[Aprendizaje]
Me preguntas y yo te respondo
después de todo la lección más importante nos la dieron las aves
esos pequeños seres que suspendidos en el aire
motivaron a que mirásemos nuestro corazón similar a una piedra pequeña
que funciona mecánicamente dentro de un cuerpo
tendido bajo el sol
ese sol que nos guía por esta ciudad en donde es fácil echarse a llorar mientras nos detenemos en el viejo quiosco de la esquina y nos apenamos por una muerte que nos aguijonea el corazón
aquí detrás de las pérgolas que crecen en la fuente de tu mirada hemos conservado el dolor y la distancia
aquí los sueños agonizan en los parques y la gente renuncia al amor y a la locura porque ningún tipo de muerte ahora dignifica el corazón
me preguntas y yo te respondo
sospechosamente las aves ya me habían anunciado su ataque aquella mañana
cuando miré el inmenso árbol de la casa y noté sus sombras agitándose sobre las ramas
además de un brillo inconfundible que convertía a mis agresoras en fieros kamikazes terribles y listos para devorar a picotazo limpio mi corazón
que ha olvidado nociones básicas como enfadarse con el televisor encendido mientras leo el periódico por las mañanas o raspo las latas de Nescafé como un viejo billete de lotería
me preguntas y yo te respondo
pero no sé por qué no te escribí una carta después de todo
ni te expliqué que el brillo de esas aves era semejante al que cultivan las olas frente al mar
en donde quedarse en silencio es una invitación a la muerte en donde cerrar los labios es negarse a sentir el sabor de la sal en donde tararear una canción es una llamada a los botes que anclan en los muelles
aquí en esta esquina del mundo el océano lame con su feroz lengua las playas en donde descansan las mujeres que hilvanan nuestros sueños aquí es donde la garúa encontró su hogar y toda su tristeza aquí en estas costas es donde los hombres andan a tientas como fantasmas que escarban y escarban detrás de sus sueños una pizca de felicidad
me preguntas y yo te respondo
en realidad los hombres nada tienen que hacer frente a esos animales extraños que surcan los cielos y se marchitan como las hojas de otoño
esperando darnos una nueva lección o quizá esperando a que amanezca para anidar su amor sobre pétreos corazones que lejos de la cruel monotonía se levantan y encienden la radio o la televisión o miran una cinta pálida por las tardes mientras oyen en el dormitorio contiguo cómo las fauces de la nostalgia recorren el tiempo cual hormigas
poniéndole pausa a los gestos más simples
y entonces intentamos pensar como aquellas aves pero nuestras alas nos estorban nos convierten en aves torpes y frágiles que no piensan ni en la muerte ni el amor ni la locura
me preguntas y yo te respondo
tal vez si aprendiésemos a mirar a aquellas aves
no nos quejaríamos de Dios en esta ciudad en donde la llegada de la noche pesa tanto como una estrella y conciliar el sueño es más difícil que cumplir una promesa
me preguntas y yo te respondo
entonces cojo tu mano y pienso si es que acaso teniendo la cantidad de latidos de un ave seré feliz.
[Nocturno]
La noche estalla en mi cabeza debajo de infinitas estrellas
que reposan en la tranquilidad del mar y
el amor es boreal e infinito
un recuerdo en mi corazón que oscurece a medida que el aire se disipa
detrás de la niebla
está allí como cuando el mundo navega hacia mi pensamiento
tranquilo como este barco que posee a bordo la vida de muchos instantes
por sus pasillos abrir un dormitorio
mirar el reloj
bajar las escaleras
tener náuseas y odiar a las peces
es tan natural como criar a los hijos en tierra
esperar el primer gorgoteo de amor
escapar dejando huellas con migajas de pan o esperar a que las olas anuncien nuestra muerte mientras el cielo oscurece y
tu ausencia se refleja a través de la luz.
© Eduardo Reyme Wendell, 2009 |