Las provincias contraatacan. Regionalismo y anticentralismo en la literatura peruana del siglo XX.

En busca del orden perdido. La idea de la Historia en Felipe Guaman Poma de Ayala (Christian Bernal Méndez)

La república de papel. Política e imaginación social en la prensa peruana del siglo XIX (Lis Arévalo)

El viaje que nunca termina (La verdadera historia de Sarah Ellen) (Catherine Lozano Muñoz)

Como los verdaderos héroes (Lenin Heredia Mimbela)

El rey siempre está por encima del pueblo (Juan Francisco Ugarte)

Buda Blues (Lenin Pantoja Torres)

Ayuda por teléfono y otros cuentos (Francisco Ángeles)

Nocturama (José Carlos Picón)

Cadáveres (Andrés Piñeiro)

Contra el sueño de los justos: la literatura peruana ante la violencia política (César Augusto López Núñez)

 

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La lucha con los fantasmas

por César Augusto López Núñez

 

Juan Carlos Ubilluz, Víctor Vich y Alexandra Hibbett.
Contra el sueño de los justos: la literatura peruana ante la violencia política
Lima: IEP, 2009.

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Contra el sueño de los justos: la literatura peruana ante la violencia política  es un texto escrito a tres manos (Juan Carlos Ubilluz, Alexandra Hibbett y Víctor Vich) que calza, casi con precisión, a la necesidad actual de revisar cierto corpus literario que versa sobre los problemas, no sólo políticos, sino, y sobretodo, bélicos que acaecieron sobre nuestra Nación en la década de los ochenta. Para tal tarea revisará en específico novelas como Lituma en los Andes, La hora azul, Abril rojo, Rosa Cuchillo, Candela quema luceros entre otros textos (incluido uno pictórico) que se acercan desde sus perspectivas personales a esos hechos.

Estructurado en ocho capítulos más una coda, el trabajo de investigación tendrá como sustento teórico casi en su totalidad los aportes de Alain Badiou, Jaques Lacan y Slavoj Žižek (). Es decir, el acontecimiento y el psicoanálisis penetrarán en la trama de los discursos literarios de tal forma que captarán de manera correctamente sustentada las contradicciones, las lagunas y los problemas que contienen y de los que al parecer no pueden sustraerse. Todo lo anterior no es más que la muestra del correcto manejo de las categorías con sus respectivas aclaraciones textuales, además de la habilidad de los investigadores para dar luz allí donde su objetivo apunta. Valgan verdades, lo que busca el libro es acercar al lector a los problemas latentes en el discurso oficial y creemos que lo consigue de buen grado.

Por dos veces mencionados (al principio y hacia el final), los propósitos del libro son develar los mecanismos retóricos mediante los que el discurso oficial sobre la violencia política es asumido actualmente por amplios sectores de la sociedad peruana (11) y analizar cómo la literatura peruana se posiciona con relación al discurso oficial (11). Aunando las dos propuestas tenemos, pues, el nombre del libro: contra el sueño de los justos que pretenden dormir placidamente…mientras la obscenidad del poder…acalla las demandas de la multitud segregada en el proyecto nacional (267).Gracias, sin lugar a dudas, a un discurso tranquilizador, claramente amnésico y acrítico. Precisamente esta retórica tranquilizadora será localizada en la CVR y con mayor puntualidad en el Informe de Uchuraccay. La comparación entre éste y los textos literarios será manejada de tal forma en el estudio que se corroboran tópicos transplantados y fuertemente arraigados en un imaginario que no solamente representa y asume tales, sino que además se sitúa en una pugna ya conocida entre escritores regios (Roncagliolo, Cueto) y andinos ( Dante Castro, Huamán Cabrera). Curiosamente estos dos bandos cargan con la misma tara fantasmática expuesta en el primer capítulo por Juan Carlos Ubilluz.

