SI
REGRESAN LAS BALLENAS
No hay noche en Ottawa
que caiga en la luna del puente a mi regreso
absorbiéndolo
en los pasos dados por la pronta llegada—
no hay llegada ni regreso
hay
cuando el río empieza a congelarse en octubre
los patines de los ciudadanos corriendo en el descanso
sobre el invierno
Sobre
los témpanos
no hay pensativos desbordes en los deshielos
si regresan las ballenas
atienden en uno al que en el poema
recuerdan
como dentro de una inventada respuesta
No son quienes enteros en la sentencia se parten
los que te miran
como una soga colgando del puente—
Si tratas de invertir el soliloquio en el espejo
el roce de la piedra
en las veredas del río
Si
tratas de patinar en el lomo de la ballena
el pago de los guisos—
las plegarias de las aguas
cuando en la noche las hojas de los árboles
de rojo cubren
el tiempo y espacio vacíos.
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CAER DESDE EL CIELO DEBAJO DE LA LLUVIA Y DEL
SOL
Comenzar desde ahí hacia acá con un pero
o una coma
en la pausa que separa cinco paredes superpuestas
en los canales del río, en la barra apostada
en una sexta pared al lado de la casa que te mira
al llegar en bicicleta sobre el riel del tren
que atraviesa entre corchetes una ruma de papeles
pugnando por transformarse en pequeños aviones
blancos
con sus letras y sus números y volar
hacia abajo, espléndidos, sin quemarse, surcando
el aire
de las seis de lo que sea, las seis paredes después
del comienzo
hacia acá, en este papel que también vuela
y vuelve y no regresa
para partir y caer en picada libre, impresionante,
sin corchetes ni barras de separación
caer desde el cielo debajo de la lluvia y del sol
al nivel de la luna que juega con los edificios
de la ciudad, aquí, en mi mirada hace cinco segundos
sin preguntar si son líneas o fragmentos de ejércitos
de hormigas
el avión de papel siguiendo a la luna entre los
edificios
oscuros y silenciosos de las dos de la mañana
y una bala y una carcajada y unas botellas rotas
en otra madrugada que comienza desde ahí hacia
acá
con un pero o una coma, en la pausa que impone el punto
para continuar en otro lado, en los rieles que persiguen
las bicicletas
o en los aviones blancos con fragmentos de ejércitos
de hormigas
sin letras ni números ni oficios, sin barras
de separación ni corchetes
cayendo con la lluvia constante y fuerte como un recuerdo
que no se va
que no se quiere ir ni en trenes ni en bicicletas ni
en aviones de papel
con ejércitos de hormigas desde ahí hacia
acá
surcando sin rieles el aire de las seis.
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DESDE LAS ARENAS DEL OCÉANO PACÍFICO
LAS ESTRELLAS DE MAR RETORNAN AL CIELO
En una tarde ya no hay sol, en Ottawa ya no hay nieve
hay puentes cayendo sobre los bosques /
bosques
golpeando con sus mejores árboles
.
. . . . .los
lagos y ríos que rodean la ciudad
Ottawa y Montreal viven juntas
en un desierto de campo inundado de ríos y lagos
donde los cielos intercambian su escenografía
sus llantos / En los límites de los campos
una ballena observa la línea borrosa de una carretera
en fuga hacia el Sur, su mirada perpendicular
abarca el horizonte de la mirada de otra ballena
en los archipiélagos del Sur: Ambas miradas chocan
en el muro enrejado y ensangrentado paralelo al río
Grande—
Desde las arenas del Océano Pacífico
las estrellas de mar retornan al cielo
a cargarse de polvo lunar que arrojan en su caída
sobre las avenidas y las calles de nieve entre Ottawa
y Montreal
donde seis hombres, tres mujeres y sus perros
observan el vuelo azul de la mirada de las ballenas
para calentarse entre las sombras de los bosques
mientras esperan la noticia Federal: En una tarde ya
no hay sol,
en Ottawa ya no hay nieve, no los puentes no los lagos
ni los ríos, no el sol ni la nieve no la lluvia—
Los archipiélagos se reúnen a conversar
sobre la caída
del polvo lunar desde las estrellas que retornan a sus
playas /
playas que en el ulular infinito de los tiempos dislocados
invitan a la irrupción prolongada del chorro
de agua
desde el lomo de las ballenas que al caer se fragmentan
en los archipiélagos inundándose en el
límite de los campos
y en el límite de los ríos con sus muros
grandes.
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LOS INDICIOS ÍNTIMOS
Incompleto y localizable, pleno en sus facultades amatorias
y respiratorias, con pulmones de tiburón blanco,
con orejas de biznaga
y tobillos infrarrojos, sujeto a una tenaz convicción
que se demora en constituirse para hacer nuevas proezas
cotidianas y concretas, cemento, la piel que se desgarra
como para recibir una nueva capa de pintura látex—
un sujeto y su doble firmamento en rompecabezas
nunca realizado pero realizable, sin cabeza en su interior
de páncreas, buches, pescuezos en los cordeles
sin lluvia,
interior F o superior izquierdo, no nato o nn como la
fiebre
que arranca una confesión, incompleto en su espacio
cuya dinámica tiene el sentido de las huellas
honradas en la piedra
los indicios íntimos cuyo relieve se palpa como
una fruta recién lavada
los resultados de una actitud que subsume un álgebra
o una parcela
o acaso el goce del agua sobre el dintel, el goce del
mar
sobre las cascadas, la ternura del barro abrazando al
gusano
el peligro del amor en las yemas rosadas
fichadas por sus huellas digitales que en el trabajo
generan luz
muda y sorda, tenaz y localizable, plena.
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COMO UN HALO DE LUZ BAJO LAS AGUAS
Poesía.
Silenciosa algarabía del corazón.
Blanca Varela
El corazón del espejo es tan limpio como su memoria
y su terror es el silencio en medio del taladro
golpeando las columnas de luz que emergen con el día
y se esfuman
como una vaga inquietud refugiada en una esquina que
danza
susurro que impregna el gemido
y la telaraña recorriendo los vasos sanguíneos
para atrapar
el frágil aliento de la humanidad y devorarlo
El espejo que no conecta tu rostro con su carne viva
y sus músculos
también amontonados los días, al pescar
del río—
tachando frases para desollar la búsqueda
el niño del ahora es la letra, espuma y arena
intentándose.
Absurdo este no querer, si no tienes espejo no golpees
las columnas,
no destroces los pastos ni las nieves si no caminas
trizada lengua de sangre adormilada.
Ahora anuncia el cuerpo tenso como un halo de luz bajo
las aguas
el cuerpo y su corazón de tormentas, músculos
de hojalata.
¿Quién cuenta las horas alrededor de una
vieja esquina
en las mañanas que bailan? Caros mensajes, sinfín
de juegos
en una riña que sutura: el espejo tiene de la
ausencia
su sombra.
Objeto del mañana, pequeña certidumbre
de carne viva.

©
Paolo de Lima, 2005
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