca del discurso, la cual, borrada por la posición estudiadamente indefinida de los Estudios Culturales, aparecerá de forma clara a lo largo del texto de During: el deseo de poder. No nos adelantaremos en relación a esto, pero una característica que ya se adivina cuando During cuestiona en el último párrafo de su definición: ¿Qué es lo que diferencia a los Estudios Culturales de las otras ciencias, cuál es su especificidad y demostración de eficacia frente y sobre las otras disciplinas? Este tema será mejor desarrollado con las otras definiciones.

2. La verdad metafórica de una conceptualización del poder

Definición 2: (During: 1999,17)

As a transnational academic discipline, cultural studies itself does not represent such an interest. And, in fact, policy advice does not uncover truths wich can be immediately used and applied. On the contrary, outside the academy it tends to become a pawn in wider political engagements between such interests.

So, Cultural Studies is a discipline continuously shifting its interests and methods both because it is in constant and engaged interaction with its larger historical context and because it cannot be complacent about its authority. After all, it has taken the force of arguments against “meta-discourses” and does not want the voice of the academic theorist to drowm out other less often heard voices.

En este fragmento, particularmente profundo, During nos revela la verdadera función de los Estudios Culturales: el poder. Esta característica, que ya se encontraba subyacente en la primera definición, se muestra en este fragmento en toda su magnitud: el poder sobre las academias de todo el mundo, sobre las disciplinas como un todo —que, además, deben ser englobadas por esta única disciplina— y el poder también social, ya que tal discurso debe ser llevado por sus profetas a todos los rincones para servir de voz a aquellos que no la poseen y de verdad para todos los incrédulos.

Tales características quedan claras cuando los Estudios Culturales se otorgan una transnacionalidad, que en vez de ser consensual es impuesta como un mandato (ya que los Estudios Culturales “nacen” como un discurso transnacional). Ahora la autocracia de arrogarse el deber de ser la voz universal es demasiado autoritaria para ser relevada. Y, además, no es nueva (2). La historia nos dejó ejemplos bastante contundentes de los resultados de estas iniciativas magnánimas como para que ignoremos lo perverso de un discurso que se otorga el deber de la salvación universal.

Otra característica bastante interesante es la incapacidad de diálogo. Por poseer la única verdad posible, los Estudios Culturales desconocen la autoridad de la academia en cuanto a la posibilidad de representación de los “subalternos”. Estos, como más tarde veremos, también están sometidos al poder redentor de la verdad culturalista, ya que son propiedad del único discurso verdadero, transnacional y trans-social, aquel que es proferido en su nombre por los Estudios Culturales.

En cuanto a esa posible verdad, nuevamente Foucault se vuelve revelador (Foucault: 1985, 336)

...hay una división más oscura y fundamental: es la de la propia verdad: debe existir, como efecto, una verdad que es del orden del objeto –aquella que poco a poco se esboza, se forma, se equilibra y se manifiesta a través del cuerpo y de los rudimentos de la percepción, aquella igualmente que se diseña a medida que las ilusiones se disipan y que la historia se instaura en un estatuto desalienado: pero debe existir también una verdad que es del orden del discurso —una verdad que permite sustentar sobre la naturaleza o la historia del conocimiento un lenguaje que sea verdadero. Es el estatuto de ese discurso verdadero el que permanece ambiguo. Una de las dos: o ese discurso verdadero encuentra su verdadero fundamento y su modelo en esa verdad empírica cuya génesis vuelve a trazar en la naturaleza y la historia y se tendrá un análisis de tipo positivista (la verdad del objeto percibe la verdad de los discursos que describen su formación); o el discurso verdadero se anticipa a esa verdad de que define la naturaleza y la historia, la esboza de antemano y la fomenta de lejos, y, entonces, se tendrá un discurso de tipo escatológico (la verdad del discurso filosófico constituye la verdad en formación). Para decirlo bien, se trata menos de una alternativa que de la oscilación inherente a todo análisis que hace valer lo empírico al nivel de lo trascendental… la escatología (como verdad objetiva por venir del discurso sobre el hombre) y el positivismo (como verdad del discurso definida a partir de aquella del objeto) son arqueológicamente indisociables: un discurso que se pretende al mismo tiempo empírico y crítico sólo puede ser a un tiempo positivista y escatológico; el hombre aparece ahí como una verdad al mismo tiempo reducida y prometida. La ingenuidad pre-crítica reina en él sin restricciones.

Por tanto, considerando las afirmaciones mencionadas, tenemos un discurso teleológico que se crea a partir del objeto y de una promesa, y siguiendo en términos foucaultianos, a partir de un lugar de poder que se establece en restricción a otros discursos, pues la conceptuación de un saber positivo parte de una definición de sí mismo en relación a otros.

Y, tan grande en cuanto al espacio que ocupa este discurso de poder es el lugar del otro, que abarca todas las nacionalidades, todas las disciplinas humanas y todos los subalternos (término que puede ser expandido, en ese sentido, a otros saberes humanos). Tal poder revela una teleología megalomaníaca e ingenua que, contradictoriamente al comtemporaneísmo alardeado por los Estudios Culturales, nos remite a una ultra-modernidad, o a una modernidad ingenua, imperdonable en nuestro tiempo. Esta ingenuidad moderna de la visión creadora que ve en sí la propiedad absolutamente innovadora de conceptos y prácticas discursivas quedará más explícita en el fragmento que veremos a continuación.

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(*) Ensayo traducido por Claudia Salazar Jimenez

(1) ¿De qué otra manera precisar el nombre de un campo del saber que se muestra tan reticente sobre su propio estatuto disciplinario?

(2) Recordemos que todas las prácticas imperialistas se arrogaron el deber autoatribuido de salvar a los incredulos: En la Edad Moderna, los ibéricos debían salvar las almas de los americanos del infierno; durante el imperialismo, el gobierno británico tenía también como “santa atribución” librar al mundo de su barbarie; y pasando el tiempo…

 

1 - 2 - BIBLIOGRAFÍA


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