Deteniéndonos en el asunto del fantasma, la primera parte del libro se detiene para dejarnos en claro que las conclusiones del Informe de Uchuraccay calan en el discurso literario de Mario Vargas Llosa, Alonso Cueto, Santiago Roncagliolo, Oscar Colchado y Felix Huamán Cabrera (en sus obras arriba citadas) y que en verdad, cada uno de ellos, lo único que hace es luchar con una imagen preconcebida y que nada tiene que ver con el problema medular del conflicto. A saber, la pregunta de si la modernidad afecta o no el mundo andino y los mecanismos de éste para asimilarlo. Lo que crea el fantasma contra el que luchan es más bien una forma sesgada y maniquea de abordar el hecho real favoreciendo a toda clase de elucubraciones justificadoras del conflicto como el mundo del ande no conoció ni conoce la modernidad; las muertes en el conflicto interno son consecuencia de  un pensamiento mítico, mesiánico o simplemente religioso, o que finalmente hablamos de mundos tan distintos en los que la comunicación es imposible.

El meollo del asunto en el primer capítulo es  desestabilizar la creencia de la nación cercada impulsada por el cuadro antropológico planteado por el Informe de de Uchuraccay y más bien opta por una lectura problemática del asunto abordando incluso la elogiada película Madeinusa y hallando en ella la misma visión fantasmática más la colaboración de cierto paternalismo versus el salvajismo del hombre andino.

Los capítulos dos y tres (desarrollados por Alexandra Hibbett) girarán en torno a un mismo problema, el del acto. Comprendido como una necesidad informe pero que da cuenta de la urgencia de cambio desde la misma realidad, el acto es aquello que atenta contra lo fantasmático para socavarlo. El texto analizado es Los ilegítimos de Hildebrando Pérez Huarancca y se rescata, aunque no con mucha certeza, la presencia de la ambigüedad en sus cuentos y la presencia en ellos de la cuestión innominable del acto que podemos resumir en un salto dialéctico que no nos asegura nada puesto que no encierra en sí misma garantías.  Lo mismo sucede con el tema central de La palabra de los muertos o Ayacucho en Hora Nona de Marcial Molina Richter. Aquí se da la progresiva desestructuración del discurso dominante  para dejarnos, según la autora, en una situación ambigua que abre un espacio de indecisión (136) y que en su apertura misma es una posibilidad. Tanto como lo es el acto en Los ilegítimos en el poema se da un estallido que irrumpe y cuestiona el orden establecido de tal forma que hace patente la premura de un giro de concepción sobre el conflicto armado.

Juan Carlos Ubilluz revisa dos cuentos de Luis Nieto Degregori en el capítulo numero cuatro. Empieza por La joven que subió al cielo para pasar al antologado Vísperas encontrando en ambos una fuerte dimensión ético-moral. Para Ubilluz esto trae algo detrás ya que en estos tiempos nadie se detiene en ese tipo de creaciones de laya anacrónica. Sin embargo, hay en estos trabajos un mérito: el narrador introduce el Nombre-del-Padre para dar una visión más sobre el problema del terrorismo. Sin perder de vista el afán pedagógico Nieto Degregori quiere dar a entender que el seguimiento de Sendero luminoso no implicaba una febril y ciega entrega sino más bien una decisión ética que implica el ser completo de los personajes incluidos sus traumas psíquicos. Podríamos decir que la moral del Padre es lo que activa en los personajes de los cuentos una postura crítica frente a sus necesidades inmediatas y las de la sociedad en la que viven. Para culminar Ubilluz, a pesar de su valoración, tendrá la suficiente lucidez para no exigirle a la literatura los esfuerzos que son claramente desplegados en Nieto Degregori: la mecánica representación de lo “real” y su consecuente explicación y/o justificación.

