Camilo Fernández Cozman
La soledad de la página en blanco
Fondo Editorial de la Facultad de Letras de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. 2005.
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Con el título de La soledad de la página en blanco, Camilo Fernández Cozman aborda en poco más de cien páginas a once poetas contemporáneos y vitales. No vaya a creer que se trata de un estudio ligero y menudo, más bien estamos frente a unos ensayos hilados con la rigurosidad del académico y la asiduidad del apasionado. Un libro nutrido de frialdad y cálculo quedará condenado al desabrigo del lector. Un libro construido con sensibilidad y disciplina perdurará e incentivará otros, y éste es uno de ellos.
La soledad de la página en blanco no alude al pánico de sequía creativa que, supuestamente, persigue y hostiga a ciertos escritores sino a la imposibilidad de establecer una correspondencia entre las palabras y las cosas. Es verdad que necesitamos de las metáforas, de las figuras y de los símbolos para cavilar y comunicarnos, pero llega un momento en que a pesar de nuestra búsqueda persistente, nos son inútiles y nos refugiamos en el silencio, que a fin de cuentas viene a ser otra forma de comunicación, una metáfora más.
Cada texto se edifica sobre un diseño educativo e instructivo. En el primer piso se nos brinda un acercamiento al poeta, sus influencias y sus deudas literarias: “Alberto Hidalgo y el Vanguardismo”, “La poesía de César Moro y el Surrealismo”, “El Simbolismo de Eielson”, “La Generación del 50 y Wáshington Delgado”. En el segundo piso, lo que la crítica dice sobre ellos. La labor poética de González Prada en “La poesía de Manuel González Prada y la conciencia crítica del poeta moderno” y la mutabilidad literaria de Valdelomar en “El amor y el hogar en la poesía de Abraham Valdelomar”. En otros Fernández comparte y disgrega ideas como en “La metáfora vanguardista en hispanoamérica. El caso de Alberto Hidalgo” o rubrica y sella distancias como en “César Moro y el francés como lengua internacional”. En el tercer piso tenemos el texto objeto de análisis, sus vasos comunicantes, el quehacer poético y el débito con la realidad conviviendo en el interior del poema. Como apunta Fernández Cozman, se indaga a través de las redes figurativas la ideología que subyace a cada poema, como en el libro Ortometría y un poema de Minúsculas en “La poesía de Manuel González Prada y la conciencia crítica del poeta moderno”, Escrito a ciegas en “La confesión de lo real en Escrito a ciegas de Martín Adán” y “Tiza Blanca” en “Lectura del poema 'Tiza Blanca' de José María Eguren”.
Veamos dos poemas. “‘Vals del Ángelus' de Blanca Varela y su crítica de la sociedad patriarcal” es, sin duda, de lo mejor del conjunto de ensayos. “Ves lo que has hecho de mí / la santa más pobre del museo / la de la última sala/ junto a las letrinas / la de la herida negra como un ojo bajo el seno izquierdo”. En el poema “Vals del Ángelus” se registra una atmósfera asfixiante. Encontramos la imagen de una mujer trazada por la violencia, por el mandato patriarcal. La figura de una mujer ennegrecida por la angustia cuya piel tiene la textura del dolor y su sangre, está llena de ira. No obstante, su voz es firme y maciza. Su voz es inquebrantable, es crítica frente a la marginación y se sobrepone. Es en ese momento en el que no sólo ve lo que ésta ha hecho de ella, sino que ve cuán parecidos son: “Tu imagen en el espejo de la feria me habla de una terrible semejanza”. Y es esa similitud la que la conmueve y perturba. En aquel espejo, finalmente, se retrata así misma.
En “Historia del Perú”, del libro Para vivir mañana, Wáshington Delgado nos ofrece su testimonio acerca de nuestra historia hecha de “veinte palabras que nada dicen”. O que, posiblemente, dicen mucho: “No hay un pasado / sino una multitud / de muertos”. Marginación, miseria, discrepancias, problemas, conflictos vienen a ser la tinta con la que la historia es escrita. Su disconformidad es severa e implacable. Su juicio sobre la “Patria Invisible”, a decir de Basadre, es inflexible. Aquí, la metáfora viene a ser una expresión universal que posee de acuerdo a su experiencia, a su desarrollo en la sociedad y a su cultura un significado propio. Su visión y su palabra se modela y se organiza en un permanente roce con la realidad. Es preciso alumbrar el pasado para saber de él. Toma distancia y afila el ojo como el historiador lo hace con su objeto de estudio. Empero, “la poesía no puede dar idea cabal de la historia del Perú, pues las palabras tienen profundas limitaciones para expresar los sentimientos y las ideas”. Es por ello que asoma el desencanto, el escepticismo casi perpetuo que produce el Perú, y se instala en ella la soledad de la página en blanco.
¿Compromiso con la realidad? ¿Compromiso con uno mismo? ¿Compromiso con el poema, con el lenguaje? En el libro descubrimos pistas, los caminos insinuados, el terreno por seguir explorando. Porque en La soledad de la página en blanco no sólo el lector encontrará una tarea de estudio, observación y crítica, sino también hallará un ejercicio de enseñanza. “Enseñar es también un ritual de acercamiento, de diálogo, de vida” asienta Fernández Cozman. De vida, sobre todo. ©
Guillermo Amorós Uribe,
2006
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