Baja del auto, mira de un lado al otro de la calle y se aproxima al local. Un letrero anuncia: Café San Gabriel, es la referencia. Pasa al patio de una casa colonial, gira sobre sus hombros a la izquierda, observa, ahí están las escaleras, sube, siente el escandaloso ruido que producen sus tacos, se avergüenza. Arriba, apoyados en un balcón, dos hombres la observan.
—Hola ¿vienes sola? —pregunta el portero tras las rejas.
—Me esperan, unas amigas —responde Sofía con temor.
Un pasadizo largo conduce al salón, Sofía se detiene a la mitad, se arrepiente, piensa en volver, no le dan tiempo de elegir. Una silueta de brazos extendidos se dibuja en el umbral. Sofi, ¿cómo estás?, viniste. Sofía no responde. Te aseguro que no te arrepentirás, te vas a divertir mucho, ya verás. Unos brazos viscosos como un pulpo la abrazan, la envuelven, la succionan al interior; ella se deja conducir.
En la penumbra apenas puede distinguir los cuerpos, está bien así, es mejor no reconocer a nadie. Ven y te presento a la gente, qué pasa Sofi, no dices nada, mira ¿te gusta ese pata? Un tipo está colgado en la barra, es guapo. Ni lo mires Sofi, no te hará caso, se ríe. Chicas, ella es Sofi. Hola. Es novata ¿quieren ayudarla?, risas.
Sofía está incómoda, piensa: qué diablos hago aquí, maldita sea cómo me dejé convencer. Mami, sírvete. Xiomara le extiende un vaso con ron. No, gracias, el ron me cae mal. ¿Quieres agüita mineral entonces? no mi reina, aquí no se toman huevadas, interviene una vieja en junto. Sofía se lo toma por orgullo, en el fondo está asustada, la acosan las miradas, teme emborracharse, o lo que es peor, que puedan ponerle algo en la bebida, tienen mala fama estas tipas.
La música se eleva, una canción de moda “Get busy” de Sean Paul. Ven, vamos a bailar, Xiomara le palmea una pierna.
—Ya no soportaba sus miradas, Xiomi — Sofía le confiesa al oído.
—Estás muy tensa, relájate, ven, haremos algo —la conduce al baño. Sofía solo quiere escapar, la invaden las náuseas.
—Me siento mal, quiero irme.
— ¡Hey, tranqui!, qué pasa prima, acabas de llegar.
—Sí, pero aquí no encajo.
—Cómo sabes si no has probado.
—Oye Xiomara, sabes bien por qué vine.
—Justamente por eso Marce, ¿no dices que te están presionando en el diario para que les presentes la crónica que prometiste? Ya pues, además tú quisiste venir.
—Sí, pero no pensé que sería así ¿cómo voy a narrar esto?
—Oye, no me vengas con babosadas moralistas ahora. Me decepcionas Marcela.
—No te enojes, no es por ti, yo no te juzgo, ni a esa gente, son nervios nada más —Xiomara se conmueve por el tono inocente con que le ha hablado Sofía. La abraza.
—Esto te ayudará —Xiomara extrae de su brasier un kete, lo prepara sobre su DNI—. Al menos para esto sirve —se mofa, Sofía ríe.
— ¿Me cuidarás? —pregunta poniendo carita de niña buena.
—Por supuesto, mamita —le alcanza el DNI como una charola— sírvase un bocadito, señorita. —Sofía lo recibe, aspira, estornuda— oye, carajo, no me botes el manjar.
— Si no quieres que nadie te moleste procura no alejarte de mí, si alguien te pregunta que si tú y yo estamos respondes que sí. ¿Ya estás mejor? —Sofía se limpia la nariz, sí, mueve su cabeza.
—No reveles tu verdadero nombre a nadie, ni se te ocurra contar lo que viniste a hacer. Este es un lugar de ficción ¿quedamos?, así que todo lo que digas y hagas también lo será —risas—. Ya estás aquí, relájate y disfruta.
Sofía se moja la cara, la coca empieza a surtir su efecto, se mira al espejo, guiña un ojo, sonríe. Xiomara se acomoda el brasier. Salen.
Reconoce un rostro, diablos, un ex compañero de la universidad, hace mucho que abandonó la carrera, ni se acordará de ti, que no joda, tú no eres tú, eres otra, eres Sofía. Cierra los ojos, coge el ritmo, se mueve bien. Eso es Sofi, ¡uhh! libérate. Una, otra más, las baila todas, no te cansas, te mueves riquísimo. Todos te miran Sofi, hasta los coños, Sofi. Te ganaste la corona, hoy tú eres la reina. Ya me cansé, voy a sentarme. Sofi, te dejo, baila sola.
¿Quién es? Una amiga. Dile que quiero bailar con ella. No, lo siento, está conmigo. ¡Ah!, perdona, no sabía, ¡buena Xiomi!, ¿de dónde la sacaste? Es mi prima. ¡Ah! carajo, está bien, huevona.
— ¿Cómo te llamas?
—Sofía, y tú…
—Yo Malú, ¿bailas?
—Claro.
—Hace rato quería bailar contigo. ¿Tienes pareja? ¿Es ella? —voltea y mira a Xiomara.
— Sí.
— No le molesta que baile contigo ¿no?
—Sí, es celosa, pero… una canción, no creo.
—¿Eres pasiva o activa? —Sofía no sabe qué responder, dice lo primero que se le viene a la mente.
—Creativa —risas.
—Qué graciosa, me caes bien Sofi.
Parecen comprenderse bien, Malú le toma la mano, le da un giro doble. Sofía ha quedado de espaldas; Malú la toma con una mano por la cintura, la otra la posa sobre su cadera y al compás se menean, son pura risa. Xiomara no deja de observarlas.
—Ahí está tu chica ¿con quién baila, ah?
—No sé.
Bruscamente, se levanta, se dirige a la pista de baile y se interpone entre las dos. Oye, qué te pasa. Nada, ella es mi flaca. Ya, está bien no te enojes. Malú se va. Sofía no para de reírse, baila. Te rescaté. No, estábamos bien. No me digas que te está gustando esto. Todo está bien, Xiomi. ¡Perra! Oye. Xiomara se aleja, Sofía va tras ella, entran al baño. Qué pasa. ¿Qué pasa? no te hagas la cojuda, te gusta esa tipa ¿no? Xiomi no me hables así, sabes que no, perdóname, se abrazan. Xiomara se inclina hacia atrás, la mira fijamente, la besa en la boca. Oye, ¡qué te pasa! Nada, tú me gustas. No, estás loca. La vuelve a besar, forcejean. Sofía sale corriendo, en el camino se topa con Malú. ¿Ocurre algo Sofi? No, nada, me voy. Te acompaño. ¡No, déjame en paz puta infeliz!
Sofía grita, huye.
© Elena De Yta, 2008 |