En el capítulo quinto, hecho al alimón por Víctor Vich y Alexandra Hibbett, se hará una reflexión sobre el asunto del cuerpo en Adiós Ayacucho de Julio Ortega. Empleando de pivote el Informe de Uchuraccay se encontrará un triple cuestionamiento a su postura: el de denuncia, el de crítica y el de necesidad. Es decir Adiós Ayacucho, en el cuerpo fracturado que divaga en sus líneas, pone en tela de juicio los derechos humanos por la sistemática violación de los mismos encarnadas en una no totalidad. En segundo lugar su crítica se sitúa en contra de la antropología del Informe de Uchuraccay puesto que esta responde al poder y a un modelo retóricamente acartonado. Finalmente, el fragmento hace un llamado a la construcción de un espacio en el que el subalterno pueda tener voz. El fracaso plasmado en Adiós Ayacucho es entonces para los autores una puesta en escena de lo olvidado, o mejor, obviado: la necesidad de reconocer la muerte y la reunificación no solamente del cuerpo sino también de los cuerpos.

Juan Carlos Ubilluz y Alexandra Hibbett serán los encargados del capítulo seis y tendrán en cuenta aquí La guerra del arcángel San Gabriel de Dante Castro. La verdad y su acción cruel en su texto será el punto de partida para abrir el debate sobre la cuestión del conflicto interno. En otros términos, el hombre andino no sólo estuvo entre dos fuegos sino que su indecisión política permitió la destrucción de su comunidad. El cuento de Dante Castro mina desde cuatro puntos las bases de lo establecido y aceptado por el imaginario peruano. Por un lado, el Estado no tuvo una política que integrara o al menos asumiera la importancia de las comunidades andinas; por el otro, el discurso salvador de Abimael Guzmán en verdad no caló en el imaginario andino llegando a cuestionar el tópico multicultural para finalmente dudar incluso de la mentalidad humanista.

La crueldad en Dante Castro responde no a una especie de sadismo, según los autores, sino que es consecuencia de la exigencia de respuestas por parte de los interpelados. La crueldad es una respuesta a la desidia,  a la carencia de un deseo de inventar una modernidad singular (230). Entendida finalmente como castigo o juicio, es siempre una sanción a la ausencia de postura.

Víctor Vich se encargará de los dos últimos capítulos y analizará La hora azul de Alonso Cueto y Abril Rojo de Santiago Roncagliolo. En el primero localizará la culpa como motor de la trama textual y justificadora de  un paternalismo a claras luces cínico y segregacionista, mientras que en el siguiente, la exigencia mercantil actual prepara el terreno a narraciones que invocan a lo religioso. El mercado se alimenta de imaginería para mantener a la periferia donde debe estar, lejos de lo racional  y validando sin peros el centro y su discurso oficial
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Finalmente, y a modo de balance, la coda del libro hará una aproximación interpretativa a Juicio sumario de Ángel Valdez. En este apartado no se hace más que corroborar y resumir  las ideas ya planteadas a lo largo de los ensayos anteriores: el cuestionar los fantasmas que invaden los discursos aceptados por el general de las personas. Hasta acá tenemos como imperativos dos apuntes que guardan íntima relación. Primero, el casi líneas arriba. Creemos que existe cierta ausencia en la investigación dado que la teoría base es de estirpe eminentemente occidental. No será que hay dos fantasmas enfrentados en los textos en una pugna que sin querer elide el asunto que denuncia. Y en segundo lugar, no hay una metodología que permita una aproximación “desconstructiva” pero, y hasta cierto punto, propia.

Es que acaso el debate abierto por este estudio, a pesar de su fertilidad, debe estar enraizado en un locus foráneo y que, si bien asume y aborda el problema que se propone desvelar, tropieza al encontrarse fuera de las necesidades que tiene en consideración pero que es incapaz de articular. En todo caso, hablar de literatura de la violencia política es en sí misma una afirmación sin problematizar en el texto cuando ordenadamente se debería precisar la terminología con la que se denomina el corpus tratado antes que la que pertenece a la metodología empleada. Esas son solo unas interrogantes que proponemos para la lectura de un texto que debe ser considerado importante en el ámbito de los estudios sobre la literatura del conflicto interno (esa es nuestra consideración) y que presentamos de manera abierta en pro de un diálogo y un proceso atento de recepción.

 

 

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