Momias
Momias. Alabanza. Castigo.
Te enterraremos vivo. Te cortaremos las tripas y las dejaremos a la intemperie. Te pudrirás envuelto en dolor hasta que mueras. No ser almuerzo de nadie se convertirá en tu maldición. Serás eterno y años después te encontrarán, te sacarán y te estudiarán.
Momia. Maldiciones. Necronomicón, por aquí nadie te conoce.
Nadie te revivirá. Nadie tiene el valor ni las ganas de revivir muertos en Perú. ¿Ya para qué? Momia. Has faltado el respeto y algunos todavía creen que te han enterrado así, alabándote.
Pena. Muerte. Castigo. Terminarás siendo leyenda. Asustando a cuanto mortal se te acerque. Siendo protagonista de películas, un muñeco de Mattel, el tema en una próxima exposición fotográfica de una simple mortal que utiliza el acero en pulseras contra el mal de ojo.
Momia, ¿qué has hecho? Mira cómo has terminado. Eres una barbie, un ken en un museo. Un muñeco enterrado y secreto de la isla San Lorenzo.
Mira lo que te ha pasado por enamorarte de una mujer que no era de tu condición. Esclavo. Ahora yo estoy aprovechándome de ti y fotografiándote como nadie más lo ha hecho. Rompiendo tu maldición y alimentándome de ti.
Ahora eres mi almuerzo.
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Peces
Es el invierno más crudo de todos los tiempos. Llueve, la humedad me ahoga,
vivo debajo del mar, 5 pisos debajo de Lima, del agua, y aún así, no me
enfermo.
Pulpos bebés quieren entrar por mi ventana en las noches,
animales que buscan a querido mi perro para atragantarse con su pequeño
cuerpo negro. Olas,
el mar se ha salido, hombres corren tabla por encima de mi casa, piernas de
algún muerto flotan entre las algas.
100 por ciento de humedad y las narices se convierten en branquias rojas y
moradas, nos salen aletas, escamas, mis ojos cambian.
Ahora soy un pez gigante, un pez que cierra las ventanas de su casa,
que se corre de pescadores porque no quiere terminar en un plato de
sudado ni que personas como Lastenia le arranquen el ojo para chuparlo
como si fuera un caramelo.
100 por ciento de humedad
Federico Salazar dice que es como si estuviéramos viviendo debajo del mar,
se ríe,
no sabe que si fuera así, ya hubiera muerto por falta de oxígeno,
no sabe que ni él, ni el 76 por ciento de limeños no podrían convertirse en
peces, porque para eso, hay que tener alma acuática.
Alma de sobrevivencia, de valentía para con tiburones y pirañas.
Es el invierno más frío de todos los tiempos,
sirenas pasan por mi ventana, pulpos viejos van detrás de ellas,
peces martillo, carachamas, espadas.
Corales y medusas. Medusas extrañas, de colores y con dreads
Medusas que hacen malabares para entretener a los bonitos y a los
pejerreyes.
Agua fría, humedad, escamas, personas verdes y moradas, muerte.
Agua en los pulmones, cabellos flotando, toyos enamorados paseando.
Mantarayas y pirañas intentando apropiarse no sólo de tus pertenencias sino
también de tu cuerpo y tu alma acuática.
Más carachamas, más bonitos, y mi querido perro y yo en la ventana, cuidando nuestras
branquias y viendo a Lima sobrevivir de tanta red de chalaco pescador, de tanta gente
hambrienta, de tanto ceviche, de tanto frío.
Parece ser que pronto habrá un tsunami.
© Ángela Vera Temoche, 2009 |